FLAQUEZA Y PASADO NO CUENTAN, CUENTA LA FE EN ÉL
Hoy la Iglesia coloca juntos, en una única fiesta, a los dos mayores personajes del cristianismo naciente, los santos Pedro y Pablo, ambos de estirpe judía: hebreos, pues, como Jesús.
Simón, apodado Cefas (Pedro) por Jesús, cabeza de los apóstoles, sobre él se edificará la Iglesia. Si releyésemos todos los pasajes evangélicos que hacen referencia a él, descubriríamos un personaje fogoso, sincero, espontáneo, capaz de grandes arrebatos de amistad, pero también un hombre débil. Todos recordamos cómo en aquella noche en que fue arrestado el Señor, Pedro lo negó tres veces. Podríamos resumir su vida con una frase-mensaje: “tu debilidad no importa”.
Pablo, primero fariseo y perseguidor de la Iglesia naciente; más tarde, tras el misterioso encuentro con Cristo en el camino de Damasco, misionero y fundador de decenas de comunidades cristianas en el mundo griego; el primero que tuvo la valentía de proclamar que para obtener el perdón y la salvación de Dios no es necesario convertirse en un buen hebreo, con la circuncisión y las prácticas judías, sino que para su justificación, para volverlo justo a los ojos de Dios, al hombre le basta su fe en Jesucristo muerto y resucitado. Podríamos resumir su vida con una frase-mensaje: “Tu pasado no cuenta”.Frente a la vida de estos dos santos, podemos tocar con la mano que en la vida cristiana no importa la flaqueza del hombre, su incapacidad para hacer algo bueno; ni siquiera cuenta el pasado con su carga de todo lo malo llevado a cabo. Lo que cuenta es la confesión de la fe, el profesar como hace Pedro frente a Jesús: “Tú eres el Cristo, el hijo del Dios vivo”. Apenas lo hacemos y confesamos con convicción a Jesús como el Cristo Salvador, descubrimos como Pedro la grandeza del proyecto de Dios sobre cada uno de nosotros: tú ahora eres “piedra”, estás seguro en Mí, sobre ti edifico la Iglesia, y a pesar de todo lo que pueda suceder, el mal no prevalecerá sobre ti.
Una confesión de fe muy parecida la encontramos en Pablo, que llega incluso a decir: “no soy yo quien vive en mí, sino que Cristo vive en mí. ¿Quién pues nos separará del amor de Cristo? ¿Acaso la tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, el peligro, la espada? En todas estas cosas salimos victoriosos por la fuerza de Aquel que nos ha amado”. No cuenta lo que has sido, no hay pecado tan grande que no pueda ser perdonado. El evangelio, la Buena Noticia, es que Dios nos ha amado primero; y mientras éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.
¿Por qué la tradición de la Iglesia desde la antigüedad coloca juntos a estos dos santos en una única solemnidad? Vista su importancia, ¿no era mejor prever dos fiestas diferentes durante el año, a fin de poder honrar convenientemente a cada uno de ellos por separado?
Seguramente el Espíritu Santo ha sugerido, en cambio, tener unidos a estos dos grandes personajes en una única fiesta, con la intención de presentar la unidad de la Iglesia: la unidad en la diversidad. Hoy es la fiesta de la diversidad que encuentra en Cristo el punto de convergencia y unidad.
Los dos se conocían, se encontraron diversas veces, dialogaron sin tener siempre la misma opinión: incluso se enfrentaron en torno a algunas cuestiones importantes y decisivas. En ningún momento dijeron “todo va bien” por no complicarse la vida. No, la Iglesia no necesita personajes hechos con un mismo molde, que piensen igual en todo; sino que necesita creyentes que sepan aportar sus dones a la evangelización, contribuyendo cada uno con la riqueza de su propia diversidad. Pero como Pedro y Pablo, es decisivo estar unidos en la misma fe y en el mismo amor fraterno, y estar preparados para dar testimonio hasta entregar la propia vida.
Fotografía antigua de las Aguas Salvias (izq). Tapiz con el Tiber y el Vaticano en la antigüedad (der) |
Hoy se nos dice pues: lo que cuenta no es tu debilidad, ni tu pasado, sino únicamente tu fe en Jesucristo, el Hijo del Dios vivo. Es la fe del corazón que profesamos en el Credo y nos esforzamos en vivirla cada día.
Fr. Tomás M. Sanguinetti
Muchas gracias, esta glosa dominical es una ayuda clara para los creyentes. Fray Tomás gracias de corazón.
ResponderEliminarGracias fray Tomás por esa Glosa de este domingo que celebramos la solemnidad de los Apóstoles Pedro y Pablo.
ResponderEliminarSolo puedo dar gracias a Dios por haber cimentado SU Iglesia, a la cual nos honramos de pertenecer, en una persona pecadora como nosotros y esa debilidad dejándose moldear por el Espíritu Santo, permite que hoy día podamos tener la misma FE, a pesar de nuestras propias debilidades.