Y, cuando te vemos partir y repartir así la hogaza,
vemos que nos amas
hasta el extremo que tu Cuerpo,
se desangra y se derrama en sangre,
para que, nosotros tus amigos,
tengamos asegurado alimento en nuestro caminar.
TE QUEDAS, SEÑOR Y, al quedarte entre nosotros, lo haces como el que siempre sirve y se da. Como el que, arrodillándose o inclinándose nos indica que el camino de la humildad es el secreto para llegarnos hasta Dios y para mitigar penas y sufrimientos.
TE QUEDAS, SEÑOR Con un amor tremendamente asombroso nos enseñas el valor de la fraternidad la clave para vivir contigo y por Ti. La llave para, abriendo la puerta de tu casa contemplar que, el interior de tu morada, está adornado con el color del amor y con la entrega de tu Sacerdocio o con el sacrificio de tu vida donada.
TE QUEDAS, SEÑOR Para que, sin verte, te adoremos en tu Cuerpo en tu Sangre. Para que, al llevar el pan hasta tu altar, nos acordemos que es signo de tu presencia. Para que, al repartirlo entre los necesitados, comprendamos que es sacramento de tu presencia.
TE QUEDAS, SEÑOR Y nos dejas un mandamiento: ¡Amaos! Y nos sugieres un camino: ¡El servicio! Y te quedas para siempre: ¡La Eucaristía! Y eres, sacerdote que ofrece Y eres, sacerdote que se ofrece por toda la humanidad.
El himno que santo Tomás compuso para la festividad de la Cena del Señor, el Pange lingua, debería ser pieza obligada en la reflexión de esta jornada crucial en la vida e la Iglesia. Al no existir una traducción versificada tradicional debería repartirse entre los fieles una versión digna para que entiendan el profundo significado que encierra. Constituye un epítome de la historia de la salvación: sustitución de la antigua alianza por la nueva que es Cristo que se nos da en su Cuerpo y en su Sangre, su nacimiento virginal (ex intacta Virgine), la doctrina trinitaria : Padre, Hijo engendrado y Espiritu Santo (procedenti ab utroque). Un misterio eucarístico que hoy en especial merece nuestra veneración, nuestra adhesión por la fe allí donde fracasan los sentidos.
El himno que santo Tomás compuso para la festividad de la Cena del Señor, el Pange lingua, debería ser pieza obligada en la reflexión de esta jornada crucial en la vida e la Iglesia. Al no existir una traducción versificada tradicional debería repartirse entre los fieles una versión digna para que entiendan el profundo significado que encierra. Constituye un epítome de la historia de la salvación: sustitución de la antigua alianza por la nueva que es Cristo que se nos da en su Cuerpo y en su Sangre, su nacimiento virginal (ex intacta Virgine), la doctrina trinitaria : Padre, Hijo engendrado y Espiritu Santo (procedenti ab utroque). Un misterio eucarístico que hoy en especial merece nuestra veneración, nuestra adhesión por la fe allí donde fracasan los sentidos.
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