Capítulo 15: La Notación Gregoriana (y II)

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Notación aquitana de puntos sobrepuestos
Si la introducción de la notación neumática, tal como aparece en los códices más antiguos, representaba un gran paso en el camino hacia la fijación de las melodías sacras y con ella, una mayor facilidad para los cantores de aprenderlas y ejecutarlas, aún no solucionaba el problema de una clara y exacta escritura musical. Los neumas dibujados sobre el texto litúrgico solo indicaban la línea melódica de un modo vago; mostraban si las notas del canto subían o bajaban, pero no indicaban con que preciso intervalo sucedía entre ellas. Cada signo representa un sonido o grupo de sonidos que han de articularse con un texto. Se trataba de una notación cuya finalidad era más la de indicar el carácter expresivo que la de señalar el tono de las notas, además los neumas iban escritos sin línea indicadora de altura (notación adiastemática). El cantor estaba obligado a saber la melodía de memoria y la notación del códice apenas le servía de simple apéndice mnemotécnico. Para determinar, de la mejor manera posible, el grado de cada una de las notas, se recurrió a varios medios que señalan otras tantas etapas hacia la definitiva notación diastemática.

Primeramente se comenzó con el sistema de Ubaldo (840-930), monje de la prestigiosa Abadia de Saint Amand de Tournai, la hoy ciudad francófona de Bélgica. El inventó el sistema de las líneas, escribiendo cada una de las sílabas de un texto entre varios espacios y según su altura melódica, señalando los intervalos con los signos S (semitono) y T (tono).

Pero tales dispositivos únicamente eran útiles para las melodías silábicas. Un sucesivo y mejor intento de resolver el problema fue realizado con las letras del alfabeto (notación alfabética) El sonido más grave de la escala (la menor) fue indicado con la A mayúscula, si menor con B y así hasta G (sol). Llegados al la medio, comenzaba una segunda escala indicada con una a minúscula y así sucesivamente. Las letras se escribían sobre el texto, solas o junto a los neumas. El precioso códice de Montpellier (siglo IX) pertenece a este segundo género.

Pero la escritura alfabética era demasiado poco intuitiva, de hecho generalmente no fue adoptada para el uso litúrgico, sino reservada a la schola; pareció más práctico el sistema de disponer los neumas a alturas diferentes según la diferencia de los intervalos musicales (notación aquitana de puntos sobrepuestos).


Notación a 2 líneas
de la escuela beneventana
A este fin, y para mantener mayor exactitud, el calígrafo trazaba una línea (casi siempre de color rojo) en torno a la cual escribía los neumas (notación distemática imperfecta). En el encabezamiento de la línea era señalada la letra correspondiente a la nota que tenía su lugar en la línea misma.

Sin embargo con este método los signos lejanos a la línea permanecían inciertos y el cantor tenía que calcular el valor. Se añadió pues una segunda línea que, determinando el lugar de la nota que dista una quinta de la primera línea, asegurase la lectura de esta nota y de las cercanas.

Desde la pauta musical de dos líneas a la de cuatro, para determinar siempre exactamente los sonidos intermedios, era breve el paso.

Gradual Aboense a 4 línea
Este fue obra de Guido de Arezzo, monje benedictino (+1050), que fue el primero que lo introdujo en la práctica coral (notación distemática perfecta), distinguiendo la línea de fa con el color minio y la de do (u) con el amarillo.

Guido d´Arezzo (995-+1050)

La introducción del tetragrama que fijaba con exactitud cada sonido y cada intervalo, revolucionó el estudio y la ejecución del canto sacro. No sospechando nadie la importancia y la fecundidad de la innovación.

La memoria, hasta entonces depositaria de la tradición musical, cedió este compito al pergamino y las funciones quironímicas (movimientos manuales) del maestro, basadas en el marcaje de los tiempos compuestos para dejar percibir con mayor claridad las pulsaciones del movimiento rítmico, pasaron a los cantores, que desde aquel momento fijaron su atención en el libro coral.

La tradición misma poseía un subsidio que le aseguraba ampliamente la comprensión de sus antigua melodías en su original pureza. Asimismo se consolidaron los principios de una mayor unidad. La escritura guidoniana, que pronto levantó muchas ampollas, no fue adoptada hasta pasado algún tiempo. No son raros los documentos de los siglos XII y XIII escritos aún con el método antiguo, sin líneas, o con dos o tres únicamente. No obstante, la escritura musical, encadenada a las líneas y a los espacios del tetragrama, comenzó a desarrollarse con formas sustancialmente idénticas, aunque ligada a la escritura propia de las varios pueblos y regiones donde se inculturaba.

Dom Gregori Maria

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