Cristianismo, basamento de la construcción de Europa

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Reflexión de J.L. Orella, doctor en Historia Contemporánea de la San Pablo CEU
Europa es un continente complejo y multicultural, pero en cuya matriz cristiana y clásica se ha formado la personalidad común de una sociedad, que cree en unos valores que han servido de pauta en la evolución histórica del mundo conocido. Esta herencia está siendo la base de un proceso integrador de los diversos países europeos en un complejo sistema, que algunos piensan puede llevar a la constitución de los Estados Unidos de Europa.
En la historia de Europa siempre ha existido la idea de crear un espacio que abarcase a los diferentes pueblos del continente, en directo recuerdo al espíritu romano de su mitad sur. Los romanos consiguieron forjar en torno al Mediterráneo un imperio con sus leyes, costumbres, economía y modo de ver la vida, que se convirtió en sinónimo de orden, paz y progreso civilizador. Esta idea positiva de lo que fue el imperio romano fue seguido por el cristianismo, mejorador de su cultura y quien supo imbuir este espíritu unificador en las mentes de aquellos bárbaros, convertidos en los demiurgos de una nueva era histórica.
 
La Renovatio Imperii fue intentada por los bizantinos de Justiniano con un evidente fracaso y por los francos que consiguieron con la legitimidad de la Iglesia la formación del imperio occidental de Carlomagno. La figura del emperador carolingio ha sido de gran importancia en el proceso unificador de Europa al presentar la antigua CEE unas fronteras similares al del imperio de Carlomagno, y asentarse sobre la cooperación francoalemana. El célebre emperador se ha convertido en el predecesor de la Unión Europea y en el personaje histórico más alabado como ejemplo de la amistad francoalemana, que es la base sustentadora del proceso europeísta.
En el profundo significado del imperio para la unidad de Europa, el imperio debía reforzar la unidad de toda la cristiandad, siendo como la realización de la ciudad de Dios. La aparición del que fue llamado Sacro Romano Imperio de Carlomagno, es para muchos el alumbramiento de Europa como unidad de civilización y fraternidad de sentimientos. Se puede decir que Europa nació en la Navidad del 800 en la Basílica Vaticana.
San Benito de Nursia y coronación del emperador Carlomagno
La figura del emperador en el aspecto político y la de San Benito de Nursia en el espiritual forman la dualidad creadora de Europa como algo más que una realidad geográfica. San Benito fue el pionero de las órdenes monásticas y quien vertebró la esencia europea en torno a la médula del cristianismo. Pero, este ideal unificador se irá perdiendo y aunque algunos emperadores conseguiran recuperar la imagen europea del Sacro Romano Imperio, el Renacimiento humanista despertará algunas conciencias nacionalistas contra el ideal de la República cristiana, heredada del Imperium Romanorum.
Carlos V de Alemania y I de España será el último de los grandes emperadores que con su persona simbolizarán la unión europea en torno al ideal cristiano, nacido con Carlomagno. El monarca Habsburgo, heredó una copiosa pluralidad de reinos a los cuales confederó en la fidelidad a la Fe cristiana, respetando sus particularidades jurídicas. Fue el último hombre que puede ser considerado como un estadista europeo, sin favoritismos hacia una nacionalidad determinada. Los intentos posteriores de unidad europea siempre han sido en el marco de la expansión de una nacionalidad, que ha utilizado este ideal como discurso legitimador de las posturas colaboracionistas de ciudadanos de otros países. El final del ideal de la cristiandad, abrió la caja de Pandora de los nacionalismos.
En el siglo XIX, considerado como el período del surgir de los nacionalismos, el gran corso por antonomasia, Napoleón, intentó con su ordenamiento de la Europa continental consolidar el predominio francés en toda la península. No obstante, su discurso político no respondía a los ideales unificadores de Europa, porque se realizaban en el predominio de Francia. Después de un equilibrio europeo mantenido por unos británicos dueños del resto del mundo. La Alemania unificada despertó como la gran potencia continental deseosa de ordenar Europa a su gusto. Hitler fue el que consiguió por un corto período de tiempo dominar casi la totalidad de la Europa continental resucitando un discurso europeísta, teñido de anticomunismo, para respaldar el expansionismo teutónico.
Tendrá que ser después de la II Guerra Mundial cuando el europeísmo aparezca como una realidad tenida en cuenta por las políticas oficiales de los países occidentales. La intelectualidad europeísta no existía, aquel amor a Europa formado en los años de la preguerra en derredor a la unión de los espíritus y de las personas había muerto.
El trauma de la Primera Guerra Mundial había invadido de pacifismo a la juventud europea, la paz sellada entre el alemán Stresseman y el francés Briand, ayudó a formar un Comité franco-alemán y congresos mixtos de juventudes en ambos países, fueron organizados por Otto Abetz y Jean Luchaire. Incluso durante la II Guerra Mundial, el espíritu europeo entre los belgas, holandeses y luxemburgueses fue tan fuerte que estuvo presente en las dos partes del canal. En 1944, los representantes de estos países refugiados en Londres firmaron la creación del proyecto del Benelux, una unión económica aduanera de los tres países. Idea que resultó común con los compatriotas que defendían el Nuevo Orden Fascista y que defendieron la formación de la Borgoña histórica de las diecisiete provincias de Carlos V.
Después de todos estos avatares el europeísmo fue tomando cuerpo en la postguerra como único medio de mantener la paz y evitar el resurgimiento del nacionalismo alemán. Los países de Europa eran demasiado reducidos como para garantizar a sus pueblos la prosperidad que las condiciones hacían posible. El desarrollo y los indispensables avances sociales exigían a los estados una federación que los convirtiesen en una unidad económica común. Para ello Alemania debía ser amputada en su potencial industrial, y sus recursos subordinados a las autoridades europeas para que fuesen gestionados en beneficio de las demás naciones.
El compromiso de amistad franco-alemán era la base arquitectónica sobre la cual se podía levantar la futura Unión Europea. Pero, después de tantos enfrentamientos bélicos las ganas de venganza eran muy fuertes entre los franceses y los ingleses. El objetivo era la desaparición de Alemania como potencia ab aeternum. El modo de hacerlo era la separación en diversos estados, pero lo impedía la necesidad americana de formar un colchón entre el expansionismo soviético y occidente. 
Konrad Adenauer (izquierda) y Robert Schuman (derecha)
 Sin embargo, los americanos disponían de la colaboración de un antiguo político católico que había tenido veleidades separatistas en su Renania natal. Konrad Adenauer, fue el instrumento fiel de los americanos, lo que le llevó a tener bastantes problemas con las autoridades británicas de su sector, favorables a los socialdemócratas de Schumacher. El líder democristiano había concebido en 1919 la formación de un estado occidental alemán, dentro del Reich, pero con sus atribuciones estatales para evitar su anexión por Francia. No obstante, siempre fue acusado de separatista por ello. Ahora tenía la oportunidad de hacerlo, unificar los tres sectores alemanes occidentales en un Estado unido, para servir de colchón ante los rusos y lo suficientemente descentralizado y débil para evitar el renacimiento del nacionalismo alemán. Además, Adenauer fue el primero en sostener la desaparición de Prusia como entidad política y el más firme enemigo del despertar militar de su propio país. El canciller renano prefería que los soldados germanos luchasen en un ejército europeo bajo mando americano, antes que hacerlo por su país.
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Jean Monnet
La base de una posible recuperación alemana estaba en su cuenca carbonífera del Ruhr, el único modo de controlarla era anexionarla a Francia o crear una autoridad internacional. La primera entidad europea, fue la CECA (Comunidad Europea de Carbón y Acero) de Schuman, una idea de Jean Monnet para controlar de un modo supranacional la cuenca carbonífera alemana y que se complementase con la siderurgia francesa. De este modo, la siderurgia teutona debía compartir la oferta de hulla con la frágil siderurgia francesa. Francia con un producto más caro había protegido históricamente su mercado de los alemanes con fuertes medidas proteccionistas, lo que un anglófilo declarado como Monnet quería evitar, porque ello significaba la vuelta a una economía nacionalista y creía que el librecambismo era la forma financiera apropiada para unir Europa, al estrechar sus intereses económicos. La unión económica europea debía servir para evitar el despertar político alemán y consagrar a Francia como su líder político junto a Inglaterra. Esta colaboración obligada impedía un resurgimiento militar alemán al tener sus reservas económicas controladas y enlazadas con otros países, y además, Francia unía su desarrollo económico al fuerte expansionismo alemán, confirmando su liderato político militar.
El resurgimiento de la industria alemana y la relativa debilidad de la industria manufacturera francesa de los años 50 y 60, hizo de Alemania el socio comercial principal de Francia, así como el principal mercado de exportación para su industria más desarrollada y para el sector agrícola. Jean Monnet había concebido la CEE como un mecanismo para alcanzar la paz futura, incorporando el poder económico alemán a una unión monetaria, en la que la estabilidad de los precios para los productos agrícolas y unos tipos de cambio fijos conducirían a una moneda única. Esta moneda estaría controlada por un Banco central franco-alemán, de modo que Francia tendría una considerable capacidad de control sobre la política monetaria en Alemania y su industria más importante recibiría fuertes subvenciones, con lo que la economía francesa podía seguir el ritmo del gigante alemán.
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De Gaulle en 1963
En los años sesenta, De Gaulle impidió la entrada de los británicos para evitar que arruinasen “la gloria de Francia” con una política agraria que no subvencionase a los labradores. Inglaterra compraba sus alimentos en sus antiguas colonias a precios más baratos que los que los galos vendían a Alemania. Esta aceptaba porque se sentía obligada a pagar reparaciones por las guerras mundiales en sentimiento de culpa colectiva. No obstante, la paridad estable entre las monedas de los dos países ha sufrido un brusco cambio con la unificación de las dos Alemanias en 1989. Francia no puede mantener el ritmo y los sucesivos recortes sociales se suceden por parte de su gobierno. Pero, Alemania con sus problemas en la digestión de la RDA ha comprometido su estado de bienestar, al no poder aplicarlo en su parte oriental. La fortaleza de la economía alemana se resiente y amenaza la estabilidad social del primer país europeo.
(continuará)
José Luis Orella- Revista Arbil nº 88 (2013)

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7 comentarios

  1. Gracias a Germinans Germinabit por ese artículo, sobre Cristianismo, como vertebrador de la cultura europea.

    Cuando el pasado 11 de julio, celebrábamos la fiesta de San Benito de Nursia, conviene recordar:

    EL LEMA DE SAN BENITO: “Ora et labora”
    San Juan Pablo II, Nursia, 23-3-1980

    San Benito supo interpretar con perspicacia y de modo certero los signos de los tiempos de su época, cuando escribió su Regla en la que la unión de la oración y del trabajo llega a ser para los que la aceptan el principio de la aspiración a la eternidad: “Ora et labora, ora y trabaja”...Interpretando los signos de los tiempos, Benito vio que era necesario realizar el programa radical de la santidad evangélica...de una forma ordinaria, en las dimensiones de la vida cotidiana de todos los hombres. Era necesario que “lo heroico” llegara a ser lo normal, lo cotidiano, y que lo normal y lo cotidiano llegue a ser heroico. De este modo, como padre de los monjes, legislador de la vida monástica en Occidente, llegó a ser también pionero de una nueva civilización. Por todas partes donde el trabajo humano condicionaba el desarrollo de la cultura, de la economía, de la vida social, añadía Benito el programa benedictino de la evangelización que unía el trabajo a la oración y la oración al trabajo...

    En nuestra época, San Benito es el patrón de Europa. No lo es únicamente por sus méritos particulares de cara a este continente, su historia y su civilización. Lo es también en consideración a la nueva actualidad de su figura de cara a la Europa contemporánea. Se puede desligar el trabajo de la oración y hacer de él la única dimensión de la existencia humana. La época actual tiene esta tendencia... Se tiene la impresión de una prioridad de la economía sobre la moral, de una prioridad de lo material sobre lo espiritual. Por una parte, la orientación casi exclusiva hacia el consumo de bienes materiales quita a la vida humana su sentido más profundo. Por otra parte, en muchos casos, el trabajo ha llegado a ser un peso alienante para el hombre...y casi contra su propia voluntad, el trabajo se ha separado de la oración, quitando a la vida humana su dimensión trascendente...

    No se puede vivir de cara al futuro sin comprender que el sentido de la vida es más grande que lo material y pasajero, que este sentido está por encima de este mundo. Si la sociedad y las personas de nuestro continente han perdido el interés por este sentido, tienen que recobrarlo... Si mi predecesor Pablo VI llamó a San Benito de Nursia patrón de Europa, es porque podía ayudar a este respecto a la Iglesia y a las naciones de Europa.

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  2. Europa ha dejado de ser cristiana, hoy por hoy, al atentar contra los dos Pilares de la Creación, la vida, familia y matrimonio, a través de la legalización del aborto, eutanasia, la homoparentalidad, la monoparentalidad y la maternidad subrogada.

    En Cataluña se impone la ideología de género vía la administración y la educación: "favorecer la vivencia en entornos democráticos, participativos y no excluyentes, en ciudadanías no negadas y en convivencias construidas mediante relaciones no marcadas por las estructuras no estereotipadas como el género, sino respetuosas y reconocedoras de las diferencias".

    Y los obispos catalanes y el Vaticano, durmiendo. Felices sueños.

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  3. Al anónimo de las 0:23.

    Veo que da lecciones a los obispos catalanes y al Vaticano. Le considero una persone muy entendida y muy conocedora de TODOS loa aspectos que rodean estas personas.

    Creo que una de las principales deficiencias que tenemos todos, catalanes y no catalanes (yo el primero), es que hemos olvidado la humildad.

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    1. MARPN
      Respetado anónimo 11:08, La humildad, totalmente impresecindible en un católico, no nos puede hacer obviar la REALIDAD y manifestar nuestra opinión respetuosa.

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    2. Es verdad ya no tenemos HUMILDAD, RESPETO, TOLERANCIA, PRUDENCIA, POBREZA, pero tambien JESUS se revelo y hecho a los cambistas fuera del templo, y nosotros calladitos todos verdad ANONIMO DE LAS 11:08 esta es la doctrina del OPUS DEI, mejor dicho, OBRA DEL DIOS DINERO. (cuando usted se identifique tambien yo me identificare)

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  4. Un artículo excelente, gracias GG. No se entiende Europa si no es a la luz del Cristianismo.

    ¡Espero que la continuación no se demore mucho!

    Paz y bien.

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  5. Véalo sólo como un grito de alarma.

    Francisco sólo se dedica a cuestiones político-económicas, dejando la vida, familia y matrimonio bajo el Sínodo, mientras durante su mandato han habido tres millones de abortos en Europa, 40 veces más en el mundo, con la misma cifra de abortos, y contemplando el avance de las familias y matrimonios homo y monoparentales, los vientres de alquiler, la reproducción asistida, la congelación y experimentación de embriones, la eutanasia y el suicidio asistido. Queremos un cambio de la ecología, economía y la política, pero no de la vida, familia y matrimonio.

    La Curia sigue con su autorreferencial reforma.

    Los obispos y abades catalanes llevan viendo durante 50 años posconciliares esta eclesiocatástrofe, teocatástrofe, antropocatástrofe, sociocatástrofe y ecocatástrofe.

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