Las tres revoluciones que nos están destruyendo (y II)

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Aramunt Vell (Lérida)
La revolución religiosa, cuyo pistoletazo de salida fue la insondable revolución litúrgica del novus ordo (cuya anárquica aplicación fue en numerosos casos una auténtica defenestración) aún continúa. Revolución que ha embarcado a los católicos desde la fe en Jesucristo a la fe en los mismos ídolos de la modernidad, elaborados en su momento por el iluminismo y la Revolución francesa: los derechos del hombre y del ciudadano, la libertad, la fraternidad (de raíces masónicas off course) y la igualdad, sin que hayan percibido aún que esos principios les hicieron caer de bruces en plena apostasía.

La revolución educativa ha trastocado el proyecto educativo de la sociedad a partir de la familia y la escuela; ha trastocado la autoridad del padre y ha minado irreparablemente el principio de orden. Unida a la sub-revolución feminista, ha quebrado el rol paterno-masculino y ha cultivado una situación de conflictividad permanente entre los dos sexos: ese conflicto en el cual la propagación de la ideología de género es sólo uno de los efectos secundarios.
 
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Doble página en el diario del Colegio de las jesuitinas en Bilbao
Su resultado ha sido producir millones de estudiantes ignorantes y presuntuosos junto a profesores igualmente ignorantes y presuntuosos (lógico: estos últimos son los primeros, vistos veinte años después). Como resultado inevitable de su primer producto, niños que no reconocen la autoridad de sus padres, que no los honran ni los respetan; y sin embargo, los explotan materialmente durante el mayor tiempo posible, incluso después de salir de casa y tener hijos (al hacer que los padres se conviertan en permanentes niñeras de nietos).

La revolución moral tuvo lugar dando el golpe de gracia a la civilización campesina moribunda, que fue el último bastión de los valores tradicionales (Dios, país y familia) y reemplazando el modelo del deber/sacrificio con el modelo de placer/consumo, y sobre todo estableciendo en todas partes el dogma de la libertad absoluta de la persona individual que desmantela la familia (además, atomizado y disuelto, como hemos dicho, en la masa) y de su derecho a "realizarse". Un derecho que reivindica por encima de todo la satisfacción de su placer y el rechazo sistemático de lo que no da placer o que implica esfuerzo, sacrificio, espera y ahorro. Es que la sociedad campesina es mucho más clara y transparente y se entiende perfectamente a sí misma, puesto que atiende a necesidades primarias

El resultado es que una sociedad que, hasta hace no muchos años, estaba orientada principalmente a considerar el aborto, la eutanasia, la homosexualidad y las drogas como heridas sociales (y en el plano económico hay que añadir a los ocupas, a los manteros, a los que entran en el país con una patada en la puerta y al que la defiende); esa misma sociedad antaño tan ordenada, considera ahora esas antiguas anomalías como formas legítimas y respetables y por tanto como derechos de autodeterminación: y exige la máxima libertad y respeto para quien quiera adoptar esas formas de conducta.

Las tres revoluciones continúan completando su trabajo y ampliando aún más su radio de acción; las tres han creado nuevos paradigmas de pensamiento y comportamiento práctico, desde los cuales será prácticamente imposible regresar. Las tres revoluciones en un punto se entrecruzaron, se sumaron, se exaltaron recíprocamente e incluso se intercambiaron roles. Lo cual muestra entre otras cosas, que en el origen de ellos hay una sola dirección; a menos que todavía haya algún romántico incurable que piense que las revoluciones estallan, imprevistas e imparables, cuando la exasperación popular supera el umbral de la resistencia. Algún ingenuo que piense que esas revoluciones no tienen que ver con las grandes finanzas, con la masonería y con otras sociedades secretas con fines innombrables y no demasiado loables, cuya punta de lanza está formada por grupos de satanistas extremadamente poderosos.

Así, en nuestros días, los fines de la revolución moral han sido heredados en gran parte de la revolución religiosa, mientras que los fines de la revolución educativa han sido heredados de la revolución moral. En otras palabras: una buena parte de la mismísima Iglesia es la que lleva a cabo el programa radical y masónico de destrucción de la familia, la religión y la sociedad. Es decir una buena parte de la Iglesia colabora con la escuela, la universidad y los grandes medios de comunicación en el programa de aplanamiento de las conciencias y el sentido crítico de las personas. Las familias del nuevo modelo (porque hoy, también en las escuelas de la Iglesia se llama familias a las agregaciones temporales de cualquier tipo de personas con cualquier tipo de relación recíproca) continúan llevando a cabo el programa de globalización consumista y de democracia totalitaria.

Pero todo comenzó con la crisis y la posterior destrucción (destrucción, no desaparición) de la sociedad campesina. Mientras la sociedad campesina sobrevivió, los valores tradicionales, aunque debilitados y alterados, todavía estaban en condiciones de sobrevivir; además, el vínculo entre las personas y el territorio persistió, y ese arraigo conllevó la existencia de una identidad clara. La sociedad campesina fue destruida en España entre los años cincuenta y sesenta del siglo pasado: casualmente, los años en que se pusieron en marcha las tres revoluciones. Después de esto, el vínculo entre las personas y el territorio se debilitó y comenzó a disolverse: hoy, por ejemplo, se considera normal que una persona joven planee construir su futuro en el extranjero: por supuesto, después de graduarse y licenciarse en su país. Muchos de los jóvenes graduados que emigran, nunca regresarán. Y no es lo menos relevante que su lugar está ocupado por masas crecientes de jóvenes africanos semi-analfabetos, en su mayoría musulmanes (acérrimos defensores de su Ramadán, de sus mezquitas, de sus viernes y demás fiestas de guardar) que no están del todo dispuestos a integrarse, pero que sí están muy determinados a convertirnos e integrarnos en su sistema de civilización. Y sería interesante vivir lo suficiente como para ver qué ocurrirá cuando, dentro de unas pocas décadas, los defensores de la inmigración y la recepción indiscriminada, que también son defensores del feminismo y el homosexualismo, tengan que lidiar con una sociedad islamizada, donde la vida no será tan fácil ni para las feministas ni para los homosexuales.

¿Alguna vez ha tratado de observar a las personas haciendo cola frente a un mostrador de Correos? De vez en cuando llega una mujer islámica con el rostro completamente cubierto, invariablemente acompañada por un hombre: que si no es su marido, es su hijo o quizás un niño de ocho años. Es el niño quien se dirige al dependiente; es el niño quien, en un cierto momento, le dice a su madre que descubra el rostro para que se le reconozca, en el momento de la identificación necesaria; y siempre es el niño quien paga y pone el resto en el monedero.

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Huelga feminista en Barcelona
 ¿Acaso no ha caído en la cuenta de que este es el futuro que también espera a nuestras mujeres cuando este tipo de inmigrantes sean la mayoría, o una minoría lo suficientemente significativa y agresiva para imponer sus costumbres a toda la población? ¿Y no ha caído en la cuenta de que estas costumbres se sostienen en un andamiaje religioso?

Parece sin embargo que nuestras bellas almas de la izquierda feminista radical, ni siquiera ven estos trazos de locura ordinaria. Tan es así, que continúan hablando de manera inoportuna sobre la acogida, la inclusión y la integración, como discos rayados, como si vivieran en otro planeta, sin parar mientes en cómo les ha ido a los países que se han apuntado a esas políticas (ponga entre ellos a Suecia). Y esto se debe a que para ellos, la realidad real del asunto no cuenta, como diría Maquiavelo, sino que sólo cuentan sus teorías naturalistas roussonianas y marxistas abstractas y completamente absurdas, basadas en la mitología del Buen Salvaje y el Buen Revolucionario. De hecho, con la revolución de las costumbres y con la civilización rural, también se perdió la calidad fundamental que poseían nuestros abuelos: el sentido común. Y así acudieron al poder (económico, político, mediático y cultural) de los pobres hombrecitos que no entienden nada de la realidad, también porque al ser privilegiados y parásitos sociales, no saben nada del trabajo cotidiano de la vida.

La salida de esta situación, si aún es posible, consiste evidentemente en seguir el camino inverso al que se ha seguido hasta ahora. Restaurar la seriedad y la coherencia en la educación de los jóvenes, el principio de mérito en la escuela, el principio de responsabilidad en la familia, el valor del sacrificio en cualquier circunstancia de la vida; restaurar la verdadera doctrina, la verdadera moral católica, el verdadero cuidado pastoral, la verdadera liturgia en la Iglesia, para devolver las almas a Dios, después de años y décadas que han hecho todo lo posible para confundirlas y alejarlas de Él, incluso sin su conocimiento. Porque esa revolución está toda ella bien empaquetada y compactada. Y si hay que revertirla, créanme, una pieza esencial del retorno al sentido común pasa por la religión y por su sentido de la moral.

Pasa por restablecer la autoridad paterna (que es muy diferente de la tiranía vigente en algunas sociedades islámicas), el respeto por las verdaderas cualidades femeninas (que es lo opuesto a cómo las damas feministas chirrían), el amor por los niños que no forman parte del deseo o el anhelo de posesión, sino que son un regalo de Dios (el lenguaje correcto nos obliga a decir “de la Naturaleza”, o ni eso) y reclaman un servicio de los padres (que excluye cualquier forma de comercialización de la infancia). Este es el camino a seguir: no hay otros. Y sobre todo no hay atajos. ¿Creéis que es una receta demasiado dura? En ese caso, preparaos para perecer: el paciente que rechaza la cura, ya está muerto. 

Mn. Francesc M. Espinar Comas
Párroco del Fondo de Santa Coloma de Gramenet
Licenciado en Derecho Canónico e Historia

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10 comentarios

  1. Un ejemplo de secularización izquierdosa globalista es la del mismo Papa Bergoglio, la cual se puso de manifiesto en esa entrevista de larga duración que concedió a la izquierdista y anticristiana cadena de TV, La Sexta.

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  2. Magnífica exposición del estado de la cuestión. Magnífico desarrollo del cuerpo del artículo. Magnífica conclusión.

    No se muerde la lengua ni le vence el miedo a la hora de señalar las verdaderas causas, los verdaderos causantes, del desastre o revolución en que nos encontramos. No teme mosén que al aludir a la masonería le llueven las críticas por hablar de conjuras obscuras. Ni la ridiculización con la conspiración judeomasónica. Juan Tusquets, eclesiástico y pedagogo influyente en la diócesis barcelonesa hasta comienzos de los años setenta, escribió en su juventud inmediata a la guerra civil un librito donde indicaba las distintas sedes de la masonería y sus principales representantes. Ni que decir tiene que con Companys a la cabeza. Me acordaba yo del libro de Tusquets y de sus largas conversaciones sobre la filosofía escocesa en la que era un experto, al ver la foto que nos ha llegado de Montserrar con motivo de la festividad de Nuestra Señora. No aparecen en ella ni Omella ni Agustín Cortés, obispo de la diócesis donde está enclavado el monasterio. Están el doctorando Vives, el obispo Pardo que reniega de sacerdotes que no tengan taranná (literal, con el desierto pastoral que eso supone para Gerona entera) y el abad Soler, de chascarrillos con Torra y una señora, ambos con el famoso lacito. Me extrañaba, mosén, que la masonería hubiera dejado pasar las elecciones sin que los obispos les echaran, como siempre, un capotazo a ERC, su partido protegido. Pero no ha sido así. Ahi tienen al doctorando ¿por qué mintió usted sobre su título? y a los dos en cuya demarcación se han producido actos nefandos que diría el catecismo. Los tres avalando al secesionismo. Las palabras del doctorando, como todas las de las personas del quiero y no puedo, hablando de nación, de respeto a derechos que nadie conculca. Resulta un tanto cómico y esperpéntico que hable de la Virgen de todos cuando se decanta ya por una parte.

    Porque ese es el problema, mosén Francesc: la pérdida del sentido moral. No se han creído que Cristo resucitó, que el hombre nuevo es otra cosa.

    Cantábamos esta mañana al final de la Misa el Regina Coeli laetare. Unas señoras comentaban muy molestas que lo pertinente era cantar el Virolai. ¿Nadie les ha dicho que la Reina del cielo era la Rosa de abril?
    En esas andan muchos clérigos y obispos mientras los minaretes apuntan ya en muchas espadañas. Están guardados esperando la ocasión en los centros islámicos.


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    1. A mossèn Espinar y JMVG, cuánta razón les asiste! Podrían guiar al pueblo, como otro Moisés, pero no se deja. El hijo pródigo tendrá que pasar hambre, soledad y mucha miseria antes de volver.

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  3. Esa sociedad tan ordenada : que roba, miente, estafa a los humildes y les obliga a guardar silencio,que falsifica títulos y exámenes universitarios....
    Yo creo que la sociedad perfecta no existe y, el que esté libre de culpas que tire la primera piedra.

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  4. Excelente su aportación, excelente y muy valiente. No es muy frecuente ver llamar "al pá, pá i al vi, vi", tan raro en los tiempos que corren. Poco se puede añadir.
    Ruego al Señor para que le mantenga a usted, y a otras personas como usted, con la lucidez que demuestra su artículo, pues, en mi opinión, son el fermento que habrá de servir para restaurar la Iglesia Católica después del duro invierno que parece aproximarse.
    Muchas, muchísimas gracias Mosén Francesc.

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  5. Totalmente de acuerdo con el Sr Valderas Gallardo.

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  6. La decadencia de los pueblos de Cataluña empezó con la maquinización del campo.

    Por ejemplo, mientras si antes 6-8 personas conseguían hacer mil sacos de trigo en dos meses, con una cosechadora se conseguía en tres días.

    Eso ha hecho reducir y envejecer a todos los pueblos: si un pueblo tenía en los 1950 unos 600 habitantes, hoy 2019 tiene unos 100, retrocediendo y envejeciendo.

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    1. Si 2 cosas coinciden en el tiempo no quiere decir que una sea causa de la otra. La maquinización del campo ha supuesto mejorar mucho las duras condiciones de vida es los agricultores, y una mejora sustancial en la alimentación de toda la población.

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  7. Pues a mi la reflexión de mn. Espinar me decepciona. Llena de tópicos (lo moderno es malo, lo antiguo era bueno) y ningún argumento con base suficiente. Las cosas hay que demostrarlas. Si no, el análisis carece de profundidad.

    Y el comentario del sr. Valderas, en su línea habitual: volviendo siempre al tema independentista, que le obsesiona.

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  8. España necesita un nacionalismo radical de verdad, no el trumpismo de VOX.

    Yo votaré a ADÑ en las europeas, y animo a los que lean éstas líneas a que también lo hagan, por el bien de todos

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