Capítulo 39: Las Témporas de Septiembre

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Sábado de Témporas en el Santuario
Sta. Fca. Javier Cabrini en Nueva York 2012
Como es bien sabido, primitivamente la liturgia de las témporas tenía un carácter netamente festivo. Era como una solemnidad de acción de gracias tras las cosechas de los frutos del verano. Al parecer estas fiestas campestres (Vinalia) nacieron en Roma – un pueblo que encuentra los recursos principales de su riqueza en la agricultura- y que desde Roma, ya cristianizadas y por voluntad de los papas, se extendieron por la Galia, Alemania y España. En Milán la observancia del ayuno durante las Témporas llegó en los tiempos de San Carlos Borromeo (s. XVI)

Más que en otras estaciones, la liturgia de esta semana ha conservado intacto su carácter festivo primitivo que tanto recuerdan aquellas fiestas campestres de la antigua Roma al finalizar la vendimia, tal como recuerda San León Magno “pro consummata perceptione ómnium frugum dignissime largitoriearum Deo continentia eoffertur libamen” (“es conveniente que después de haber gozado de la abundancia de la cosecha ofrezcamos al Señor como una santa libación de abstinencia” ) El concepto de preparación a la solemne colación de Ordenes Sagradas es sólo un añadido no primitivo, que remonta a los tiempos de Gelasio I.
Sarcófago y mosaico con escenas romanas de vendimia y prensado de uva
Es preceptivo que la estación del miércoles de estas témporas sea siempre en Santa María la Mayor, y las tres lecturas de la misa sean un resto de la antigua costumbre litúrgica romana, que evoca aquellos tiempos primitivos en que los apóstoles añadieron una tercera lectura sacada de los evangelios a las dos que los judíos hacían de la Ley y de los Profetas.

Desde el punto de vista teológico es muy importante que la antífona para la entrada del cortejo del celebrante esté tomada del salmo 80, ya que a pesar de que las témporas conserva intacto el recuerdo de las fiesta latina de la vendimia, quiere aparecer como continuación de las dos solemnidades judías de inicio del año y del día de la Expiación. De esta manera pueda presentar a la autoridad divina como fuente de donde se han originado las fiestas litúrgicas. Además del culto privado e individual mediante el cual toda criatura ofrece el homenaje de su propia adoración al Creador, Dios ha querido que la sociedad de los creyentes, precisamente porque es externa y visible, tenga ritos, fiestas colectivas, tanto para rendir el homenaje debido al Creador de manera colectiva, como para dotar al individuo en estos actos sociales, los medios para santificarse. El aislamiento es condenado: vaesoli(¡ay de los que están solos!) El hombre es naturalmente sociable ya que únicamente en sociedad puede alcanzar su perfeccionamiento natural. Por otra parte en el orden sobrenatural, el fiel es admitido en el orden sobrenatural a formar parte de una sociedad divina que es la Iglesia, ya que sólo gracias a ella podrá obtener los medios para su santificación personal. Evitemos perder de vista esta ley, exagerando nuestro individualismo, y de sacrificar el culto exterior, social y litúrgico por un excesivo amor a un culto interior y espiritual, exclusivamente personal. No somos el cuerpo de Cristo por entero, cada uno sólo somos un miembro. Para que la integridad de este Cuerpo Místico se realice es necesario que la totalidad de estos miembros no se separen ni de su Cabeza ni entre ellos.

Jesús ha querido darnos ejemplo de esta piedad que en nuestros días denominamos litúrgica y que deberíamos llamar escuetamente piedad cristiana en el sentido más perfecto del término. Primero en el seno de su Sagrada Familia, después junto a sus Apóstoles, Él tomaba participaba de las solemnidades litúrgicas de las sinagogas. En el tiempo prescrito subía al Templo para celebrar la Pascua, la fiesta de la Dedicación, la de los Tabernáculos… Su vida era una plegaria ininterrumpida ya que tras las noches consagradas a la oración, pasaba las jornadas en Jerusalén o en otros lugares, en el Templo y en las sinagogas, asistiendo puntualmente a la salmodia cotidiana y a los sacrificios que se celebraban.
Basílica de los Santos Apóstoles en Roma - Tumba Ap. Felipe y Santiago
La estación del viernes de Témporas tiene lugar en el Apostoleion romano, la basílica de los Santos Apóstoles: el motivo no es otro que el hecho de la institución de esta solemnidad hacia el siglo VI coincide con la fundación de esta Basílica durante el periodo bizantino y que adquirió una gran fama en Roma.

En el siglo III el miércoles y el viernes de estas témporas se celebraba una statio de ayuno prolongado hasta nona, hora en que se celebraba el Sacrificio Eucarístico que rompía el susodicho ayuno. Es posible que la extensión al sábado tenga algo que ver con la costumbre romana de ayunar tres días por semana. El papa Calixto mitigó el rigor de tales ayunos reduciéndolos sólo a los días de la cosecha y de la vendimia y prensado de la uva; de este modo fue desapareciendo con el tiempo la austera devoción de la edad apostólica. En los documentos litúrgicos romanos medievales encontramos numerosas huellas de esta tradicional santificación de los miércoles, viernes y sábados en los leccionarios de la misa que son reflejo de los antiguos Capitula de origen romano.

Cripta de los papas en el Cementerio de Calixto
Resaltemos finalmente la vigilia estacional en San Pedro del sábado de estas Témporas que conserva el último recuerdo de las antiguas vigilias que se celebraban cada domingo durante los tres primeros siglos. La costumbre remontaba a los tiempos apostólicos pero la última persecución de Diocleciano hizo imposible la observancia. Sixto II fue sorprendido mientras presidía una celebración vigiliar en una trichora del cementerio de Calixto, cuando fue sorprendido por los soldados del emperador Valeriano el 6 de agosto del año 258 y decapitado en ese lugar, el mismo día, juntamente con cuatro diáconos, y pagó así con su vida el acto de valentía. Es por esa razón que a inicios del siglo IV el antiguo rito vigiliar había desaparecido completamente en Roma. Sólo pervivieron en el uso común de aquellos tiempos, las vigilias de los santos apóstoles Pedro y Pablo, la de San Lorenzo, la de los santos Juan y Pablo y de algunos otros mártires, junto a las que seguían a los sábados de Témporas. Aún la misa de este día, con sus siete lecturas y el versículo In die clamavi et nocte del salmo del Ofertorio, conserva trazos de su primitivo carácter nocturno.

Dom Gregori Maria

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3 comentarios

  1. Las témporas, no son a primeros de octubre?

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  2. Dom Gregori Maria, agradecido por su articulo semanal, en que nos desgranando la rica historia de nuestra Iglesia Catòlica.

    TÉMPORAS DE ACCIÓN DE GRACIAS Y DE PETICIÓN

    SENTIDO DE LA CELEBRACIÓN

    San Jerónimo usa una curiosa paradoja cuando afirma que no es la fiesta la que crea la asamblea, sino que es la asamblea la que crea la fiesta:«Verse unos a otros es la fuente de un gozo mayor» (Comm. In epist. ad Gal., 1. 2, c.4; PL 26, 378).

    De hecho, los fieles se reúnen en asamblea sobre todo para celebrar en la alegría de la acción de gracias los acontecimientos del misterio de la salvación. También se reúnen para celebrar ritos o momentos de penitencia o de petición ante las diversas necesidades.

    Todos estos elementos han convergido desde los primeros siglos de la Iglesia en la institución de estos «tiempos» de celebración llamados las «cuatro témporas».

    El sentido penitencial lleva el ponerse de rodillas en humildad; el ayuno de los miércoles y viernes y después también del sábado; la limosna y las obras de caridad.

    El principio u origen de las cuatro témporas coincide con las cuatro estaciones solares del hemisferio Norte y se concreta

    en celebraciones en tres días de una misma semana: el miércoles, el viernes y el sábado. Así se determinó el sentido de las cuatro témporas: la primera en la semana tercera de Adviento (invierno); después de la primera de Cuaresma (primavera); después del domingo de Pentecostés (verano) y después del tercer domingo de septiembre (otoño). Es preciso que los fieles sean avisados con tiempo de tales celebraciones.

    La oración de las «rogativas» es una súplica de intercesión especialmente por las intenciones de interés local. Forma parte de la oración o diálogo entre Dios y su pueblo, y una expresión común es la letanía (Misal Dominicano, I, Edibesa, Madrid, 1993, pp. 1681‑1689).

    La bendición de Dios, que «desciende» hacia nosotros, que es por excelencia el mismo Cristo, exige la respuesta del hombre, que «asciende,> hacia Dios dándole gracias o diciendo bien de él (Gri 24, 26‑27; Jn 11, 41‑ Ef 1, 31).

    El trabajo humano tiene un valor individual, social y también sobrenatural, tal como lo ha descrito el Concilio Vaticano II: como colaboración a la obra creadora de Dios (Gn 1, 28); como perfección de la misma persona humana, como servicio al bien común y como actuación del proyecto de la redención (GS, nn. 34‑35). Cristo asume el trabajo humano como una realidad de entrega al Padre, hasta que Dios todo esté en todos (cf. lCo 15, 28).

    La práctica de las rogativas, procesiones y sobre todo la celebración de la Eucaristía por diversas necesidades de la comunidad y de la Iglesia puede y debe mantener actualmente su valor para diversas circunstancias.

    Así se celebra desde hace tiempo la semana de oración por la unidad de los cristianos (18‑25 de enero) y especialmente también la jornada nacional de acción de gracias al final de los trabajos agrícolas de la recolección y, después de las vacaciones, al emprender de nuevo el trabajo.

    La Iglesia quiere matizar estas circunstancias de la vida del hombre de hoy con su oración de bendición, acción de gracias e invocación al Señor. Pero también se debe subrayar que en sus perspectivas está la urgencia de la justicia social, el uso común de la tierra y la dignidad del trabajo humano.

    El origen de las «cuatro témporas» está unido a la cristianización del tiempo, en las cuatro estaciones solares, pero que actualmente puede aplicarse oportunamente en nuestras comunidades cristianas como momento de oración y de reflexión que pongan de relieve el misterio de Cristo en el tiempo.

    Para ello actualmente, y durante el tiempo ordinario, se podrán usar formularios específicos, o bien en la oración de los fieles o plegaria universal, o bien todo un formulario de las misas para diversas necesidades, como se ha establecido en la ordenación general del Misal romano (OGMR, 3.2 ed. típica, Roma, 2000, nn. 368‑378‑, en la anterior: nn. 326‑334).

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  3. Muy interesante y formativo, como siempre.

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