¿LA HISTORIA SE REPITE?

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Solemos vivir el presente como si fuese único, como si nunca hubiese ocurrido algo parecido. Por eso se nos suele recordar que quien desconoce su historia, está condenado a repetirla. Porque, claro, además de enfrentarnos a la realidad, nos enfrentamos a sus diversos relatos. Es que, al fin y al cabo, no sólo la historia, sino también el presente, son feudatarios inexcusables de su relato. Todo el mundo peleando por ser él quien cuenta la historia, quien construye el relato. De lo cual surgen dos preguntas. La primera: ¿estamos haciendo un relato acertado de la realidad que vive hoy la Iglesia? Y la segunda: ¿estamos seguros de que nunca ha ocurrido antes lo que hoy está ocurriendo? Semper idem, reza la sentencia latina.
Hoy vemos con toda claridad no ya que el dato mate el relato; sino que, por el contrario, el relato es capaz de matar no uno, sino cientos de datos. El gran poder no está hoy en la realidad, sino en su relato, en la comunicación. El comunicador sabe perfectamente que cada uno está conectado continuamente a su terminal; y sabe además cuántos son sus seguidores. También en la Iglesia hay un relato “oficial”; con la pretensión justificada del “pensamiento único”, puesto que vivimos de la Revelación y del Magisterio; en un tiempo en que también el mundo lucha por imponer su “pensamiento único”.
Hoy estamos viviendo la realidad de la Iglesia como un tiempo que parece que amenaza cisma. En eso, la Iglesia ha ido acumulando bastante experiencia. Ahora bien, en todos los cismas ha predominado la discordia doctrinal, tal como ocurre hoy; y, sin embargo, todos ellos han terminado en escisión, es decir en desgajamiento de la autoridad del sumo pontífice, es decir del poder de Roma. Basta repasar los grandes cismas que se han ido sucediendo a lo largo de la historia de la Iglesia, para constatar que por más que en ellos se debatan cuestiones doctrinales, siempre aparece en el fondo la cuestión del poder, siendo el desenlace de todos ellos, la separación de la obediencia de Roma.
 
Ya desde antiguo, los obispos y los abades habían obtenido gran significación publica debido a la íntima unión de la Iglesia y el Estado a partir del emperador Teodosio, que convirtió el catolicismo en la religión oficial del imperio, transformando a los sacerdotes y obispos en funcionarios públicos. Por esto desempeñaban cargos civiles de importancia; de donde se siguió que fueran recibiendo ciertos derechos de grandeza, las regalías, y aún los títulos de duques o príncipes. Otón I (912-973) favoreció sistemáticamente esta elevación de los prelados, pues le daba la ventaja de poder intervenir mejor en su nombramiento. Por esto, la aristocracia sacerdotal era generalmente más adicta al emperador.
Este estado de cosas, desde el punto de vista eclesiástico, tenía la ventaja del influjo y ascendiente que daba a los prelados; pero al mismo tiempo tría el inconveniente gravísimo de situarlos en una dependencia excesiva del rey o emperador. Porque la consecuencia que trajo consigo fue que los reyes y emperadores fueran creando el derecho de nombrar ellos o elegir prelados, con lo cual se impedía la elección canónica. Este nombramiento, hecho por personas seculares, es lo que se llamaba la investidura laica, que oficialmente consistía, desde Otón I, en la entrega simbólica del báculo, a lo que se añadió luego el anillo.
Poco a poco, los pontífices fueron haciendo valer sus derechos hasta que Urbano II concertó un convenio con Francia en 1098 en virtud del cual el rey renunciaba a conferir el anillo y el báculo, o sea a nombrar obispos. En compensación el papa le reconocía el derecho a confirmar los nombramientos efectuados por via canónica e investir a los elegidos con los bienes anejos al cargo. En cambio, el nuevo rey alemán, Enrique V, no tenía la menor intención de renunciar a sus pretensiones, a pesar de haberle hecho al papa las más halagüeñas promesas, cuando aún no estaba seguro de su corona y necesitaba el apoyo de la Santa Sede.
Tras muchos tejemanejes, se consiguió que el emperador Enrique de Alemania firmase con el papa el Concordato de Worms, por el cual el rey renunciaba a la investidura y prometía permitir la celebración de elecciones libres y canónicas para designar obispos y abades. A cambio, confería al emperador el poder asistir a las elecciones y ejercer de árbitro junto al metropolitano en caso de elección dudosa. Así se consiguió librar a la Iglesia de la sumisión política que le impedía ejercer libremente el ministerio pastoral de atender a las almas de los bautizados.
También ahora, al menos en España, la nunciatura “comunica” al Ministerio del Interior el nombramiento de los nuevos obispos, como una mera formalidad -dicen en la CEE-, que no lo es tanto, al dejar la puerta abierta para una posible recusación, si el candidato no agrada al gobierno. Una investidura atenuada, al fin y al cabo. Restos de una cristiandad ya desaparecida.
El 22 de septiembre de 2018, China y la Santa Sede firmaron un acuerdo histórico sobre el nombramiento de obispos en China. El Ministerio de Relaciones Exteriores de China dijo que el acuerdo supone mantener las comunicaciones y mejorar las relaciones entre ambas partes. No se establecieron relaciones diplomáticas entre ambos estados, ya que el Vaticano mantiene lazos diplomáticos con la República de China en Taiwán, que la República Popular de China no reconoce. 
En aquel entonces, el portavoz de la Santa Sede Greg Burke describió el acuerdo como "no político sino pastoral, permitiendo a los fieles tener obispos en comunión con Roma, pero al mismo tiempo reconocidos por las autoridades chinas". Si bien el acuerdo establece que China recomendará obispos antes de ser nombrados por el Papa, también estipula que el Papa tiene autoridad para vetar a un obispo que China recomiende. Poco después de la firma del acuerdo, el papa Francisco reconoció a siete obispos que habían sido nombrados anteriormente por Pekín, tras retirar las censuras que la iglesia mantenía contra esos seis obispos, más uno más, que había fallecido recientemente. Todos ellos habían recibido la consagración episcopal sin la aprobación papal. El 23 de septiembre, la Iglesia Católica en China se comprometió a permanecer leal al Partido Comunista Chino. Otra investidura al canto.
Todas las apariencias apuntan a que en la Alemania que está llevando a la Iglesia por el despeñadero en cuestión doctrinal (pareciendo que ésta se deja encantada), tendremos una réplica de China. Pero en este caso, no serán las autoridades de Alemania las que le den hecha ya al Vaticano la elección de los obispos, completada con una riquísima investidura proporcionada por las autoridades del país, sino que será esa nueva fórmula de poder eclesiástico local llamado Asamblea o Comisión Sinodal, el que nombrará a los obispos alemanes. No los nombrará Roma, sino Alemania, según tienen previsto.
¿En qué quedará, pues, la amenaza de cisma de los obispos alemanes? ¿En qué quedará el gran alboroto doctrinal que han organizado, arrastrando a Roma a seguirles? Lo más probable es que quede finalmente en usurparle a Roma la facultad de nombrar (y sobre todo investir) a los obispos alemanes. Los bienes de Alemania no los adjudica el papa, sino los sínodos alemanes. En fin, que la realidad va por un camino, y el relato por otro.
Si no se defiende tenazmente la libertad de la Iglesia para dar culto a Dios, anunciar el Evangelio y vivir conforme a sus normas morales, ningún sínodo evitará que la Iglesia viva sometida a los poderes de un mundo pervertido, que ha tomado como norma amordazar a aquellos que discrepen de ese discurso único que está llevando a la humanidad a la más terrible esclavitud. Los lazos de la Iglesia con el mundo, le han resuelto a ésta algunos problemas de orden económico y de posicionamiento social, pero le han creado grandes problemas de orden moral, tal como estamos constatando hoy tristemente. Ciertamente, es Jesucristo el que gobierna su Iglesia Santa y Católica, pero qué difícil se lo ponemos con nuestra mala cabeza. Que Él nos asista en su misericordia.
Custodio Ballester Bielsa, Pbro.
www.sacerdotesporlavida.info

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9 comentarios

  1. ¿Habrá otra condesa Matilde?

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  2. La historia se repite y se repetirá indefinidamente con los siglos de los siglos, es un fenómeno natural contrario a lo "sobrenatural", la Iglesia necesita el Poder para propagar su mensaje y la Política también necesita el poder del Clero para gobernar los paises. El Poder es la mejor herramienta que existe. En tiempos de los nazis obligaban a colgar la esvástica en las iglesias y algunos clérigos se resistieron y fueron condenados a muerte, en China tal vez no se llega a condena mortal a los clérigos que no cuelgan bandera china en los templos, pero los castigan con cárcel. Colgar una bandera en una iglesia no consiste en ponerla en lugar del crucifijo para nada, este colgar es un detalle suplementario que no anula lo esencial de la religión. Esto teniendo en cuenta que un régimen este consolidado en un país, pero en Cataluña las esteladas en los campanarios incitan al "separatismo" y a la lucha contra un imperio ya consolidado, que en resumen atentan contra la PAZ. De ahí que el nuevo obispo de Girona haya pasado tambien los filtros de la política de la Gene Republicana, para ahorrar trabajos de atender a protestas de la plebs catalanista irreverente. De todos modos, existe una rebelión eclesiastica contra un enemigo muy poderoso que no es precisamente ningún gobierno del mundo, y tiene el nombre de Ciencia Oficial, y el Clero le teme más que a los gobiernos, puesto que en la materia de los 6 dias literales y el Diluvio, en estos momentos nada de nada, retraso clerical absoluto. https://silverigarrell.blogspot.com/search?q=atrassada

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    1. ¿La Iglesia necesita el poder para propagar su mensaje? ¿A qué poder se refiere?
      Vuelve a hablar de los seis días literales y el Diluvio. ¿tan difícil les es formarse en la interpetación del género literario bíblico?
      Por favor, no desinforme!

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    2. El Poder es el ejemplo de que en el Franquismo que era protector del Clero surgían muchas vocaciones, ahora sin el Poder protector ya me dirá usted de donde sacamos las vocaciones, la vocación de héroes es para unos pocos, de vocaciones necesitamos unos muchos. Los 6 días literales del Diluvio son la solución, por esto los menciono frecuente.

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  3. En las Iglesias, la única bandera que puede haber es LA SANTA CRUZ.

    NADA MÁS ➕

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  4. El mejor y más sincero defensor de la Fe Católica en éste país, fue un Señor bajito con bigotillo, ahora nombrado el innombrable por parte de la mayoría de jerarcas mitrados Españoles.

    Hasta se pusieron de espaldas para evitar su profanación.

    Dios se lo demandará!!!

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    1. No olvidemos que ese señor también se metía en la designación de obispos...

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  5. Como siempre, el padre Ballester ha escrito un excelente artículo. En realidad, la sumisión de la Iglesia al mundo es un problema eterno, tan viejo como la Iglesia. La lucha contra este avasallamiento marca toda su historia. En nuestros días, y en el pasado también, la infiltración y la corrupción empiezan en Roma. Lo del nombramiento y la investidura de los prelados por parte del poder secular (sea por vía gubernativa, sea mediante una asamblea "sinodal") sobre todo conlleva el peligro de fragmentar a la Iglesia y destruir su unidad, arrasar su catolicidad en cuanto universalidad y favorecer el surgimiento de iglesias nacionales, que fácilmente tminan convertidas en sectas primero y más tarde en entidades que de eclesial no tengan nada, si es que sobreviven.

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  6. Ese Señor Bajito no quería que se infiltrasen Masonazos bajo ningún concepto.

    Sólo se le coló Tarancón con su pipa y nadie más.

    Por cierto, tenía el permiso del Papa desde que lo nombraron Caballero de la Orden de Cristo.

    Adivine porque se la dieron.....

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