MYSTERIUM FIDEI

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Estamos celebrando el gran misterio de fe de nuestra Redención. Un tiempo que debería servir para afianzar nuestra fe, frente a los dogmas de fe que nos impone el mundo: una singular fe que, a la vista está, está arrasando la fe cristiana.
Necesitamos reivindicar con fuerza nuestra fe, frente a la fe del mundo. Nadie estuvo en el paraíso asistiendo a la comisión del pecado original; ni estuvo nadie asistiendo a la creación, ni menos al Big-Bang. Ni estuvo nadie asistiendo a su propia concepción ni a su nacimiento. Y sin embargo, ¡incluso a riesgo de equivocarnos!, entregamos nuestra fe a nuestro padre y a nuestra madre; aceptamos los unos, la Creación, y los otros el Big-Bang (ciertamente ya en decadencia); y aceptamos los unos la condición caída del hombre, y los otros su pureza e inocencia: a pesar de las muestras de la maldad humana, tan abundantes en situaciones de guerra, en que el primer dogma que se quiere imponer es la bondad absoluta de un bando, y la maldad absoluta del contrario, tapando todas las evidencias en sentido contrario.
Es que, por más que nos empeñemos en presumir de racionalidad y de inteligencia, somos criaturas de fe. Ni la razón ni la tan prometedora Inteligencia Artificial nos alcanzan para darnos seguridad sobre los arcanos de nuestra existencia y de nuestra conducta. No nos queda más remedio que guiarnos por la fe. Tanto a los que “lucimos” nuestra fe, como a los que presumen de guiarse exclusivamente por la razón, creyentes y descreídos vivimos en la fe. ¿Por qué tendría que valer menos la nuestra?

Estos días estamos celebrando el núcleo de nuestra fe, estamos recordando el proceso de nuestra Redención. Pero claro, no puede haber redención si no hay caída, si no hay culpa: aunque sea exclamando con san Agustín, “oh feliz culpa, que nos mereció tener tal y tan gran Redentor”. Hemos de reforzar nuestra fe en la culpa, en el pecado original que nos expulsó del paraíso que nos regaló el Creador. Si nuestra vida no es un paraíso, es porque el hombre se destrozó mediante el pecado. Es decir, violando la ley de Dios, inscrita en nuestra naturaleza y en sus Diez Mandamientos 
 
Hoy que el mundo se ha empeñado en cargarnos con otras culpas ecologéticas contra el planeta, y se empeña en ordenar nuestra conducta para emitir menos CO2, para evitar el calentamiento global o la siguiente glaciación, para ponerles freno a las sequías o al diluvio, sin mirar si sacrificamos al hombre para salvar a la Tierra; hoy que el hombre es declarado culpable de todos los apocalipsis presentes y futuros, es imprescindible que los cristianos recordemos la culpa y la Redención.
Y efectivamente, nos encontramos ante un misterio de fe. Si la vida y la Creación son un misterio, un cúmulo inacabable de misterios, cómo no va a serlo la Redención: y lo primero que hemos de recordar es que, sin pecado, no hay redención. Todo lo que hizo Dios, lo hizo bien (Y vio que era bueno, va diciendo a lo largo de la Creación). También al hombre lo hizo bien, pero el hombre torció el orden natural establecido por Dios y se condenó. Y sólo al precio de la sangre de Cristo derramada en la cruz hemos sido rescatados del pecado que nos lleva a la muerte, obteniendo así el don de la vida inmortal.
Cristo murió sin ver cambiar las cosas e, igualmente cada uno de nosotros está destinado a vivir la misma trayectoria de Cristo y morir como si no hubiese concluido nada. Si el Padre trató así al Maestro, lo mismo hará también con sus discípulos.

“Entonces -afirma T.S. Eliot en su poema Los Coros de la Piedra- pareció como si los hombres debieran avanzar de la luz a la luz, en la luz de la Palabra, a través de la Pasión y el Sacrificio, salvados a pesar de su ser negativo; bestiales como siempre, camales, buscándose a sí mismos como siempre, egoístas y cegatos como siempre, pero siempre luchando, siempre reafirmándose, siempre reanudando la marcha por el camino iluminado por la luz; a menudo deteniéndose, vagueando, perdiéndose, retardándose, volviendo, pero sin seguir otro camino”.  
 
Así pues, la gracia de la fe transmitida de generación en generación por aquellos de los que más nos fiamos porque nos amaron, nos recuerda aquellas palabras de Pedro que respondían a la pregunta de Jesús: ¿También vosotros queréis marcharos? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios (Juan 6, 67), porque por tu Cruz gloriosa redimiste al mundo y por tu resurrección nos has devuelto la vida.
Custodio Ballester Bielsa, Pbro.
www.sacerdotesporlavida.info

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7 comentarios

  1. Creación o Evolución, este es el gran reto cristiano y los protestantes nos han pasado delante de los católicos en este detalle, los católicos en los versículos del Genesis que dicen "y fué una tarde y una mañana y fué el dia segundo", se los toman a la torera y de ahí el Evolucionismo-teísta a que llegó el Papa Ratzinger influenciado por la opinión mayoritaria que dijo "no hay por que enfrentar Creación con Evolución, las dos juntas pueden convivir". Pues si que esto tambien consiste en Amor en mayúscula, predicar la Creación como Dios manda, no sólo de pan vive el hombre tambien vive de la Palabra de Dios. https://silverigarrell2.blogspot.com/2007/11/la-creaci-en-6-dies.html

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    1. Totalmente de acuerdo con el Sr. Silverio Garrell.

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  2. No entiendo lo que quiere expresar en sus 12 líneas. Esta vez no habla del Diluvio. Pero su conocimiento de la evolución es muy escaso y sin ninguna base.

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    1. https://silverigarrell2.blogspot.com/2010/10/manual-de-levolucio-descarregable.html

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  3. Sr. Garrell, después de leer su blog sobre evolución, mantengo mi afirmación que su conocimiento de la evolución es muy escaso.
    Por qué no propone una exposición sobre la evolución con base sólida?

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  4. Supongo que hoy vio en las lecturas de la vigília que el tema del diluvio ya esta superado desde el tiempo del profeta Isaias. Jjj es de risa lo suyo. Lea Isaias solo tiene mas de 2400 años.

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  5. Yo no criticaría el empeño de salvar al planeta. Si el planeta se hunde, el hombre también. Si a Dios la creación le pareció buena, echarla a perder es pecado, ergo consecuencia del pecado original. Otra cosa es que se perviertan los argumentos de la protección de la naturaleza, que es obra divina, por codicia y ansia de poder.

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