Círculo de amistades: ¿clerical o no? (I)

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Mn. Josep Hortet, párroco de Ntra. Sra del Port y arcipreste de Sants- La Marina
Hemos escuchado muchas veces al Papa Francisco alertar contra el clericalismo, en todas las vertientes en las que este se puede presentar. Su acepción más extendida es la que se sintetiza en esa falta de confianza por parte del clero en los seglares para llevar a cabo la tarea evangelizadora y su participación en aquellos ámbitos que admiten la presencia de laicos en tareas eclesiales que éstos pueden llevar a cabo con una exigida autonomía de decisión. Como segunda acepción de clericalismo está la que esboza un esquema mental de obispos y sacerdotes que no va más allá de la perspectiva propia del clero y sus intereses, digamos de clase; llegando muy lejos en esa línea, lo que prima es el interés de la institución. Un mundo cerrado y aislado que acaba detallando una personalidad peculiar de sacerdotes y obispos que miran, orientan y consideran su propio ministerio no tanto como un servicio a la Iglesia sino como un servirse de la Iglesia: vivir de la institución. Es decir, sintetizando en palabras evangélicas, que no buscan servir sino ser servidos. Adherido a esta actitud de vida tan poco evangélica, se presenta el carrerismo, del que también el Papa Francisco reiteradamente nos ha hablado. 

La solución a estos peligros podría venir dada por un proceso de conversión personal, como desde hace años se subraya, por un proceso de “cambio de mentalidad” eclesial. Sin duda, ahora que se acerca la Cuaresma, sacerdotes con rectitud de intención y deseo de mejora personal, deberíamos comenzar un proceso de conversión cuaresmal centrado en este particular. ¡Y cómo no!, subrayar la necesidad de altura de miras en este punto; la necesidad de desmontar las actitudes de superioridad, de egocentrismo, saliendo de modelos y esquemas tan auto-referenciales como los supuestamente mantenidos; añádase todo lo que se quiera y más. Agréguese a ello toda la necesaria exigencia de sinodalidad y participación de comunión en las tareas eclesiales. Únase a tan anheladas metas, la tan deseada corresponsabilidad del clero y el laicado. Llevamos decenios escuchando todo eso de boca de obispos, vicarios episcopales, arciprestes, etcétera y etcétera. Y todo eso fundamentado sobradamente en los documentos conciliares y en todas las exhortaciones que la Iglesia viene haciendo al menos, y por quedarnos cortos, desde hace 60 años. ¡Que no son pocos! Nos quedaremos cortos, dadlo por hecho. Pero al final la cosa queda en parole, parole, parole, soltanto parole.

¿Pero si en vez de ir a desenredar el entuerto y resolver el problema reconduciendo las perspectivas eclesiales fuéramos a examinar las causas y orígenes del clericalismo? Demos por cierto que avanzaríamos más deprisa y con mayor capacidad de resolución.

Una buena parte del clero, (aunque cada vez esas generaciones van cediendo el paso a otra generación sacerdotal dentro de otro esquema vocacional) entró en los Seminarios Menores entre los 10 y los 12 años, según las diócesis. Cuando los seminarios eran auténticos internados sin salidas externas, más que los exiguos periodos vacacionales y aún en esos periodos bajo la estrecha vigilancia y control de los respectivos párrocos. De allí al Seminario Mayor, con la descontada exención del servicio militar y el consiguiente trato con jóvenes de su misma edad pero fuera del circulo estrictamente eclesial. Después de la ordenación, y la mayoría extremadamente jóvenes (entre 23 y 25 años) comenzó su destino en parroquias, como adscritos, vicarios y luego párrocos, siguiendo el tan manido e intocable escalafón clerical. Los que llegados al contacto con el laicado real fueron reconvirtiendo su responsabilidad ministerial (el triple munus, sanctificandi, regendi et docendi: celebrar los sacramentos, gobernar y enseñar) abriéndose con sincera confianza a los seglares, fueron desmontando su actitud de solitario liderazgo y fueron construyendo la corresponsabilidad eclesial entre clero y laicado de manera encomiable, construyendo así auténticas comunidades. Pero no todos lo hicieron. O porque las circunstancias de las responsabilidades que les fueron exigidas se lo impidieron, o porque una actitud de prepotencia o un inconsciente complejo de inferioridad les condujo hacia actitudes defensivas ante los seglares. Conservar el estatus ante un mundo que no comprendían bien y que les desmontaba sus seguridades. Las adquiridas en los Seminarios. Ese clericalismo no forma parte ni de la primera ni de la segunda acepción tan malsana y negativa la una como la otra. Forma parte de un tercer clericalismo al que deseo llamar “consubstancial”.
LA CONRERIA: Misa década de los 60  y Santa Misa en la cripta curso 1965-66
La Conrería: Competición años 70 y Edificio del Seminario Mayor Conciliar de Barcelona

Un ejemplo de este clericalismo consubstancial podría ser la persona del que fue el párroco en mi adolescencia, en mi parroquia de Santa Engracia, en el barrio de Les Roquetes de Barcelona, Mn. Josep Hortet i Gausachs. Procedente de un estrato social humilde, nació en La Sagrera, uno de los barrios obreros de Barcelona. Nacido en 1937, como mi madre, ingresó en el Seminario Menor de la Conrería en su más tierna edad. De allí al Seminario Mayor de la calle Diputación. Dotado de una gran inteligencia y sentido del deber y de notable intuición, fue apreciado siempre como un gran sacerdote. Como era frecuente en aquellos años, se le concedió la dispensa eclesial para ser ordenado antes de los 24 años, la edad canónica.   En el llamado periodo de Convictorio, allí en la Residencia de Les Corts (solían vivir ya desde diáconos y como jóvenes sacerdotes, algunos a la espera de las licencias ministeriales para confesar y predicar) acudía a una parroquia del extrarradio de Barcelona, la de Sant Mateu de la Guineueta del gran sacerdote y párroco fundador que fue Mn. Comerma, para ayudarle en bautizos, supongo que también en bodas e intuyo que en otros aspectos del ejercicio ministerial. Siempre mantuvo con él una gran amistad y una gran admiración. Admiración que yo mismo ostento hacia aquel sacerdote, hoy ya difunto, hijo de Castellterçol. Un hombre que a sus virtudes sacerdotales añadía un gran sentido del humor. De ese humor catalán, tan nuestro, sarcástico e irónico cargado de sorna: sorneguer decimos en nuestra lengua materna. Pero Mn. Hortet no dejó el estrecho círculo clerical hasta los 40 años, y aún con atenuantes. Fue enviado a estudiar teología a Roma, residiendo en el Colegio Español de San José en su antigua sede del Palacio Altemps, en Piazza Sant´Apollinare en el corazón de Roma. 
P. Altemps, ex-sede del S. E. de Roma y Interior Parroquia de Santa Engracia- Barcelona
De allí, si la memoria no me falla, pasó una vez licenciado, al Seminario Menor como profesor y miembro del equipo de formación. Y luego al Seminario Mayor como superior, destacando muy especialmente en su responsabilidad en la Residencia de La Sagrera, sita en su misma parroquia de origen, la de Cristo Rey en el susodicho barrio. De una obediencia eclesial rigurosa, incluso entrados los años 70 no se despojó de su sotana, mientras ejercía de superior (aunque eso sí, dejando entrever ese palmo de pantalón por debajo del orillo del traje talar que debía ser como una especie de taimada protesta). Su primer destino como párroco fue hacia la cuarentena, creo recordar que en 1976. Vino como párroco a Santa Engracia, mi parroquia de toda la vida. Su carácter y su voluntad de trabajo y revitalización de la parroquia, trajo una ráfaga de aire fresco a la adormecida comunidad parroquial, tras el letargo en el que a mi parecer se había sumergido, bajo su predecesor Mn. Josep María Soler.  La compañía de Mn. Oriol Garreta recién llegado de Chile, tras la expulsión de sacerdotes españoles por parte de Pinochet (Mn. Pere Adell, le acompañaba) le fue de una gran ayuda. Dos caracteres diversos, dos temperamentos, doble ámbito de trabajo, eran bases para un buen tándem. El destino de fin de semana del joven seminarista Diego Navarro, acabó de cerrar el círculo. Pero Mn. Hortet, por expreso deseo del Cardenal Jubany, asumió responsabilidad en el gobierno diocesano y nada menos que como Vicario Episcopal. Fue uno de los responsables en la tarea de organización de la Assemblea Sacerdotal Diocesana de Barcelona de1978 (¿quizá 79?) en cuyas tareas administrativas trabajé de manera remunerada, cosa que me ayudó para mis estudios de Bachillerato. 

Quizá no he tenido la delicadeza de agradecerle esto a Mn. Hortet de manera más específica y concreta, así como tantas otras cosas. Tengo una larga charla aún pendiente con él “de omnibus rebus”. Creo que le he dirigido más reproches que mostrado gratitud. Ahora que me hago mayor, lo lamento profundamente. Cuesta dar un primer paso para volver al pasado. Especialmente a una persona tan emotiva como yo. Y este momento de mi vida, muy vulnerable emocionalmente, no escondo ni mis miedos ni mi necesidad de apoyo. Ni mis flaquezas ni mis errores. Habré quizás madurado finalmente como persona y como sacerdote. Punto y seguido. 

Intuyo que Mn. Hortet es consciente (y su inteligencia práctica habrá ayudado a ello) de que él es un típico producto del clericalismo. No por voluntad propia evidentemente. Convencido estoy de que ha tratado de romper ese marchamo clericalista en el que lo educaron y vivió. Los Operarios Diocesanos que fueron los responsables de su formación, no ayudaban mucho a romper ese molde.  Son los condicionantes de su ministerio y su voluntad de servicio eclesial, los que inevitablemente han hecho de él un sacerdote clerical. Se ha movido en círculos clericales, mantenido amistades clericales (muy sanas, por cierto) y priorizado en él los servicios al clero. Supongo que la ya muy prolongada etapa como párroco de Ntra. Señora del Port, otro barrio obrero y popular, le habrá ayudado mucho a desclericalizarse, a despojarse de esa pátina clerical, por no decir armazón de sustento, en la que ha tenido que vivir y ejercer como sacerdote: supongo contra su voluntad. Y aún a pesar de eso, los sacerdotes de su arciprestazgo de Sants-La Marina lo eligieron como su arcipreste. ¿Quién si no podía asumir esa responsabilidad? ¡Cumpliendo en este 2020 sus ochenta y tres años, a las puertas de sus 60 años de sacerdocio! Pero no es Hortet el representante de un clericalismo voluntariamente asumido y ejercido. De ese clericalismo “de burbuja”, el máximo ejemplo y paradigmático representante es Mons. Martinez Sistach, que como decía el filipense P. Josep Llunell, en el Seminario ya estudiaba para Cardenal (sic

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Medalla de Honor de Barcelona a la parroquia del Port,
en la persona de Mn. Hortet
Al presente desconozco cómo ha evolucionado el círculo de amistades y la mentalidad de Mn. Hortet. Su tarea pastoral y social al frente de la parroquia del barrio popularmente conocido en otro tiempo como de “El Polvorín”, que fue reconocida por el Ayuntamiento de Barcelona con la concesión de la Medalla de Oro de la Ciudad Condal, seguramente le habrán marcado muy positivamente y le habrá hecho ampliar su círculo de amistades más allá de lo estrictamente clerical. Previsible y creo que hasta de una aplastante obviedad. Desde aquí deseo enviarle mi más sentido pésame por el fallecimiento inesperado y repentino de uno de los sacerdotes que formó y dirigió desde los primeros tiempos de su ministerio y que sin duda le habrá infligido un profundo dolor y tristeza. Se trata del párroco de Sant Andreu de Palomar,  Mn. Pep Soler Llopart a la edad de 70 años víctima de un accidente cardiovascular.
Mn. Hortet (centro) con  sacerdotes que fueron discípulos suyos y Mn. Pep Soler i Llopart
Pero este es el clericalismo, diríamos connatural, que corresponde a una generación de sacerdotes. Diríamos que es el no-culpable, el ambiental, el natural a una época de la Iglesia. Capítulo aparte merece el otro, el clericalismo de las nuevas generaciones de sacerdotes, las más actuales, que es mucho peor que el primero, el condicionado. El primero, a excepción de algunos casos muy concretos, era casi inevitable. Corresponde a un “sitz im leben” concreto, individuado en un contexto temporal. De este neo-clericalismo no hablaré en el próximo capítulo. Más adelante quizás. Siento curiosidad por descifrar origen y causas, pero tampoco en exceso. Salen así del Seminario actual. Alguna responsabilidad tendrán el Rector y los formadores. Quizás en su estrechez de miras ni lo perciban. Ja s´ho faran! 

De lo que sí hablaré en la continuación de este artículo es de cómo las circunstancias de la vida a mí me han hecho ser, permitidme la provocación, profundamente anticlerical o más en concreto a-clerical o para-clerical.  Especifico: mi círculo de amistades nunca ha sido clerical y además no lo deseo; y me daría un tanto de grima que lo fuese. Fuera de los 3 o 4 sacerdotes que más allá de compañeros, considero mis amigos, todo el resto de mis amistades son seglares, y muchos de ellos de ambientes no eclesiales. Y algunos no creyentes. Eso también me ha modelado y modulado. Pero os lo explicaré la próxima semana.  

Mn. Francesc M. Espinar Comas
Párroco del Fondo de Santa Coloma de Gramenet

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10 comentarios

  1. Molt de tant en tant en aquest blog es poden llegir coses que no formen part del galliner clerical de picabaralles del bàndol dels "orgullosos germinantes de pata negra" contra els de l'altre bàndol dels "pérfidos progresistas"(tot i que avui curiosament es parli d'una certa mena de clericalisme) i que no estan escrites ni des del ressentiment ni des d'allò tan clàssic de "cualquier tiempo pasado fue mejor".

    Avui mossèn Francesc m'ha fet repassar de forma agradable la història de mossèn Hortet, tot un personatge del barri de "La Sagrera" i originari de la parròquia de Crist Rei on consto com a batejat.

    També celebro de tot cor que mossèn Francesc no entri mai en aquestes picabaralles de suposats bàndols clericals que avorreixen a desdir a tots els qui no hi estem gens ni mica interessats.

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    1. De bichos, bichejos, bichajos y bicharrones17 de febrero de 2020, 2:07

      Para los que llevamos tiempo sobre la canica azul que navega por la materia oscura, sabemos o tenemos la perspectiva para saber que el inhumano gobierno episcopal de Barcelona (la más importante diócesis de Cataluña), se gestó entre el "Vooleem biisbees caataalaaans! (¡Queremos obispos catalanes!), la campaña catalanista de 1966-1967 surgida por la sucesión del arzobispo de Barcelona, Gregorio Modrego y Casaus, y que recayó en el vallisoletano Marcelo González Martín, organizada pel mal bitxo Jordi Pujol y el eterno conspirador Josep Benet, que acabó en 1971, sólo cuatro años después, cuando Marcelo fue promovido a la sede primada de Toledo y la dignidad de cardenal y se nombra al sucesor de éste, Narcís Jubany, el campetxano que entregó la diócesis al nacional-progresismo, y más aún cuando tuvo el infarto en 1985.

      Cuatro años, 1967-1971, son los que tardó en demolerse la Iglesia de Barcelona hasta tener a toda esta tropa decadente del nacional-progresismo, revitalizada eventualmente por el prusés de los otros mals bitxos, Mas, Puigdemont, Junqueras y Torra.

      Este período de 1966-1971, enlaza y se solapa con la otra patum colectiva, el bitxu malu de Montserrat, cuando en 1960, durante el transcurso de una visita de Franco a Montserrat, el abad se negó a recibirle. La polémica culminó con unas [falsas e inventadas] declaraciones concedidas [cocinadas por Josep Benet, habitual conspirador, y Albert Manent] por el abad en 1963 al periódico francés Le Monde, en las que criticaba abiertamente la política del Estado, más el choque final entre Franco y Escarré al crítico sermón del abad a finales de 1964 contra la Ley de asociaciones.

      Tras fuertes presiones políticas, Escarré se vio obligado a abandonar el país en 1965 y exiliarse en Italia. Al año siguiente renunció al cargo de abad de Montserrat. Regresó a Barcelona enfermo de gravedad, falleciendo el 21 de octubre de 1968. Su entierro duró 3 días, servido con la salsa hegeliana de los nacionalistas de la época.

      En fin, dos períodos manifestados, de 1960-1968 con los locos de la montaña de Montserrat, y 1966-1971 en la diócesis de Barcelona.

      Por cierto, qué silenciosos están en Montserrat, después de su segundo escándalo de la pederastia (el primero por los escándalos homosexuales). Mejor estáis calladitos, monjes... y apuntalad vuestro cenobio decadente y envejecido.

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  2. "Agréguese a ello toda la necesaria exigencia de sinodalidad y participación de comunión en las tareas eclesiales. Únase a tan anheladas metas, la tan deseada corresponsabilidad del clero y el laicado. Llevamos decenios escuchando todo eso de boca de obispos, vicarios episcopales, arciprestes, etcétera y etcétera. Y todo eso fundamentado sobradamente en los documentos conciliares y en todas las exhortaciones que la Iglesia viene haciendo al menos, y por quedarnos cortos, desde hace 60 años. ¡Que no son pocos! Nos quedaremos cortos, dadlo por hecho. Pero al final la cosa queda en parole, parole, parole, soltanto parole."

    No hay ninguna época de la Iglesia con más documentorragia que la Iglesia del Concilio Vaticano II.

    Pero todo es cháchara en esta Iglesia del misericordeo y el comisareo, tal como lo demuestra el caso del Padre Teo, con canal en You Tube (allá lo pueden oír), donde manifiesta que se le han retirado todas sus licencias sacerdotales en todo Méjico por parte de su Conferencia Episcopal (y la de la de los EEUU), porque en un vídeo pidió a todos los fieles que se quejaran ante Francisco por su acto idolátrico en Roma sobre la chamánica Pachamama durante el Sínodo del Amazonas.

    Esto lo ha yugulado del todo, al no poder ejercer de sacerdote, lo que le ha obligado a hacer aquello que sabe, los talleres de ayuda espiritual itinerantes.

    Entonces, ¿de qué hablamos? Pues hablamos del caso del P. Custodio, cuando Omella lo retiró por la vía del permiso personal, o del caso del P. Teo, donde los obispos mejicanos y norteamericanos lo han achuchado como un pelele.

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    1. Habrá que estudiar el caso del Padre Teo, que puede que no sea oro todo lo que reluce (no lo sé), pero denunciar a la Pacha Mama y el sincretismo jesuita es un deber no sólo de todo católico, sino también de todo protestante.

      Estas ocurrencias paganas son totalmente ajenas al cristianismo.

      Me pregunto por qué no habrá ido este padre a los lefrebrianos, especialmente en Estados Unidos, donde se necesitan sacerdotes (y pastores protestantes) que hablan español.

      ¿Por qué los sacerdotes no se limitan a predicar el catecismo de siempre y a recordar los dichos y hechos de Jesús?

      ¿Tan difícil es?

      Pues para mí mucho más difícil y mucho más responsable es hacer pasar por la Palabra de Dios las ideologías políticas personales de uno, especialmente las que se basan en el odio, la envidia y el resentimiento.

      ¿No se dan cuenta los sacerdotes que tienen una responsabilidad especial en la salvación de las almas inmortales de su grey?

      No digo nada de predicar con el ejemplo (lo único que funciona), porque evidentemente para muchos eso no existe; lo que existe es la "profetizacion" política que establecía el Concilio Vaticano II ( por cierto, prohibida constitucionalmente en Estados Unidos con la Enmienda Johnson; por algo será)

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  3. Honestamente yo no sé lo que Francisco s.j. quiere decir por clericalismo, que es un mal a evitar (parece)

    Tal vez es una advertencia de buena fe de los abusos que pueden cometer los clérigos como él y sus consocios.

    Tal vez va en la línea del Concilio y el fin de los clérigos es convertirse en pastores (laicos casados que dependen de los políticos, que son quienes les nombran, les pagan y fijan su teología)

    ¿Cuál es interés de los fieles católicos?

    Para los católicos es evidente: que haya una casta especial sagrada -como la del Templo de Jerusalén- dedicada totalmente a la gestión del culto.

    Hasta ahora ha funcionado muy bien y no veo que haya que cambiar.

    Otra cosa es que, puesto que las sociedades están siendo descristianizadas en nombre de la democracia y los derechos humanos por los de siempre, resulta que ahora es necesario urgentemente una labor misionera que no puede hacer un sacerdote.

    Entra aquí la labor de los laicos, donde con su ejemplo y dentro de sus actividades pueden dar testimonio de Cristo (y llegar a donde un sacerdote nunca puede llegar)

    La idea de la Acción Católica era eso. Hoy, menos elitista, la sociedad requiere lo mismo a todos los niveles y con distinto compromiso, para que llegue a todos.

    Pero siempre bajo el control y la dirección de los clérigos, porque ellos han estudiado a nivel profesional la teología, ellos forman parte de la estructura católica y ellos han demostrado un compromiso vital público y total con el celibato sacerdotal y la incardinación diocesana.

    Esto es una garantía para todos, incluyendo para los no creyentes.

    Dicho esto, hay hoy muchas actividades parroquiales y misionales que no tiene por qué conocer o gestionar un clérigo o un párroco:

    La lógica es que se busque a alguien, aunque sea pagando (¿por qué no, si se exigen resultados?) que se encargue de alguna de estas iniciativas. No es necesario que sirva a una parroquia sólo, sino a varias.

    Hay que pensar que, del mismo modo que la sociedad ha cambiado mucho en 50 años, la población que forma una parroquia, también; y que si la sociedad en general se ha individualizado y exige cierta profesionalidad, lo mismo pasa con la parroquia.

    El gran error ha sido exigir de seminaristas, que por su formación humanista son más bien hombres de estudio y reflexión, comportamientos propio de animadores culturales y de gestores, que son hombres extrovertidos y de acción.

    Los grupos tipo Comunión y Liberación y similares cumplen en cierto modo está función. Mientras no dividan la parroquia, son necesarios.

    Yo pienso que se podría buscar estos responsables entre miembros de estos institutos (incluido el Opus), pero fuera de su organización:

    a ellos les interesa porque pueden ganar socios y a la parroquia le interesa porque adquiere una dinamización que difícilmente podría tener de otra manera.

    (Es decir, un poco lo que hacía la Sociedad de Jesús fundando congregaciones en el siglo XIX).

    Hay que pensar que estas instituciones se nutren de los católicos que ya hay; y que si baja el número de católicos, baja el número de sus socios: el caso típico es el Opus, que está en Cataluña en recesión.

    En resumen: lo que funciona es un sacerdote que quiera ser santo y sus feligreses que recen por la santidad de él.

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  4. Los sacerdotes podrían mencionar en sus homilías más a menudo a laicos que hayan sido buenos cristianos, me refiero a destacados escritores, artistas, científicos, etc. que en su vida trataron de vivir la fe. Sería una buena forma de expresar admiración por personas ajenas al círculo del clero dignas de ser imitadas.
    Abundando en ejemplos, yo entiendo que es actitud clerical el hecho de que un Papa o un obispo reciba un escrito de un grupo de fieles, concebido desde la necesidad y la autenticidad y debidamente documentado, y que tal escrito no halle respuesta. Comprendo que en un cargo elevado no se puede responder como gustaría a toda la correspondencia que llegue, pero también es verdad que en esos cargos ha de haber personas encargadas de separar lo secundario de lo prioritario.

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  5. Siguen muriendo muchos sacerdotes de repente como pronosticó Leo Trese en sus libros años 50, porque los sacerdotes deben vivir siempre, siempre en gracia de Dios, para ellos no existe una segunda oportunidad.

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  6. Me parece, mosén Francesc, que nos estamos dejando arrastrar por el espejismo de las palabras. La institucionalización del quehacer científico empezó mediado el siglo XVII con la fundación de la Real Academia de Ciencias París y la Regia Sociedad de Londres, sobre todo. Hubo bastantes casos más, cierto. El motto más famoso fue el de la Royal Society londinense, "nullius in verba". Mirar las cosas como son, sin refugiarse en las palabras de nadie. Hoy todo es palabrería: clericalismo, Iglesia en salida, verdad poliédrica, etcétera. Uno tiene la sospecha que ese vitriolismo contra el estamento que usted representa tiene una intención doctrinal más hondo. Estaba leyendo estos días el significado de la fe en el protestantismo, en particular en Calvino. Contrario al sacramento, a varios sacramentos, los calvinistas defienden el único sacerdocio de los fieles. Una tesis que, como es sabido, vive soterrada en muchas decisiones de obispos alemanes, austriacos y holandeses, sobre todo. Una tesis que podría haber influido en Francisco y su defensa de Lutero como testigo de la fe. Por no abordar el contenido soteriológico de los sacramentos, que no olvidemos son de institución divina, nos estamos dejando subyugar por palabras eufónicas, pero de una tremenda carga anticatólica. Es crear espejismos para evitar afrontar la realidad. Con mayor radicalidad otros han tirado por la calle de en medio y hablan lisa y llanamente de God Delusion. El espejismo de la Iglesia tienda de campaña, del cambio climático y de la escasez del agua, y ahora del clericalismo, nos está velando la exigencia del unum ncessarium: que te conozcan Padre.

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    1. "Por no abordar el contenido soteriológico de los sacramentos, que no olvidemos son de institución divina, nos estamos dejando subyugar por palabras eufónicas, pero de una tremenda carga anticatólica. Es crear espejismos para evitar afrontar la realidad. Con mayor radicalidad otros han tirado por la calle de en medio y hablan lisa y llanamente de God Delusion."

      Bueno, es una deriva masónica, donde predomina el naturalismo y humanismo, más un Dios distante y de mentalidad relojera, sin corazón.

      El Sínodo del Amazonas es la síntesis masónica naturo-humanista: la ecología del Amazonas y la cultura indígena.

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  7. Es muy inquietante que el mismo clero anatemice el hecho CLERICAL. No entiendo NADA ,la verdad!

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