Arco triunfal de Santa María la Mayor |
El impulso unánime de admiración y piedad hacia María por parte de los personajes más ilustres de los que se enorgullecía la Iglesia de los siglos IV y V, junto a ser el más firme baluarte contra la herejía de Nestorio que impugnaba su divina Maternidad, sirvió para dar un nuevo y vigoroso empuje al desarrollo del culto mariano.
Una primera consecuencia fue que las iglesias dedicadas a la Virgen se multiplicaron. En Roma el más antiguo santuario en honor de María debió levantarse en la zona trasteverina, en Santa María in Trastevere, donde se concentraba prevalentemente la población oriental. En Oriente es famosa la iglesia que recuerda las actas del concilio de Éfeso (431) en el que los Padres definieron la divina maternidad de María frente a Nestorio. El glorioso acontecimiento fue conmemorado por el papa Sixto III (432-440) que consagró a María la basílica Liberiana por él reconstruida sobre el monte Esquilino, ilustrando en los mosaicos del arco triunfal las principales escenas de la infancia de Jesús, pero siempre en relación con María.
En Palestina, bajo el obispo Juvenal (425-458) la esposa de un alto funcionario romano erigió a la Virgen Madre una magnífica iglesia en la ruta que va de Jerusalén a Belén. Otras fueron erigidas por la emperatriz Pulqueria (+453) en Constantinopla, por Juan Silenciario en Nicópolis en le región griega de Épiro, por Sabas en Palestina, por el emperador Zenón en el monte Garizim y en Cysico, ciudad de la Propóntide en el mar de Mármara. Lo mismo hizo el emperador Justiniano, que se significó entre todos los emperadores por su celo en levantar iglesias y santuarios en honor a la Virgen pues sostenía que eran más útiles que todas las fortalezas y castillos para defender al Imperio de la furia de los bárbaros.
Después del siglo V las iglesias marianas se extienden también por el Occidente latino. La Galia y la Baja Alemania cuentan entre estas muchas de sus más insignes catedrales. En España, Jerez y Toledo aún conservan lápidas conmemorativas de la dedicación de una “ecclesia sanctae Mariae” celebradas en los años 556 y 587 respectivamente. En lo que a Italia se refiere, debieron ser muy numerosas puesto que San Gregorio Magno da fe de su existencia en ciudades con escasa importancia como Ferentino y Valeria.
Junto a la erección de iglesias se introdujo el uso litúrgico de las imágenes de María. La más antigua de las que se tiene noticia es la que la emperatriz Eudoxia mandó desde Jerusalén a Constantinopla a su cuñada Pulqueria (451). Era atribuida a San Lucas y representaba a la Virgen con el Niño en brazos, mostrándonos el Camino (Odighitria)
Maria Odighitria y Maria Nicopeia en Venecia |
En esa época, en pleno apogeo del arte bizantino, los iconos marinos se convirtieron en uno de los temas favoritos de los artistas y un elemento común del ajuar doméstico. Todos los fieles los tenían en sus casas, los monjes en sus celdas, los anacoretas les encendían lámparas, hasta los había en las cárceles, para consuelo de aquellos infelices. Una bandera con la efigie de María ondeaba en el mástil del barco que condujo a Heraclio ante Constantinopla para combatir a Focas en el año 610.
En Occidente la difusión de las imágenes de María no fue tan popular pero fue expandiéndose al tiempo que las iglesias mostraban frescos y mosaicos con escenas de la vida de la Virgen. Los arcosolios en el cementerio de Santa Inés en Roma, o el de San Maximino en la Provenza, los mosaicos de Santa María la Mayor y la Theotokòs (Salus Populi Romani) venerada en la misma basílica, son buena muestra de ello.
Del mismo siglo VI es el ábside del Duomo de Parenzo en Istria (Poreç-Croacia) y la Madonna Orante de la Capilla Arzobispal de Ravenna.
Salus Populi Romani, Madonna de Ravenna y Duomo de Parenzo en Istria |
De los sentimientos de verdadero culto y piedad filial que estas imágenes pudieran despertar en el corazón de los fieles podemos dar muestra recogiendo lo que se dice en una carta atribuida al papa Gregorio II (715-731): “Ante una imagen del Señor decimos : Señor Jesús, date prisa en socorrernos y sálvanos, mientras que ante una imagen de su santa Madre decimos: Santa María Madre de Dios, intercede por nosotros ante tu Hijo, para que lleve nuestras almas a la salvación.”
Dom Gregori Maria
Dom Gregori Maria
Muchas gracias Dom Gregori Maria por este post (y por todos). Con sólida documentación y claridad diamantina nos hace entender que María pertenece desde muy pronto a la entraña doctrinal de la Iglesia. Uno se pregunta por qué saben tan poca mariología los obispos y los curas de estas tierras, ignorancia que explica su afán iconoclasta (no sólo de imágenes, sino también de devociones y otras expresiones religiosas) .
ResponderEliminarGracias Dom Gregori Maria, por esa bella e ilustrada historia del culto con que la Iglesia de Cristo viene venerando desde el principio del Cristianismo a la Virgen María.
ResponderEliminarLos católicos veneramos a Santa María, porque Ella es la mujer a quien Dios escogió para que fuera la Madre de Cristo. Es decir, María no es una persona cualquiera, es la Madre del mismo Dios. Recordemos el pasaje de la visitación:
"Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno. »" (Lc 1, 41-42)
Isabel llama a María "Bendita tú entre las mujeres", y la llama de este modo por inspiración del Espíritu Santo, del cual se llena luego de escuchar el saludo de María. Y la Virgen misma dice en los siguientes versículos:
"Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador, porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada." (Lc 1, 46-48)
María es bienaventurada por el hecho de haber sido escogida por Dios para llevar al Salvador en su seno, y por ello los católicos la hemos llamado así durante "todas las generaciones". El respeto y veneración que le profesamos los católicos a la Santísima Virgen tiene, por lo tanto, bases bíblicas sólidas.
Isabel, en el pasaje de la visitación, llama a María "La madre de mi Señor" (Lc 1, 43). Ciertamente, el Señor es Jesús, quien es Dios mismo. Si aceptamos que María es verdadera y real madre del Señor Jesús, entonces Ella es, por tanto, verdadera y real Madre de Dios, puesto que el Señor Jesús es Dios mismo. Pretender que María es madre "solamente" del cuerpo físico del Señor es absurdo. El Señor Jesús es una persona completa. Pretender separar su divinidad y su humanidad es absurdo, y es una herejía conocida como nestorianismo, que dice que hay dos personas separadas en Cristo encarnado: una divina (el hijo de Dios) y otra humana (el hijo de María). La herejía fue condenada y la doctrina aclarada en el Concilio de Éfeso en el año 431.
Lógicamente, la divinidad del Señor Jesús no proviene de María, pero no por esto ella deja de ser verdaderamente Su Madre. Lo mismo sucede con nosotros: el alma inmortal que cada uno de nosotros posee proviene directamente de Dios, pero eso no significa que mi madre no sea verdadera madre mía. Hay que recordar que fue voluntad del Señor el haberse encarnado en una mujer, y que esa Mujer fuese su Madre. Dios no necesitaba una Madre, pero quiso actuar así en su plan de Salvación, y por su Voluntad María fue elegida como Madre de Dios "porque ninguna cosa es imposible para Dios" (Lc 1, 37)
¿Hay algún ejemplo en el cual Santa María haya intercedido por alguien más en los Evangelios? La respuesta la encontramos en el pasaje de las bodas de Caná:
La intervención de Santa María en el primer milagro de su Hijo no es accidental. El pasaje de las bodas de Caná pone de relieve el papel cooperador de María en la misión del Señor Jesús.
Que la Virgen María, bajo la advocación del Pilar, cuya fiesta celebramos hoy, nos acoja bajo su manto e interceda ante su Hijo, Nuestro Señor, para nuestra salvación.
Muchas gracias, como siempre, por este artículo. Que la Santa Madre de Díos interceda por nosotros.
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