Como Germinans es una plataforma informativa pública y plural, y como aquí, al menos hasta el momento, se respeta la libertad de culto y de expresión, me veo obligado a salir al paso del artículo de Oriol Trillas “El locuaz Planellas enmudece ante el atropello de Vic”. Lo hago, en primer lugar, porque tengo el honor de conocer personalmente al arzobispo de Tarragona, que siempre dio pruebas de su gran competencia docente mientras fue profesor de Eclesiología en la Facultad de Teología de Cataluña y también su decano. Accesible y cercano con los alumnos, siempre dispuesto amablemente a dedicarles su tiempo, siempre con la atención puesta en ayudarles en sus trabajos e inquietudes académicas.
Su tesis doctoral, defendida en la Pontificia Universidad Gregoriana, versaba sobre “La recepción del Vaticano II en los manuales de Eclesiología españoles”. En ella, monseñor Planellas realizaba un análisis comparativo del contenido doctrinal de cinco obras eclesiológicas, identificando las orientaciones teológicas fundamentales de cada autor y examinando las diferencias de enfoque, las lagunas temáticas y las perspectivas generales de cada uno sobre la Iglesia. En su reflexión, revelaba las tensiones surgidas entre renovación y continuidad en la teología eclesiológica española postconciliar, a la vez que manifestaba un profundo amor a la Iglesia, Esposa y Cuerpo de Cristo, Madre y Maestra.
Su gestión como obispo podrá ser discutible, como es lógico. De sus decisiones, acertadas o equivocadas dará cuenta al buen Dios, como todos nosotros. Sin embargo, no puedo estar más de acuerdo con sus declaraciones a La Vanguardia. Es cierto que la postura de Luis Argüello no representa ni a todos los obispos ni a todos los creyentes. En el tema de unas elecciones anticipadas, mejor no meterse porque es un berenjenal del que todos sabían que saldría arañado. Siendo como es presidente de la Conferencia Episcopal, sus declaraciones sobre cuestiones meramente políticas y, por tanto, sujetas a debate, deberían ser prudentísimas y no ha sido este el caso. Por ello, le ha caído la del pulpo, pero no sólo por eso, claro está.
Creo humildemente que D. Luis Argüello no ha sido vetado en Vic ni por las elecciones anticipadas que pedía, ni por su postura sobre el aborto, la eutanasia y la ideología de género, moderadísima, si se la compara con la de D. José Ignacio Munilla, Demetrio Fernández o el mismo Juan Antonio Reig Pla. Por otra parte, el dogma y la moral del obispo anfitrión, Román Casanova, no se diferencia un ápice de la de sus hermanos en el episcopado. Tampoco de la del arzobispo de Tarragona, que no ha sido de ninguna manera el inductor del escarnio indepe realizado contra D. Luis Argüello.
El presidente de la Conferencia Episcopal Española ha sido vetado en Vic por la patulea indepe al objeto de humillar a su obispo titular: D. Román Casanova Casanova. Nombrado en 2003, durante 22 años ha intentado mantener una postura equilibrada entre la tradición católica y las sensibilidades sociales y políticas de Cataluña, lo que le ha colocado en una posición delicada frente a sectores más radicales o polarizados.
Al asumir el cargo, Casanova se propuso revitalizar la diócesis con un enfoque centrado en la formación vocacional, la catequesis y el acompañamiento espiritual. Ha promovido una pastoral de cercanía, especialmente con jóvenes, inmigrantes y personas con discapacidad, insistiendo en que la clave de la vida sacerdotal es el encuentro con Cristo, y que la evangelización debe hacerse con alegría y sin miedo. En una diócesis marcada por la secularización y el debate identitario catalán, Casanova ha buscado equilibrar tradición y apertura, defendiendo la fe sin caer en posturas partidistas.
Sin embargo, el colofón de ese esfuerzo ímprobo ha sido que la infame presión independentista y la aquiescencia de los poderes públicos ha dado al traste con el sermón del obispo Argüello y con la celebración patronal. Hasta los Mozos de Escuadra (policía autonómica), que siguen las órdenes de la Consejería de Interior de la Generalitat del “católico” Salvador Illa, se mostraron ante el obispo de Vic incapaces de garantizar el derecho a la libertad de expresión y de culto de la Iglesia católica.
A pesar de todos los esfuerzos del obispo de Vic, los poderes públicos y fácticos siguen rechazando a Román Casanova por ser quien es: un joven sacerdote que, desde Tortosa, llegó a Vic con la ilusión de convertirse en ese buen pastor que le enseñó a ser el llorado cardenal Ricardo Mª Carles. El pueblo fiel, en cambio, es otra cosa. Tiene el olfato suficiente para distinguir al verdadero pastor del que es sólo un asalariado.
El obispo Casanova ha adoptado en este conflicto una solución salomónica: Si no quieren al arzobispo de Valladolid y amenazan el orden público y el patrimonio eclesial, tampoco se celebrará la misa. La solución adoptada es discutible. Pero es la suya y debemos respetarla. Algunos hubieran optado por coger el toro por los cuernos, poniendo así a las fuerzas policiales en la tesitura de defender la libertad de culto frente a los independentistas subvencionados por el poder público. Sin embargo, el obispo de Vic se ha decantado por una resistencia pasiva que, simultáneamente, es protesta ante la injusticia y resistencia ante la coacción.
El arzobispo Joan Planellas, por su parte, no ha contribuido en nada al vapuleo del obispo de Valladolid por mano de los medios paniaguados, ante la pasividad de un Estado que ha renunciado a defender la libertad de sus ciudadanos, en especial si son católicos. En cambio, Román Casanova ha dado testimonio de la verdad ante un poder político cada vez más omnímodo y arbitrario. Y creo que monseñor Planellas, con todas sus luces y sombras, estará de acuerdo en eso.
Custodio Ballester Bielsa, Pbro.www.sacersdotesporlavida.info