Esto es precisamente lo que se deduce de la amplia campaña mediática desplegada para blanquear el atormentado historial de nuestro paisano. Y digo “nuestro” porque es tan tortosino como yo, que contemplo todos los días el fluir del rio Ebro a los pies del Castillo de Zuda.
Dos días después de publicarse, a cuenta del Sodalicio, el decreto de excomunión contra los dos peruanos que denunciaron ante la fiscalía del país la presunta “revelación de secretos” por parte de Bertomeu a unos periodistas, me topé en La Vanguardia con un elogioso artículo a toda plana firmado por Silvia Oller sobre Cuatro universitarios aspirantes a sacerdotes que, acompañados en todo momento por el minutante tortosino, visitaron en su residencia al papa Francisco. Aunque manifiestan en el reportaje que no son “unos bichos raros”, el mismo pontífice al verles les espetó en tono jocoso: ¿Ustedes quieren ser curas? ¡Están loquitos! En fin, que, si no son bichos raros, algo zumbados sí que deben estar al decir de Su Santidad.
Los muchachos son Eric Casanova, que empezará ADE; Ferran Almendros el cual está ya en cuarto de Historia; Adrià Castelló estudiante de segundo de Filosofía y Pol Navarro que ha optado por los estudios de Derecho. Por tanto, en el seminario de Tortosa ni están ni se les espera al menos en un par de años como poco. Como el sacerdocio es una decisión que “no se puede tomar a la ligera” -dicen- y hay que “madurar sin prisas”, los cuatro chavales se lo toman con tranquilidad y, por lo visto, con esas pausas en las que los acompaña -inseparable- ¡Mons. Jordi Bertomeu!
Eric reconoce que ser sacerdote ya no conlleva un reconocido prestigio como antes, sino que supone un sacrificio, dadas las muchas parroquias que en Tortosa requieren atención y los pocos sacerdotes disponibles. Pol Navarro, por su parte, reflexiona sobre ese “lenguaje”, por ahora desconocido, con el que la Iglesia debe enfrentarse a la sociedad contemporánea. Pol recalca que son chicos normales que “salen de fiesta”. Aunque hace bien poco que empezó a interesarse por la fe, atribuye la secularización de la sociedad a que “las cosas se han hecho mal en la Iglesia”, pero que el papa está corrigiendo activamente esta situación. El siguiente es Adrià Castelló, preocupado por la disminución de la práctica dominical a causa de que la “Iglesia está paralizada” y “no sale lo suficiente”, atenazada por el miedo de enfrentarse a un mundo en cambio constante en el que el celibato se ve “como un sinsentido”. Finalmente, Ferran Almendros, monaguillo desde pequeño, recordó cómo Francisco les “insistió en no ser sacerdotes de sacristía, no ser el cura de las tres o cuatro personas que van a la parroquia, sino serlo de todo el pueblo, estar con la gente y los jóvenes”, aunque no vayan a la Iglesia, como es lógico.
Bien por los chicos. Jóvenes como son, analizan la situación eclesial con unos criterios que se diferencian bien poco de los que propone el mundo: la Iglesia se ha equivocado y Francisco es el único que lo ve claro y puede arreglarlo. Sus pontificias palabras fueron las de siempre: menos despacho y más “salir”, acompañar, la “pastoral de la sonrisa” y la confidencia sobre las muecas que se hace a sí mismo ante el espejo del baño para animar su decaído ánimo y venirse arriba.
Pero, lo que realmente llama la atención es que el encuentro publicado en La Vanguardia fue inmediatamente replicado por Religión Digital: Eric, Pol, Ferran y Adrià, cuatro jóvenes de Tortosa hacen cuatro preguntas al Papa, Vida Nueva: El papa Francisco, a unos jóvenes de Tortosa: “¿Ustedes quieren ser curas? ¡Están loquitos!” y Ebre Digital: Quatre joves de la diòcesi de Tortosa demanen una fotografia signada al Papa i acaben sent rebuts pel Sant Pare al Vaticà , replicado con el mismo titular por la misma Catalunya Cristiana. Aunque el primer medio en publicar el evento fue El Debate, órgano oficioso de la Conferencia, Episcopal: El divertido encuentro del Papa Francisco con cuatro jóvenes catalanes: «¡Están loquitos!», todos los demás son tan semejantes que aparecen copiados el uno del otro con ligeras variaciones. No me negarán, por tanto, que parece tratarse de una campaña en favor de Mons. Bertomeu, perfectamente organizada. Lo más llamativo de esa campaña, no nos engañemos, no son los supuestos y apuestos pre-seminaristas que intervienen en ella (hubieran lucido más, seminaristas auténticos, ¿no?). Lo más llamativo y lo más promocionado en el anuncio, es esa tan alta familiaridad que se gasta Mons. Bertomeu con el papa, que hasta se permite presentarse ante él -y fotografiarse- vestido de calle, no de monseñor. Y tan alta familiaridad, que el papa se presta a “concederle” una audiencia privada sin contenido ni pastoral ni diplomático, que únicamente tiene utilidad para darle lustre a su amigo, el joven y agraciado monseñorino español. Esa auténtica avalancha de los medios para tan insólita audiencia, lo certifica.
En efecto, en todos ellos se destaca siempre la ebúrnea figura del minutante, que emerge con fuerza como ese “conseguidor”, como ese alter ego papal, que tiene acceso directo y vara alta con el mismo Francisco, hasta el punto de arrancarle unas cuantas excomunioncillas, si se tercia (¡aviso a navegantes contra corriente!). En cambio, los vocacionados evitaron en todo momento hablar de su obispo Sergi Gordo o del rector del Seminario y párroco de Alcanar, el bueno de D. Emilio Igual, que algo tendría que decir en todo esto, digo yo. En vez de eso, simplemente mentaron a dos laicos bien metiditos en el obispado: a Rosa Cid y a Toni Caballol por su meritoria labor -dicen- en la Acción Católica tortosina. Ni siquiera citaron a Ramón Lavernié, párroco del Roser en el barrio de Ferreríes, magnífico sacerdote, que los acompañó hasta hace bien poco… Bueno, hasta que apareció el minutante Bertomeu y los deslumbró con su arrolladora simpatía y su irresistible poder de seducción.
Sin embargo, no deja de ser curioso el neologismo ése de "VOCACIONADOS". La primera pregunta, tratándose de un término con valor pasivo, es: ¿Quién los ha "vocacionado"? ¿Es que existe ahora el oficio de "vocacionador", y nosotros sin enterarnos? Esos cuatro gallardos muchachos que acompañan a monseñor Bertomeu (no nos engañemos: son ellos los que le acompañan a él; no él a ellos) ¿han sido ya llamados o vocacionados al sacerdocio? ¿Los ha llamado o vocacionado alguien? ¿El señor obispo? ¿Monseñor Bertomeu? ¿El papa? ¿O es ahora Dios quien en vez de "llamar" a esos jóvenes al sacerdocio, ha preferido "vocacionarlos"? Nuevos nombres para nuevas realidades. ¡Pobrecitos!, que les dijo el papa, no saben dónde se meten. Por no saber, ni siquiera saben lo que son respecto a la Iglesia. Pero por si acaso, entran en una novísima categoría, creada expresamente para ellos. Son "vocacionados"
Pues parece que para los cuatro “vocacionados” sólo existe el papa (claro está) y Jordi Bertomeu, que aparece en todos los artículos como la auténtica noticia. Como si a esos cuatro jóvenes los hubiese criado él, que se pasa la vida en Roma. Como si desde siempre perteneciesen a su camada, los ha paseado por Roma, los ha llevado a visitar al papa y exhibido por cuantos medios se han dejado seducir por la influencia -parece que mucha- del minutante. Hasta Rac1 les hizo una entrevista radiofónica, mostrando un desmesurado interés hacia una rareza –parece- que les llamaba poderosamente la atención. ¡Y mira que no hay seminaristas en Cataluña! Aunque sean más bien pocos, ya ahora lo han abandonado todo y se han entregado a su vocación. Sin embargo, son cuatro muchachitos, que todavía se están pensando qué hacer con sus vidas, los que atraen la atención de los medios, acompañados de un Jordi Bertomeu que los ha hecho suyos y que sale en todas las fotos. Sin embargo, en Tortosa todos pensamos que es función exclusiva del rector de un Seminario Conciliar acompañar a los seminaristas o a los supuestos “vocacionados” a visitar al papa. Pero está visto que Bertomeu coge todas las velas de todos los entierros. Vamos, que se ha convertido en el perejil de casi todos los guisos pontificios, sobre todo de los más amargos.
Pero por lo que respecta a todo ese despliegue informativo alrededor de la visita al Pontífice de Jordi Bertomeu con los “vocacionados” de Tortosa, aunque lo parezca, no creo que sea parte de una campaña mediática, fabricada por él mismo, al objeto de blanquear su imagen de bello pimpollo, embarrada ahora por sus meteduras de pata, sino que se trata de un anuncio. Tal vez de un globo sonda lanzado por el bondadoso obispo Sergi Gordo para buscarle a Bertomeu un prestigioso acomodo cuando desembarque en el Ebro, procedente de Roma, porque ni Forcall, ni La Mata de Morella, ni Olocau son para él. Sin embargo, todo un monseñor al frente del Seminario Diocesano sería otra cosa. Ya se ha hecho muchos enemigos en la Ciudad Eterna y en todo el mundo; y, aunque rodeado de una corte de aduladores que le hacen la ola, el Rvdo. Jordi es lo suficientemente espabilado para intuir que su carrera como minutante está llegando a su fin, junto con la salud -dicen- de su pontificio mentor. En Roma le quedan pocos amigos -visto su poder, es más temido que amado- y en Tortosa, al paso que va, todavía le quedarán menos. Todos temen que posea algún dossier que los enfangue, aunque sea injustamente.
Por ello, más le vale al sufridísimo minutante que vaya firmando los recibos de aquel administrador infiel que, queriendo salvar su futuro, repartió a troche y moche favores a los deudores de su amo y, por ello, fue alabado por su astucia. Y ésta no le falta al egregio Bertomeu. Y a un rector de Seminario tampoco.
Lluís Llagostera
Si no están en el seminario, ni cursan los estudios eclesiásticos, no son seminaristas. No lo acabo de entender. En fin, soy de aquella época en la que las palabras, en la Iglesia, aún se correspondían con la realidad.
ResponderEliminar"Jóvenes como son, analizan la situación eclesial con unos criterios que se diferencian bien poco de los que propone el mundo: la Iglesia se ha equivocado y Francisco es el único que lo ve claro y puede arreglarlo."
ResponderEliminarMenuda decepción me he llevado. Yo creía que unos jóvenes que tienen la valentía de plantearse la vocación sacerdotal en estos tiempos, tendrían personalidad suficiente como para no dejarse arrastrar por lo que el mundo piensa de la Iglesia.
Por cierto, qué formalidad la de Bertomeu tanto en la Basílica de San Pedro como delante del Papa, con las manos en los bolsillos.
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