Escrito publicado el 9 de marzo de 2015
Las cifras económicas mejoran, nos dice el gobierno. Sin embargo, esos indicadores optimistas todavía no llegan al ciudadano de a pie, lo cual produce la paradoja de que, mientras se anuncia el fin de los duelos, los parados siguen sin trabajo y algunos, lo que aún es peor, sin subsidio; las empresas continúan cerrando puertas; los restaurantes trabajan a medio gas y nuestros más brillantes estudiantes tienen que emigrar al extranjero. En Cataluña la situación se agrava al hallarse intervenida la administración autonómica, debiendo depender cada mes las nóminas de sus funcionarios del Fondo de Liquidez Autonómica. La Generalitat no llega al día 30. Sus arcas se nutren de la metadona que le suministra el ministro Montoro y, por dicha causa, las farmacias no cobran, los hospitales sufren recortes, las becas-comedor se paralizan y las inversiones en infraestructuras se demoran.
Pero la ruina de nuestra administración no afecta a todos por igual. El Govern ha decidido que la crisis ha acabado para algunos. Lo lacerante es que esos algunos no son los más necesitados.
El pasado 6 de marzo, el Diari Oficial de la Generalitat publicaba una Resolución del Departamento de Gobernación y Relaciones Institucionales por el que se daba publicidad a las subvenciones concedidas mediante la Dirección General de Asuntos Religiosos. La del peculiar Enric Vendrell.
Entre los primeros premios de esta singular pedrea a cargo del contribuyente, se halla el Centre d’Estudis Conciliars, que es la propietaria de la web catalunyareligió.cat de nuestro querido Jordi Llisterri, que se ha visto agraciada con la bonita suma de 29.070,65 €, sin más especificación que el ”Funcionamiento del portal Catalunyareligio.cat”.
Bonito pelotazo se ha agenciado Llisterri, si tenemos en cuenta que en los últimos ejercicios (los de los recortes para todos) solamente había logrado un pellizco de 8.000 €. Un incremento del 250%.
Se imaginan que a los hospitales, las escuelas, las farmacias, las ambulancias, ya no digo a los parados (con o sin subsidio), se les aumentase un 250% su dotación anual por parte del gobierno de la Generalitat. Se volverían locos, se fregarían los ojos, tirarían la casa por la ventana. Nadie ha conseguido triplicar sus ingresos en un año, como acaba de hacerlo el lince de Llisterri.
La magnitud del dato es brutal. Pasar de una subvención de 8.000 € a casi 30.000 es un auténtico latrocinio y un agravio comparativo espeluznante. Pero esa pólvora de rey tan generosamente suministrada encierra un sistema perverso en el que el ciudadano (creyente, agnóstico o ateo) contribuye con sus impuestos a la financiación de unas entidades, cuya existencia y cuyo funcionamiento resultarían inviables sin el manto subsidiado de la administración pública. ¡A ver cómo se las iba a apañar Llisterri sin ese enjuague!
Cataluña es el país de las subvenciones. En la misma Resolución se da cuenta de una partida de 19.668,17 € para la Abadía de Montserrat (cobra más Llisterri que el abad Soler); 43.000 € para la nueva web del arzobispado de Barcelona (¡así cualquiera!); 7.560 € para el Diari de Girona por la publicación de una página semanal de religión (¡increíble!); 8.000 € para la Agencia Flama (la que hace ahora propaganda de las estructuras de estado ); 20.800 € a la televisión de El Punt-Avui por un programa de religión semanal de media hora (¿a cuánto cobrarán la hora entera?) o el bingo de los bingos, la Fundació Joan Maragall de nuestros amigos Pipo Carbonell y Antoni Matabosch que percibe la congrua de 50.082,82 €, eso sí disimulada en cuatro partidas, algunas tan diferenciadas como “Proyecto para la creación del pensamiento y para el fomento de la cultura religiosa” o “Proyecto, ciclos y cursos”.
Este regadío de fondos públicos, obviamente, conlleva una contraprestación, especialmente en aquellos medios que se nutren casi exclusivamente de la subvención, como el portal de Llisterri. Su incondicional dependencia del poder establecido, su adhesión inquebrantable al proceso soberanista, su ausencia de crítica ante la corrupción lampante. En definitiva, su absoluta falta de independencia que les impide gozar de toda credibilidad. Un sistema viciado y costosísimo para el que se ha enterrado definitivamente la crisis. En el Hospital del Valle Hebrón, este fin de semana los pasillos se tuvieron que habilitar como box de urgencias. Las dos Cataluñas.
Oriolt
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¿Es posible tanta subvención para mantener el catalán a toda costa?
ResponderEliminarCreo que es un contrasentido, cuando hay tanta necesidades a cubrir en las Administraciones Publicas, como dice el Sr. Oriol en su agudo artículo de hoy...Hospitales, Fermacias....
Y eso que solo hace referencia al Departamento de Gobernación y Relaciones Institucionales por el que se daba publicidad a las subvenciones concedidas mediante la Dirección General de Asuntos Religiosos. ¿Y los otros departamentos, qué?
El uso del catalán, por lo que he visto y oído muchas personas no lo quieren aprender porque lo consideran una imposición, si fuera una opción libre, posiblemente tendría más aceptación y los mismos ciudadanos se darían cuenta que lo tienen que aprender para optar a según que tipo de profesiones.
Pasaría como con el carnet de conducir, que no es necesaria mucha publicidad para que uno al llegar a los 18 años, sin que nadie le obligue ya siente la necesidad, porque sabe que le abre mayor posibilidad de entrar en el mercado laboral, etc.