De Bello Pallico (XI)

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Felix qui potuit cognoscere rerum per causas (12/02/2007)
*Reflexiones para sacerdotes desorientados en la búsqueda de su «identidad sacerdotal»
Existió una época en la que el clero vivía verdaderamente su vocación poniendo a la cabeza de sus preocupaciones su unión con Dios, la oración y la gracia. Eso tuvo como consecuencia un manantial de vida- para la Iglesia y la sociedad- del que en cierta manera hemos estado bebiendo hasta ahora. Más allá de esa moda de poner en cuestión los dogmas, la liturgia y la moral, las causas del terremoto que vivimos son mucho más profundas: se encuentran en una desmoralización del clero debido a una rebaja de su espiritualidad, alimentada esencialmente del activismo. Eso ha hecho que hoy como ayer los sacerdotes caigamos en la tentación de ir a buscar a «las ovejas» fuera del rebaño y no tanto entre las que tenemos con cargo de cura de almas. De aquí surge un «complejo» hacia aquellos fieles sobre los que la Iglesia le ha asignado una misión. 

La causa de esta crisis no proviene de la crisis de civilización por la que atraviesa el mundo moderno ni tampoco es debida al Concilio, es anterior. La Iglesia es cierto, ha sido atacada desde toda perspectiva, pero el ataque más profundo y esencial hace referencia a su naturaleza: la sobrenaturalidad. Es cierto que la moda anticlerical ha dado un duro golpe a la Iglesia: ha favorecido la descristianización, ha llevado a sacerdotes a poner «todo» en cuestión. Pero el golpe de muerte para el clero es haber querido buscar en el exterior el remedio que tenía en el interior, en el seno de la misma Iglesia. La verdadera causa es la doctrina de la «eficacidad». 

En la Teología del Sacerdocio católico el sacerdote subordinaba todo a su oración y al amor al Crucificado. El apostolado debía ser más bien individual y sobretodo dirigido a los ambientes católicos practicantes tradicionales. Este apostolado era considerado normal y no aportaba ningún complejo al clero. Con la llegada a las ciudades, en los años 50 y 60, de grandes masas procedentes del ámbito rural y la industrialización, el clero honesto y apostólico se pone una pregunta: ¿porque ir pescando con «palangre» cuando se puede pescar con «red»? Y eso de manera un tanto inconsciente de que la conversión en masa siempre resulta excepcional, es un trabajo ingrato y lento. Pero las masas que llegan de la inmigración no están completamente descristianizadas, viven una fe sencilla y esencialista. Entonces hay que purificar «la fe del pueblo», y con ellas las costumbres, las devociones y un largo etcétera. Empieza a nacer un contraste entre diríamos la espiritualidad del Padre Foucault y los curas obreros de la periferia que por una especie de complejo quieren convertir y cambiar al nuevo proletariado en masa abandonando los practicantes de su parroquia. 

Sea como sea, la fe del sacerdote es considerada como secundaria con respeto a los resultados de su acción. De aquí un cierto asqueo y disgusto hacia los practicantes piadosos cercenando la fuente de las vocaciones. Para comprender esto muchos invocan los típicos errores del clero: encerrado en sí mismo, en su círculo de fieles y la práctica religiosa: demasiado angelismo, dicen, y excesivo rigorismo olvidando que Dios es Amor. Ese clero, piensan, está encerrado en una torre de marfil dejando pasar magnificas oportunidades para evolucionar. Se lanza entonces una acusación de fariseísmo sobre el clero que impide a la gente sencilla de vivir el Evangelio, aunque sea como «cristianos anónimos». ¿Qué han sido los seminarios hasta ahora? piensan: refugios artificiales al abrigo de las tormentas de la vida, pero sin contacto con la realidad el mundo desde donde salen sacerdotes «desencarnados» con los problemas del mundo, demasiado «intelectualoides» y moralizantes. 

La verdadera solución: la oración y el sacrificio: todas las opiniones precedentes han sido prejuicios infundados y gratuitos. El sacerdote no puede mirar únicamente al exterior sin considerar su interior: el cura social y político no es «verdadero» sacerdote. El sacerdote es ante todo el sacerdote de la Liturgia de las Horas, de la oración, del rosario, de la lectura espiritual: de la Santa Misa. No se puede comprender la vida del sacerdote si no se la conoce desde el interior: esos sacerdotes ¿han apreciado la caridad heroica? ¿la han implorado y cómo? ¿han hecho de sus vidas una conversación íntima con el Señor? ¿Se han levantado temprano por la mañana para adorarlo e implorarle de rodillas? ¿O estaban haciendo reuniones para preparar reuniones hasta altas horas de la madrugada? ¿Han dejado estos momentos privilegiados para pasar a la acción? ¿Cómo comprender la espiritualidad sacerdotal si ésta no ha sido vivida? Los libros no bastan para penetrar la profundidad de la Eucaristía, el sacrificio del sacerdote, su consagración. La cuestión es pues la siguiente: ¿Cuáles han sido las relaciones de los sacerdotes con su Dios y Señor en el transcurso de estos últimos 50 años? Es estas relaciones personales donde se encuentra la naturaleza del sacerdocio. De la sed de novedad hasta un laxismo sin límite en el fervor percibimos las causas de esta gran crisis: la de la vida espiritual. Así dice el adagio clásico: Felix qui potuit cognoscere rerum per causas. Dichoso el que conoce las cosas por sus causas.

Prudentius de Bárcino

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11 comentarios

  1. Una voz resuena en el desierto24 de agosto de 2016, 0:20

    Un artículo providencial que resuena con la claridad de la voz del profeta ungido de Dios, desde la lejanía de los 10 años en que fue publicado, pero que indica la verdad de hace 60 años y la verdad del día de hoy.

    Unas cuestiones servirán quizás para ampliarlo. El principal problema de la Iglesia de hoy es antiguo pero renovado en su vigor, el modernismo teológico, ya condenado por Pío IX y X en el Syllabus y Pascendi, en 1864 y 1907: la Biblia es un libro de ficción teológica incluido los Evangelios, la Iglesia fue creada por Pablo, no existen los milagros y los exorcismos, ni la escatología de almas, toda la Palabra es un escrito moralizante. Con esta premisa ya hemos hundido accesoriamente al Magisterio y la Tradición, y a todo lo conectado con ellas: patrística, doctores, teólogos, mística, Santos.

    Otras dos situaciones interconectadas son el activismo de la Misericordia y el movilismo de la Fé.

    El activismo caritativo se entronca con la Teología de liberación iberoamericana de raíz marxista, y se puede observar con el hiperactivitismo de las obras de justicia social exclusivamente dirigidas a favor de los pobres económicos.

    Por su parte, el movilismo fideístico se puede ver en la sustitución íntegra del contenido de la fe católica por las modas intelectuales del momento, y puede detectarse en aquellos consagrados que estiman que la duda permanente es la situación espiritual óptima.

    Vaciada de toda sustancia propia la espiritualidad católica tradicional, e impedido el paso de la espiritualidad de los nuevos movimientos y de la Renovación Carismática fruto del Concilio, nuestra espiritualidad propia ha sido completamente sustituida por el fenómeno de la Nueva Era: nuevas o viejas espiritualidades como la budista o hindú, religiones tradicionales indigenistas, etcétera.

    La consecuencia ha sido el amordazamiento de la denuncia profética. Hoy asistimos a la destrucción universal del modelo de la Sagrada Familia con las políticas de aborto, divorcio, parejas de hecho, contracepción, eugenesia, eutanasia y reproducción asistida con su congelación y experimentación de embriones, junto con la ideología de género.

    Ante estos graves pecados sociales del mundo entero y los pecados del interior de la Iglesia, Dios nos está enviando avisos en forma de acontecimientos sociales y naturales con mayor frecuencia, extensión e intensidad, para que nos convirtamos.

    Así por ejemplo, las crisis económica y ecológica, de los refugiados, de África y Oriente Medio, de Europa con el Brexit y Rusia, del yihadismo. Y en casa nuestra, la grave crisis de Cataluña y de España.

    No hay duda que estamos dentro de un tiempo especial y Cataluña, entre otros países, será mas duramente castigada, en especial por su casi medio millón de abortos, el crimen perverso de Caín-Cataluña contra la vida-Abel naciente, inocente e indefensa.

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  2. Desde luego la iglesia como institución tiene un grave problema de recursos humanos. Los que tiene son pocos, hacen de todo y no hacen lo que deberían hacer. Además son de edad avanzada y los futuros recambios son pocos y de poca calidad salvo honrosas excepciones. Sin embargo, tiene recursos suficientes tanto a nivel material como espiritual para invertir la situación. La estrategia de Dios proveerá está muy bien y es la opción fácil. Pero, ante los retos de este mundo, hay que elegir entre lo fácil y lo correcto y, no hay que olvidar nunca, que lo dífícil es enemigo de lo cobarde.

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    1. Correcto e incorrecto son conceptos finalistas de nuestra sociedad utilitaria.
      Nosotros católicos tenemos que pensar en terminología de bien y mal y elegir siempre el bien.

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    2. ¿Elegir siempre el bien? Fácil decirlo. Difícil ejecutarlo. Ahora bien, si se trata del Bien común, para todos, sin exclusiones ¿Cómo lo encontramos? ¿Sabremos esquivar nuestro egoísmo natural? ¿tenemos la voluntad educada? ¿Decidimos todos o sólo lo hace una minoría? ¿Cómo elegimos esa minoría? ¿Cómo garantizamos que nos representa a todos? ¿Lo dejamos de nuevo en manos de Dios?

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  3. Análisis sólo en parte cierto...la Teología de los años de Seminarios llenos ya estaba muy empobrecida...el problema vino antes...

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    1. Tienes razón, ya iniciaba una cierta decadencia la teología y espiritualidad católicas pasada la Segunda Guerra Mundial, por eso a principios de 1950, Pío XII deseo realizar un concilio ecuménico antimodernista y anticomunista, pero el sector progresista de la Iglesia se lo impidió.

      Esta decadencia inicial se daba principalmente en Europa y no tanto en España, siendo sobre todo Cataluña como puerta de entrada del Mal, de un tipo de teología francesa progresista, receptora ésta a su vez de la teología germánica católica del Rin, de gran influencia protestante alemana.

      Pero la fuente originaria de la decadencia Católica procedía de a mediados del siglo XIX, y se llamaba y sigue siendo el modernismo teologico, ahora más avanzado, más desarrollado y más extendido: como la serpiente del Génesis que pasó al dragón del Apocalipsis, así sucedió con el modernismo en el paso del siglo XIX al XXI.

      Fue a finales de 1950 cuando Juan XXIII decidió realizar un concilio ecuménico, pero en un sentido afirmativo y propositivo.

      No obstante, y como descubrió muy pronto Pablo VI, la hermenéutica de la ruptura, denunciada por Benedicto XVI, fue ganando adeptos y venciendo resistencias en el seno incluso de la misma jerarquía católica tanto cardenalicia, episcopal y congregacional, a pesar de la existencia del quizás mejor ponficado que nunca ha existido en la Iglesia, el de Juan Pablo II el Grande.

      En realidad, el modernismo del siglo XIX, que está bien aposentado hoy en el siglo XXI dentro del seno de la Iglesia y en su alta jerarquía, no deja de ser un desarrollo de la viejísima promesa de la serpiente: seréis como dioses, donde cada uno será un Dios que diga lo que está bien, lo que es justo, lo que es verdad, lo que es la misericordia.

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  4. ¿Y no será que ha faltado la acogida al Espíritu Santo?

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    1. Este sacerdote, aunque más joven, ha respirado las mismas toxicidades que el resto, sin embargo, ¡que diferente testimonio!

      https://youtu.be/2fWuLmcoTN8

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  5. ricardo de Barcelona24 de agosto de 2016, 18:48

    La Nueva Iglesia (modernismo) ha perdido la Espritualidad, La oración, y el Misterio, lo Sobrenatural, se ha Protestantizado y asi nos va.

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  6. Yo creo que la identidad sacerdotal es poliédrica con muchas caras llamadas "carismas". De entrada en los Hechos no se habla de "sacerdotes" se habla de "presbíteros" (ancianos) y a los obispos les recomiendan ser esposos de una sola mujer. Pues si en aquellos tiempos tan cerca de la vida histórica del mismo Cristo así se hacía, creo que debemos hacérnoslo mirar en que hemos evolucionado positivamente y negativamente. De que le sirve a una organización religiosa tener sus miembros que ejercen una vida de oración intensa si por otra parte la orden religiosa es propietaria de latifundios. Las riquezas del Clero sirven para pagar a sus miembros que no trabajan en oficios civiles, efectivamente, pero si el Clero no tuviera estos medios de subsistencia tendrían que ganarse la vida con un horario que no les permitiría tiempo para tanta plegaria. En cierto modo puede decirse que el Pueblo en general sustenta con limosna a la Iglesia para que sus miembros puedan dedicarse profesionalmente a "rezar", porque este mismo Pueblo el acto de "rezar" no suele hacerlo y lo delega a personas con carisma que podríamos llamar "especialistas". Es el colmo esto de la ESPECIALIZACION y que también haya llegado al pueblo cristiano. Con perdón por el sermón...S.G.

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  7. el articulo tiene mucha verdad pero esta historia Dios la permite por algo para purificar alaIglesia con nuevos profetas que nos lleven a la verdad del evangelio

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