El feminismo radicalizado y el “Informe de la Fe” del cardenal Ratzinger (1985)

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Según el cardenal, la reflexión sobre la crisis de la moral se halla estrechamente vinculada al tema (hoy actualísimo en la Iglesia) de la mujer y su misión.

El documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe que ratificaba el “no” católico (compartido por todas las Iglesias de la ortodoxia oriental y, hasta tiempos muy recientes, por los anglicanos) al sacerdocio de la mujer, lleva al pie la firma del predecesor del cardenal Ratzinger. Este, sin embargo, contribuyó a su elaboración, y, a una pregunta mía concreta, lo define como «muy bien preparado, aunque, como todos los documentos oficiales, presenta una cierta sequedad y va directamente a las conclusiones sin poder dar razón, con la amplitud que sería necesaria, de todos los pasos que a ellas conducen».
A este documento remite el Prefecto para examinar de nuevo una cuestión a su juicio, ha sido con frecuencia mal planteada.

Hablando del tema de la mujer en general (y de su proyección en la Iglesia, en particular entre las religiosas) me parece advertir en él una singular amargura: «Es la mujer la que más duramente paga las consecuencias de la confusión, de la superficialidad de una cultura que es fruto de mentes masculinas, de ideologías machistas que engañan a la mujer y la desquician en lo más profundo, diciendo que en realidad quieren liberarla».
Dice a este propósito: «A primera vista, las instancias del feminismo radical a favor de una total equiparación entre el hombre y la mujer parecen nobilísimas y, en todo caso, absolutamente razonables.  Y parece lógico que esta defensa del derecho de la mujer a ingresar en todas las profesiones, sin excluir ninguna, se transforme en el interior de la Iglesia en una exigencia de acceso también al sacerdocio.  Esta exigencia de la ordenación, esta posibilidad de contar con sacerdotisas católicas parece a muchos no sólo justificada, sino también inocua: una simple e indispensable adecuación de la Iglesia a una situación social nueva con la que hay que contar».

Y entonces, pregunto, ¿por qué obstinarse en el rechazo?

«En realidad —responde— este tipo de “emancipación” de la mujer no es una novedad. Se olvida que en el mundo antiguo todas las religiones tenían también sacerdotisas. Todas, excepto una: la religión judía. El cristianismo, siguiendo también en esto el ejemplo “escandalosamente” original de Jesús, abre a las mujeres una nueva situación, y les ofrece un lugar que representa una verdadera novedad con relación al judaísmo. Pero de éste conserva el sacerdocio sólo masculino. Evidentemente, la intuición cristiana ha comprendido que no se trataba de una cuestión secundaria, y que defender la Escritura (la cual no conoce mujeres-sacerdotes ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento) significaba una vez más defender a la persona humana.  Comenzando, claro está, por la persona de sexo femenino».

Contra la "trivilización" de la sexualidad

La cosa, observo, no está del todo clara: queda por ver de qué modo la Biblia y la Tradición, que la ha interpretado, entienden “proteger” a la mujer excluyéndola del sacerdocio.

«Ciertamente —admite—. Pero entonces es preciso ir al fondo de la pretensión, que el feminismo radical recibe de la cultura ambiente, de “trivializar” el carácter específico de la sexualidad, haciendo intercambiable todo tipo de función entre hombre y mujer.  Al hablar de la crisis de la moral tradicional, hacía hincapié en que en la raíz de la crisis hay una serie de fatales rupturas: la ruptura, por ejemplo, entre sexualidad y procreación.  Despojado el vínculo que le une a la fecundidad, el sexo ya no aparece como una característica determinada, como una orientación radical y originaria de la persona. ¿Hombre? ¿Mujer? Para algunos se trata de preguntas ya “superadas”, carentes de sentido, si no racistas. La respuesta del conformismo corriente es previsible: “poco importa ser hombre o mujer; todos somos simplemente personas humanas”. Esto, en realidad, no deja de ser grave, por muy bello y generoso que parezca: significa que la sexualidad no se considera ya como enraizada en la antropología; significa que el sexo se mira como una simple función que puede intercambiarse a voluntad».

¿Y entonces?

«Entonces se deduce, con lógica coherencia, que todo el ser y el obrar de la persona humana se reducen a pura funcionalidad, a simple cumplimiento de un papel: por ejemplo, el papel de “consumidor” o el papel de “trabajador”, según los regímenes. En todo caso, se trata de algo que no se relaciona directamente con la diversidad sexual.  No es casualidad que, entre las campañas de “liberación” que se han llevado a cabo en estos años, se haya planteado la lucha por sacudiese la “esclavitud de la naturaleza”, reivindicando el derecho de ser hombre o mujer según el capricho de cada uno, por ejemplo por vía quirúrgica, y exigiendo que el Estado haga constar en el registro civil esta voluntad autónoma del individuo.  Y no es tampoco casualidad que las leyes se hayan adecuado con toda presteza a semejante reivindicación. Si todo se reduce a cumplir un “papel” y se ignora el específico carácter natural inscrito en lo profundo del ser, también la maternidad es una simple función casual: y, de hecho, ciertas reivindicaciones feministas consideran “injusto” que sea sólo la mujer la que tenga que parir y amamantar. Y la ciencia —no sólo la ley— tiende una mano: transformando un hombre en mujer y viceversa, como ya se ha visto; o separando la fecundidad de la sexualidad, con la finalidad de hacer procrear a capricho por medio de manipulaciones técnicas.  ¿No somos acaso todos iguales?  Entonces, si es necesario, se combate también contra la “desigualdad” de la naturaleza. Pero la naturaleza no se violenta, sin sufrir por ello las más devastadoras consecuencias. La sacrosanta igualdad entre hombre y mujer no excluye, sino que exige la diversidad».

En defensa de la naturaleza 

De este planteamiento general pasamos a lo que más nos interesa. ¿Qué ocurre cuando estas orientaciones penetran en la dimensión religiosa, cristiana?
«Ocurre que la posibilidad de intercambio entre los sexos, considerados como simples “funciones” determinadas más por la historia que por la naturaleza, es decir, la trivialización de lo masculino y de lo femenino, se extiende a la idea misma de Dios y desde allí se proyecta sobre toda la realidad religiosa».

Y, sin embargo, parece que un católico puede sostener (un Papa lo ha recordado recientemente) que Dios está más allá de las categorías de su creación; es decir, que es Madre tanto como Padre.

«En efecto —responde—.  Esto es perfectamente admisible si nos situamos en un punto de vista puramente filosófico, abstracto. Pero el cristianismo no es una especulación filosófica ni una construcción de nuestra mente. El cristianismo no es “nuestro”; es una revelación, un mensaje que nos ha sido confiado y que no podemos reconstruir a nuestro antojo. No estamos autorizados a transformar el Padre nuestro en una Madre nuestra: el simbolismo utilizado por Jesús es irreversible; se funda sobre la misma relación hombre-Dios que El ha venido a revelarnos. Con mayor razón, no nos es lícito sustituir a Cristo por otra figura. Pero lo que el feminismo radical —incluso aquel que se dice cristiano— no está dispuesto a aceptar es justamente esto: el carácter ejemplar, universal e inmodificable de la relación entre Cristo y el Padre».

Si son éstas las posiciones en litigio, observo, el diálogo parece imposible.

«Estoy convencido —dice— de que aquello hacia lo que apunta el feminismo en su forma radical no es ya el cristianismo que conocemos; es una religión distinta. Pero también estoy convencido (comenzamos a comprender las razones profundas de la posición bíblica) de que la Iglesia católica y las Iglesias orientales, al defender su fe y su concepto del sacerdocio, defienden en realidad tanto a los hombres como a las mujeres en su totalidad, en su irreversible distinción de sexos; por consiguiente, en su condición de seres irreducibles a simple función o papel que se desempeña».
«Por lo demás —continúa—, tiene también aquí plena validez lo que no me canso de repetir: para la Iglesia, el lenguaje de la naturaleza (en nuestro caso, dos sexos complementarios entre sí y a un tiempo netamente distintos) es también el lenguaje de la moral (hombre y mujer llamados a destinos igualmente nobles y eternos, pero no por ello menos diversos). En nombre de la naturaleza —a diferencia de la tradición protestante y, a su zaga, de la Ilustración, que desconfían de este concepto—, la Iglesia levanta la voz contra la tentación de preconstituir a la persona y su destino según meros proyectos humanos, de despojarla de su individualidad, y con ésta, de su dignidad. Respetar la biología es respetar al mismo Dios; es proteger a sus criaturas».

El feminismo radical, fruto también, según Ratzinger, «del Occidente opulento y de su establishment intelectual, anuncia una liberación, es decir, una salvación distinta, si no opuesta, a la cristiana». Y advierte: «Es deber de los hombres y sobre todo de las mujeres que experimentan los frutos de esta presunta salvación postcristiana interrogarse con realismo si ésta significa verdaderamente un aumento de felicidad, un mayor equilibrio y una síntesis vital más rica que la que se abandona, creyéndola ya superada».

Según esto, digo, a su juicio, las apariencias engañan: más que beneficiarias, las mujeres serían víctimas de la “revolución actual.

«Sí —repite—; es la mujer la que más paga. Maternidad y virginidad (los dos altísimos valores en los que la mujer realizaba su vocación más profunda) han venido a ser valores opuestos a los dominantes.  Pero la mujer, creadora por excelencia al dar la vida, no “produce” en sentido técnico, que es el único sentido que se tiene en cuenta en una sociedad entregada al culto de la eficacia, Y. por ello, más dominada que nunca por el hombre.  Se convence a la mujer de que se la quiere “liberar” y “emancipar”, induciéndole a masculinizarse y haciéndola así homogénea a la cultura de la producción, sometiéndola al control de la sociedad masculina de los técnicos, de los vendedores y de los políticos que buscan beneficio y poder, y todo lo organizan, todo lo venden y todo lo instrumentalizan para sus fines. Al afirmar que la diferencia sexual es en realidad secundaria (y, por lo tanto, negando el cuerpo mismo como encarnación del espíritu en un ser sexuado), se despoja a la mujer no sólo de la maternidad, sino también de la libre elección de la virginidad; y, sin embargo, así como el hombre no puede procrear, así tampoco puede ser virgen si no es “imitando” a la mujer. Ésta, también por este camino, tenía el valor altísimo de “signo” y de “ejemplo” para la otra parte de la humanidad».

El Directorio de Mayo Floreal
de Germinans Germinabit

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25 comentarios

  1. Sería conveniente hablar solo de persona y no de "persona humana". Por derecho todas las personas son humanas, a excepción de las divinas.

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  2. José María Valderas16 de septiembre de 2012, 18:49

    Amigos de Germinans, suelo citar lo que acontece en la misa dominical a la que asisto porque viene a ser, a menudo, epítome de la pérdida del norte en la Iglesia de Cristo en Cataluña. Por ceñirme al post de hoy, quien ha leído la lectura de la carta de Santiago ha "corregido" el texto, y donde alude a los "hermanos", ella ha agregado de su cosecha "y hermanas". Aparte de ser incorrecto, pues el plural masculino (lo mismo en que catalán que en castellano) designa ambos, refleja esa mentalidad a la que alude el texto pontificio que ha arraigado en nuestra sociedad.

    A misa han venido grupos castellanohablantes. El sacerdote tardó en llegar y una persona (la de la apostilla santiagueña) ha subido al altar para "rellenar ese vacío porque no sabíamos cómo ocuparlo" y comunicarnos cuanto le pasaba por la cabeza, en catalán. Le hicieron sabwer que no la entedían, pero ella seguía empecinada en su soflama. Por primera vez en mi vida, me levanté y le acerqué la hoja dominical para que dejara de improvisar y leyera la carta del obispo. Se lo dije en castellano para que el grueso de la capilla pudiera entenderlas, a ella y la carta (bilingÜe). Pero he aquí que otra "espontánea" salta al ruedo y se dispone a leer la carta... en catalán.

    Llegó la Misa. El sacerdote, educado, se excusa por la tardanza (25 minutos). Al arribar a la homilía no se le ocurre otra idea genial que comparar, a propósito del Mesias, la situación de Judea sometida al poder romano, con Cataluña "sometida a España".

    También por vez primera, entro en la sacristía. "Con todo mi respeto, Mosén, ¿era obligada esa comparación?" Respuesta: No. Continué: "¿era evangélica?" Respuesta: No. Por mi parte no insistí.

    Cuánto mal se puede hacer desde el púlpito. Cuánto daño está haciendo una clerecía ayuna de preparación doctrinal.

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    1. Por suerte en mi parroquia de Barcelona, en el ensanche, tanto el vicario, como el rector, no mezclan religión con política. Y estos días no ha sido una excepción.
      No podemos generalizar.
      Días laborables (Una misa en catalán por la mañana, y una misa en castellano por la noche). Los días domingo y festivos de precepto (Dos misas en castellano y una en catalán por la mañana, y la vespertina bilingüe -lecturas, homilia, y plegaria de los fieles en castellano, la plegaria eucaristica en catalán-).
      Todavia quedan sacerdotes con criterio pastoral en Barcelona.

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    2. A quien se le ocurre con la cantidad de parroquias germinantes que hay ir a una que no lo es. Ya son ganas de quejarse.

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  3. Simple lectura de los Evangelios. En la Santa Cena, donde se instituyo el Sacerdocio y la Eucaristía, solo estaban los apóstoles, ninguna mujer, ni su Madre, esta si estaba al día siguiente al pie de la Cruz, si recibió en Pentecostes el Espíritu Santo con los demás, las mujeres fueron las primeras en verlo Resucitado, pero nunca y de esto hace mas de 2.000 años han participado como "ipse cristus" excepto en su Matrimonio en ningún Sacramento. Pero hay muchas que no leen el Evangelio, leen SU DESEO.

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    1. Y usted Sr. Romance, cómo sabe que no hubo mujeres en la última cena? Y usted lee el evangelio? Me da la impresión que lee lo que le interesa.
      Sr, Romance, déjese de "romanços"

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    2. Por la mismísima razón que Vd. dice que había. Mis palabras no son mías son del BEATO JUANPABLO II, por esto le pregunto Anónimo, ¿El PAPA es un romaços?
      La falta de oración. el creerse "sabio", el no estudiar cada día, no asistir a catequesis,cada semana, hasta el fin de tus días, da estos malos hábitos: ignorancia y chulería

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    3. El Beato Juan Pablo II también se equivocaba...
      Yo no me creo "sabio" usted por lo visto sí. Soy sacerdote, licenciado en teología, procuro rezar un poco y hacer el bien y no hablar con la "chulería" que usted lo hace.
      Señor Romace, no sé si paladino o no..., me da mucha pena! Hoy diré la santa misa a su intención!
      Ah! Hay que leer a los grandes estudiosos bíblicos...

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    4. Si las hubo, no queda reflejado en los Evangelios. Jesús pasa cáliz y copón a sus discípulos y a ellos se dirije para decirles lo que usamos hoy por fórmula de Consagración. El intento de polemizar, de llevar los hechos hasta donde nos dé la gana, nos podría llevar a una (per)versión tipo Benítez y afirmar que no sabemos si hubo extraterrestres en esta reunión. Y quien dice estraterrestres, dice gallifantes, hidras, hipomírmeces o psilótocos, que tanto da. Todas estas demostraciones serán de que hay por ahí alguno que lee los Evangelios como le interesa.

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    5. El Sr. Romance probablemente no ha estado acertado al hablar de chulería e ignorancia, pero tampoco voy a permitir una guerra de reproches al grito de "tu más"

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    6. Muchas gracias por la Santa Misa, siempre gusta que intercedan por ti. El Concilio Vaticano I, dejo claro la infalibilidad de la doctrina pontificia.
      Muy bueno el artículo de Josep G. Trenchs,

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    7. El autollamado sacerdote Anónimo, seguro que estaba en el Cenaculo y lo vio en vivo y en directo, por esto en los Hechos de los Apóstoles se narra la gran cantidad de señoras que celebraran sacramentos, y en las cartas de los Apóstoles hay miles de diaconisas mencionadas.
      Puede indicar su nombre, es para rezar por Vd, callar y no pisar nunca "su iglesia"

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    8. A ver si intentamos defender cada uno su postura sin descalificaciones personales. ya he tenido que borrar varios comentarios por ese motivo

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  4. Jose Maria,si puedes indicar esa Iglesia,por supuesto para pasar de lejos o si entro ir preparado para contestar a ese pobre hombre y sus adlateres

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    1. es que no secortan ni un pelo estos progres, y en cima no se puede contestar que te echan a patadas del "gremio". Decían que había dictadura,censura... si esto es peor,

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    2. "ese pobre hombre" Entre cristianos... que quiere que le diga! Hay qye devolver bien por mal, no ser tan duro!

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    3. Le hará mucho bien sr. anónimo de las 20,13 leer los discursos pronunciados por el Papa en el Líbano.

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    4. José María Valderas17 de septiembre de 2012, 9:59

      No es una iglesia parroquial, sino la capilla de unas monjas de clausura abierta al público, en los aledaños de Barcelona. De la Misa diaria y dominical se encarga un sacerdote entrado en años que ha sido docente en san Paciano.

      Por supuesto, todo el culto es en catalán, pese a que algunas monjas (importadas para que haya quorum mínimo, supongo)no lo tengan por lengua propia y, por supuesto, bastantes fieles de los que asisten con frecuencia.

      A veces al sacerdote habitual y a su cohorte se les ve el "llautò", como cuando se dedicaron en dependencias religiosas a plantear la forma de recoger firmas para la independencia de Cataluña.

      Sería injusto si no reconociese esfuerzos loables en los cantos, la preparación de las lecturas, las homilías (la mayoría) del sacerdote habitual. Pero, ay, de vez en cuando aparece desgraciadamente el dios mammon en forma de nacionalismo que les impide ver quién está asistiendo al Santo Sacrificio (familias oscenses, vallisoletanas, jiennenses, etc.) y, por supuesto, catalanas. Es cuando ponen al nacionalismo por encima de la fe que debemos propagar.

      Esa inversión de valores es la que, en mi opinión, está destruyendo la Iglesia, lo mismo en Solsona que en Urgel (¿cuántas familias vinculadas a las aduanas han dejado la práctica religiosa por culpa de ese desvarío?), en Gerona que en Barcelona.

      Por supuesto que me parece de perlas que haya misas en catalán. De hecho yo aprendí a rezar en catalán. Estudié el catecismo en catalán del obispo de Gerona Cartañá el año 1952.

      Lo perverso, lo anticristiano, es que los fieles "es fotin" (palabras textuales que he oído en numerosas ocasiones) aun cuando sean mayoría.

      Otro día podríamos hablar de las aberraciones nada inocuas que esos comportamientos nazis (¿por qué temer a las palabras?) conllevan. Pero no quisiera distraer a nadie de la intención principal, maravillosa, del post de hoy.

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  5. Gracias por ese maravilloso articulo sobre dignidad de la mujer. Si Jesucristo en la Última Cena, con la institución de los sacramentos del Orden Sacerdotal y la Eucaristia, hubiera pretendido que el sacerdocio ministerial fuera para ambos sexos, ¿no habría invitado a su Madre y a otras mujeres que le seguían?

    Y nos encontramos con que la Virgen María, por ser Inmaculada, sin pedado alguno, hubiera sido según nuestro entendimiento humano una sacerdotisa perfecta, pero no, en esos designios inexcrutables de Dios, solo quiso que fueran hombres y para más inri pecadores como Ud. que tiene la amabilidad de leer esas líneas, un servidor y todos los hombres.

    En cambio, bien permitió que estuviera al pie de la Cruz, para en la persona de Juan, dejárnosla por Madre. ¿por algo será?

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    1. Y cómo sabe usted si estaba o no la Virgen y otras mujeres en la última cena? Son muchos los estudiosos que lo afirman y no de ahora sino de tiempo inmemorial. Lo que pasa es que algunos leen el evangelio con gafas de cerca y otros, más abiertos, con otro tipo de gafas.

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    2. Bueno, quien quiere leer el Evangelio con las gafas que le gusten puede ir a cualquiera de los cientos de grupos "evangélicos" y escoger el que le venga mejor; si no encuentra ninguno que le cuadre, crea un nuevo grupito (si encuentra seguidores, claro). Quien quiere leer el Evangelio como católico basta con que lo haga según lo enseñan el Papa y los obispos que viven en comunión entre sí y con el Papa...

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  6. Excelente artículo; toda mujer se adheriría a él. Gracias. Es necesario poner las cosas claras para evitar engaños como la ideología de genero, o el pernicioso derecho al aborto y la mal entendida libertad o emancipación femenina que no es otra cosa que esclavitud.

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  7. ¡Ay! Ya en otros tiempos teníamos ese problema, pues en las representaciones de Navidad, en los colegios de monjas, ponía a una niña disfrazada de San José... pero siempre es mucho-más-mejor que San José sea varón, la Virgen María una jovencita, y el Niño Jesús que sea un niño... claro que el buey y la mula también correspondan... OK??

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  8. AL QUE me recrimina lo de "POBRE HOMBRE",lo retiro y le felicito asi como a la Forcades,a los curas que se dedican a recoger firmas politicas,a los de las confesiones comunitarias,a Soler ,a Bonet el de la Sagrada Familia,a la monja Dominica,a Vives y a todos los que son de la misma"cuerda",creo que son buenos "cristianos" y Españoles

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  9. En mi opinión, se trata también de un problema de antropología derivada de la protología, los orígenes de Génesis 1-11.


    La doctrina del sacerdocio masculino es una verdad definitiva, pues está fundada sobre la palabra de Dios escrita, constantemente conservada y aplicada en la Tradición de la Iglesia, siendo propuesta infaliblemente por el Magisterio ordinario y universal. Quien niegue esta verdad está apartado de la plena comunión con la Iglesia Católica.

    Soy del parecer que el Orden sacerdotal sólo conviene al hombre por razón del noviazgo eterno y el matrimonio místico eterno entre el alma del varón sacerdote y el Cordero Místico.

    El matrimonio místico entre el Cordero de Dios y la mujer (María Santísima) es modelo de todo matrimonio: entre el alma sacerdotal y Jesús, entre el sacerdote y la Iglesia, o entre un hombre y una mujer para amarse en un amor que venza a la muerte.

    El consagrado sacerdote varón busca el amor esponsal de tipo místico
    y espiritual, fundado en el matrimonio místico eterno entre Dios y María.

    El orden sacerdotal masculino participa del amor de los novios eternos, Dios y María, los cuales conducen el espíritu del sacerdote varón haia el matrimonio místico y al banquete de bodas del Cordero.

    Dios ama a su Pueblo Elegido (Israel y la Iglesia), porque la alianza de Dios con Israel y la Iglesia es un amor conyugal (Rut, Tobías, Cantar de los Cantares; en Israel y la Iglesia Dios ve a Jesús y María, hijo e hija, en un amor indisoluble y eterno.

    María es, por tanto, la única Mujer Perfecta, elegida por Dios para ser Madre, Esposa, Novia e Hija.

    La más alta unión amorosa es la relación entre Hombre, el Cordero de Dios, y una Mujer, o sea, María, que a la vez es la Iglesia y la
    Humanidad.

    El sacerdote varón es, por tanto, un Ipse / Alter Christus, un mismo y otro Cristo.

    De todo ello se despliegan los efectos del matrimonio tanto físico como espiritual:


    - Para la teología del cuerpo y la redención del cuerpo de Juan Pablo II, hombre y mujer se unen en una sola carne, matrimonio indisoluble (Gen 2, 24)


    - «Sed sumisos los unos a los otros en el temor de Cristo. Las mujeres a sus maridos, como el Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es Cabeza de la Iglesia, el salvador del Cuerpo. Así como la Iglesia está sumisa a Cristo, así también las mujeres deben estarlo a su maridos en todo» (Ef 5, 21-24).


    - "Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada. Así deben amar los maridos a sus mujeres como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer se ama a si mismo. Porque nadie aborreció jamás su propia carne; antes bien, la alimenta y la cuida con cariño, lo mismo que Cristo a la Iglesia, pues somos miembros de su Cuerpo» (Ef 5, 25-30)"

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