LITURGIA DEL VIERNES SANTO

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Gran postración

El martirologio anuncia: 
Parasceve Dominus noster Jesus Christus crucifixus est. Es el gran día de luto para la Iglesia, el  dies amaritudinis (día de amargura) el primitivo dies Paschae como lo llama Tertuliano. Era por esa razón el día alitúrgico por excelencia, observado con praxis unánime tanto en Oriente como en Occidente. En Hispania a principios del siglo VII algunos contra toda tradición llegaban incluso a tener cerradas las puertas de la iglesia en este día, lo que les valió la excomunión por el IV Concilio de Toledo. La Regula Magistri compuesta en Hispania en torno a esa época prescribe que acabado el oficio de Laudes concluían todas las demás horas del Oficio invitando a los monjes a ocuparse de la meditación de los dolores y de la muerte de Cristo. Esta era en un principio la disciplina general de la Iglesia. Una de las devociones más comunes era recitar el Salterio completo, los 150, salmo tras salmo. Hasta el siglo XIV lo hacía el Papa con sus capellanes. En Montecassino los monjes lo hacían descalzos.

La liturgia romana desde el siglo V celebraba la colecta en Letrán para dirigirse hacia la estación en Santa Cruz en Jerusalén, que era como una reproducción de la Ciudad Santa.

El programa litúrgico del día comprende actualmente tres ritos principales bien diferenciados:

El servicio eucológico que concluye con las Oraciones Solemnes

La adoración de la Cruz

La comunión


A.- El servicio eucológico

Passio

Lecturas, cantos y oraciones siguiendo el tipo exacto de las reuniones estaciones alitúrgicas que empieza hacia la hora de nona (15h) precedidas por la postración de los ministros ante el altar rezando en silencio, mensa del altar desnuda, oración e inicio de las lecturas: tres conforme el uso primitivo. La primera de origen galicano es Oseas 6 y se refiere a la redención: Israel ha pecado, pero Dios en su misericordia le ha enviado un Redentor. La segunda Éxodo 12,1-11 es un recuerdo de la celebración pascual de los hebreos, que fue símbolo y figura de la celebración del sacrificio neotestamentario. Tras esta lectura seguía el salmo 139 casi leído entero como responsorial: Señor, sálvame del hombre malvado 
(Eripe me, Domine ab homine malo.). En la reforma de 1969 se prefirió el salmo 30 (A ti Señor me acojo no quede yo defraudado) con la respuesta tomada del evangelio de Lucas: Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu. Ambas describen los sentimientos de Jesús en la Cruz, que siendo objeto del odio de sus enemigos no pierde la confianza en el Padre. Finalmente el relato de la Pasión según San Juan que ya era leído en tiempos de San Gregorio.

La liturgia de la Palabra se concluía desde muy antiguo con las Oraciones Solemnes, prototipo de lo que fueron en origen las Preces Comunes recitadas antes del Ofertorio y que fueron de uso habitual en la misa hasta el siglo VI cuando fueron integradas en un canon romano enriquecido por ellas. La reforma de Pablo VI las reintegró al uso ordinario en el Novus Ordo del 69. Su esquema es una breve introducción sobre el sentido específico de cada plegaria, silencio de recogimiento y formula de conclusión. Una rúbrica ya del siglo IX observaba que se introdujese con el Oremus, que el diácono invitase a la genuflexión con el Flectamus genua y que después de rezar prescribiese con el Levate el volver a levantarse.

B.-La adoración de la Cruz


Este rito introducido en Jerusalén desde el siglo IV era muy sencillo: el pueblo reunido en la Iglesia de la Cruz sobre el Gólgota, con el obispo sentado en su cátedra y los diáconos circundándolo, abrían el relicario de plata dorada con el Santo Madero y vigilando con sus manos para que nadie tocase y malograse la preciosa reliquia, hacían desfilar al pueblo que besaba o acercaba su frente y sus ojos al Lignum Crucis. Todo en silencio y sin canto alguno. El rito fue imitado y calcado por muchas iglesias de Oriente y Occidente, especialmente las que poseían alguna reliquia de la Veracruz. En Roma fue a mediados del siglo VII cuando se instauró el rito: el Papa hacia la hora octava (14h) acompañado de sus ministros salía del Palacio de Letrán descalzo llevando un incensario humeante y seguido de un diácono con el relicario de la Veracruz del Papa Símaco cubierto para dirigirse a Santa Cruz en Jerusalén donde llegado, lo depositaba en lugar conveniente, lo descubría, se arrodillaba y lo besaba. A continuación le imitaban todos los presentes, comenzando por el clero y continuando por el pueblo. Después de ello, se realizaba el servicio eucológico tal como hemos descrito anteriormente. Y sin comulgar todos marchaban tras las Oraciones Solemnes. Se exhortaba a quien quisiese comulgar dirigirse a otras iglesias de Roma. Fue más tarde, cuando se añadió la recitación del Padrenuestro con la inmediata Comunión con las especies consagradas el día antes. Como se ve el rito romano era muy sencillo. El único elemento decorativo consistía en el canto del 
Ecce lignum crucis intercalado del salmo 118 mientras el Papa regresaba a Letrán y el pueblo desfilaba para besar la Cruz.

Pero en Hispania y en la Galia, bajo la influencia de la liturgia jerosolimitana, la ceremonia fue en seguida dramatizada con el descubrimiento y la ostensión de la Cruz, con la triple admonición Mirad el árbol de la Cruz y la consiguiente postración ante el Crucifijo con la respuesta Venite, adoremus, y sobretodo con el canto del Popule meus, de los Improperios y del Trisagio Bizantino (Agios o Theos,…) y de dos himnos: el “Pange Lingua gloriosi praelium certaminis” y el “Vexilla Regis”. Todos estos elementos de origen foráneo, importados en la liturgia romana entre los siglos IX y XI, forman actualmente el sugestivo encuadre plástico de la Adoración de la Cruz desde el siglo XII según encontramos en el Pontifical Romano de ese siglo.

C.- La comunión


Siguiendo la nomenclatura griega esta parte es denominada “de presantificados” (liturgia ton proegiásmenon) porque es un simple rito de comunión con las Sagradas Especies precedentemente consagradas el Jueves Santo. Duchesne relaciona este rito con las vetustas sináxis alitúrgicas que los griegos celebraban en Cuaresma, absteniéndose de celebrar el Santo Sacrificio fuera de sábados y domingos. En un principio la Iglesia antigua se abstenía de comulgar incluso de las especies presantificadas el Viernes Santo, no siendo distribuida la Comunión. Posteriormente la comunión comenzó a formar parte de la liturgia papal, y de allí se fue extendiendo su uso a toda la Iglesia. Es de notar que hasta hace relativamente poco este día sólo comulgaba el celebrante y no el pueblo.

El conjunto de oraciones ofertoriales, de incensación del altar, del lavabo y de elevación de la Hostia fue muy posterior, y artificiosamente incluido para dar al rito una cierta semejanza a la misa. La reforma de la Semana Santa de Pio XII de 1955 purificó el conjunto de ritos del Viernes Santo devolviéndole su primitiva pureza, muy especialmente este de la Comunión, donde es necesario subrayar el recitado del Embolismo (Libera nos Domine) después del Padrenuestro en alta voz.

Hay que notar que los colores litúrgicos del Viernes Santo, incluso en la reforma del 55, fueron el negro para las dos primeras partes y el morado para el rito de la Comunión. El misal de Pablo VI asigna el color rojo, por ser Cristo el Rey de los Mártires, a todos los oficios de este día denominados en su conjunto “Acción Litúrgica de la Pasión y Muerte del Señor”.

Dom Gregori Maria

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1 comentario

  1. Está muy bien, artículos como éste son un bien para la salvación de las almas. Recordar siempre qué es la misa, pues hoy en día, desde el concilio Vaticano II la jerarquía ha dado por supuesto que el pueblo de Dios sabe qué es la liturgia, o la Fé, la moral o la eclesiología, y ante esta omisión, incumplen su deber de enseñar, su munus propio, y luego el de gobernar sancionando a los que incumplen los deberes rituales, dando lugar a una lógica y natural degradación de la misa por el olvido de las características esenciales, y por la típica corrupción que se da por el paso del tiempo, en especial cuando la autoridad no recuerda los principios y valores esenciales de toda institución, sobre todo por lo que hace a la misa... o la confesión, la comunión de los santos, cualquier otro aspecto de la doctrina...

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