OBRAS SON AMORES Y NO BUENAS RAZONES
Tendemos a pensar que el Señor usaba las parábolas para simplificar su mensaje: para que la gente sencilla le entendiese. Pero una lectura un poco atenta desmiente esta idea. De hecho a veces, más que simplificar el mensaje, Jesús parece complicarlo. ¿Quién no se ha quedado perplejo al leer por vez primera la parábola del propietario de la viña que paga de la misma manera a quien ha trabajado una hora que a quien ha trabajado diez? Además, en muchas ocasiones, aunque no es el caso de hoy, el relato va dirigido no a gente pobre y sin instrucción, sino a los jefes de los sacerdotes y a los sabios entre el pueblo. Sólo leyendo con atención estas parábolas y casi siempre iluminándolas con la luz de la entera historia de Jesús en el Evangelio, es como descubrimos por qué el Señor eligió hablarnos de esa forma.
Cuando el Señor comienza el relato de la parábola de hoy, se encuentra en el Templo, el día después que hubiese echado a todos los que allí compraban y vendían. Los jefes religiosos le han preguntado con qué autoridad había actuado de aquel modo, y Él había contestado preguntándoles el origen del bautismo de Juan. Y de la misma manera que los jefes no habían querido decantarse, Jesús tampoco les había respondido. Y cuenta esta parábola en forma de respuesta indirecta. Ésta es muy breve y sencilla. Un padre pide a sus dos hijos que vayan a trabajar a su viña: el primero responde que sí y no va; el segundo responde que no; pero luego, arrepentido, va. Terminada la parábola, Jesús plantea una pregunta a sus interlocutores: ¿Quién ha cumplido la voluntad del padre? Ellos contestan correctamente, lo que permite a Jesús ligar la parábola con la historia, haciendo una afirmación que realmente debía resultar escandalosa: los pecadores entrarán en el Reino de Dios antes que los jefes religiosos. Jesús lo afirma en base a la respuesta que le han dado sobre la predicación de Juan Bautista, que había invitado a la conversión como modo de preparar la llegada del Mesías. Habían creído en Él, cambiando su vida, personas como los publicanos y las prostitutas, alejadas del buen comportamiento pedido por Dios en el Antiguo Testamento, mientras lo han desoído los jefes y senadores del pueblo.
Éste es un mensaje de los que contiene la parábola de la liturgia de hoy para nosotros los discípulos de hoy en día: no se sigue a Jesús con las palabras (ni siquiera las buenas palabras), sino viviendo de la manera en que Él nos ha enseñado. Durante la Última Cena, en el evangelio de Juan, tras habernos dado el mandato-ejemplo del servicio fraterno, dice: sabiendo estas cosas seréis felices si las ponéis en práctica. Saber es un primer paso necesario; pero es el hacer, lo que lleva a la felicidad.
Leyendo el inicio de la parábola: “un padre tenía dos hijos” nos viene a la mente otra parábola del Señor, transmitida por San Lucas, la del Padre misericordioso, el mismo que acoge junto a sí a los hijos que estaban lejos y que después se convirtieron y volvieron a Dios. Es ésta la misericordia que nos espera a cada uno de nosotros, que tantas veces nos perdemos en palabras: es con las obras como hemos de manifestar nuestro real compromiso de seguir al Señor.
De la misma manera no es con las palabras como se manifiesta la humildad, sino con la actitud: tal como aparece en la parábola de los invitados de Lucas 14,1-11 (perícopa del evangelio en la forma extraordinaria). Es colocándose entre los últimos que uno es ensalzado; mientras los que se colocan entre los primeros, serán humillados. Fides sine opéribus mortua est.
Hechos, hechos, hechos, frente a parole, parole, parole. Vivir en cristiano, desde que amanece hasta que nos vence el sueño. La clerecía de estas tierras, de Sistach a Novell, pasando por Vives o Soler y Pardo, les ha dado por vivir "en catalá" como modo supremo de presentarse a los fieles. Las parábolas nos enseñan, por contra, a vivir en verdad, que esa la expresión máxima de la coherencia. Hoy nos hemos enterado de que aquel a quien Sistach puso de modelo político cristiano no sólo era un ladrón (no contribuir es robar al estado), sino que era un mentiroso compulsivoo. Tenía escrito en el portal de su fundación que era doctor en medicina. Licenciado sólo. ¿Por qué a todos los secesionistas les da por lo mismo, empezando nada menos que por el arzobispo Vives? Mienten. No andan en verdad.
ResponderEliminarCierto es que quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Todos pecamos de incoherencia. Pero cuando se juega con fuego, como lo hace cierto estamento clerical y religioso de Cataluña, importa develar hasta qué punto han abdicado el vivir en cristiano (en verdad) en aras de un perverso vivir en el odio y la división, en la mentira. Por eso una de las frases más emocionantes del evangelio, al menos para mí, es la definición que hace Cristo de Bartolomé: "he aquí un hombre sin doblez ni mentira". Gracias, fray Tomás, una vez más, por permitir adentrarnos en las lecturas del domingo.
Gracias Fray Tomás, por su Glosa dominical de hoy.
ResponderEliminarPara “entender” a Jesús, solo cuenta la fe y el abandono en Dios. Solo la fe descubre que en la cruz está la victoria. Aquellos discípulos que no entendían el lenguaje, tras la muerte de Jesús, dieron su vida por él, entre persecuciones y tormentos. El seguidor de Jesús, medianamente coherente, pasa por la cruz. Es que el mandamiento primero es el amor, y el amor siempre lleva aparejado el dolor, el sacrificio por los otros. Hoy tenemos, como expresión clara, tantos cristianos perseguidos; por ejemplo, en el próximo y medio oriente; y qué valientes responden, cuando llega la cruz. En Occidente, ¿entendemos este lenguaje? Junto a cristianos que responden, como los apóstoles, “te seguiré a dondequiera que vayas”, otros creyentes tienen miedo a seguir a Cristo con todas las consecuencias. Tenemos miedo a “ser diferentes”, a ser otra cosa en el mundo, a anunciar los valores evangélicos, que no son los mundanos. Podemos decir sí o decir no; pero seguir a Jesús es seguir al Crucificado.