Jesucristo ha venido a enseñarnos que todas las leyes han de ser reconducibles a una sola Ley, porque todas las verdades parciales están fundadas en la existencia de una sola Verdad. Obrando así, ha puesto en tela de juicio la posición que ocupan aquellos que están en posesión del poder y se sirven de él. En cierta manera los ha hecho sentir amenazados en sus seguridades, en sus rentables posiciones. Es evidente que quien ejerce el monopolio sobre la ley, sea civil o religiosa, se encuentra expuesto a una fuerte tentación: la del abuso. Es que el mismo uso del poder, cuando se propone vencer porque no convence, es abuso.
Cuando hablamos de ley religiosa, es evidente que sólo una gran fe puede contrastar la continua tentación de abusar del poder que viene de la ley. Y es justamente esto lo que ha acaecido: en los custodios de la doctrina católica, en los detentores del Magisterio de la Iglesia: a un cierto punto se ha debilitado la fe o quizás se ha perdido del todo. Y tales guardianes de la ley, convertidos en su intimidad en ateos, pero formalmente investidos de todo el poder de la ley, se han convertido en un terrible factor de crisis, turbación, división y escándalo en el pueblo de Dios.
A grandes trazos, esto es lo que creo que ha sucedido en la Iglesia a partir del postconcilio: una pérdida de la fe de parte del clero que lo ha empujado -teólogos a la cabeza, con las trombas jesuíticas y toda suerte de fanfarria mediática- a agenciárselas de todos los modos posibles para suavizar, atenuar, diluir una doctrina entendida como superada, pero en realidad considerada demasiado pesada y por ese motivo deseosos de reducir sus rigores para así gozar también un poco ellos de los placeres del mundo. En el fondo, toda la civilización moderna está construida sobre el individualismo y el hedonismo. ¿Por qué razón únicamente los sacerdotes y religiosos debieran ser los únicos que continúen a pan y agua? ¿Por qué sólo ellos debieran apretarse el cinturón y ayunar privándose de comodidades, viviendo de bienes inmateriales, mientras los demás corrían arriba y abajo para aprovechar sin rodeos su loncha de disfrute, de placer, de felicidad terrena? He ahí los nuevos afanes del poder en la Iglesia.
Se fracturó pues la relación virtuosa entre clero y laicado: los seglares aferrados al demonio del consumismo, ya no producían vocaciones religiosas; y el clero, cada vez más desangrado por falta de nuevas fuerzas, languidecía, se replegaba sobre sí mismo y buscaba desesperadamente la manera de salir del arrinconamiento, reconquistando espacio: no para Dios, sino para sí mismo. Se enseñaba cómo encontrar la cuadratura del círculo, tratando de conservar la externalidad religiosa y sin embargo rendirse al mundo y adoptar su perspectiva, sus valores, sus expectativas. En el fondo no era tan difícil: existía la palabra mágica para efectuar esa rendición incondicional que, no obstante, no debía aparecer como tal, sino que debía parecer un acto de apertura y de magnanimidad: y esa palabra era y continua siendo, el diálogo. Y eso venía desde arriba, desde el poder.
Con la excusa del diálogo, el clero con la fe perdida o con la fe coja o debilitada, alicorto, reducido a volar bajo, a navegar con mirada miope, encontró la manera de rendirse, pero sin humillarse demasiado: incluso haciendo pasar su rendición como una victoria, por un progreso, y aún el colmo: por una profundización de la fe. Estos han sido los conceptos fraudulentos que exudó esa progresía: diálogo, profundización de la fe, apertura, dulzura, búsqueda de puntos de encuentro. ¡Qué maravilla! ¡Y qué cantidades industriales de azúcar! Lástima que hayan sido únicamente palabras sin cuerpo: la realidad era otra. El clero se rendía, reconocía la derrota, pero sólo puertas adentro, entre ellos. Y mientras se cambiaba de rostro, se cambiaban adornos y ornamentaciones, se cambiaba de lenguaje. Y sí, era el poder eclesiástico el más entusiasta de estas novedades.
Se cambiaba todo en el guión más gattopardesco: era necesario cambiar todo para que todo quedase como antes. Es decir, para continuar viviendo de renta: los cardenales en su “Sacro Colegio”, los obispos en sus diócesis, los abades en sus monasterios y conventos, los teólogos en sus Facultades, los periodistas “católicos” en sus redacciones. ¿Qué podían haber hecho si no, habiendo alcanzado ya una cierta edad? Decir: ¿“Hemos perdido la fe” y colgar los hábitos? ¿Abandonar los cómodos sillones, los palacios, los púlpitos, los sueldos y los privilegios, incluidos los vínculos y relaciones con los poderosos, con los desenvueltos banqueros, con los periodistas de las empresas públicas y privadas, con el mundo de los negocios, con los intelectuales de referencia, esos que invitan a sacerdotes y obispos a sus programas a condición de que les doren la píldora?
De todas maneras se equivocaría quien pensase que la parábola degenerativa de la Iglesia, en los últimos sesenta años, se pueda explicar sólo en términos sociológicos, antropológicos y culturales. Sí, esto ha constituido el aspecto más vistoso y reconocible: en una sociedad secularizada, la rendición del clero era sólo cuestión de tiempo. Y el clero católico, sobre todo el alto clero, había resistido durante mucho tiempo, al menos cuatro siglos, desde cuando reaccionando al furioso ataque del protestantismo, había cerrado filas y se había auto-reformado, había instituido Seminarios, multiplicado las Misiones, reforzado la disciplina, reavivado los estudios, acentuado la dimensión social, al mismo tiempo que seguía cultivando la espiritualidad como cosa esencial.
En ese sentido, la reforma litúrgica de 1969 (no tanto la constitución conciliar “Sacrosanctum Concilium” en sí) con la sustitución de la misa de siempre codificada por San Pío V por el Novus Ordo, cerró un ciclo y abrió la última fase en el proceso de decadencia de la Iglesia. Ése que ahora está culminando bajo nuestra mirada, con la iglesias convertidas en restaurantes, discotecas, museos, bibliotecas, lugar para carnavales y para coreografías mundanas, púlpitos convertidos en ambones para un vodevil, seminarios convertidos en fábricas de modernistas, arrogantes e incultos al mismo tiempo; y el pueblo fiel, convertido en una masa de borregos que van tras el cencerro de cualquier pastor sin saber reconocer la diferencia entre el Buen Pastor y los mercenarios, o incluso los lobos disfrazados de pastores.
Mons. Chino Miñarro, auxiliar de Merlo-Moreno |
Si la sociedad, la economía y la cultura seguían la senda de la secularización, y si las relaciones sociales eran modeladas cada vez más por el hedonismo, el utilitarismo y el relativismo, resultaba fatal que el clero acabase sojuzgado moral y materialmente por la orientación del mundo moderno. Así, en vez de convertir al mundo, ha sido la Iglesia la que se ha dejado convertir: ha sido ella la que ha empezado a sacrificar la propia tradición, e incluso la Tradición, la de origen sobrenatural, para llegar a una acomodación con las exigencias de la modernidad: democracia, libertad, solidaridad, igualdad, (en sentido político y jurídico más que moral) derechos civiles, subjetivismo ético, autodeterminación.
Y de esta manera (una cosa lleva a la otra) quien detentaba el poder en la Iglesia, comenzó a modificar la ley para llevar a cabo el acercamiento al mundo moderno, conduciendo a la Iglesia hacia las nuevas tendencias del feminismo, el tercermundismo, el marxismo, el consumismo, el hedonismo, el nihilismo, el materialismo e incluso el psicoanálisis. ¡Qué no habremos visto en la Iglesia en estos sesenta años! Y generalmente capitaneado bajo el manto protector de los jesuitas, incluso aquello que parecía lo más improbable: el Yoga, la New Age, la lucha de clases, la pedagogía moderna, Jesucristo reducido a un Che Guevara cualquiera; después la teología de la liberación, el divorcio, el aborto, la manipulación genética, la eutanasia. ¿Cabe acaso mayor abuso de poder?
Obispos EEUU pro- LGTBI |
Los jesuitas empezaron, con Arrupe a la cabeza como cerebro gris, a aliarse con el mundo contra la Iglesia del pasado, a iniciar una huida hacia adelante para no ser puenteados por los acontecimientos, a estrechar un pacto con el diablo antes que ser depuestos y arrinconados por la sociedad y degradados y conducidos de regreso a las catacumbas como dos mil años antes. No pensaron que esa era la estrategia del diablo. A cambio de una tregua con los enemigos de la Iglesia, decidieron intercambiar su alianza con ellos: para después transformarse en los más celosos y formidables enemigos de aquello que aún queda del verdadero catolicismo. ¿Acaso no fue lo de Arrupe uno de los más obscenos abusos de poder que ha sufrido la Iglesia?
Provincial jesuita de México |
Pero no han sido solo ellos: han tenido otros aliados dentro de la Iglesia. Todos conchabados para barrenar de una vez por todas, lo poco que aún queda en pie de la verdadera Iglesia de Jesucristo.
Se equivocaría sin embargo quien pensase que una tal explicación puramente humana sea suficiente. No, hay más. Hay un guionista que se sirve de la secularización de la sociedad y de la globalización de los mercados y de la materialización del hombre para desnaturalizar y trastornar la función y el magisterio de la Iglesia de Cristo. Por encima de los jesuitas están la masonería y los millonarios de la globalización. Hay otro enemigo más poderoso capaz de inocular el veneno de la modernidad entre el clero y los fieles laicos. Los engancha y los arrastra haciendo mella en los vicios particulares de cada cual: la ambición, la lujuria, las aspiraciones personales, la avaricia, la pereza, los placeres varios. Y se dejaron arrastrar. Y los pastores, como si no fuese con ellos.
¿No crees que quizás hemos ido demasiado lejos con el ecumenismo? |
El enemigo hace su trabajo, siempre lo ha hecho: tienta a las almas, las ronda y las engaña, las seduce. Son los católicos quienes no han hecho lo suyo: no han podido velar ni orar, no han podido mantener encendida la luz de la fe. Dejaron que las lámparas se les apagaran, se quedaron en la oscuridad; y, una vez inmersos en la oscuridad, comenzaron a llamar mal al bien, y bien al mal; comenzaron a traicionar, a engañar, a confundir a las ovejas del rebaño de Cristo. Y a emplear su ascendiente para coaccionarlas. Esos tales ya no son dignos de ser llamados sacerdotes, ya no son ministros de Cristo, ya no son jerarcas de la Iglesia sino infiltrados, agentes quintacolumnistas que operan detrás de los últimos defensores para apuñalarlos por la espalda. ¿Cabe mayor abuso de poder?
Por lo tanto, debemos persuadirnos con infinita tristeza de que, en este punto, la verdadera obediencia es la de denunciar todo esto. ¡Cuánto ha de sufrir la Iglesia por tan mal uso del poder que ha desembocado en los más vergonzosos abusos! La última revelación, por si algo nos faltaba, el abuso infame de sacerdotes y obispos contra las pobres monjas. Tratadas como en tiempos de la esclavitud, trataba el dueño a sus esclavas. De verdad, ¿cabe mayor abuso de poder?
Abrazo a la New Age |
Párroco del Fondo de Santa Coloma de Gramenet
Licenciado en Derecho Canónico e Historia
Y por si algo faltase, se ha incoado ya la causa de beatificación previa a la canonización del padre Arrupe. A este paso, cualquier día nos anuncian que han incoado la causa de beatificación de Lutero o del mismo Satanás. ¡Qué mal, qué mal, qué mal huele la cabeza!
ResponderEliminarPor si no bastase el texto de este artículo, las ilustraciones acaban de redondearlo. Felicitaciones al webmaster.
Creo que, a grandes rasgos, lo que ha sucedido en la Iglesia en algo más de cien años es la implantación deliberada de la falsa dialéctica izquierda-derecha del mundo político, para de este modo intentar disolverla y destruirla. La izquierda es el modernismo, la derecha el integrismo. Ambos polos son relativos entre sí y se alimentan recíprocamente. Un falso y postizo esquema implantado desde el poder en tiempos de la guillotina y las brutales guerras napoleónicas. En el mundo político ya es lugar común que tal esquema izquierda-derecha es una burda mentira. Ni la izquierda defiende a los más desfavorecidos, ni la derecha mantiene el orden tradicional. La izquierda está para implantar la ingeniería social anti cristiana y anti humana y la derecha para conservar esos planes.
ResponderEliminarEsta falsa dialéctica integrismo-modernismo se implanta con el secretario de estado Merry del Val Zulueta, falso español, nieto del gran negrero Zulueta, familia vinculada a los grandes capitalistas como los Rothschild. Bajo la excusa de denunciar el modernismo se le da cuerpo y fuerza, creando a la vez el integrismo para supuestamente combatirlo. La influencia jesuítica es evidente. Es el jesuita cardenal Billot el adalid del integrismo. Hasta tal extremo que tuvo que ser suspendido por el Papa Pío XI, pues apoyaba el uso meramente político, disolvente, que hacía el paganista Charles Maurras en la Action Francaise. Suponía la Iglesia como mero condimento del poder. Casi súbitamente, al acabar el pontificado de Pío XII, dominado por los jesuitas, estos se pasan al modernismo. Y con Arrupe ya son los sostenedores de todos los disolventes progresismos. Parece todo parte de un mismo y largo plan diseñado desde arriba.
Esto es lo que el Papa Francisco está tratando de expulsar de la Iglesia. Como ha repetido muchas veces, y se oculta, “las ideologías no sirven”. Y el año pasado en la Gaudete et Exsultate denunció que en la Iglesia había “grupos heréticos” gnósticos y pelagianos. No los identificó, y, curiosamente, nadie le ha preguntado cuales son. Me parece claro que los pelagianos a los que se refiere son los muy poderosos grupos integristas. Y los gnósticos supongo que se refiere a los grupos modernistas.
El Papa, que fue jesuita, ha dicho que podría canonizar al gran denunciador de la hipocresía jesuítica, el filósofo Blas Pascal. Enorme carga de profundidad.
Por eso los grupos heréticos integristas y gnósticos atacan al Papa con dureza. Se ve ahora que no es una extraña alianza. Es lo lógico, integrismo y modernismo son dos caras de la misma moneda disolvente. Más claramente se ve en la diócesis de Barcelona, epicentro de tantos ataques contra la Iglesia. Integristas y modernistas, juntos, dirigen y sostienen el maldito prusés de la discordia. Y juntos profanan las iglesias con su simbología supremacista.
Abuso de poder, sí. Los sacerdotes fieles arrumbados y despreciados cual cacharros viejos: años sabáticos, estudios extempóreos... Los abusadores y criptogays, en las mejores parroquias y en las oficinas curiales. Amiguetes todos de los señores obispos que los dejan también tirados en cuanto preveen que van a ensuciar sus capisayos episcopales. Porque Roma no paga traidores. ¡Pobre Iglesia de Cristo!
ResponderEliminarCreo que no se puede añadir ni una coma a lo expuesto por Mn Espinar. Es, tristemente, la pura y desgraciada realidad de la actual Iglesia católica en la mayoría de las parroquias. Me pregunto: ¿cuándo se darán cuenta los mayores responsables de esta lastimable realidad?. ¿Quizás creen que están actuando de acuerdo con el mensaje de la Buena Noticia?. Más bien, con dolor, creo que actúan como las avestruces escondiendo la cabeza mirando de que no les molesten ya que así viven mejor. Que Dios tenga compasión de todos nosotros y María Auxiliadora intervenga desde el Cielo.
ResponderEliminarEstoy leyendo casualmente un libro de las apariciciones de Garabandal y precisamente este fue el mensaje central de la Virgen Maria..... Sacrificios, oraciones y visitas frecuentes al Santísimo es lo que debemos hacer.
ResponderEliminarGarabandal NO es una aparición reconocida por la Iglesia.
Eliminar...de momento no, pero tampoco está desaprobada.
EliminarEste gran desconcierto en la Iglesia en los últimos 60 años realmente es real, tal y como lo ha descrito el autor del artículo.Es muy duro para los que lo hemos vivido desde dentro : (conventos, monasterios).El ver como todo se iba a pique sin poder hacer nada y si decías algo eras marginado y ninguneado.Ha sido terrible también ver como los superiores mayores permanecían impasibles ante el desastre.Muy lamentable.
ResponderEliminarEn el último párrafo dice: "... y si cumplimos con nuestro deber, somos útiles y dignos de elogio;..."
ResponderEliminarPerdone que le lleve la contraria Mn. Espinar, pero en Lucas 17:10 se lee: “Somos siervos inútiles, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber.”
Valeroso y certero análisis de una situación compleja, de sus orígenes y consecuencias.
ResponderEliminarLos que peinamos canas y nos hemos preocupado de conocer el por qué de las cosas, sabemos cuánta verdad hay en sus palabras. Y cuánto valor se necesita para reflejarlas por escrito.
Gracias, Mn. Francesc. El Señor le bendiga.
Un claro ejemplo de ABUSO DE PODER es mandar al OSTRACISMO a Mosen Custodio y colocar en la ÉLITE del arzobispado a personajes de dudosa MORALIDAD!
ResponderEliminarMas que personajes:PERSONAJILLOS!
EliminarGracias Mm.Espinar por sus acertados artículos, es lo mejor que se puede leer en GG
ResponderEliminarMagnífica descripción del estado actual de la Iglesia, mosén Francesc. Denunciar el hecho, la secularización de la Iglesia, y las raíces últimas del fenómeno son dos manifestaciones necesarias de la labor profética del sacerdote, de todo fiel, a la postre. En la historia de las ideas, el nacimiento de la ciencia y filosofía griegas significó la meta natural del abandono del panteón pagano, poblado de dioses, titanes y demás seres estrambóticos. Lo que cristalizó en famoso libro "Del mito a la razón". Muchos han actuado como si la Iglesia estuviera antaño en una nube de superstición y hubiera que purificarla de sus entelequias (piedad popular, verdades del catecismo, moral de principios, austeridad de vida, sacrificio, etcétera). Lo que usted detalla con conocimiento de causa.
ResponderEliminarMenos mal que también da la culpa a la masonería y al NOM. Masonería es lo mismo que la Izquierda, pero los tontos útiles de la Iglesia no lo saben, con la etiqueta de progres se creen unos santos, pero sirven a la masonería internacional, o sea, a la sinagoga de Satanás, a los banqueros mundiales. Qué paradojas y qué ironías.
ResponderEliminarY como si fuera poco todo lo anterior, para postre, el artículo de ok diario, citado aquí mismo, sobre el manifiesto firmado por las abadesas y prioras benedictinas i cistercienses: Esperança Atarés (presidenta de la Federación Catalana de Monjas Benedictinas y abadesa de Sant Pere de les Puel·les); Maria Assumpció Pifarré, priora de Sant Daniel de Girona; Maria del Mar Albajar, abadesa de Sant Benet de Montserrat; Anna Maria Camprubí, abadesa de Santa Maria de Vallbona de les Monges; y Núria Illa, priora de Santa Maria de Valldonzella.
ResponderEliminarEs decir, de mal en peor...Uy, como está el patio. Que Dios nos coja confesados!
Ecología y grandes ciudades
ResponderEliminarCONFERENCIA
Palau Macaya. Lunes 4 de marzo de 2019, a las 18.30 h.
La inmediatez y hegemonía de la técnica han convertido el problema ambiental en una cuestión global. Más allá del componente científico, existe una realidad material y humana que sufre sus fluctuaciones, y no tomar conciencia colectiva al respecto nos puede suponer duras consecuencias.
A cargo de:
Cardenal Lluís Martínez Sistach, arzobispo emérito de Barcelona.
Ayuda muchísimo a entender lo que Mosén Espinar describe perfectamente el libro sobre los jesuitas de Malachi Martin, difícil de encontrar pero lucidísimo. Su título es "Los jesuitas y su traición a la Iglesia"(Plaza Janés).
ResponderEliminarActualmente hablar de jesuitas y masonería como de entidades distintas cada vez es más difícil de sostener, más bien son tentáculos aparentemente diversos de un mismo Vértice. Vamos, que se ve a la legua que entre ellos cada vez hay más "convergencia y unión".
Después de un escrito como este, Mosén Espinar, yo me quito el sombrero : para mí usted es moralmente un obispo. Estoy seguro de que Jesús lo tiene ya por tal.
Otra prueba de hoy de que el argentino es del mandil es que su segundo Parolín (otro que tal) acaba de indicar al gobierno que sufrimos que ellos no tienen ningún inconveniente en que desentierren de lugar sagrado al viejo general que tanto hizo por la Iglesia. Mayor ingratitud y desvergüenza parece imposible. Y es que lo son...Y por eso someten a la Iglesia a una infamia tras otra.
ResponderEliminarEsté usted tranquilo, el Caudillo no se moverá del valle. No caerá esa breva!!!
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