“DEMASIADO MARICONEO”, DICE EL PAPA

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Pues sí, ahí estamos, mirando y remirando el dedo que señala a la luna. Somos unos genios. La noticia no es la palabra que ha empleado el papa para referirse al fenómeno de una Iglesia inclinada exageradamente a la homosexualidad; no es la palabra, sino el posicionamiento doctrinal, que coincide milimétricamente con la directriz al respecto de Benedicto XVI. Porque resulta que la Iglesia católica es una de las instituciones en que la proporción de homosexuales es exageradamente superior a la que se da en el entorno en que se mueve ésta: un fenómeno parecido al que se da en el ámbito de los medios de comunicación, que dan la impresión de estar tomados por los homosexuales y por la homosexualidad. Como si la homosexualidad fuese un mérito especial para formar parte de estos colectivos. Y no, no podemos tener una Iglesia hiperhomosexualizada en una sociedad que es heterosexual en su inmensísima mayoría. Además de tener en cuenta el juicio moral en que la Iglesia tiene esas prácticas.
Eso lo vio Benedicto XVI respecto a la Iglesia con gran claridad y con inmenso dolor. La impresión que dio desde el principio el pontificado de Francisco, fue la de inclinarse por la inclusión y la comprensión de esa moral, a través del “quién soy yo”, del “todos, todos, todos” y finalmente a través de la Fiducia supplicans como guinda del pastel. Y por si eso no bastase, reforzando ese posicionamiento con hechos, tan reveladores como el regodearse rodeándose de miembros del lobby y el remover de los puestos clave a los contrarios a esa moral. Lo más espectacular, la colocación al frente del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, del cardenal Tucho Fernández: con sus singulares manuales para catequesis de adolescentes, auténtico modelo de perversión, pornoteología que llaman.
Mi impresión es que el papa se ha tornado absolutamente imprevisible para los que le auparon a la silla de Pedro: que sí, tenían ciertamente para él un programa y unos propósitos bien definidos, como confesó él mismo cuando se refirió al mandato del grupo de cardenales que inclinaron el cónclave en su favor. Parece, en efecto, que a sus 88 años, con todas las licencias que puede permitirse una persona de esa edad a cuenta de su razonable volatilidad mental, el papa se lo puede permitir casi todo, sin que les sea posible hacer nada a los que le confeccionan su agotadora agenda. Ya cuentan con que cada dos por tres han de estar apagando fuegos, mandando a las instituciones pontificias a “matizar” lo que afirmó, e incluso lo que firmó el papa.
Lo más cierto es que el papa sabe de los niveles de homosexualidad de la Iglesia, que tienen sus semilleros en los seminarios, muchísimo más de lo que sabe cada obispo: por su mano han pasado todas las incidencias de este género en seminarios, empezando por los corrompidos por el cardenal McCarrick. Y como cualquiera que sepa leer, sabe que el altísimo porcentaje de abusos sexuales del clero, de carácter homosexual (en torno al 80%), muy por encima de lo que ocurre en la sociedad civil, delata por sí mismo un nivel exacerbado de homosexualidad, que no se corresponde con el nivel del resto de la sociedad. Eso no quita que puedan ser rigurosamente ciertas las palabras del obispo de Salamanca con respecto a su seminario. ¡Gracias a Dios!
Y lo más probable es que, al margen del programa que le impusiera al papa el entorno cardenalicio que le aupó al pontificado; lo más probable, digo, es que la vejez le haya dado al papa la lucidez necesaria para ver con claridad meridiana que por ese camino, la Iglesia no va más que al precipicio. Y que una cosa es el poder (ciertamente inmenso) del lobby mundial LGTB+ (con fuertes tentáculos en el Vaticano); una cosa es ese poder, y otra muy distinta es la realidad: tanto en el mundo, como en la Iglesia a través del sensus fidelium. Ese movimiento LGTB+ tanto en la Iglesia como en el mundo, representa a una ínfima minoría. No puede ser, por tanto, que la homosexualidad de la Iglesia sea muy superior a la del mundo. Y si eso ocurre, algo muy grave está fallando.
Y obviamente, después de llegar hasta la Fiducia supplicans, que no hay manera de explicarla por más que la expliquen tanto partidarios como detractores, lo más probable es que el papa haya llegado a la saturación y haya dejado escapar presión a través de su forma de hablar, tan genuina, sin pelos en la lengua. Porque sí, está muy bien eso que se explica desde el Vaticano, que al no ser italiano el papa, no conoce el alcance de la palabra que ha empleado. En efecto, su competencia lingüística en italiano puede ser tan limitada que no conozca con precisión el significado despectivo del término que usó; pero lo que sin duda no desconocía era que, fuesen los que fuesen el significado y las implicaciones de ese término, es que no pertenecía al lenguaje formal (el que se espera mínimamente de un papa hablándoles a los obispos), sino al lenguaje vulgar y callejero.        
Pero la reflexión pertinente no va por ese camino léxico que han elegido sus defensores a ultranza. El término despectivo no se refiere a la doctrina, sino al estado de ánimo, al probable hartazgo del papa a este respecto. Un desahogo comprensible. Y no, no vale la excusa de que el papa desconocía el valor peyorativo del término italiano. No vale, porque en cualquier caso se trata de elegir la palabra vulgar (se le dé el sentido que se le dé) en vez de optar por la palabra culta y aséptica de homosexualidad, sobre la que no le cabe ninguna duda a nadie.
¿Hacia dónde apunta, pues, este incidente léxico? Pues apunta al radical cambio de rumbo del papa en esta cuestión. El papa Francisco se manifestó desde el principio de su pontificado, como decidido defensor de los homosexuales (y por coherencia, de la “despecalización” más o menos explícita de la homosexualidad). Un rumbo que culmina en la Fiducia supplicans. ¿Y qué ocurre en esa reunión con los obispos de Italia? Pues que manifiesta su fastidio de que éstos le pregunten por el ingreso en los seminarios, de candidatos de evidente inclinación homosexual. Ese fastidio resplandece con luz propia en ese exabrupto del “demasiado mariconeo en los seminarios”.
Su respuesta tajante respecto a la pregunta, es remitirlos a la “Instrucción relativa a los criterios para el discernimiento de las vocaciones con respecto a las personas con tendencias homosexuales, en vista de su admisión al seminario y a las órdenes sagradas” de Benedicto XVI en 2005. Documento refrendado por otro análogo en 2016 por el papa Francisco: “La Iglesia no puede admitir en el seminario y en las órdenes sagradas a quienes practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas o sostienen la así llamada cultura gay”.
¿Y qué ha ocurrido? Pues que el papa se ha retractado por el uso del término despectivo (cuestión de forma), al tiempo que se ratificaba en la cuestión de fondo: el cuidado extremo para evitar el acceso de tan gran número de homosexuales al sacerdocio, que distorsionan su misión. En oposición frontal a la línea inequívoca pro-homosexual que ha seguido desde el inicio de su pontificado, hasta la Fiducia supplicans. Con palabras, con documentos y sobre todo con hechos. Está claro que algo muy importante está cambiando en la Iglesia. Lo suficiente para mantener firme nuestra esperanza, y nuestra fe en que finalmente es el Espíritu Santo el que tiene la Iglesia a su cargo. Ciertamente, el Espíritu sopla donde quiere y cuando quiere.  
Virtelius Temerarius

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10 comentarios

  1. Cita: """ Y como cualquiera que sepa leer, sabe que el altísimo porcentaje de abusos sexuales del clero, de carácter homosexual (en torno al 80%), muy por encima de lo que ocurre en la sociedad civil, delata por sí mismo un nivel exacerbado de homosexualidad, que no se corresponde con el nivel del resto de la sociedad""". ----A primera vista este párrafo me confundió pero pensando un poco ya se adivina lo que dice, no que el 80 por ciento en el Clero de abusos sino que el 80 por ciento son de homosexualidad en el Clero, pero tal vez le falta la coletilla de que en los abusos a nivel español el Clero tiene sólo el 0,04 por ciento del total, y el 95 por ciento restante pasa en los ambientes familiares. El papa con el "mariconeo" ya lo ha pronunciado correcto haciendo humorismo pero lo incorrecto es que luego ha pedido perdón, gran fallo pues aparece como un fracasado intelectual que se contradice.

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    1. Totalmente de acuerdo con el Sr. Silver Garrell.

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  2. Alguiem querido Virtellius, que los seminaristas son en su mayoría homoexuales. Hasta un ochenta por ciento. No creo que sea esa la intención que le ha movido a redactar el artículo. Si esa cifra fuera cierta, todos, o casi todos, los que abandonan el seminario, antes o después de ordenarse, serían homosexuales. Y no parece ser ese el caso. Se habla, por lo común, de lío de faldas. Otra cosa es la atmósfera de los círculos cerrados. Sin querer ofender con la comparación pasa en las cárceles, donde la práctica homosexual está muy extendida entre una población mayoritariamente heterosexual. O en los internados. Es un fenómeno muy conocido y muy extendido. Es cierto el amaneramiento que uno observa en los seminarios y casas de formación religiosa, pero es no es debido a ninguna inclinación sexual, sino a una piedad mal entendida. Es, lógicamente, mi humilde opinión.
    La biología evolutiva nos enseña que la práctica homosexual entre los primates está muy extendida, sin que sea atribuible a ningún determinismo genético. En cuanto pueden dejar su propia descendencia no dudan en practicar la heterosexualidad.

    Asunto muy distinto es la penosa gestión del problema de la pederastia clerical. No sé cuantos religiosos homosexuales hay entre esa gente abusadora. Podrían ser mayoritarios los heterosexuales. Muchas veces el acoso infantil no tiene que ver con la homosexualidad del acosador, aunque la inclinación homosexual sea una condición influyente.

    En este mundo hipersexualizado, que ha borrado del canon de virtudes la excelencia de la pureza y la castidad, el sacerdote, el religioso o el seminarista se encuentran solos con las únicas de la defensa de la oración, la vida sacramental y el sacrificio. Quedarse en el mariconeo es una salida de tono de quien debería hablar de virtudes a los jóvenes y de maduración de la vida emocional a los formandos. Pero con Bergoglio hemos perdido el norte.

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    1. Totalmente de acuerdo con el Sr. Valderas Gallardo.

      JOJOJO, hace una semana que me río sólo.

      Mi mujer me quiere enviar al psiquiatra y todo.

      Y eso por culpa del pachapapa.

      Vivir para ver!!!!

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    2. Sr. Valderas & Atarazanas: El articulista dice que en los casos de abuso del clero, el 80% (de dichos casos) son de carácter homosexual; no que el 80% del clero lo sea...
      En cuanto a las cárceles españolas, ya hace años que existe el vis a vis íntimo e incluso algunas cárceles son mixtas. E incluso facilitan el agrupamiento familiar, como se relataba en esta noticia de finales de 2018:
      https://www.lne.es/asturias/2018/12/22/triana-romeo-reunen-carcel-asturias-18589805.html

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  3. Ese lenguaje soez y montaraz, no le queda nada bien a un Señor que es el líder espiritual de más de 1.000.000.000 millones de almas Católicas.

    POR DIOS!!!

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  4. Lo màs grave no és que se dé en los seminarios sino que esté en porcentajes elevadisimos en las curias episcopales. Ahí hay que hacer limpieza. Por ejemplo, en alguna diòcesis catalana... Qui habet aures audiendi audiat...

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  5. Desde que le propinó el manotazo a la feligresa China, ya vi yonesooneso que su terrado hacia aguas ♨️ por todos lados.

    Que lo echen ya, sin contemplaciones, HOMBRE.

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  6. De ancianos hilarantes al mando de algo: libera nos Domine!

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  7. Aunque no corresponde al tema de hoy, me parece conveniente y urgente conocer lo que sucedió ayer en la procesión del Corpus en Barcelona y concretamente en lo que a la Custodia se refiere.
    A diferencia de lo habitual que era el traslado mediante una especie de vehículo diseñado al efecto , la Sagrada Eucaristía fue transportada a hombros por algunos portantes de una forma deslavazada e improvisada. Pero lo más llamativo y triste es que no acompañaba al Santísimo ni una sólo vela, ni una sola flor.
    Sencillamente desolador. Imagino que obedecería a algún problema de causa mayor.
    Internet recoge imágenes que corroboran lo que ayer presencié personalmente.

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