Aún recuerdo un anuncio televisivo en la RAI de finales de los años 80, cuando estaba estudiando en Roma: un fontanero entra en una habitación y ve un agujero del que sale agua. Coloca un grifo para taponarlo. Entre tanto se abre otro. Y coloca otro grifo. Pero una grieta se abre en el suelo. Tapada. Después otro en la pared, en el techo, en la esquina. Y ves a ese fontanero empapado de agua que corre, tapa agujeros pero no da abasto.
¿Y
que tendrá que ver esto? Míralos. Parten de Antioquía: los toman por
locos. Pasan por Antalia, Perge, Antioquía de Pisidia, Frigia, Iconio:
latigazos, palizas, piel ensangrentada. No se rinden: sandalias en los
pies y a la conquista de Listra, caminando por tierras de Derbe.
Sobrepasan los confines de Galacia, entran en Triade, reúnen multitud en
Samotracia, hablan de Cristo en Neápolis. Insultos y escupitajos, algún
tímido aplauso; pero éxito cero. No se rinden: llegan a Filipos y
Anfípolis, desembarcan en Tesalónica, Corinto y Atenas. Prometido: otra
vez les escucharán, hoy no. Céncreas, Samos, Mileto, Patos, Clivia y
Rodas. Son la ruina de los sumos sacerdotes, la pesadilla de las plazas,
la angustia de los gobernadores. Allí donde van, crean confusión
hablando del Hombre de Nazaret. Y tú te preguntas: ¿qué ha sucedido?
Simple: se han tropezado con el Hombre. Aún más sencillo. Pedro ha
pensado que si él tiene un euro y otro tiene otro euro y se lo
intercambian, siguen teniendo un euro. Pero si él tiene una idea y el
otro tiene otra idea y se la intercambian, al final se van con dos ideas
cada uno.
Un
Hombre que los ha amado, buscado, encontrado, seducido y enviado al
mundo. Y yo les agradezco la generosidad. Si yo soy cristiano hoy, en
cierto modo es gracias a ellos, que a pesar de las amenazas han escogido
no obedecer, sino que dejando de lado los miedos han contado una
historia prohibida. Se han dejado la piel por Cristo. Y han señalado el
inicio de una historia que alguien quería que fuese olvidada. No han
pedido el aplauso, la lagrimita emocionada, unos sentimientos
edulcorados. Hubiera sido poco: pidieron la conversión. Todos pretenden
tu asentimiento. Y después la publicidad, las modas, los gurús que
pasan, los vendedores de las últimas novedades. Si quieres tener éxito,
has de decir “sí”. Si quieres hacer carrera, si quieres hacerte paso, si
deseas una posición privilegiada, si quieres aquella chica, aquel
futuro prometedor, debes decir que “sí”. Por suerte, los primeros
cristianos eran como trovadores en las esquinas de las plazas,
impertérritos; sin calcular el número de espectadores, reprenden su
poesía y su canto, siempre nuevo, siempre antiguo. No esperan unas
monedas, sólo que transmitas la historia a otros, que la guardes en el
fondo del corazón. Y si los desalojan, reclutan a un grupo de niños y
retoman la historia, entonan de nuevo el canto. Se sientan en medio de
la gente, sienten el sabor y el perfume del pueblo, se emborrachan con
una canción. Y esto es espléndido porque es el significado de la vida.
Es así: el Señor es capaz de darte la felicidad hasta el punto que
sientes la necesidad de trasmitirla a otros. De contarla a todos los que
se te acercan por el camino de la vida. Pueden prohibirte el relato que
habla del Amor. Pero no podrán destruir la poesía que nace de un Amor.
¿Acaso
no lo veis? Intentamos todo para ser felices. Lo intentamos también
nosotros. En realidad es con Jesús con el que soñamos al soñar la
felicidad. Nos avergonzamos de decirlo, pero en realidad aquel Hombre
nos encanta. Nos embruja la profundidad de aquella mirada, la ternura de
sus manos, la belleza de su boca, la hondura de aquella mente. Nos
enloquece su ser niño, ese esconderse bajo los ropajes de aquel
Caminante curioso hacia Emaús, aquella capacidad de amar sin aprisionar,
aquella sonrisa que custodia semillas de esperanza. Nos desconcierta
que aquel Hombre sin un móvil, sin ver la última película de moda, sin
haber salido nunca en la televisión, enganche a millones de personas. Un
Hombre que murió exactamente por aquello por lo que vivió: para
enseñarnos a mirar y ver a lo grande.
Francesc M. Espinar Comas
Párroco del Fondo de Santa Coloma de Gramenet
Párroco del Fondo de Santa Coloma de Gramenet
Esa lectura puesta al día de los Hechos, me ha hecho reparar en la presencia evangelizadora allí donde brilló la filosofía y la medicina, la ciencia de su tiempo. Porque la filosofía y la medicina que traían los apóstoles y seguidores de Cristo no era ni la presocrática, ni la platónica ni la aristotélica, ni la hipocrática, sino una sabiduría y una terapia que no eran de este mundo. Y sus propagadores no esperaban el reconocimiento, ni el aplauso ni el estipendio. Muchas gracias, mosén.
ResponderEliminarPáter del Fondo:
ResponderEliminarSeguramente, el anuncio de marras era el primero que enlazo, aunque veo que hubo una saga:
https://youtu.be/LrQUPJwQFbs
https://youtu.be/a2YeaquQJ9M
https://youtu.be/pDOKJg88xEQ
MARP
ResponderEliminarSi los que nos consideramos católicos tuviéramos la valentía de manifestarlo en cualquier situación y circunstancia, sin tener miedo a qué dirán, daríamos un testimonio personal de Aquello que creemos e intentamos vivir. Tengamos presentes las palabras de nuestro Maestro y único Salvador Jesús: no tengáis miedo. Debemos rezar y pedir tener la Fe de nuestros apóstoles. Seguir, sin nuevos inventos, la doctrina que ellos recibieron de Jesucristo y la han ido transmitiendo desde los orígenes de nuestra Iglesia. Los que creemos en Jesús hemos experimentado, que cuando vivimos conforme a los Mandamientos y el Evangelio, sentimos una Paz incomparable con cualquier otra. Seamos fieles a nuestros deseos, y si caemos, tenemos la suerte de la Confesión para ponernos de nuevo junto a nuestro Salvador. María Auxiliadora ruega por nosotros.
Y hay más:
ResponderEliminarLos apóstoles más reconocidos y cuya fiesta se celebra actualmente el mismo día, salieron de su tierra llamándose Simón y Saulo (S&S) y acabaron en Roma con el nombre cambiado: Pedro y Pablo (P&P)...
(SPQR)
Es la gran diferencia que hay entre las propuestas mundanas y el Mensaje que nos dejó Jesús: las mundanas son volubles y modificables según las circunstancias y el mensaje de Jesús es intemporal y permanente. El Evangelio no hace más que reforzar los grandes mandatos de los Mandamientos.
ResponderEliminarÉl lo dijo muy claro, "mi reino no es de este mundo". Quien ose modificar algo, con el fin que sea, se aparta de Cristo.
La difusión del Mensaje convierte a los hombres en algo incomprensible para los que están sólo a lo mundano. De ahí el valor que admiramos en los primeros discípulos y en tantos otros que han venido después y lo han asumido plenamente.
Ojalá nos parezcamos a éstos. Recemos para ello.
Gracias, Mosén Francesc.