La gran ventaja de tener que remangarse para trabajarse una tesis doctoral en vivo y en directo, es que inexorablemente hay que bucear en infinidad de áreas que se relacionan con el tema de la tesis: algunas directa y otras indirectamente.
Y como me fatiga tremendamente eso del patriarcado (hetero-patriarcado lo llaman hoy para echarle de paso un baldón a la heterosexualidad) y lo del sacerdocio femenino, he reflexionado acerca de ese fenómeno que irrita tanto a las feministas y que no logran entender de ningún modo: y es que, en nuestra cultura, se perciban como antagónicos el sacerdocio y la mujer. Tan antagónicos como la maternidad y el hombre. Y tiene todo su sentido esa percepción tan arraigada, porque como dice la escolástica, todo lo que existe, tiene una razón de ser que lo explica perfectamente. Es el principio de la razón suficiente. Otra cosa es que seamos capaces de dar con esa razón. Me propongo hacer un excurso por el tema, a ver si consigo dar con la razón suficiente de que en nuestra cultura el sacerdocio sea tan masculino, como femenina es la maternidad.
Desde que existe la ganadería, existen el sacrificio y el sacrificador. Es obvio que en la caza no se plantea para nada esta cuestión. Y no debió ser nada fácil para la humanidad, regular la ganadería: cuya culminación inevitable es el sacrificio de los animales que se han estado criando en casa. Hay que pensar que en sus inicios, la ganadería era de mera subsistencia, y por tanto los animales eran pocos y formaban parte de la casa. No están tan lejos de nosotros las casas en cuya estructura no faltaban la cuadra, el establo, el corral y la cochiquera (llamada “corte” en algunos lugares; en Barcelona hay un barrio llamado “las cortes”, Les Corts). Es decir que se trataba de animales domésticos en el sentido más estricto de la palabra, puesto que vivían bajo el mismo techo que sus amos. Más aún, hace menos de un siglo, los mozos dormían en la cuadra, en su cama de paja.
Es obvio que en la distribución de trabajos, el de sacrificar a los animales domésticos según normas rigurosísimas que adquirieron carácter religioso, tenía que corresponder no sólo al varón, sino a la máxima autoridad de la casa, revestida de la máxima fuerza, que representaba a toda la familia ante los dioses, que garantizaba la estricta celebración de los ritos y que tenía que emplear toda su fuerza y afrontar los riesgos de la matanza de los animales. No se le ocurrió a ningún pueblo domesticador de animales (que incorporaba diversos animales a la familia) que a la función de la maternidad hubiese que agregarle la gestión del rebaño (el único quehacer dedicado a la subsistencia), sobre todo en su momento más difícil, el del sacrificio, que requería emplear en ello la mayor fuerza física de la casa, aparte de la autoridad.
La primitiva familia romana (¡esclavista!) que evolucionó tan trabajosamente hacia la familia cristiana, estaba compuesta de muchos miembros, entre los que había que contar los esclavos-trabajadores, los animales de labor y los animales de consumo. Es bastante obvio que para la gestión de una casa así de compleja, se requería la fuerza entre otras cualidades; y que en la distribución de tareas, bastantes tenía la mujer como para que se la cargase además con las propias del varón, con las que requerían además la máxima fuerza física.
Insisto: seguro que nuestros antepasados, igual que nosotros, percibirían que la mujer no era el miembro de la familia más indicado para sacrificar a los animales criados en casa.
La función de la mujer ha estado y sigue estando vinculada a la vida, no a la muerte. No he oído jamás a los defensores de la igualdad laboral de los sexos, que reivindiquen para las mujeres en los mataderos, igual número de empleadas matarifes que el de hombres. Es una reacción instintiva, ésa de alejar a la mujer de la administración de la muerte a los animales que nos sirven de alimento. Seguramente que hoy, junto al enorme esfuerzo cultural de alejar a la mujer de la maternidad (entre otros recursos, mediante el aborto, que eventualmente reviste evidente forma de infanticidio), no faltarían feministas reclamando para las mujeres el oficio de matarifes, en igualdad con los hombres. Es el signo de los tiempos. De todos modos les sugiero que hagan estadística de cuántas son las mujeres protagonistas principales (es decir sacrificadoras) en la celebración tan popular de la matanza del cerdo. Efectivamente, ninguna. Cuestión de instinto.
Es que la función del sacerdocio era atender a los sacrificios, que además de cumplir la función alimentaria, tenían como elemento inseparable de esta función, su carácter sagrado: es decir la vinculación inseparable de la alimentación animal que implicaba derramamiento de sangre, y el cumplimiento de los deberes religiosos. El sacerdocio era inseparable del sacrificio. El sacerdote era el sacrificador, que obviamente a nadie se le ocurrió que pudiera o debiera ser oficio de mujer, porque era un oficio que aparte de su sacralidad, requería fuerza física y, qué quiere que le diga, agallas para no encogerse ante la crueldad necesaria para culminar la matanza. Por otra parte, el término sacrificio expresa el hecho de convertir en sagrada (sacrum fácere) una función que por sí misma no lo es. Aún hoy, matar a un animal doméstico es sacrificar: no lo es en cambio matarlo en la caza.
Pero pasemos del sacrificador (el sacerdote o hacedor de cosas sagradas), a la víctima. Ahí nos tropezamos con otra especie de incompatibilidad de género. En los sacrificios humanos, no importa de qué género sean, lo absolutísimamente excepcional es que la víctima sea la mujer. Me explico: a los romanos nunca se les ocurrió crucificar a las mujeres. La crueldad estaba reservada al hombre, básicamente el hombre esclavo. Sólo los esclavos podían ser ejecutados como esclavos. La crucifixión estaba prohibida para los romanos. Y para las mujeres, ni siquiera fue necesario prohibirla, porque a nadie se le ocurrió. También en los sacrificios humanos, tanto el sacrificador como el sacrificado eran hombres, salvo rarísimas excepciones.
Razones biológicas y antropológicas subyacen a la fenomenología de los sacrificios. El sacerdote es hombre; y también la víctima en el caso de sacrificios humanos, es hombre. Cuando se trata de truculencia, la mujer queda fuera de juego. Y parece razonable que ante este hecho incuestionable, de una persistencia histórica cercana a la eternidad, en vez de condenar el machismo que parece inspirar estos hechos según interpreta la nueva ideología de género, nos preguntemos por qué la realidad es tan persistente en esa línea.
Y cuando nos situamos en el ámbito de los ritos y de las tradiciones, es cuando suena más extemporánea la pretensión del sacerdocio femenino. Claro que podemos renegar de todas las tradiciones, de todos los ritos, de todo lo sagrado. Claro que un robot es totalmente capaz de desarrollar todas las acciones del sacerdote, la electricidad sustituir a la cera, los esprays al incienso, y los ornamentos sagrados se pueden rediseñar en un taller de alta costura, y podemos encargar la redacción del canon de la misa al escritor de moda. Si cambiamos todo lo que es susceptible de ser cambiado sin que se caiga el mundo, nos quedamos sin mundo. Si despojamos de sacralidad la liturgia, acabamos con ella; los ritos son tanto más valiosos cuanto mayor ha sido el tiempo que han estado vigentes. Por otra parte, en vez de devanarnos los sesos mirando cómo cambiar los ritos, lo que corresponde hacer es devanárnoslos para conocer su sentido profundo, su razón histórica y su razón religiosa.
No sólo son varones todos los sacerdotes en la tradición judeo-cristiana por las obviedades ya expuestas, sino que cuando llega Jesucristo a ofrecerse él al Padre como víctima por los pecados del mundo (ecce agnus Dei), Jesucristo es al mismo tiempo sacerdote y víctima: el sumo sacerdote y la víctima definitiva: la última, el fin de los sacrificios. En un ritual de suma sacralidad, ¿cómo podemos ir haciendo retoques aquí y allí para acomodarnos a las modas del momento?
El Sacrificio de la Misa no es una ceremonia de poco más o menos. Es la perpetuación del Sacrificio de la Cruz, en que Cristo es a un tiempo sacerdote y víctima. Si sagrados eran los sacrificios de animales, sometidos a una ritualidad estricta, no iba a ser menos sagrado el Sacrificio de la Cruz, el sacrificio de la humanidad, definitivo y en constante actualización, el sacrificio por el que la humanidad se salva, porque es liberada del pecado y de la muerte al precio de la sangre de Cristo. Es de un ínfimo sentido de la sacralidad ritual pretender alterar los elementos esenciales del rito: hasta llegar a la fórmula protestante, en que al final de todo, la celebración de la Eucaristía no deja de ser una representación de recuerdo de lo que sucedió un día.
A fuerza de desacralizar hasta lo más sagrado, nos hemos ido pasando al utilitarismo incluso en las cuestiones sagradas, cuando lo que ahí predomina es la sacralidad, no la utilidad, ni la moda ni demás consideraciones.
Y en cuanto al papel de la mujer en el sacrificio de la misa, no estaría de más que nos fijásemos en el papel de María junto a la cruz: Stabat Mater dolorosa… Ahí estaba la Madre de Dios, la Madre de Jesús, la Madre de la Iglesia de pie junto a la Cruz. No le correspondía el papel de sacrificadora ni el de víctima. Asumió el papel de Madre del Crucificado. Madre dolorosa del Crucificado. ¿Nos parece poco?
Dios Padre constituyó a Jesús Sumo y eterno sacerdote (Hebreos 4,15 y 5, 1-10) digno de fe. Por ello podemos confiar en Él porque es misericordioso: Aun siendo hijo, aprendió sufriendo a obedecer, y llevado a la consumación, se ha convertido para cuantos le obedecen en causa de salvación eterna.
El culto del antiguo Israel sólo conseguía una purificación carnal. Cristo nos consigue una purificación total, esencial y verdaderamente eficaz. Cristo es el verdadero Sacerdote. Oficia en un santuario que no es obra de hombres -su cuerpo- y su ofrenda no necesita repetirse -única y definitiva-: No es sangre de animales, sino la suya propia, la entrega de su vida: Su Cuerpo entregado y su Sangre derramada… Haced esto en memoria mía (Lc 22,14).
En Jesucristo, sacerdote eterno, siervo obediente, el buen Dios ha puesto el origen y la fuente del ministerio sacerdotal que, a través del sacramento del Orden configura al varón bautizado con Jesucristo, Cabeza y Pastor de su Pueblo Santo. Así, cada sacerdote válidamente ordenado actúa en la persona de Cristo Esposo de la Iglesia, gobernando, enseñando y santificando por medio de los sacramentos a la asamblea de los bautizados.
Siguen pues alzándose firmes, en medio de las tinieblas de la confusión, las valerosas palabras de Juan Pablo II que soliviantó a tantos y -como dicen ahora- a tantas con el escándalo de la verdad evangélica: Por tanto, con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos (cf. Lc 22,32), declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia.
Roma locuta, causa finita. ¿O no?
Custodio Ballester Bielsa, pbro.
www.sacerdotesporlavida.info
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En la Vanguardia aparece un artículo científico que rebate a Suárez sobre sus declaraciones:
ResponderEliminarwww.lavanguardia.com/ciencia/20190328/461311942955/neandertales-aborto-suarez-illana.html
Que los neardentales "nunca" matasen a los niños no es cierto en absoluto: falso. Había casi seguro infanticido, eugenesia (nacimiento del mejor), senicidio o gerontocidio (suicidio, homicidio) y eutanasia de enfermos (envenenamiento, abandono).
En las sociedades paleolíticas y de cazadores-recolectores, se acepta como válida la hipótesis de que el infanticidio es un método de control de población, a fin de atenuar los problemas de supervivencia y viabilidad de la tribu, como momentos climáticos adversos de un invierno duro, ausencia de caza y alimentos, falta de adultos). Los neardentalenses habrían optado con seguridad por esta práctica en una proporción difícilmente cuantificable, obviamente.
Los niños recién nacidos, como en las culturas históricas, por ejemplo Roma (muy documentada), podían morir de aborto natural, accidente (caída, atragantamiento), malpraxis médica o de la comadrona, del parto, enfermedad (lo más común, como infecciones, falta de metabolismo o muerte súbita, peligros posparto con traumatismo, neumonía, apnea, convulsiones), prematuridad, catástrofe natural (Pompeya), infanticidio (homicidio) y sacrificio (a deidades paganas).
En caso de infanticidio, lo más usual era por exhibición, es decir, la madre abandonaba discretamente dentro de las primeras 24 horas al niño a la intemperie del frío, hambre o las alimañas, o en una pared o patio o cloaca extramuros si es una ciudad, o se le ahogaba en agua encubiertamente.
Por lo tanto, los huesos no inhumados quedaban dispersos al azar por el campo, o por el mar, ríos, pozos y lagos, o eran comidos por los animales y excretados en zonas apartadas, y sometidos a la meteorización, por lo que hoy son de muy difícil (casi imposible) localización para los arqueólogos.
Si se practicaba el infanticidio, era porque era un teratoma (monstruo), carecía de forma humana, tenía una grave malformación, deficiencia o enfermedad visible, porque era mujer (sociedad agraria), porque el padre no lo reconocía como propio, porque era hijo adulterino, o por lo más normal, por causa de pobreza (la más común), pero también por guerra, hambrunas, epidemias, control de natalidad, asesinato puro y duro, honor y reputabilidad.
Desde luego, si esto pasaba en la historia y prehistoria del homo sapiens, algunas de ellas seguro-seguro-seguro que pasaban en una sociedad más primitiva como el homo neardenthalensis. Decir que el neardental "seguro que no cometía nunca jamás infanticidio" (infanticidio cero) es simplemente, como mínimo, una temeridad científica.
Parece que los neardentales tenían una edad máxima de 40 años para los hombres y hasta 29 para las mujeres (no hay ni una de 30 o más). Casi todos los hombres tenían traumatismos (caza, guerra), y todos artritis y desgastes óseos, junto con deficiencias alimentarias.
Por eso el anciano, antianus, senex, presbiteros, gerón, mayor de 40 años, sólo podía existir en una sociedad donde hubiese un mínimo de excedente para que tuviera alimentación, cuidados, calor, protección. Y los escasos ancianos sería como un "sabio" receptor de la historia y tradición, y "semidiós", pues habría conocido a muchas generaciones.
Como acotación de antropología cultural, es luminosa su información, Don Custodio. Algunos le objetarán que el sacrificio de la Misa es incruento y no necesita, por tanto, de particular exclusividad masculina. Seguro que estará preparando una segunda parte sobre los motivos de otra índole --magisterio, historia de la Iglesia, Tradición apostólica-- donde asentar los fundamentos del sacerdocio en la Iglesia. Igual que ha ocurrido con la ley natural, que muchos confundieron con la vida animal, cuando es algo exclusivo de la razón oráctica humana, con otros aspectos de la doctrina de la Iglesia muchos han visto una fuente de desacralización de la misma en la historia social.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con el Sr Valderas Gallardo.
EliminarTotalmente de acuerdo con el Sr Valderas Gallardo.
EliminarSi Dios nos da Salud y longevidad aún veremos cosas más extravagantes,por ejemplo:que las RANAS CRIEN PELO!
¿Y POR QUÉ NO CAMBIAMOS LOS PROGRAMAS POLÍTICOS POR PROGRAMAS INFORMÁTICOS? ¡¡¡SON INFINITAMENTE MÁS FIABLES!!!
ResponderEliminarLo que parece evidente es que la reclamación del sacerdocio femenino (y tampoco falta algún hiperinspirado que trabaje por la maternidad masculina) es una ocurrencia del momento, haciendo abstracción de la historia y de la tradición.
Pero hoy que se consiguen unos programas informáticos tan eficientes (no hay más que ver los coches que ya no necesitan conductor, porque el programa informático conduce mucho mejor que el hombre), con terminales del tipo que sea, incluido por supuesto el robot, ¿no podríamos gobernarnos en todo (hasta políticamente) por programas de esos tan maravillosos, y prescindir de sacerdotes, sacerdotisas, políticos, etc. etc.?
Si el Único Sacerdote es varón célibe, Jesús, y si sus sacerdotes ministeriales, que son alter Christus, son también su imagen, entonces sea el sacerdocio varón y célibe. Además, Cristo es el Segundo Adán.
EliminarPues al contrario, el 'hombre' incluye al 'varón' y a la 'mujer'. Y aunque Cristo fue 'varón de dolores', su madre María fue la primera en consagrar en su carne al Hijo, y la representación más constante y tradicional la pone siempre en el Sagrado Colegio Apostólico recibiendo el Espíritu Santo. Las necesidades físicas de una sociedad más primitiva, y los problemas prácticos, como evitar una fracción de la unidad en iglesia de varones e iglesia de mujeres, y hoy en día, la espantosa ideología del odio y el enfrentamiento, se oponen a la consagración sacerdotal católica (universal) de mujeres, pero tal vez la necesidad de sacerdotes llegue a ser tan acuciante que llegue a ser un hecho la mujer sacerdote. No el diaconado, el sacerdocio. La propia palabra 'sacerdos' = quien consagra, es en latín ajena al género (Virgilio la usa para Rea Silvia)
EliminarQue España y Cataluña son dos países esclavos y centros de experimentación del NOM y de las nuevas ideologías de destrucción antropológica de lo tradicional, CON LA COLABORACIÓN DE LA FALSA IGLESIA, y que esta planificación lleva décadas implantándose de forma lenta y constante, con el PSOE que progresa y el PP que conserva lo hecho por el PSOE:
ResponderEliminar- Cataluña aprueba las parejas de hecho homosexuales: Pujol, católico, Ley 10/1998, de 15 de julio, de uniones estables de pareja
- España da otro paso: Zapatero, presidente por el 11-M, Ley 13/2005, de 1 de julio
- Siguiente paso: transexualidad, futura proposición de leyLa proposición de ley que supone que los ¡¡¡menores transexuales podrán cambiar de nombre y sexo!!!
- Androginización: futuro último por el cual se crean hombres con útero o mujeres con genitales femeninos, aunque sea artificial
...
Hay que defender el derecho a oponerse a las leyes de homosexualidad y transexualidad con base en el derecho a reformar la ley (de lege ferenda, ius condendum), sino también con el principio de racionalidad, que deriva de la misma Constitución, entre otros, de la igualdad: tratar igual al igual, desigual al desigual, y razonarlo.
En efecto, se gesta un Nuevo Hombre impuesto por un Nuevo Orden que quiere destruir lo tradicional de un hombre y una mujer, un padre y una madre, un esposo y una esposa, sólo para engordar a las industrias LGBTI (que se añade una ley de Memoria Histórica que eleva unas mentiras históricas y antropológicas a Política de Estado, compulsiva y coercitiva), desmantelando todo el ser humano diseñado por Dios.
La racionalidad dice claro y alto que un hombre es un hombre, sea homosexual, transexual o androginizado: el hombre es hombre por la GENÉTICA, verdad científica, con idenpendencia de las operaciones que eliminan genitales, o los implantes de útero.
Una mujer es mujer, y un hombre es un hombre.
Pues de los 5 factores de sexualidad:
1. Genética
2. Genitales
3. Gametos
4. Gónadas
5. Glándulas
un hombre, animal o robot con útero, natural o artificial, nunca es una mujer, pues su genética es o hombre (XY) o mujer (XX). Todo lo demás, no configura su sexualidad.
La racionalidad primero, pues las nuevas ideologías del Nuevo Orden quiere destruir la racionalidad, la lógica y el orden natural y tradicional. Destruyendo la lógica y la razón, se obtienen esclavos, nuevos esclavos en Estados democráticos...
Pero hay que recuperar las palabras'varón' 'mujer' y 'hombre' con sus adjetivos: 'viril' o 'masculino' y 'femenino', y por otro lado 'humano'. Todavía Berceo usa la palabra'omes' para la curación de dos, varón y mujer, casados. Sin ceder el campo al odio, la guerra y la indistinción de sexos,tampoco olvidar que la mujer no es varón, pero sí hombre
EliminarAy, ay...! Que me parece que nos espera un nuevo diluvio o algo mucho peor, por los caminos equivocados que va toda la cultura actual.
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