Reflexión a modo de notas, hacia dónde nos orienta la liturgia del domingo.
A menudo en la vida todo depende de la voz que escuchamos. Al inicio de este camino de Cuaresma es importante recordarlo. El miércoles fuimos hacia el altar con la cabeza inclinada para expresar, también con el cuerpo, nuestra voluntad de humillarnos ante Dios, para iniciar un camino de verdadera conversión que nos lleve a la noche de Pascua preparados para acoger el regalo inmenso de la Redención. Éste es el sentido de la ruta cuaresmal: iluminar nuestra manera de caminar, a veces cojeando o por senderos peligrosos, dar un nombre a nuestra fragilidad, que a veces desemboca en verdadero y propio pecado, para ponerla bajo la cruz de Jesús y ser lavada y sanada por su Sangre, expresión inequívoca de su Amor por nosotros.
¡ÉSTE ES EL MOMENTO PROPICIO DE DIOS!
Duccio di Buoninsegna: Las tentaciones |
Si la Cuaresma es un camino, éste prevé un recorrido, de manera que no se convierta en un vagabundear. Además necesita una meta, para que pueda convertirse en una verdadera y auténtica peregrinación. A partir de esta mirada intentemos mirar la liturgia de este primer domingo cuaresmal para acoger dentro de nosotros la provocación de la Palabra, las indicaciones de recorrido necesarias para alcanzar la meta. Dando por descontado el hecho de que la meta está clara, y que es el don concedido en gracia por Jesucristo, es decir “la justificación que da vida”. (Rom. 5,18)
En lo que se refiere al recorrido, cada uno de nosotros, como ser único e irrepetible, tiene el propio. Cada uno de nosotros tenemos el reto de comprender a la luz de la Palabra cuál es su camino para llegar a la Pascua con Jesús. ¿Cómo? Se trata de seguir una voz que desde dentro nos guía a la salvación. El problema es que frecuentemente dentro de nosotros son diversas las voces que nos reclaman escucha y atención y corremos el riesgo de ser engañados. El evangelio de hoy (Mateo 4,1-11) nos ayuda a distinguir la única voz, la del Señor, de tantas voces que provienen del enemigo de nuestra salvación. Atención: la gracia no nos libra de estos ataques, de los que ni siquiera Jesús estuvo exento. El tentador prueba con todos.
Bajorrelieve en el Duomo de Piacenza |
Tres veces el diablo habla a Jesús agotando toda especie de tentación. Es decir en estos tres ataques podemos encontrar todo posible ataque dirigido a nosotros: por eso es importante comprenderlos bien y prestar atención. Y ponerlos en correlación con los tres pilares que la Iglesia recomienda para el camino cuaresmal: ayuno, oración y limosna.
El diablo tienta a Jesús respecto al ayuno proponiéndole un remedio al hambre: “Tú que puedes, haz un milagro…transforma las piedras en pan” No por casualidad el Señor más tarde hará un milagro de este género: procurará pan a los que no tienen pero no para satisfacer su propia hambre. Atención pues a los atajos: la prueba pone en juego la firmeza de nuestra voluntad y nuestra determinación.
El diablo tienta también a Jesús con respecto a la oración sugiriéndole el desafío a Dios Padre con una pretensión absurda: “Tírate del alero del templo y espera a ser salvado”. Atención a lo que pedimos en la oración en este tiempo en el que la Iglesia nos pide rezar más. ¿Por qué y por quién rezamos? Que nuestra plegaria no sea un poner a prueba a Dios queriendo verificar si Dios nos escucha nuestras peticiones a veces tan inmaduras y egocéntricas. Ya el apóstol Santiago nos dice: “Pedís y no obtenéis porque pedís mal, para satisfacer vuestras pasiones” (Sant. 4,3) La oración ha de ser un salir de nosotros mismos, con humildad y simplicidad para ponernos delante de Dios con confianza, para restaurar una relación a veces fracturada, para reencontrar nuestras raíces de fe.
Finalmente el diablo tienta a Jesús en referencia al poder terrenal: “Adórame y serás rico”. Atención a nuestro deseo de poseer, de acumular, de tener poder. Nadie puede servir a dos señores oíamos. Éste es el sentido de la limosna: despojarnos, desnudarnos, abandonar lo superfluo de la vida para decirle a Dios: quiero que seas el único Señor de mi vida, el resto no me sirve, no me interesa, quiero que no me interese… Complementado este sentido con el del más sincero amor al prójimo: el que nace de la voluntad de estar a su lado cuando sufre (com-padecer) y ayudarle. Es la eleemosyne de los griegos, la misma que nombramos en el kyrie eleeson: Señor, ten piedad, ten compasión. Una de las formas de esta piedad es su conversión en lo que llamamos “limosna”.
Resumiendo: en el itinerario cuaresmal será necesario prestar atención a los cruces de caminos. Vendrán momentos en los que oiremos dos voces que nos llamarán hacia dos direcciones muy diversas y es entonces cuando hemos de discernir la llamada. Una voz nos llamará a encerrarnos en nosotros mismos, a replegarnos ante nuestras necesidades, ante nuestros miedos, ante nuestras pasiones. Otra voz, la de Dios, nos pedirá levantar la mirada hacia Él y alargarla hacia los hermanos: nos enseñará la misericordia, la caridad, la sobriedad, la humildad. ¡Pero ojo avizor! Esto contiene una paradoja: la voz del enemigo intentará desviarnos, ya que nos revelará nuestros puntos débiles, nuestros talones de Aquiles, nuestro rostro más necesitado de redención y salvación. Así aprenderemos qué es lo que debemos poner bajo la Cruz del Señor para que sea revestido de misericordia. Porque “sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, de los que han sido llamados de acuerdo con su plan” (Rom. 8,28) Éste es el momento propicio de Dios: hoy es el día de la salvación (II Cor. 6,2)
Fr. Tomás María Sanguinetti
Fr. Tomás María Sanguinetti
Fray Tomás, agradecido por esta glosa dominical, que muy bien podría ser la homilia mañana.
ResponderEliminarSENTIDO DEL CAMINO CUARESMAL
Es más bien un tiempo de preparación, y un tiempo "fuerte", en cuanto prepara para un tiempo "más fuerte" aún, que es la Pascua. El tiempo de Cuaresma como preparación a la Pascua se basa en dos pilares: por una parte, la contemplación de la Pascua de Jesús; y por otra parte, la participación personal en la Pascua del Señor a través de la penitencia y de la celebración o preparación de los Sacramentos Pascuales, Bautismo, Confirmación, Reconciliación, Eucaristía-, con los que incorporamos nuestra vida a la Pascua del Señor Jesús.
Incorporarnos al "misterio pascual" de Cristo supone participar en el misterio de su muerte y resurrección. No olvidemos que el Bautismo nos configura con la muerte y resurrección del Señor. La Cuaresma busca que esa dinámica bautismal (muerte para la vida) sea vivida más profundamente. Se trata entonces de morir a nuestro pecado para resucitar con Cristo a la verdadera vida: "Yo les aseguro que si el grano de trigo.muere dará mucho fruto" (Jn 20,24).
A estos dos aspectos hay que añadir finalmente otro matiz más eclesial: la Cuaresma es tiempo apropiado para cuidar la catequesis y oración de los niños y jóvenes que se preparan a la Confirmación y a la Primera Comunión; y para que toda la Iglesia ore por la conversión de los pecadores.
Yo creo que de las tres tentaciones, aquella en que el diablo ha derrotado de más mala manera a la Iglesia, es la tentación del poder. Y obviamente, cuanto más arriba, más poder. La iglesia funciona demasiado desde el poder (desde sus parcelas específicas de poder). ¡Cuántos cargos, carguillos y carguetes hay en la Iglesia! Parece un partido político. A la gente le gustan los cargos y se la premia con ellos. Pienso en la infinidad de cargos diocesanos (que vista la realidad, diría que son como aquellos conjuntos vacíos que se enseñaron un tiempo en matemáticas); cargos que en muchísimos casos no son más que premios a la fidelidad (no a Dios, no a la Iglesia, sino al que da el cargo); pienso en los últimos cardenales nombrados por el Papa: algunos (como tantísimo cargo en el Vaticano) puramente de escalafón, promocionales. Es una tremenda y pesadísima estructura de poder que le resta agilidad, proximidad y caridad a la Iglesia: y sobre todo a tantos clérigos que llevan la pesada carga de su cargo. Algunos, hasta sucumben a ella, hasta el punto que de ellos no queda más que la carga del cargo.
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