LA RESPUESTA A SÁNCHEZ NO PUEDE MEZCLAR LO EFíMERO CON LO ETERNO

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La Iglesia española atraviesa un momento delicado. El gobierno de Pedro Sánchez ha convertido la animadversión contra la Iglesia en un recurso electoral: cada ataque, cada desprecio, cada ley ideológica se traduce en votos. En ese contexto, el obispo Luis Argüello, presidente de la Conferencia Episcopal, ha decidido entrar en el terreno político con declaraciones sobre moción de censura y adelanto electoral. El resultado es devastador: ha dado oxígeno a un gobierno que vive de la confrontación con la Iglesia.  
El presidente de la Conferencia Episcopal, con buena intención, pero pésima estrategia, ha puesto la pelota en los pies de Sánchez. Y éste, que sabe jugar con la propaganda, no ha dudado en chutarla contra la Iglesia, presentándose como defensor de la democracia frente a unos obispos que se permiten opinar asertivamente sobre urnas y adelantos electorales.
Los pastores tenemos una misión clara: anunciar la fe, iluminar la moral, defender la verdad. No somos comentaristas políticos ni estrategas de mociones de censura, por mucho que nos asista el derecho de expresar nuestra opinión. Cuando se confunden los planos – y en este caso ha sucedido a pesar de la buena intención de D. Luis Argüello-, la Iglesia pierde autoridad y credibilidad.  
La historia lo demuestra: cada vez que la jerarquía entra en el terreno partidista, el resultado es contraproducente. La Iglesia se convierte en blanco fácil, y el adversario político aprovecha para reforzar su discurso. Sánchez no necesita más que eso: un obispo que habla de adelantos electorales para presentarse como víctima de la injerencia clerical.  
La consecuencia es clara: la doctrina queda rebajada al nivel de la coyuntura política. Y eso es un craso error. Necesitamos que nuestros pastores confronten públicamente el crimen abominable del aborto, la eutanasia y la pervertida ideología de género que emponzoña la educación pública. Necesitamos que propongan la belleza de la vocación sacerdotal y religiosa para no estar llorando inútilmente la falta de pastores. Necesitamos que inculquen a los jóvenes el deseo de un noviazgo casto para formar luego un matrimonio cristiano y fecundo. De ese debate hace tiempo que los curas estamos desaparecidos.
 
Cuando D. Luis Argüello respondió al presidente, quiso recordar la importancia de respetar las reglas básicas del Estado de derecho y la necesidad de no ser neutrales ante la injusticia,ante el respeto a la vida y su dignidad, la comprensión y el apoyo a la familia en la vivienda y la educación, la acogida de inmigrantes, el servicio a los pobres, la libertad religiosa y de conciencia y el respeto a las reglas básicas del Estado de Derecho, no soy neutral”. Hasta ahí, bien. Pero lo hizo en el mismo discurso en que hablaba de elecciones anticipadas: las “reglas básicas del Estado de Derecho” a las que se refirió en la primera declaración.
El resultado ha sido una mezcla explosiva: la doctrina católica (libertad de conciencia, derecho a la vida) puesta al mismo nivel que el calendario electoral. Lo eterno confundido con lo efímero. Lo moral rebajado a lo táctico. Lo inmutable de la revelación con lo discutible de una decisión política.
Pedro Sánchez, hábil en el uso de la confrontación, no necesita más que eso. Puede presentarse como garante de la democracia frente a una Iglesia que parece interferir sobre las urnas. Y así la fe queda instrumentalizada, debilitada y, tal vez, ridiculizada.  
Y es que el actual gobierno ha convertido la confrontación con la Iglesia en un recurso electoral. Cada ataque a la enseñanza católica, cada desprecio a la tradición, cada ley ideológica se traduce en votos. La Iglesia es el enemigo útil que moviliza a su electorado.  
 
En ese contexto, dar oxígeno al adversario es un grave error. ¿O es que los obispos nunca se equivocan? Mons. Argüello, al hablar de moción de censura y adelanto electoral, ha reforzado la estrategia de Sánchez. Ha permitido que el presidente se presente como víctima de la injerencia clerical y como defensor de la democracia.  
La Iglesia, en cambio, representada en este caso por el presidente de la Conferencia Episcopal, queda debilitada. Su voz, que debería resonar en lo eterno, en el fundamento moral y doctrinal, se pierde en lo efímero.  
El error de D. Luis Argüello no es menor. Ha colocado ingenuamente la doctrina católica en el mismo nivel que la política coyuntural. Sin querer, ha dado oxígeno a un gobierno que vive de la animadversión contra la Iglesia. Y ha debilitado una misión episcopal, que debería ser clara y firme en lo esencial: fe, moral y verdad.  
El máximo representante institucional de la Iglesia no puede convertirse en comentarista de adelantos electorales. Su voz debe resonar en lo eterno, no en lo efímero. Cuando se confunde la palestra eclesial con la tribuna política, se pierde la fuerza del Evangelio y se entrega al adversario la oportunidad de ridiculizar y neutralizar a la Iglesia.  
El obispo Argüello, con buena intención, pero mala estrategia, ha cometido una gran equivocación. Ha puesto el balón en los pies de Sánchez, que lo ha chutado contra todos nosotros. Los obispos pueden y deben recordar que su misión no es hablar de mociones de censura ni de adelantos electorales, sino de fe y de moral.  
Sólo así podremos resistir los embates de un gobierno que utiliza a la Iglesia como enemigo útil para ganar y fijar sus votos. Sólo así la doctrina católica y las consecuencias morales de la fe  permanecerán en lo eterno, sin rebajarse a lo políticamente efímero y, por lo tanto, caduco.
Custodio Ballester Bielsa, Pbro.
www.sacerdotesporlavida.info

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