La Glosa Dominical de Germinans

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Reflexión a modo de notas, hacia dónde nos orienta la liturgia del domingo
ALIADOS, NUNCA MÁS ENEMIGOS
Cuando vemos las noticias en los informativos y podemos presenciar la ceremonia pública de la firma de una alianza entre dos estados, observaremos como los jefes de estado firman un documento, sentados en una mesa, y al término se intercambian sonriendo las plumas estilográficas. Cada uno de ellos conservará en su archivo una copia del tratado de alianza firmado por ambos.
La reciente reconciliación entre Estados Unidos y Cuba ha sido sancionada únicamente por una encajada de manos entre Barack Obama y Raúl Castro, ante una muchedumbre de fotógrafos que han inmortalizado el histórico acontecimiento. Ningún documento, ninguna firma. Aquel sencillo gesto de amistad, que hoy en día está presente en todas las culturas del mundo (la encajada de manos) ha sancionado el fin de décadas de hostilidad y el inicio de una relación completamente nueva. Los enemigos han pasado a ser amigos.
C:\Users\FRANSESC\Desktop\0e628a68575243998a12f5606928a559.jpgAhora entre los dos estados existe una nueva relación, el pasado es olvidado. Las personas pueden circular libremente de un estado a otro, las mercancías y los bienes pueden intercambiarse después de un largo embargo. La apertura de un grifo o una toma de agua que había sido anulada, comporta beneficios, comunicación, paz, vida.
Lo mismo ha deseado hacer Dios con el hombre en el curso de tantos miles de años. Ha buscado un modo para hacer una alianza con los hombres, convertirse en su amigo, para que los hombres pudiesen recibir sus bienes y pudieran pasar libremente de la tierra al cielo, vivir en paz y amistad entre ellos y con Él. Ha intentado abrir aquel grifo que permite a los hombres recibir su Agua Viva, que nos da la vida eterna. Pero existía un problema: con Dios no se puede ir con “golpecitos en la espalda”. A Moisés que de manera ingenua le pedía ver su rostro, Dios le contestó con severidad que nadie podría jamás ver su rostro porque “nadie puede verme y permanecer con vida”. E inmediatamente después Dios concedió a Moisés el poder ver sus hombros, pero no su rostro. (Ex. 33,23) Algo es algo.
Dios siempre ha tenido la misma obsesión en su trato con los hombres: buscar como colmar una distancia infinita. La distancia existente entre Dios y el hombre está bien sintetizada en la segunda lectura con la expresión “obras de muerte”. El pecado, que es justamente una obra de muerte porque nos hace morir, tiene el  poder diabólico de mantenernos distantes de Dios, impedir que Dios colme la distancia.
Entonces Dios ha inventado una cosa muy hermosa que se llama alianza. La alianza funciona así: el hombre se compromete a observar los mandamientos de Dios, y Dios en cambio le garantiza su bendición y la salvación de las obras de muerte. Todo esto Dios, siendo invisible, no lo puede hacer con una encajada de manos ante la multitud de medios gráficos, sino mediante un rito donde, en vez de tinta, se usa la sangre. La sangre es el elemento con el que se firman las alianzas en la Biblia.
En la liturgia de esta fiesta de Corpus hay dos palabras que están presentes en todas las lecturas y en buena parte del oracional: sangre y alianza. Su cercanía confirma lo dicho hasta aquí.
C:\Users\FRANSESC\Desktop\Wexodus-dioses-y-reyes-cartel-8.jpgLa sangre era usada en el Antiguo Testamento para sancionar el pacto de amistad entre Dios y el pueblo de Israel. Sangre de cabras y terneros, sangre de toros…El pueblo que participaba de la alianza era rociado con sangre como signo de santificación y de purificación. La sangre servía como tinta: los que eran marcados con ella se convertían en aliados de Dios, siempre bajo la condición de observar sus mandatos.
Los que hayan visto la última película de Ridley Scott, titulada “Éxodus. Dioses y Reyes” quizás recordarán la escena en la que los hebreos, la noche antes de partir de Egipto, sumergen trapos en cubos llenos de sangre con los cuales empapan los dinteles de las puertas de sus casas. Una escena impresionante. Las entradas de las casas inundadas de sangre. Moisés les había garantizado una cosa: aquella sangre protegería a los primogénitos de los israelitas de la muerte. En aquella noche la sangre del cordero salva la vida de los israelitas.
La Escritura describe muchas alianzas de Dios con el hombre, que repetidas veces ofrece a los hombres su alianza por medio de los profetas enseñándoles a esperar en la salvación. Pero hay un problema: los hombres continuamente trasgreden las varias alianzas que Dios hace con ellos. Sería como si dos estados hicieran un pacto comercial, con ciertas cláusulas y, después de rubricarla, uno de ellos empezase a comportarse como un enemigo en vez de como un aliado.
C:\Users\FRANSESC\Desktop\UltimaCena.jpg
En la Ultima Cena, Jesús ha instituido una alianza que es nueva y eterna: es la última. No habrá otras. Aquella es la definitiva y final a la que jamás Él renunciará, que nunca se cancelada por Él.  Es una alianza blindada.
Esta alianza nueva, definitiva, final e indisoluble, Dios la ha querido firmar con la sangre de su Hijo, que ha dado su vida “obteniendo así una redención eterna y purificando nuestra conciencia de las obras de la muerte, para que sirvamos al Dios viviente”.
Los efectos de este pacto definitivo son dos, ambos maravillosos:
  1. Jesús desde ahora y para siempre es el Mediador de una Nueva Alianza
  2. Siendo su muerte en rescate por las trasgresiones cometidas bajo la primera alianza, aquellos que han sido llamados reciben la herencia eterna que les había sido prometida.
C:\Users\FRANSESC\Desktop\CATHOLICVS - La Santa Misa en el Arte (XXII) - The Holy Mass in the Art (XXII).jpg
Misa de S. Ignacio en Manresa
La Iglesia desde hace 2000 años obedece, repitiendo sus mismos gestos y sus idénticas palabras, en la celebración de la Santa Misa del memorial de su Pasión. Cada vez que los sacerdotes lo hacen en su memoria, el Mediador viene entre nosotros, vivo y real, y nosotros recibimos la herencia eterna.
La solemnidad de Corpus que hoy celebramos sirve para recordar al pueblo de Dios que en aquel trocito de pan y en aquel vino del cáliz, están el Cuerpo y la Sangre de Jesús, el Hijo de Dios, que se ha entregado por nosotros para darnos la herencia eterna.
En este día, en muchos países del mundo, el Santísimo Sacramento, será llevado en procesión por las calles de las ciudades y pueblos, y la gente preparará alfombras de flores y guirnaldas para demostrar que cree en esta presencia real, misteriosa pero eficaz, de Jesús en la Eucaristía. Jesús está presente realmente con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, en el Santísimo Sacramento Eucarístico. 
Hoy nos arrodillamos ante esta presencia que construye a la Iglesia y celebramos la nueva y eterna alianza, no rociándonos con  sangre y mucho menos empapando los dinteles de nuestras casas con ella. Sino alimentándonos con el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Por ello, queremos repetir con la Iglesia entera y con Santo Tomás de Aquino, una oración antigua y admirable, el Lauda Sion, considerado con el culmen de la poesía religiosa de todos los tiempos, por su profundidad doctrinal y sabiduría estética.
Bone pastor panis vere, Jesu nostri miserére: tu nos pasce, nos tuére: tu nos bona fac vidére in terra vivéntium.
¡Oh Buen Pastor, Pan verdadero, oh Jesús nuestro, ten misericordia de nosotros!: ¡apaciéntanos y cuídanos; y haznos contemplar los bienes verdaderos en la tierra de los vivientes!
Fr. Tomás M. Sanguinetti

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7 comentarios

  1. La Eucaristía estaba ya en cierto modo prefigurada en el Génesis, en la creación del ser humano como varón y mujer a imagen de Dios. El cuerpo del primer Adán y de la primera Eva, en aquel estado de santidad en que les hacía existir la gracia de la creación, fueron en el mundo los primeros signos y sacramentos del don total del Dios Esposo a la humanidad esposa. En ellos estaba ya esbozado ese don esponsal pleno y definitivo que había de realizarse en Cristo y prolongarse en la Iglesia y en la Eucaristía. De aquella primigenia Sacramentalidad del cuerpo humano, tal como queda revelada en el “principio”, arranca la Sacramentalidad del cuerpo masculino de Cristo en la encarnación, la Sacramentalidad de su cuerpo glorioso, la Sacramentalidad de su cuerpo eucarístico y la Sacramentalidad de su cuerpo místico que es la Iglesia.

    Por eso en la Eucaristía hacemos memorial del misterio de la creación del hombre, varón y mujer, al tiempo que celebramos nuestra re-creación en Cristo. Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz participamos de la esponsalidad de Cristo y de la Iglesia, y, a la vez, la expresamos un poco más, a través de nuestra específica diversidad, es decir en la masculinidad y en la feminidad propias de nuestro cuerpo.

    “Teología del Cuerpo y Eucaristía”. Carmen Álvarez Alonso. Publicaciones San Dámaso, Madrid 2011.

    https://youtu.be/r3H5f7oePQE

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  2. Muchas gracias Fray Tomás por esa Glosa de la solemnidad del Corpus Christi, que viene celebrándose en Barcelona desde 1319 o 1320, según las fuentes consultadas.

    Actualmente en la Sagrada Eucaristía se más como símbolo que como el CUERPO Y SANGRE DEL SEÑOR, conviene recodar el principio de la Enciclica MYSTERIUM FIDEI, del Beato Pablo VI, SOBRE LA DOCTRINA Y CULTO DE LA SAGRADA EUCARISTÍA

    EL MISTERIO DE FE, es decir, el inefable don de la Eucaristía, que la Iglesia católica ha recibido de Cristo, su Esposo, como prenda de su inmenso amor, lo ha guardado siempre religiosamente como el tesoro más precioso, y el Concilio Ecuménico Vaticano II le ha tributado una nueva y solemnísima profesión de fe y culto.

    En efecto, los Padres del Concilio, al tratar de restaurar la Sagrada Liturgia, con su pastoral solicitud en favor de la Iglesia universal, de nada se han preocupado tanto como de exhortar a los fieles a que con entera fe y suma piedad participen activamente en la celebración de este sacrosanto misterio, ofreciéndolo, juntamente con el sacerdote, como sacrificio a Dios por la salvación propia y de todo el mundo y nutriéndose de él como alimento espiritual.

    Porque si la Sagrada Liturgia ocupa el primer puesto en la vida de la Iglesia, el Misterio Eucarístico es como el corazón y el centro de la Sagrada Liturgia, por ser la fuente de la vida que nos purifica y nos fortalece de modo que vivamos no ya para nosotros, sino para Dios, y nos unamos entre nosotros mismos con el estrechísimo vínculo de la caridad.

    Y para resaltar con evidencia la íntima conexión entre la fe y la piedad, los Padres del Concilio, confirmando la doctrina que la Iglesia siempre ha sostenido y enseñado y el Concilio de Trento definió solemnemente juzgaron que era oportuno anteponer, al tratar del sacrosanto Misterio de la Eucaristía, esta síntesis de verdades:

    "Nuestro Salvador, en la Ultima Cena, la noche en que él era traicionado, instituyó el sacrificio eucarístico de su cuerpo y sangre, con el cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrifico de la cruz y a confiar así a su Esposa, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección: sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad, banquete pascual, en el cual se come a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria venidera".

    Con estas palabras se enaltecen a un mismo tiempo el sacrificio, que pertenece a la esencia de la misa que se celebra cada día, y el sacramento, del que participan los fieles por la sagrada comunión, comiendo la carne y bebiendo la sangre de Cristo, recibiendo la gracia, que es anticipación de la vida eterna y la medicina de la inmortalidad, conforme a las palabras del Señor: "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo le resucitaré en el último día".

    Así, pues, de la restauración de la sagrada liturgia Nos esperamos firmemente que brotarán copiosos frutos de piedad eucarística, para que la santa Iglesia, levantando esta saludable enseña de piedad, avance cada día más hacia la perfecta unidad e invite a todos cuantos se glorían del nombre cristiano a la unidad de la fe y de la caridad, atrayéndolos suavemente bajo la acción de la divina gracia.

    Nos parece ya entrever estos frutos y como gustar ya sus primicias en la alegría manifiesta y en la prontitud de ánimo con que los hijos de la Iglesia católica han acogido la Constitución de la sagrada liturgia restaurada; y asimismo en muchas y bien escritas publicaciones destinadas a investigar con mayor profundidad y a conocer con mayor fruto la doctrina sobre la santísima Eucaristía, especialmente en lo referente a su conexión con el misterio de la Iglesia.

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  3. Himno del XXXV Congreso Eucarístico Internacional celebrado en Barcelona en 1952.

    https://youtu.be/pHdRmkwiS5c

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    1. Si Sra. Laura, el Himno del Congreso Eucarístico de Barcelona, "DE RODILLAS SEÑOR ANTE EL SAGRARIO" de José Mª Pemán tiene una letra preciosa, pero no se porque razón, no se ha hecho tan popular.

      En cambio el del Congreso Eucarístico de Madrid de 1911 el "CANTEMOS AL AMOR DE LOS AMORES", o sea que hace 104 años, prácticamente se sigue cantado en casi todas las Exposiciones del Santísimo y seguida por la mayoría de fieles.

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    2. Gracias por compartir este himno. No lo conocía. Probablemente, aunque su letra sea buena, la melodía sea menos pegadiza que la de "Cantemos al Amor de los amores", que todos conocemos.

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  4. en estos momentos de abatimiento del sentimiento español, podemos volver la vista atrás a la historia y recordar los mártires que han llevado el cuerpo de Cristo por todo el mundo. Gracias a la predicación de españoles la semilla de Cristo está por todas partes. A ver si conseguimos que vuelva a fructificar (copiosamente, como dice esta página) también en nuestra patria.

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