En el artículo dedicado a explorar el origen de la VIRTUD a cuenta del Sanctus, dejé claro que esta palabra nació de vir (varón), totalmente vinculada a la irrenunciable defensa de la LIBERTAD. Creo que quedó clara la relación indisoluble entre virtud y libertad; y por deducción, entre vicio y esclavitud. El varón-defensor-de-la-libertad no era el enemigo de la mujer, como pretende hacernos creer la estrambótica dicotomía machismo-feminismo. Se trata de un evidente fraude léxico: todas las guerras se diseñan en las denominaciones. La guerra de imposición de la ideología de género, también.
Adelanto ya que antropológicamente el oficio específico del sacerdote es sacrificar, es decir matar. Porque para vivir es preciso matar. Y por razones obvias se elige para ese oficio al que tiene más fuerza. En toda la historia de la humanidad jamás se planteó que el oficio de matar recayese en la mujer. Cuando la víctima del sacrificio era un toro, se requería del sacrificador algo más que saber clavar un cuchillo en el cuello del animal: sobre todo si a fuer de considerar sagrado al animal destinado al sacrificio, se le trataba como sagrado y se celebraba el solemnísimo ritual de la caza cuerpo a cuerpo.
Pero es que la humanidad ha recorrido caminos muy torcidos y retorcidos hasta llegar a la limitación primero, y luego a la ritualización de los sacrificios. Que en la humanidad ha pasado de todo: desde la caza del enemigo y su sacrificio ritual, hasta la cría en casa de las víctimas más exquisitas de la propia especie. Los niveles de barbarie por los que ha pasado la humanidad, son escalofriantes. Por eso constituyó un enorme paso adelante limitar rigurosamente el derecho de matar, convirtiéndolo en sagrado (eso significa sacrificio: matar de forma sagrada), e imponiendo la consagración de los elegidos para ejecutar los sacrificios en beneficio de todo el pueblo.
La humanidad llegó al sacerdocio (a la sacralidad de los sacrificios) a través de un largo recorrido del que formaron parte los sacrificios humanos, entre los que mayormente la hirieron los sacrificios de los propios hijos: ahí está el episodio del sacrificio de Isaac, de alcance antropológico.
Sorprendentemente para nuestra mentalidad, el principal oficio y privilegio del ancestral padre de familia (el paterfamilias de la primera unidad política, que fue la familia, y su sede la villa, anterior a la urbs) era el de matar: tanto animales como congéneres. Era la única fórmula para limitar el derecho de matar. Él tenía ius vitae et necis: derecho de vida y muerte sobre toda la familia (formada en su mayor parte por esclavos: por eso se les llamó también fámulos). No era nada fácil gobernar semejante modelo de familia. Y como también la vida de los animales domésticos era sagrada, era además el único con derecho a matarlos. Y únicamente en régimen de sacrificio: como cosa sagrada, dando cuenta de ello a la divinidad. El padre era el sacerdote-jefe de la villa-Estado y por tanto de la familia. Tanto la cría y tenencia de rebaños como su sacrificio, estaba sometido a la acción sagrada, al sacramentum, con sus rigurosísimos rituales.
Siendo pues el sacerdocio lo que es, siendo ése su origen y significado, sólo desde la ignorancia se puede reivindicar el sacerdocio femenino. Si los ritos son la fijación de nuestra esencia en un momento determinado de nuestra historia, no tiene ningún sentido empeñarnos en desnaturalizar esos momentos adaptándolos a nuestra mentalidad de hoy. Dejan de ser los ritos que son, para convertirse en representaciones adaptadas al gusto del momento. El sacrificio de Isaac es el que es; los sacrificios que se ofrecían a Dios en el templo de Jerusalén eran los que eran; y el Sacrificio de la Cruz es el que es. Los sacrificios tienen en común el ser ritos, no representaciones. Sacramentos, no funciones. Dejando los ritos y sacramentos al albur de las modas, lo único que se hace es destruirlos. Bien estamos viéndolo hoy en la Iglesia.
Y ya viniendo a la condición masculina del sacerdocio, debe incardinarse en la religión como hecho antropológico. Oficio principal del sacerdote era sacrificar las víctimas de las que vivía todo el pueblo. Y ése era después de todo un oficio rudo al que estaban destinados los hombres. Es absurdo contextuarlo en la moderna y artificiosa división y contraposición de la sociedad en machos y hembras. Es estúpido adjudicar el hecho de que los sacerdotes sean únicamente varones, a la condición “machista” de la Iglesia. Empeñarse en trasvasar todo lo que ha sido el hombre a lo que es ahora, como si nuestra visión actual (calamitosa por demás) fuera la medida del hombre a lo largo de toda su esencia y existencia, es de una ceguera mucho más digna de compasión que de ira.
Observemos que a la hora de inventar la idea y el nombre de “feminismo” se eligió la palabra más noble y elegante que se empleaba para denominar a la mujer: se optó por fémina, un cultismo empleado exclusivamente en la literatura y en la oratoria propias del siglo XIX. Teniendo en cuenta que ese cultismo se empleaba en la terminología gramatical de los géneros (masculino, de macho; femenino, de hembra; y neutro, ni lo uno ni lo otro), el correlativo de feminismo hubiese sido para el hombre, “masculismo”: ambos haciendo referencia a la condición biológica de macho y hembra, pero en su forma culta latinizante. Mejor aún, entroncando con el nobilísimo vir (la raíz que forma virtud y virilidad) se podía haber fraguado el término “virismo”.
Pero no era un par léxico paritario lo que andaban buscando, sino una denominación ennoblecedora para la mujer y una embrutecedora para el hombre. Y así, frente al elegante feminismo se colocó al soez y repelente machismo. El mensaje subliminal de esta denominación es que la mujer, por el hecho de serlo es noble y digna; mientras que el hombre, por el hecho de serlo, es un bruto y más que probable reo de brutalidad. Es condenar al hombre ya en el nombre.
En el primitivo mundo greco-romano (de hecho, universal) del que procede la cultura occidental, inspirada en el todos contra todos y sálvese quien pueda, y que cristalizó en el sistema político-social de dominación y esclavitud, eran absolutamente evidentes dos hechos: primero, que sin una valerosa defensa no podía haber libertad (y era el varón el mejor dotado para esa función). Y segundo: que si no había reproducción, la duración de la libertad de toda la comunidad, en ningún caso alcanzaba los tres decenios. Y sólo la mujer era capaz de esta función: solemnizada con el rito del matrimonium, exclusivo de las mujeres libres. Así que esa sociedad ni siquiera tuvo la oportunidad de plantearse la distribución de roles: como en la misma naturaleza, al varón le competía la defensa, y a la mujer la reproducción. Tan imprescindibles para la libertad la una como la otra.
Aunque tanto en la estructura militar como en la civil y en la familia, el poder estaba en manos del varón (no olvidemos que la fuerza de trabajo, los esclavos, formaban parte de la institución familiar), eso no significa que se tuviese en menor consideración y aprecio a la mujer: tan imprescindible era su maternidad como la “virtud” del varón. Y como era imprescindible el sistema jerárquico para subsistir, tanto más necesario cuanto más numerosa era la sociedad, fue inevitable crearlo. Y poner la autoridad donde estaba la fuerza. Tan real como la vida misma: incluso la vida salvaje.
Es un puro espejismo deducir del protagonismo épico del hombre, que la mujer estaba relegada en la sociedad. ¡Ni en sueños! Sabemos perfectamente (porque aún perdura en nuestra cultura actual) que la sociedad ha puesto a la madre en un pedestal del que no ha habido manera de derribarla (hoy es otra cosa: el feminismo se ha empleado a fondo en la destrucción de la maternidad). Son prerrogativas distintas la del guerrero triunfador y la de la madre. Cada una tiene su propio resplandor: aunque de distinta naturaleza. Eso ha sido así en toda la historia de la humanidad. Por si se nos ha olvidado, recordemos que matrimonium viene de mater. Es la institucionalización solemnísima del oficio de madre. Digan lo que digan las malas lenguas, es la dignificación de la mujer liberándola de la servidumbre sexual que le imponía el sistema esclavista. La que accedía al oficio de madre por el matrimonium, se libraba de la esclavitud y de la servidumbre sexual que le era inherente. El dueño de esclavos y esclavas, no necesitaba esclavizar sexualmente a su esposa.
Y no nos hagamos trampas, que venimos de donde venimos: es decir de la voluntad de dominar y esclavizar. Y aunque es cierto que la dominación ha estado mayoritariamente en manos de hombres, de la esclavización han sido víctimas a partes iguales hombres y mujeres. La esclavización de los hombres ha sido preferentemente laboral, mientras que la de las mujeres ha sido preferentemente sexual. Y ése es mucho lastre.
El hecho de que cuando la relación hombre-mujer se da fuera del régimen de esclavitud haya muchos hombres inclinados al régimen de relación esclavista, y otros inclinados a la brutalidad en las relaciones, no justifica en absoluto la denominación generalizada de machismo para definir la relación normal hombre-mujer, calificando a los hombres de machistas sólo por ser hombres. Del mismo modo que el hecho de que haya muchas mujeres inclinadas a las formas de conducta sexual características de las prostitutas, no nos legitima para calificar así a la mujer; ni sería justo que porque haya mujeres que no tienen el menor escrúpulo (haciendo uso del derecho que les otorga la ley) en abortar incluso si la criatura ha pasado de los 6 meses, asignemos sin más a la mujer moderna el apelativo de infanticida. Claro que se cometen miles de infanticidios de ese género. Pero éstos (justificados o no; eso es harina de otro costal) no pueden ser de ningún modo el pretexto para calificar condenatoriamente a la mujer de hoy.
Y recordemos que a pesar de todos los pesares, la mujer ha reinado en la maternidad ¡y en el matrimonio!, que en Roma era privilegio exclusivo de las mujeres libres. Pues ahí está la gran aportación de la Iglesia a la dignificación de la mujer universalizando este derecho y extendiéndolo a todas las mujeres. Y eso en pleno proceso de eliminación de la esclavitud, gran empeño de la Iglesia, y en su lucha posterior por superar el camuflaje de la esclavitud en la servidumbre de la gleba. Es una de las grandes aportaciones del cristianismo a la dignificación de la humanidad, y muy especialmente a la dignificación de la mujer.
Volviendo a la VIRTUD, que era cosa exclusiva del vir, es decir del varón, la Iglesia ha tenido el enorme mérito de darle totalmente la vuelta, convirtiéndola en atributo tanto del hombre como de la mujer. Los igualó en virtud. Pero no se quedó ahí, sino que fue más allá, consiguiendo algo mucho más difícil, como era la igualación del señor y el esclavo. Fue ponerlo todo patas arriba para crear una nueva humanidad: un vuelco impresionante en el que el hombre y la mujer quedaron igualados en virtud. Y aún fue más allá: la Iglesia se dejó el alma en su empeño de igualación del hombre con Dios a través de su condición de hijo de Dios. Y en ese heroico empeño de divinización del hombre, fue la mujer la que se llevó la mejor parte. La Iglesia dignificó a la mujer infinitamente más que ninguna otra religión y civilización, poniendo como su referente a la Madre de Dios. Eso es mucho más que igualar a la mujer con el hombre. ¿Que para ello tuvo que domar al varón y darle totalmente la vuelta al concepto de virtud? ¡Pues lo hizo!
Cesáreo Marítimo
Un buen artículo.
ResponderEliminarEl artículo 16 de la Constitución española proclama la libertad religiosa, además de otros Tratados y Convenios internacionales, lo que da plena y absoluta eficacia indirecta al derecho del Estado de la Ciudad del Vaticano, dentro del territorio español, para todos los católicos españoles, tanto en su vida privada como pública, en ésta para defender los principios innegociables de la vida, familia, educación y bien común.
Como efecto directo, es aplicable tanto como norma jurídica y como normas divina y moral, todo el Catecismo de la Iglesia Católica, instrumento de derecho público aprobado por la Constitución Apostólica Fidei depositum (11.10.92), y que es la única regla segura para la enseñanza de la fe, e instrumento válido y legítimo para la comunión eclesial.
La ética sexual y esponsal católica fueron expuestas con gran erudición en los seis ciclos de catequesis sobre la "Teología del cuerpo y del amor esponsal" de San Juan Pablo II, impartidas en las audiencias generales de los miércoles en el Vaticano, del 5 de septiembre de 1979 al 28 de noviembre de 1984, siendo magisterio ordinario auténtico, al ser enseñanzas públicas del Papa a todos los fieles en materia de fe y costumbres (ética sexual). Están en íntima conexión con Humanae vitae, Familiaris consortium y Mulieris dignitatem.
Hay dos principìos teológicos en moral esponal católica:
1. Todo hombre, varón y mujer, debe de buscar tanto la plenitud de su propia identidad (misterio del hombre) como el sentido moral de su obrar (vocación) en Cristo. La sexualidad es una dimensión esencial del hombre, en las palabras y obras de Jesús mismo. (Gaudium et spes, 22a)
2. El hombre tiene una dignidad absoluta, porque es la única criatura amada por Dios, creada a su imagen y semejanza. Por ello, la entrega de sí mismo en el amor interpersonal entre varón y mujer, conocida sólo gracias a Cristo (Gaudium et spes, 24c).
Fuera de Cristo, no existe absolutamente jamás ninguna filosofía, ideología, psicología, religión, creencia o convicción que dé las verdades sobre el ser auténtico del hombre y su destino a Dios.
La comunión esponsal entre varón y mujer de Génesis 1 y 2 (imagen y semejanza, carne de mi carne, una sola carne), es el traslado de la comunión esponsal-espiritual de Dios con cada alma de varón y mujer de Corintios (1 Cor 6, 17):
"los dos son UNA SOLA CARNE"
"quien se une al Señor se hace UN SÓLO ESPÍRITU con él"
De ahí que el adulterio sea equiparado con la idolatría: rechazas tu propia carne, abjuras de tu propio espíritu. Por ello, son castigados en el infierno en Apocalipsis 22, 15: Afuera quedarán los perros y los hechiceros, los lujuriosos, los asesinos, los idólatras y todos aquellos que aman y pactican la falsedad.
"Es estúpido adjudicar el hecho de que los sacerdotes sean únicamente varones, a la condición “machista” de la Iglesia."
ResponderEliminarAdemás, el presbítero es imagen y semejanza viva del único, santo y verdadero Sacerdote, Jesús (varón célibe), quien es el único del Orden de Melquisedec (pone fin al sacerdocio levítico del Orden de Aaron), rey de Jerusalem (rey de justicia y paz), sacerdote del Dios Altísimo, que presentó el pan y el vino, que recibió el diezmo de lo mejor de Abraham y lo bendició, sin padre ni madre ni antecesores, ni comienzo ni fin de su vida, el cual, a semejanza del Hijo de Dios, es sacerdote para siempre: "Tú eres Sacerdote por siempre a la manera de Melquisedec" (Salmo 110).
Jesús es del Orden de Melquisedec (Catecismo 1544), el rey-sacerdote sin genealogía de ancestros y sin muerte, y no es del Orden de Aaron, ya abolido, ya extinguido.
Las mujeres obispo, sacerdote y diácono, ¿de qué Orden son, de Aaron, de Melquisedec? De ninguno, por lo tanto, las mujeres obispo, presbítero y diácono del protestantismo (luteranismo...), son simples laicas con sacerdocio bautismal, pero reducidas a exiguo mínimo en la comunión externa en virtud de su pertenencia objetiva a una secta cismática y herética, carente de sucesión apostólica y de unidad de la fe, Escritura, Tradición y magisterio.
"La Iglesia dignificó a la mujer infinitamente más que ninguna otra religión y civilización, poniendo como su referente a la Madre de Dios. Eso es mucho más que igualar a la mujer con el hombre."
ResponderEliminarRecordar que el feminismo, en la práctica y en la teoría, como ideología diabólica, exige el sacrificio cruento, salvaje y violento del hijo de la mujer, tanto en el aborto como en la eutanasia de niños recién nacidos, en el mismo altar-útero de la propia mujer, a favor de un ídolo demoníaco, Satanás, Padre de la mentira y el asesinato: "¡seréis como diosas de la vida y la muerte!".
Curiosamente, el feminismo ha hecho retroceder a las mujeres al tiempo de los romanos paganos (aborto voluntario: “abigere partum”), cuando estaba legalizado el aborto, el infanticidio y el sacrificio de niños, nacidos o no, y se consideraba al feto y embrión como una cosa, “pars viscerum matris“.
Las mujeres romanas tenían el derecho a matar a sus hijos mediante el infanticidio por "expositio" (exposición o abandono fuera de la ciudad) en los primeros días de nacido, por causas médicas, por nacer mujer, de enfermedad, eugenésicas de malformación o selección del mejor niño, de adulterio o de falta de legitimidad.
El niño, además del aborto e infanticidio, también era sacrificado en rituales cruentos (Templos de Saturno), y en rituales mágicos de protección o maldición.
Por tanto, tenemos todo lo malo de la Roma pagana aquí en la civilización cristiana:
- aborto médico, eugenésico, económico, de legitimidad, de selección preferencial por el sexo masculino
- infanticidio
- sacrificio ritual religioso y mágico
Es un indicio escatológico del reinado creciente de satanás, bajo la indiferencia absoluta y general de los obispos católicos catalanes: llevamos más de 450.000 abortos en Cataluña, 20.000 anuales... y ningún obispo y abad levanta su denuncia profética rebelde, revolucionaria y radical casaldaliguiana o liberacionista o de justicia social...
¿quizás es el aborto y la defensa de la vida una obsesión, señores obispos y abades?
¿no es periferia existencial?
¿no es iglesia en salida?...
Je je... la vida, familia y educación de los hijos han salido de la Iglesia en salida... hacia la nada...
EliminarParéceme a mí que dentro de la estructura jerárquica de la Iglesia, excluyendo al sacerdocio, y yendo a los niveles que exigen una mayor preparación, se aprecia una representación formada casi exclusivamente por hombres. Y la mayoría, clero.
ResponderEliminar¿Hay alguna razón de peso que lo apoye?
En teoría, supongo yo, y sin descartar otras posibles causas, oscuras o no, es que la presencia masiva del clero en los cargos y oficios eclesiásticos, que podrían ser ocupados por varones y mujeres laicos, serían estas:
Eliminar1. Que el laicado catalán es totalmente mediocre para ocupar tales cargos: los clérigos no han formado
2. Que el clero ha recibido formación específica y puede ponerlo en su currículum
3. Que un cargo ocupado por el clero está garantizado por su silencio y discreción y pertenencia a grupos de interés
Por tanto, si no hay laicos formados, todo estará clericalizado.
"dentro de la estructura jerárquica de la Iglesia, excluyendo al sacerdocio, y yendo a los niveles que exigen una mayor preparación"
EliminarNo consigo entender la frase. Me despista lo de excluyendo el sacerdocio.
En cualquier caso, parece evidente que a día de hoy, la mayor preparación dentro de la Iglesia la ostentan los hombres. Luego es lógico que tengan mayor responsabilidad.
Agradecería opinión del Sr.Valderas sobre el artículo de hoy,gracias.
ResponderEliminarArtículo preciso y necesario, Cesáreo. Es manifiesto que la restricciñón sacerdotal en la Iglesia Catòlica al varón no supone ninguna minusvaloracion de la mujer. El reparto de carismas no tiene nada que ver con atavismo alguno. Naría de Magdala es, sin la menor duda, un miembro destacado en la misión de la Iglesia ad intra: es la que avisa a los apóstoles de la Resurrección del Maestro. Es decir, la que anuncia la doctrina por antonomasia de la fe cristiana. Nada que ver con labores menores como la servicial cuyo último episodio sería las monjas que limpiaron el altar de la Sagrada Familia cuando la venida de Benedicto XVI que tanto dio que hablar. ç
ResponderEliminarLo honrado pareciera, es mi opinión, rcuperar las funciones que la mujer realizó durante la propagación del Reino María, Marta, las mujeres de la Pasión, etcétera) y en los primeros momentos de la Iglesia primitiva. Aspectos que han quedado borrados u obscurecidos por culpa de rémoras de la propia sociedad.
Totalmente de acuerdo con el Sr.Valderas Gallardo.
ResponderEliminarMe podrían decir quienes son las PROTAGONISTAS de la foto que van vestidas de CURAS?,o es que es un baile de disfraces al estilo Sistach,Aymar,Moretó,etc......?
ResponderEliminarAlbany, NY, July, 2017, la obispo Bridget Mary Meehan , MA, DMin, de Sarasota, FL y la recién ordenada diácona Donna Rougeux de Lexington, KY.
Eliminarhttp://arcwp.org/es/
https://evangelizadorasdelosapostoles.wordpress.com/2011/09/12/asociacion-de-sacerdotes-catolicos-mujeres-ordenadas-10-de-septiembre-2011-fotos/
EliminarAcabo de leer un artículo de Infovaticana que no tiene desperdicio,ahora resulta que acusan al Caudillo de pertenencia a la MASONERÍA,EL, Martillo de herejes,comunistas,masones y de mas Ralea acusado de MASÓN. Por cierto, hay un comentarista que dice con un poquito de sorna que si Franco era Masón,Campechano 1º es M.......n!
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con el Sr.Anónimo de las 19:04,muy de acuerdo!!!
ResponderEliminarLas iglesias protestontes van a años luz de nosotros, dentro de NADA ordenarán Draks-queens, Travestis, etc...,para mayor gloria de CIERTO clero local que le va la MARCHA, JEJE!
ResponderEliminarQuizás pueda interesarles este enlace: https://fotografiasdefeli.blogspot.com.es/2018/02/deseas-escucharme.html
ResponderEliminarSaludos cordiales
Muchas gracias por su Información!
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