CLAMOR CONTRA EL VICEPAPA FERNÁNDEZ

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Evidentemente, los vicepresidentes comparten el poder con los presidentes. E igual de evidente es, que los presidentes están “condenados” a responder solidariamente de lo que hagan y digan sus vicepresidentes. Como los papas a responder de lo que hacen y dicen los vicepapas. Es la lógica y la dinámica del poder.
En efecto, hemos visto en España cómo las vicepresidencias han reflejado el equilibrio de las fuerzas políticas concurrentes en el gobierno. Esto lo hemos visto muy claramente con el presidente Sánchez, que se ha visto obligado a gobernar con un cóctel de fuerzas no siempre concurrentes. Pues bien, posiblemente tengamos que aplicar una perspectiva parecida en el gobierno de la Iglesia con los vicepapados de hecho.
Hay dos vicepapados evidentes: el vicepapado doctrinal, que lo ostenta el cardenal que preside el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, y el vicepapado "político", de gestión administrativa de la Iglesia, en manos del cardenal Secretario de Estado. Los vigentes hoy, son vicepapados heredados del papado anterior, el de Francisco que, por lo visto, se propuso marcar profundamente su huella en la Iglesia.
De todos modos, el vicepapado que más inquieta hoy a toda la Iglesia es el doctrinal, escandaloso por de más, que ahí sigue erre que erre, después de más de medio año de nuevo papado; y eso, a pesar de que va dando tumbos franciscanos tremendamente escandalosos, y de que con los antecedentes que van saliendo (sus obras dizque teológicas), vamos completando su perfil nada tranquilizador.
Eso hace pensar que el papa anterior tuvo un interés muy especial en marcar a fuego la nueva orientación y el nuevo estilo doctrinal de la Iglesia: y para ello eligió una persona de su máxima confianza, Víctor Manuel Fernández, para dirigir el Dicasterio principal, el de la Doctrina de la Fe: de hecho, el vicepapado doctrinal. Y parece que su misión más conspicua fue liderar ese movimiento doctrinal con especial incidencia en la conducta sexual, que tiene en pie de guerra a una parte considerable del clero (su gran representante y vocero, James Martin). El Prefecto Fernández, a cuyo dicasterio le toca también modular la conducta del clero, se distingue justamente por sus aportaciones doctrinales con supuesta categoría teológica. 
Toda la Iglesia da por hecho que León XIV ni es ni pretende ser un Francisco II; pero la estructura de poder que montó Francisco colocando infinidad de obispos, la mayoría de su cuerda, en diócesis clave y nombrando más de 100 cardenales, esa estructura heredada por León XIV tiene un gran peso y ejerce enorme presión. Eso hace que no entendamos todavía cuál es la ruta de gobierno de la Iglesia que impondrá, porque no hay manera de saber si está dejando ir a la Iglesia por la inercia del papa anterior, sostenida por los altos cargos curiales, o si realmente el nuevo papa se siente atraído y arrastrado por la corriente del anterior pontífice, y gana tiempo haciendo como que intenta resistirse, pero el aparato vaticano no se lo permite.
En esas andamos. Y entretanto crece la irritación entre el clero y los fieles más amantes de la ortodoxia, por la permanencia excesivamente activa en el cargo, del gran maestre del buque insignia de la Doctrina de la Fe, el cardenal Fernández, alias el Tucho. Y por la dilatación de una situación tan extrema, con lo que empieza a dar la impresión de que el papa se siente a gusto con este vicepapa; porque en su libérrima voluntad está el aceptar o rechazar al vicario doctrinal del papa anterior.
Es que resulta que al papa anterior le pegaba perfectamente este vicepapa doctrinal tan a su medida. Tanto, que lo conocía desde hacía muchos años. Y porque lo conocía muy a fondo y confiaba plenamente en él (es el que le arrastró a las misas infantiles con payasos), le llamó al Vaticano y le confió nada menos que el principal dicasterio de la Iglesia: el de guardián de la doctrina. Por lo visto, entendió Francisco que había dado con el mejor defensor de la fe para la Iglesia, porque era el que mejor sintonizaba con sus ideas y sus modos de entender el futuro del catolicismo. Y he aquí que, con visión de futuro, lo nombró su vicepapa doctrinal.
Pero que lo esté manteniendo el papa León, plantea serias preguntas. La primera: ¿Considera León XIV que la línea que imprimió Francisco a la Iglesia era la que la Iglesia necesitaba? Segunda: en ese supuesto, ¿considera León XIV que el cardenal Fernández es el eclesiástico más idóneo para presidir el dicasterio de la Doctrina de la Fe? Tercera: si lo considera el más idóneo, ¿hemos de entender que lo mantendrá en esa responsabilidad mientras siga considerando que es el más idóneo?
Y si no es así, si no lo considera el más idóneo desde la perspectiva de su pontificado, ¿acaso ha decidido darle continuidad al pontificado de Francisco, a través de los cargos de confianza que éste nombró? Recordemos que para esta función contó con la colaboración del que sería su sucesor. Quizá eso nos ayude a entender algo más.
Aunque también cabría pensar que, estando tan mal cerrado el caso Lute, que está en manos del Dicasterio del Tucho, el papa intentará no pisar callos, para no crearse más problemas en un tema que, mal llevado, puede convertirse en muy problemático. En tal caso cabe preguntarnos también si considera el papa León que el cardenal Fernández es el prelado más idóneo para resolver adecuadamente este tema. De lo cual no sería legítimo deducir que el destino del papa esté en manos del Tucho.   
O lo mismo, pero visto desde otra perspectiva: ¿Es posible que el Santo Padre retenga al cardenal Fernández al frente del Dicasterio para la Doctrina de la Fe para no dejar truncado el trabajo que éste está llevando a cabo con el caso Lute? Es decir: ¿Es posible que los tiempos del cardenal Fernández estén marcados por el caso Lute? ¿Es posible que sea el estado de ese caso, el que mueva la voluntad del papa en uno u otro sentido?
Aunque, después de todo, es más probable que la situación de León XIV sea análoga a la de Estados Unidos, donde los intereses del vicepresidente divergen mucho de los del presidente, por estar cada uno apoyado por colectivos distintos e incluso rivales. Podría ocurrir también en la Iglesia que los intereses del vicepapa para la Doctrina de la Fe divergieran claramente de los intereses del papa; pero que éste no pudiera removerlo por estar apoyado por colectivos eclesiásticos a los que no tuviera interés en enfrentarse directamente, o al menos en este momento. Puede ser, en efecto, que esté ganando tiempo para conformar el gobierno de la Iglesia a su propio programa.
Confiemos en que salga algo claro del próximo Consistorio al que están convocados todos los cardenales.
Virtelius Temerarius

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