Capítulo 20: El día de Pascua

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Capilla con el icono de Cristo Akeropita (hoy en la Scala Santa)
La preminencia absoluta de la Pascua en relación con las otras fiestas cristianas, hizo que los Padres de la Iglesia la llamarán con las expresiones más entusiastas: dies magnus, festivitatum festivitas, dies dierum Regina, dies verus Dei, dies felicissimus (el gran día, la festividad de las festividades, jornada reina entre las jornadas, verdadero día de Dios, día felicísimo…)

La Pascua es el punto culminante de todo el ciclo cristiano, por eso la antigua disciplina litúrgica hizo de este día el gran día bautismal de toda la Iglesia. Mientras los neófitos renacían limpios del pecado, los fieles renovaban su espíritu devolviendo su espíritu místicamente a la gracia de su infancia cristiana. La fiesta de Pascua por eso estaba unida intrínsecamente a la liturgia bautismal. Sin esta, es imposible comprender los ritos y los textos litúrgicos de este tiempo.

La función bautismal de la noche de Pascua a finales del siglo IV acababa hacia el alba. Más tarde, disminuido el número de los bautizados y anticipados los ritos de la vigilia nocturna a la tarde del Sábado Santo, se concluía hacia medianoche. Al amanecer se celebraban en la iglesia las funciones de Jesús Resucitado. Los maitines de Pascua comenzaban con el ósculo de la paz entre los fieles, el saludo Deus in adjutorium, sólo el canto de tres salmos sin himno, según la antigua disciplina de la Iglesia Romana. En las iglesias fuera de la ciudad tenía lugar una procesión al Monumento para recoger la Cruz y la Eucaristía que habían sido reservadas (recordemos que no se comulgaba el Viernes Santo). El sacerdote después de haber mostrado la Hostia a los fieles, la llevaba al altar mayor mientras el coro cantaba, en memoria de la triunfal bajaba de Cristo al limbo, la antífona: “Cum Rex gloriae, Christus, infernum debellaturus intraret” (Cuando Cristo, el rey de la Gloria, entro en el infierno para vencerlo). Más tarde el Oficio se recargó y sólo la reforma del Breviario de San Pío X devolvió a la pureza original el Oficio pascual. 

En Roma, hacia el siglo XII, según una tradición antiquísima de los primeros siglos cristianos, el anuncio de la Resurrección lo hacía el Papa antes de trasladarse a Santa María la Mayor, iglesia estacional de Pascua, para cantar la Misa. La ceremonia tenía lugar en la Capilla de San Lorenzo del Letrán donde junto a la reliquia del Lignum Crucis se custodiaba el icono de Cristo Akeropita (imagen del Salvador). El pontífice, revestido de ornamentos pontificales, abría el tríptico con la Sagrada Imagen, besada tres veces los pies del Salvador, dando por tres veces el anuncio de la Resurrección: Surrexit Dominus de sepulcro, Alleluja!! (El Señor ha resucitado del sepulcro, Aleluya) , a la que todos respondían: Qui pro nobis pependit in ligno, Alleluja.(Que por nosotros colgó de la Cruz, Aleluya) Posteriormente todos pasaban a venerar la imagen y la Cruz esmaltada. Después se acercaban a recibir la paz del Papa que les saludaba diciendo: Realmente el Señor a Resucitado (Surrexit Dominus vere) respondiendo: Y se ha aparecido a Simón (Et apparuit Simoni) 

El Papa Francisco en su primera celebración de Pascua
Posteriormente el cortejo del Papa siguiendo vía Merulana se encaminaba a la basílica de Santa María la Mayor. Un notario, a medio camino, saludaba al Papa y le daba noticia de cuantos bautizados y bautizadas había habido en la noche pascual. A lo que el Papa respondía con un “Deo gratias”. 

Con el traslado de la sede a Aviñón, esta función desapareció para no volver ya jamás, y cuando los Pontífices regresaron, la estación pascual se trasfirió a la Basílica de San Pedro, más cercana a la nueva residencia pontificia. 

La actual Misa de Pascua no es primitiva. Originariamente la única misa oficial de la solemnidad era la celebrada en Letrán, que al anticiparse cada vez más a la tarde del sábado, cedió su lugar de preminencia a la que hoy es denominada del día de Pascua. Los textos son del Sacramentario Gregoriano y se inspiran en el misterio de la Resurrección. En esta misa tenía lugar la comunión general del precepto de Pascua. Y en el ofertorio se bendecían corderos, huevos y alimentos pascuales, después del riguroso ayuno cuaresmal. 

Hasta finales del siglo XIII estuvo en uso en Roma una singular celebración vespertina: hacia las tres todo el clero se reunía en la Basílica de Letrán, bajo la Cruz triunfal de la pérgola de la nave. La Schola entonaba el Kyrie y todo el cortejo se dirigía al Altar Mayor, se cantaban tres salmos, el Magnificat y una oración, y la procesión de dirigía al Baptisterio, con toda la gran fila de neófitos. Se deseaba, con esa visita al Baptisterio, recordar a los recién bautizados el lugar de su redención. Después la procesión continuaba hacia el Oratorio de la Cruz, donde les había sido conferido el signo durante la vigilia.

El clero pasaba a los comedores papales ( triclinium) para gustar tres tipos de vino: el Griego, el de Pactis y el de Procoma (según el lugar de procedencia de los caldos). Al final se cantaba un canto griego de alabanza a la Pascua con un brindis final por el Papa: ton Rómes Páppan, Xriste, fílaxon (Romae Papam, Christe, conserva!) 

Se concluía hacía el atardecer, cuando los cardenales se dirigían a sus Tituli (iglesias titulares)  y celebraban las Vísperas en sus sedes, y emulando la generosidad papal, invitaban al clero con el vino de sus dispensas. Santa alegría y libertad cristiana, connatural en un ambiente donde la fe era el ritmo de toda la vida social de los pueblos, donde la liturgia dictaba las normas y era al mismo tiempo la expresión de los gozos y tristezas de toda la familia cristiana. 

Dom Gregori Maria

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2 comentarios

  1. En relación con la antigua preeminencia de la pascua en la Iglesia ¿se sabe cuándo y por qué la navidad pasó a tener más importancia social que la pascua?

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  2. En verdad la Resurrección de Cristo es la clave de nuestra vida cristiana. Ya nos lo decía San Pablo "...si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra Fe"

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