¡Y es que son tantos los que trabajan por acción u omisión en la demolición de la Iglesia! Porque el drama estriba especialmente en que muchos hombres y mujeres prudentes y de buena fe que no quieren cooperar activamente en el derrumbe, se mantienen en un rincón seguro esperando que pase el vendaval. Prudentes y pusilánimes: porque explican de seguido que ellos en la posición en la que se encuentran no pueden hacer nada, no son suficientemente libres. Y esperan que sean otros los que salven a la Iglesia. Especialmente el laicado. Es el tiempo de los laicos, proclaman desde todos los púlpitos.
El seminarista no puede hacer nada por no poner en peligro su propia estancia en el Seminario y su ordenación. El joven vicario no puede hacer nada por no poner en peligro lo bueno que hace en la parroquia. El párroco no puede hacer nada por no poner en peligro lo poco bueno que puede hacer a escondidas del Consejo Pastoral o del Arciprestal. El obispo auxiliar no puede hacer nada por no arriesgar su situación con respecto al Arzobispo. El Príncipe de la Iglesia que se viste de rojo para recordar la sangre del martirio, no puede martirizar su carrera para no poner en riesgo lo poco de bueno que hace a espaldas de tal o cual Congregación Romana o del mismísimo Papa. La consigna es conformarse con el bien menor, que tan bien se armoniza con el mal menor.
Por último, revestidos de un espíritu conciliar de comunión, sinodalidad y subsidiaridad (y más palabros similares) todos juntos afirman con tanta mayor vehemencia cuanto mayor es su parálisis, que han de ser los laicos los que tomen el protagonismo en la Iglesia y cojan el timón de la barca.
Con este método del “bien menor”, es inevitable que cuanto más se asciende en la escala jerárquica, más inevitable y finalmente obligatoria acabe resultando la cooperación con el mal establecido en el vértice, que tolera sin problema alguno cualquier “poco de bien” e inexorablemente cualquier ausencia de bien (que dejar de hacer el bien necesario, es hacer el mal) porque su verdadero objetivo en su administración jerárquica es que le venga reconocida la autoridad, el dominio sobre los cuerpos, las almas y la voluntad.
Celebrando en el Camarín de la Virgen |
Yo no acierto a saber ni a conocer en profundidad cómo piensan todos los laicos; pero francamente, yo estoy harto de eso. Lo siento. Sé muy bien que los sacerdotes de los pisos inferiores somos los menos responsables de esta forma de hacer y pensar. Pero, ¿puedes decirme qué te ata a un poder evidentemente injusto cuando eres sacerdote de Aquel que vino para liberarnos? Dejémonos de una vez por todas de ponernos a cubierto detrás del "pequeño bien" que el Enemigo nos permite hacer: siempre y cuando no cuestionemos el poder real dentro de la Iglesia. Porque con esta quimera del "poco bien" nos han convertido en esclavos de la teoría del "bien menor", que comienza a desembocar de manera rápida e irreparable hacia el cero, tal como está previsto en los designios del diablo. El "poco bueno", creedme amigos y compañeros, espiritualmente es algo "muy poco bueno".
Mn. Francesc M. Espinar Comas
Párroco del Fondo de Santa Coloma de Gramenet
Pues creo que sí, mossén. A la Iglesia-organización le queda ya tan poco de valor que perder, que no vale la pena resguardarse para conservar ese poco (en realidad, para conservar un estatus cada vez más vacío de contenido). Cuando uno mira el panorama, tiene la impresión de que a la Iglesia el máximo valor que le queda es el inmobiliario. Una riqueza inmensa. En la iglesia local y también en la universal. Uno mira al Vaticano, y la máxima riqueza que ve es inmobiliaria y museística.
ResponderEliminarEn fin, que si no nos movilizamos ahora, ya, para salvar a la Iglesia tanto curas como laicos, nos arriesgamos a llegar tarde. Estando ya muchos de nosotros "en el atardecer de la vida", que dice el mossén, es una buena elección movilizarnos para salvar la Iglesia. Nos servirá para salvar nuestra alma, que ésta es una buena manera de abrirnos el camino para ir al cielo.
Fina ironía para desmontar el sofisma del bien menor y del mal menor. Los moralistas de raza, que no se andaban con blandenguerías, decían aquello que bonum ex integra causa. Nos hemos acostumbrado incluso en esas delicuescencias a quedarnos con Kant cuando afirma que el hombre no puede ser considerado como un medio, sino como un fin, cuando es pensamiento de santo Tomás al hablar del objeto de la moral. Por cierto, para éste no había mal menor: malum ex quocumque defectu. Estoy esperando su autobiografía con ilusión. Me la imagino entre el sobrio Ratzinger, que en historia de su vida, se limita a una suerte de autobiografía intelectual, y el vivaz Ramón y Cajal, cuando sus recuerdos nos llevan a sus trapecerías infantiles. Aunque usted, lo barrunto, no dará una puntada sin hilo para ejemplaridad de los seminaristas, lo que, sin duda, inclinará más la balanza. De ningún modo la supongo, como otros quisieran, un descargo de conciencia al modo de Laín, pues de nada tiene que arrepentirse ni avergonzarse.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con el Sr Valderas Gallardo.
EliminarNada que decir sobre su buena voluntad, Mn Espinar y la de sus compañeros de GG, ý de muchos comentaristas ilustres cuyo nombre todos conocemos. En efecto, hay mucho por hacer en defensa de la Iglesia.
ResponderEliminarEl problema es que uds. no se dan cuenta que los métodos que utilizan -descalificaciones, insultos, burlas personales- quizá no sean los más fructíferos. Y que quizá en el fondo hacen más mal que bien. Tan malo es no actuar, como actuar mucho pero mal.
Que Dios les ilumine y les perdone.
Mn. Francesc, gracias. Le agradezco que tenga la intención de seguir comentando aspectos de nuestra querida Iglesia católica. Lo hace con claridad y caridad cristiana. Intente conocer a todos los sacerdotes que quieren servir a la IC con dignidad y esmero. Deles consejos, que con su experiencia y formación puede hacerlo ya que no lo hacen los que deberían hacerlo. Nuestra querida Iglesia católica en Cataluña necesita que los sacerdotes, que no aceptan la situación lamentable en que nos encontramos, sean guiados y acompañados en el desarrollo de su vocación. Hay que ser valiente y subir a la barca aunque ésta zozobre. María Auxiliadora ruega por tus sacerdotes y los feligreses de la IC. En esta Cuaresma hagamos más oración y ayuno por el bien de la Iglesia de Cristo y sus seminarios. Loado sea Dios.
ResponderEliminar"El seminarista no puede hacer nada por no poner en peligro su propia estancia en el Seminario y su ordenación. El joven vicario no puede hacer nada por no poner en peligro lo bueno que hace en la parroquia. El párroco no puede hacer nada por no poner en peligro lo poco bueno que puede hacer a escondidas del Consejo Pastoral o del Arciprestal. El obispo auxiliar no puede hacer nada por no arriesgar su situación con respecto al Arzobispo. El Príncipe de la Iglesia que se viste de rojo para recordar la sangre del martirio, no puede martirizar su carrera para no poner en riesgo lo poco de bueno que hace a espaldas de tal o cual Congregación Romana o del mismísimo Papa. La consigna es conformarse con el bien menor, que tan bien se armoniza con el mal menor."
ResponderEliminar1. Muy bien definido.
2. Un día, habrá que cortar con todo, proclamar que hay una Iglesia verdadera frente a una falsa Iglesia con sus falsos Cristo y evangelios, como pasó con el arrianismo, luteranismo y anglicanismo. Y que Dios reparta suerte... a los falsos.
3. Sobre la tesis de conformarse con el bienecito chiquitirrujo, cuanto más trozo pedazo cacho mejor, hay una supuesta aparición de un alma que dejó confirmada esta oración:
Una monja clarisa que acababa de morir, se apareció a su superiora que ahora rezaba por ella y le dijo:
- Subí derecha al cielo, pues por medio de esta oración recitada todas las noches, pagué todas mis deudas y fui preservada del purgatorio.
Ofrenda de los méritos de Nuestro Señor
- En expiación de todos los pecados que hubiese cometido hoy y durante toda mi vida. Gloria Patri etc.
- Para purificar 'el bien que hubiese hecho mal' hoy y durante toda mi vida. Gloria...
- Para suplir 'el bien que hubiese podido hacer y por negligencia no he hecho' hoy y durante toda mi vida. Gloria...
Por lo que se ve, un alma que elige el bien menor se pasará un viaje por el purgatorio oyendo:
- Mire usted, aquí estamos en el día 10.765 de su existencia, hora decimosexta, minuto 56, segundo 33. Nos paramos aquí hasta suplir el bien-bien se podía haber hecho, pero por seguir la teoría del bien cuanto más minúsculo, gorgojo, canijo, ruín y chiquilicuatre posible, mejor, pues no se ha hecho o se ha hecho mal... Llene la falta de amor a la verdad y la justicia antes de pasar al siguiente momento.
Lo que describe se llama mediocridad. Ese divorcio entre lo que se dice creer y nuestros actos. Aquí viene la pregunta causal: ¿Creemos en lo que decimos que creemos?.
ResponderEliminarNo diga nada de que hay seminaristas que le han pedido nada. Les hace un flaco favor. No decirlo no es mentir y los preservará mejor de posibles chanzas y sospechas. Parece no conocer al eminente rector del Seminario. Por lo demás, gracias
ResponderEliminarNo ha dicho de qué Seminario. Y por Dios qué miedo le tienen al gallego. Si tiene 4 yoyas mal dadas!!!! Basta que le planten cara y se repliega! No saben vds tratar al simple encumbrado!!!!
Eliminar¿Y usted, sra. Juncà? ¿Tanto conoce la realidad del seminario de Barcelona? A lo mejor le conviene pontificar menos... Que aquí, a veces hablamos demasiado de oídas.
EliminarLa Sra.Juncá sabe mucho más de lo que usted se imagina y no pontifica, eso lo hizo ayer el Papa Francisco...que todo sea dicho de paso no dijo absolutamente nada... Puro populismo Y a lo mejor usted conoce mucho mejor la realidad del seminario... Lo mismo esta usted en la nómina de la casa
EliminarDe lo leído hasta aquí, parece que la oposición al rector, menospreciado aquí como "gallego", va de envidia.
EliminarVed y escuchad la entrevista de Évole a Bergoglio, y a lo mejor podréis entender por qué no hay que "chismorrear" tanto.
ResponderEliminarLa desinformación, la difamación, la calumnia y la coprofília:
ResponderEliminar"Ustedes tienen la posibilidad de caer en cuatro pecados, o actitudes malas", advertía el pontífice refiriéndose al trabajo del presentador, "la desinformación, doy la noticia pero la mitad, la otra no la doy. Eso va contra el derecho del ciudadano de estar informado; la calumnia, hay medios de comunicación que calumnian sin problemas. Los medios tienen tanto poder frente a las masas que pueden calumniar impunemente, ¿quién le va a hacer juicio? Nadie; la difamación, más sutil todavía. Toda persona tiene derecho a la reputación, pero los medios no te pueden sacar una historia superada y bien pagada. Y te traen una mancha de antes y te la sacan ahora; la coprofilia, el amor a lo sucio, literalmente el amor a la caca. Hay medios que viven del escándalo, sea o no verdadero"
Al anónimo de las 12:12 y de las 12:37
ResponderEliminar¡A menudo santo se encomienda usted!, señor anónimo. Don Bergoglio dando lecciones de chismorreo y todo eso. Y dándoselas a Évole. ¡Qué genio! A usted y a su san Bergoglio les escuece tremendamente la crítica, sea ésta constructiva o destructiva.
¡Qué mal le sienta la crítica al poder! Sobre todo cuando el poder tiene alma y maneras totalitarias. No, al poder no hay que criticarlo nunca, de lo contrario nunca alcanzaríamos a juntar un episcopado y un cardenalato que a fuerza de no cumplir con su deber (aparte los que se dejan llevar por sus más bajas pasiones) han acumulado decenios y decenios de los peores escándalos de la historia de la Iglesia, dando lugar a que se perpetuasen los delitos. ¡Que buenos y santos pastores! Como nadie se atrevió a criticarles a tiempo, ahí tenmemos literalmente elevado a su más alta perfección "el amor a la caca". Y con la gran cumbre de tú me tapas yo te tapo, han levantado el gran monumento a la caca acumulada en la Iglesia. Pero no hay que criticar, porque la crítica es caca.
Señor anónimo, le felicito por su fidelidad a un estilo muy concreto de iglesia, nada criticable.
¡Bravo! Impresionante como refleja este articulo el sentimiento de muchos laicos que hasta ahora nos sentíamos comprometidos dentro de esa Iglesia. La tripulación del barco, con su Capitán al frente, y el jefe de máquinas detrás, dejan al patrón, a los oficiales de cubierta, al maestre, al contramaestre, y al sobrecargo, que se las apañen como puedan y quieran, que se haga evidente la deriva, pero que no se pierda el mando. Los marineros y los grumetes, asumen con cierta rabia e impotencia la deriva, y los pasajeros permanecen atónitos, con cara de pánico, entre la consigna de tomar colaborar, o la realidad que se impone como un sálvese quien pueda que aún se está a tiempo.
ResponderEliminarEl barco se hunde, y con esa tripulación lo mejor es no remar.