Ayer Jueves Santo, Jesucristo, nos deja como testamento, el Sacerdocio ministerial y la Eucaristía y hoy en otro MISTERIO DE SU INFINITO AMOS NOS DA SU VIDA, para que nosotros también muramos al pecado y además nos da a su SANTÍSIMA MADRE.
He aquí el poema A LA MUERTE DE CRISTO NUESTRO SEÑOR de Lope de Vega.
La tarde se oscurecía entre la una y las dos, que viendo que el Sol se muere, se vistió de luto el sol.
Tinieblas cubren los aires, las piedras de dos en dos se rompen unas con otras, y el pecho del hombre no.
Los ángeles de paz lloran con tan amargo dolor, que los cielos y la tierra conocen que muere Dios.
Cuando está Cristo en la cruz diciendo al Padre, Señor, ¿por qué me has desamparado? ¡ay Dios, qué tierna razón!,
¿qué sentiría su Madre, cuando tal palabra oyó, viendo que su Hijo dice que Dios le desamparó?
No lloréis Virgen piadosa, que aunque se va vuestro Amor, antes que pasen tres días volverá a verse con vos.
¿Pero cómo las entrañas, que nueve meses vivió, verán que corta la muerte fruto de tal bendición?
«¡Ay Hijo!, la Virgen dice, ¿qué madre vio como yo tantas espadas sangrientas traspasar su corazón?
¿Dónde está vuestra hermosura? ¿quién los ojos eclipsó, donde se miraba el Cielo como de su mismo Autor?
Partamos, dulce Jesús, el cáliz de esta pasión, que Vos le bebéis de sangre, y yo de pena y dolor.
¿De qué me sirvió guardaros de aquel Rey que os persiguió, si al fin os quitan la vida vuestros enemigos hoy?»
Esto diciendo la Virgen Cristo el espíritu dio; alma, si no eres de piedra llora, pues la culpa soy.
Gracias, Mn. Verdaguer, por sus hermosas palabras.
ResponderEliminarAyer Jueves Santo, Jesucristo, nos deja como testamento, el Sacerdocio ministerial y la Eucaristía y hoy en otro MISTERIO DE SU INFINITO AMOS NOS DA SU VIDA, para que nosotros también muramos al pecado y además nos da a su SANTÍSIMA MADRE.
ResponderEliminarHe aquí el poema A LA MUERTE DE CRISTO NUESTRO SEÑOR de Lope de Vega.
La tarde se oscurecía
entre la una y las dos,
que viendo que el Sol se muere,
se vistió de luto el sol.
Tinieblas cubren los aires,
las piedras de dos en dos
se rompen unas con otras,
y el pecho del hombre no.
Los ángeles de paz lloran
con tan amargo dolor,
que los cielos y la tierra
conocen que muere Dios.
Cuando está Cristo en la cruz diciendo al Padre, Señor,
¿por qué me has desamparado?
¡ay Dios, qué tierna razón!,
¿qué sentiría su Madre,
cuando tal palabra oyó,
viendo que su Hijo dice
que Dios le desamparó?
No lloréis Virgen piadosa,
que aunque se va vuestro Amor,
antes que pasen tres días
volverá a verse con vos.
¿Pero cómo las entrañas,
que nueve meses vivió,
verán que corta la muerte
fruto de tal bendición?
«¡Ay Hijo!, la Virgen dice,
¿qué madre vio como yo
tantas espadas sangrientas
traspasar su corazón?
¿Dónde está vuestra hermosura?
¿quién los ojos eclipsó,
donde se miraba el Cielo
como de su mismo Autor?
Partamos, dulce Jesús,
el cáliz de esta pasión,
que Vos le bebéis de sangre,
y yo de pena y dolor.
¿De qué me sirvió guardaros
de aquel Rey que os persiguió,
si al fin os quitan la vida
vuestros enemigos hoy?»
Esto diciendo la Virgen
Cristo el espíritu dio;
alma, si no eres de piedra
llora, pues la culpa soy.
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