Gobierno sin doctrina

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El presidente del episcopado norteamericano, cardenal DiNardo, el vicepresidente José Horacio Gómez, el secretario Brian Bransfield, junto al Papa Francisco y al cardenal Sean O'Malley
El enfrentamiento entre el episcopado de Estados Unidos y el Vaticano, está levantando ampollas. Lo último que faltaba era el veto del Vaticano, in extremis, frenando la postura de la Asamblea sobre medidas eficaces (incluida la intervención de laicos en la investigación de los obispos culpables o negligentes) para restañar las heridas que han dejado en la Iglesia los abusos de pederastia y para evitar que sigan produciéndose.

Los obispos combaten contra la impresión descorazonadora de que desde el Vaticano se están frenando las iniciativas para poner remedio a tanto daño. Es que están pasando años sin que se tomen medidas. Se pide que se hagan públicos los documentos relativos a las denuncias contra el cardenal McCarric que ha promocionado a tantísimos obispos para fortalecer el lobby gay de la Iglesia. Y resulta que se opone la misma asamblea de obispos. Son demasiados los que se inquietan por la basura que pueda salir de ahí. La impresión más generalizada es que el lobby gay de la Iglesia es el que está moviendo los hilos con gran eficacia y autoridad para que el problema siga estancado. No hay manera de barrer la basura que ha ensuciado tan horriblemente a la Iglesia.

Por si faltara algo, ahí está el jesuita James Martin, asesor del papa, gran promotor del colectivo LGTB en la Iglesia y de su promoción en la escuela. Pues bien, este jesuita tan singular declara que el papa está nombrando obispos “amigables con los gays”, con el noble propósito de promover la aceptación de la homosexualidad en la Iglesia. Tal y cual. Y esto lo dice nada más y nada menos que un asesor del papa. Un asesor del papa. Y ni el papa ni su entorno lo han negado ni lo han matizado. El mismo papa y el mismo entorno que movió cielo y tierra para desautorizar a Viganó. Obsérvese la estridencia del contraste entre una y otra reacción. El principal “defecto” de este arzobispo es que vincula pederastia con homosexualidad; y eso para el poderoso e influyente lobby gay de la Iglesia (con James Martin y McCarrik  tejiendo y destejiendo) es una herejía inaceptable. De ahí la furibunda reacción.

Estas cuestiones tan graves, resulta que tienen un formato meramente funcionarial. Tal como si lo que en realidad se debatiese fuese una cuestión de poder interno, de grupos de poder en la Iglesia, y no las gravísimas cuestiones de moral. En este tema, en efecto, la doctrina y la moral están aparcadas. De hecho es una especie de tabú hablar de moral en relación con estas cuestiones. Estamos asistiendo a una vulgar lucha de poder en las cumbres de la Iglesia. Y el único tinte que se acepta es el burocrático. La calificación moral es cosa personal de cada uno (la doctrina del “quién soy yo”) y se considera una inconveniencia entrar en cuestiones de moralidad. ¡En la Iglesia! ¡Con la pederastia como fruto amarguísimo de ese desmoronamiento moral del clero! El tema quemando desde hace años, y el Vaticano pisando el freno porque hay que tomárselo con calma burocrática. Al escándalo de los abusos se suma el más grave del encubrimiento por parte de los obispos. Y por si faltaba algo, se suma finalmente la estridente frenada del Vaticano cuando, aunque tarde, empiezan a moverse los obispos corporativamente.

No es fácil gobernar la nave de la Iglesia. Entre otras cosas porque lleva una preciosa carga de tesoros que deben mantenerse continuamente disponibles, pero a buen recaudo y a salvo de tormentas y temporales.

De hecho es el cuerpo doctrinal -normalmente traducido en programas- el que justifica que un equipo de gobierno (en realidad, un numerosísimo ejército de gobernantes) se postule ante los gobernados para obtener su confianza y su elección-aceptación como gobernante. Eso en el plano de gestión de la “polis”.

Si esto es así en lo político, lo es muchísimo más en lo religioso. Si toda la estructura jerárquica de la Iglesia capitaneada por el Papa se vacía de doctrina o se desentiende de ella en mayor o menor grado, tenemos como resultado una jerarquía meramente funcionarial: la que más abunda. Es el estereotipo del obispo, el cardenal y las demás jerarquías eclesiásticas.

La Iglesia, obvia e inevitablemente funciona como una estructura de poder en la que el Papa, con toda su Curia vaticana, es la cúspide; los cardenales, su alto consejo; los obispos con sus respectivas curias, mandos intermedios; los curas, la tropa; y los fieles, el pueblo al que se gobierna y guía según los postulados doctrinales conforme a un programa inamovible.

¿Y qué ocurre cuando esta inmensa estructura de poder se vacía de doctrina o se desentiende de ella en mayor o menor grado? Pues ocurre que todo ese ejército inmenso cuya razón de ser es regir al pueblo conforme a la ideología y al programa en que se alistaron, se convierte en una imponente masa burocrática que se pierde en la administración de los medios que el pueblo puso en sus manos, dejando de lado los fines. Ahí tenemos el caso Sistach, al que acaba de referirse Oriolt. ¡Pero si sólo fue una firma! Mera burocracia. ¡Pues hay que ver el mal que hizo sólo con una firma! Un mal incalculable. A las víctimas de esos sacerdotes pederastas cuya ordenación autorizó él con su firma, y a la Iglesia: que todavía no encuentra cómo curar esas heridas.

La máquina burocrática puede funcionar a la perfección; pero esa forma de gobernar tiene fecha de caducidad: en una sola generación puede acarrear la ruina de esa opción ideológica y su consiguiente pérdida del gobierno del pueblo. Los fieles se desentienden de una iglesia de burócratas razonables administradores, pero parcos o totalmente vacíos de fe. No es nada deseable por tanto, pasar por períodos en que la doctrina se queda en un segundo lugar por primar la gobernanza. Pero es que además, si somos objetivos, lo que vemos en la mayoría de los obispos (los de la Tarraconense por ejemplo), es que en verdad sólo están administrando la liquidación de sus respectivas diócesis. Algunos hasta osan interpretar que ellos no hacen más que cumplir la voluntad de los fieles.

La Iglesia que nos dejó el Concilio Vaticano II ha adolecido de una grave inestabilidad doctrinal. Demasiados Padres conciliares, llevando el sentir de su tropa, acudieron al Concilio con espíritu revisionista y reduccionista de todo tipo de exigencias. Ahí estuvo aleteando ese espíritu en el Concilio, por más que las Actas no lo reflejen en absoluto; y ese espíritu se convirtió en un violento vendaval en el postconcilio.

Era evidente que muchos mandos intermedios y muchísima tropa habían tomado ya la determinación de darle el vuelco al depósito de fe y moral, dijese lo que dijese el Concilio, que al fin se convirtió en la gran coartada del aggiornamento a toda costa. Había que cambiar. Y se lanzaron procelosos al cambio.

Pero no todos. Hubo conservadores tradicionalistas en diversos grados, y hubo reformadores también en diversos grados. Lo que ocurrió con la liturgia -que acabó de hecho en la más absoluta discrecionalidad-, es un claro síntoma de lo que ha ocurrido con el dogma y con la moral. La misma discrecionalidad en todo. La misma vara de medir se ha empleado en los tres órdenes; con lo que podemos hacernos una idea de cómo tiraron de Concilio los mandos y la tropa más inclinados a la relajación de la liturgia, del dogma y de la moral: a la relajación de la Iglesia.

Algunos Papas postconciliares, empezando por el mártir Pablo VI y concluyendo con el no menos mártir Benedicto XVI, saben de las consecuencias de ese vendaval. 

Virtelius Temerarius

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9 comentarios

  1. Frenada por parte del Vaticano. Así es. El Papa habló -hace al menos dos meses- de convocar reunión por este asunto de la pederastia en febrero. No podía ser antes? Es que no se percibe una especie de estafa por parte de la feligresía que ve que se dan pasos contados y con el freno echado?

    Excelente escrito y revelador al menos para mí en cuanto a lo que se derivó del Concilio Vaticano II, aunque "no se refleje en las Actas". Tremendo.
    La Iglesia en buena medida tuvo ahí en el posconcilio su "Mayo del 68".
    Una pregunta casi ingenua: Cuántos casos -desde 1968- de relaciones sexuales de curas con mujeres habrán sido conocidos por sus obispos y estos habrán hecho la vista gorda?
    Tapar, tapar, seguir tapando: qué absurdo.

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  2. Hoy es el día 88 en el que el pontífice reinante aún no ha respondido.
    Marco Tosatti, en Stilum curiae, vuelve a plantear sus diarias preguntas:

    Hoy es el día 88º del Pontífice reinante que, de nuevo, debe de contestar:

    --- "¿Cuándo supiste que McCarrick era un hombre perverso, un depredador homosexual en serie?"

    --- "Es verdad, o no es verdad, que Mons. Viganò te advirtió el 23 de junio de 2013?"

    Joseph Fessio, SJ: "Se un hombre. Levántate y responde".

    ---

    Francisco, después de más dos años, todavía debe de contestar a las cinco preguntas de las Dubia, que te plantearon cuatro cardenales (dos muertos ya), sobre la herética comunión y absolución de los adúlteros con culpa atenuada, no arrepentidos ni convertidos, contenido en el Capítulo VIII de Amoris laetitia, numeral 305, notas 336 y 351.

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    1. Si te obligas a contestar dejas que los demás te marquen el paso y te conviertes en esclavo de los demás. ¿Le contestó Jesús a Herodes o calló y no permitió que le manipulara?

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    2. Anónimo 14:01 Sus afirmaciones son falsas. Jesus contestó muy claramente cuando se le preguntó si es lícito divorciarse, y en muchas otras cosas: que hay que hacer para salvarse, cual es el primer mandamiento, cuantas veces tengo que perdonar, si es lícito pagar tributo, etc. La función del maestro es enseñar, y la del Papa confirmar en la fe.
      Mezclar esto con la no respuesta a Herodes o a Pilato es falsear la situación, ya que estos no trataban a Jesús como maestro sino como reo.

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  3. Espléndidamente planteado el problema central de la Iglesia, Virtelius, que no es otro que la ausencia de doctrina. Peor, la voluntad de retorcerla. Nada mejor para cumplir ese propósito que empezar por relativizarlo todo. No es que hallamos pasado del anatema al diálogo, es que hemos caído de bruces en el contenido del anatema: la justificación por ejemplo. ¿Cómo arruinar esa doctrina clave de la salvación cristiana? De muchas maneras. Primera, si la doctrina la estableció Trento, acabemos con Trento. Llamémosle de todo menos bonito. Que aparezca como una cueva de forajidos inquisidores. ¿Trento se convirtió en valladar contra la Reforma? Hagamos fuerte la Reforma. Entronicemos a Lutero y convirtámoslo en testigo del Evangelio. Un testigo del Evangelio es el que defiende las verdades evangélicas. Propio de la Iglesia es defender las verdades evangélicas. Si fue Lutero quien las defendió, cualquier oposición a Lutero, aunque sea dogma conciliar, delenda est. No minusvalorremos esos pasos.
    Sea igual en moral. Relativicémoslo todo. Si san Pablo es inequívoco en asunto de homosexualidad, acabemos con san Pablo. ¿Cómo? Declarando que la suya no es la Iglesia de Cristo. ¿Cómo, a su vez? Colocando a personas homosexuales en puestos clave. Y los que no sean declaradamente homosexuales, que sean comprensivos, "amigos" que dicen ahora. Mejor, además, que no tenga demasiadas luces y sean manipulables. No hace falta para observarlo marcharse de la piel de toro.

    Y luego, en ese totum revolutum increpemos a los renuentes, a los que no están dispuestos a tragar necedades y disparates, llamémosles integristas, hipócritas, contadores de avemarías, conejas.

    Cuando uno lee comentarios a sedicentes documentos del Magisterio, no puede dejar de preguntarse si será verdad que se piensa eso que se escribe. Alabar la ambigüedad del texto o la tontería tout court, que recuerda la metáfora del rey desnudo, no se compadece con la honradez intelectual, de la que no debe abdicar ningún cristiano.

    Ese viento de relativismo que está arrastrando a la Iglesia, envuelve a menudo en algunos comentarios que aparecen por aquí, Virtellius. Es el famoso, tú piensas así y yo pienso asá. Nunca se dice por qué se piensa asá. Simplemente se repite como un mantra. No sé si es mejor responder. A menudo a uno le entran ganas de contestar, pero ¿usted piensa?. Es exactamente lo que está sufriendo, en niveles mucho más importantes y centrales, la Iglesia. Se repiten latiguillos: afueras, trascendencia de Dios allende de la Iglesia, desnaturalización de la gracia, negación de una moral objetiva, acompañamiento, discernimiento, prevalencia de la conciencia sobre los dictados de la ley natural, verdad poliédrica y demás, superioridad del tiempo sobre el espacio, ecología integral y otras tonterías seudocientíficas.

    La Iglesia no es una reunión de filósofos que defienden determinadas tesis. Pero la Iglesia tiene por Fundador a quien se definió como Verdad, la Palabra. Una palabra cuyo contenido es el propio Señor. Reducirla a mera administración, como usted alerta, no es abrirla. es cerrarle la fuente de la que mana su fuerza.

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    1. Dice que se pregunta si algunos comentaristas pensamos. Yo también me pregunto si usted piensa, JMVG, y créame que lo lamento porque aprecio su saber enciclopédico en otros campos. Pero más allá del lenguaje culterano y el recurso al insulto, amén de la repetición de las mismas frases, uno no halla verdaderos razonamientos en sus comentarios. Recita -como si fuesen la lista de reyes godos- los enunciados de nuestra moral católica y se queda tan pancho. La simplicidad en su estado más puro. El autoclave de su interpretación de la Verdad no deja trazas de razonamiento o diálogo.

      Por cierto, usted tan purista en el uso de la lengua (española, por supuesto; hace unos días se quejaba de una inocente catalanada del bueno de Mn. Espinar, como si fuese algo tan importante) ¿cómo comete esa atrocidad de confundir el verbo haber con el hallar? Ha dejado ahí un "hallamos" que produce patología macular como mínimo.

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    2. Al anónimo de las 20:45

      La tiene usted tomada con don José Mª Valderas porque no hay manera de convencerle de que la Iglesia ha de evolucionar hacia la ideología de género y hacia el enfrentamiento entre los fieles y los no fieles, mediante el nacionalismo y el independentismo. ¡Mira que llega a ser terco el hombre! Es que ya tiene una edad! Y sí, el hombre es muy culto y se le coló el "hallamos" por el "hayamos" (también yo lo vi y me chirrió). La diferencia que hay entre la observación de Valderas sobre la catalanada de Espinar, y su empitonamiento a Valderas por su metedura de pata ortográfica, es la intención. A usted, Valderas le sienta fatal, por eso aprovecha para echarle en cara un error ortográfico grave. En cambio sospecho que a Valderas, Espinar le cae muy bien.

      Sosiéguese, colega, sosiéguese, que son cuatro días.

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  4. La actual ADMINISTRACIÓN DE LA IGLESIA me recuerda tremendamente al PP. El partido es el mismo, y sus fieles los mismos (pero no paran de descender en picado). Y el aparato de poder, exactamente el mismo. Pero han cambiado de doctrina. Han traicionado alevosamente sus principios fundacionales. Calculan que ésa es la manera ideal de mantenerse ELLOS en el poder. ELLOS, no los valores, no los principios, sino ELLOS. Y como no podía ser de otro modo, a todo cerdo le llega su San Martín y se pega el trastazo que lo recluye a la condición de organización (partido o Iglesia) residual. Por eso veo tan sumamente peligroso la deriva de la Iglesia a la que se ve a ojos vistas cambiar de doctrina: unas doctrinas, cambiadas de cara, a la brava. Y otras, sacadas de la circulación, "prudentemente" ocultadas o aparcadas porque alguien ha impuesto tácita o explícitamente esa táctica.

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  5. Totalmente de acuerdo con el Sr Valderas Gallardo. Más DOCTRINA y menos POLÍTICA!

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