Con Joseph Ratzinger se va uno de los personajes más notables de la Europa del Siglo XX. Con Benedicto XVI muere el último gran Papa de la civilización católica, a la que pertenece la España que aún se pertenece; un hombre dedicado a estudiar, comprender y tratar de explicar a los demás cómo podían convivir el Verbo y la Cosa, la Fe y la Razón, Occidente y la Cruz, esos dos milenios a la sombra de la Cruz que han definido Occidente. Está a la vista que la pérdida de los valores éticos asociados al catolicismo ha producido no sólo el hundimiento de determinadas certezas, sino de algo sin lo que es imposible establecer una idea moral: el valor de la certeza misma.
Contra el comunismo y el islamismo
No es posible dar marcha atrás en la Historia, aunque ésta abunde en toda clase de resurrecciones e involuciones que buscan negar la Historia misma. El comunismo, el peor enemigo de Occidente desde hace un siglo y a cuya crítica dedicó buena parte de su vida Ratzinger, es justamente eso: la negación de la realidad en nombre de la deificación de la voluntad humana, sin respetar los límites de la razón y la verdad de las cosas, que solemos llamar realidad. El alarmismo climático es la última versión de esa fantasía de omnipotencia humana sobre la Naturaleza. Bertrand Russell, tras visitar a Lenin en Moscú, definió el comunismo como una "religión práctica" al modo islamista. Por eso Ratzinger, teólogo de guardia de Juan Pablo II contra la Teología de la Liberación, un leninismo a lo divino que busca arrancar las raíces cristianas, liberales y democráticas de Occidente, lo combatió siempre. Y por eso Benedicto XVI, en su primer discurso como Papa, en Ratisbona, criticó la Yihad, núcleo duro del Islam.
Ratzinger era un aristotélico –el gran especialista en Santo Tomás— con alma neoplatónica; un místico de la Fe –de ahí su amor por lo español— que políticamente se veía moralmente impelido a actuar según la razón. En teoría, Fe y Razón son tendencias incompatibles, en la práctica, es posible llegar a un terreno común, el de la civilización, cuyo premio es la belleza. Sus textos sobre arte y religión nos muestran un temperamento exquisito, una delicadeza para apreciar el brillo trascendente de lo intrascendente sólo en apariencia; de lo más humilde que entreabre la puerta de la iluminación, de una forma modestamente lírica de Revelación que no es la del Verbo, sino el encuentro con lo real, la lectura de la diferencia, el culto a lo demás.
Ratzinger fue un pensador que no vaciló ante la complejidad, de ahí la amplitud y variedad de sus campos de reflexión, pero sin perder de vista lo esencial de la doctrina. La doctrina esencial y lo esencial de que haya doctrina. Por eso, ya papa, invitó a Hans Küng, su antiguo amigo y rival, envés de Urs Von Balthasar, el otro gran teólogo wojtiliano, pero también, desde sus primeras encíclicas sobre la caridad, se empeñó en marcar la diferencia del catolicismo con el protestantismo y el laicismo. La caritas, eso que antiguamente se llamaba "buenas obras", se alza ante la Sola Fide luterana; y quizás eso marca la diferencia católica, la de la moral y la ética –en última instancia, política– en la relación con el mundo. La Fe, nos dicen, "es esencial… pero no basta". Entonces, nos decimos, no será tan esencial. Y a partir del hecho discutible, se abre el debate y el derecho a debatir, que es algo imposible en el Islam, siempre de vuelta a los orígenes, a la Yihad. Y eso es lo que quiso subrayar Benedicto XVI en su discurso de Ratisbona.
Las raíces católicas del derecho y la libertad
La aceptación de los límites en la fe ante el otro, prójimo o próximo, abre el camino de la sociedad civil, que nace como hecho de civilización dentro del cristianismo. Es el fruto histórico de lo que, hoy, por encima del antecedente judío, nos lleva al marco romano de su desarrollo, a lo que es más que una religión: una idea política, cuyo máximo desarrollo se debe a la Escuela de Salamanca, hija de Alberto Magno y Tomás de Aquino, en la que la libertad es derecho natural, inalienable, sagrado del ser humano –y por extensión, de la Humanidad– hecho "a imagen y semejanza" de Dios.
Puede parecer algo abstracto o lejano este debate teológico. No lo es, porque tiene también un aspecto moral o político de la máxima actualidad. La lucha entre el derecho natural y el derecho positivo ha alcanzado hoy un nivel de radicalidad y exasperación como nunca en la historia del mundo. Nunca se ha legislado contra la biología como ahora. Nunca la negación de la familia se ha querido convertir en doctrina familiar. Ni desde el ateísmo oficial de los regímenes comunistas se había querido imponer una suerte de ateísmo normativo universal, del que se exime al islamismo, porque es, ante todo, una impugnación de la civilización cristiana o La Civilización. A esa impugnación, y para congraciarse con el Poder intelectual izquierdista, se ha sumado el sucesor y negador de Ratzinger, el malhadado Bergoglio.
Ratzinger era la continuación de la lucha de Wojtila contra la línea pro-comunista que se impuso en la Iglesia desde que Arrupe y los jesuitas se pasaron al bloque soviético. Bergoglio, que no por casualidad es jesuita, representa todo lo contrario: la vuelta a aquella iglesia de izquierdas que, tras el Vaticano II, liquidó muchas de las certezas indiscutidas entre los católicos. Aquello fue un fenómeno de desmoralización de masas cuyos resultados llegan hasta hoy. Esto es una inundación de la palabrería social de los años 70 que no ha sumado sectores populares a la iglesia, como decía el "aggiornamento" de entonces o la "modernización" de ahora, pero que la ha privado no sólo de la conciencia de una fe inseparable de la razón, sino de la relación con la sociedad civil entendida como ámbito de la libertad. La presencia de liberales clásicos como Novak o nuestro José Raga en el entorno intelectual vaticano ha dado paso a maleantes como el sindicalista argentino Grabois, que Francisco ha colocado en un dicasterio. Aunque su ideología sea la misma, entre Grabois y Ernesto Cardenal hay una gran diferencia de calidad intelectual. Y, sobre todo, en vez de castigar a un poeta, como hizo Wojtyla, se premia a un golfo, como hace Bergoglio.
La pederastia y el final de un pontífice honrado
Se ha destacado en la muerte de Ratzinger el hecho históricamente insólito de su dimisión, falto de las fuerzas físicas y morales suficientes para luchar contra la corrupción en la Iglesia, que tenía dos frentes: el de la pederastia y el de la corrupción económica de la Curia. Al final, la mafia lavanda de McCarrick, la sotanía pedófila, acabó con Ratzinger y colocó a Bergoglio, que gritó mucho y no hizo nada, por una doble razón: carece de formación intelectual y de nivel moral para afrontar un problema tan serio.
Sin embargo, ya retirado, Ratzinger impulsó un grupo de estudio sobre las raíces culturales de la pederastia en la Iglesia. He dedicado un capítulo de La vuelta del comunismo a ese texto, el último suyo, que es de una precisión y hondura impresionantes, y que sitúa los orígenes de la pedofilia en el Mayo del 68, cuna de las nuevas formas de comunismo que asolan el siglo XXI. Aunque se publicó con autorización de Bergoglio, dudo de que lo leyera, y que, de hacerlo, lo entendiera, porque ataca la raíz izquierdista de su discurso. Me remito a esas páginas, quizás lo único que en España se publicó al respecto. Nada más lógico, viendo la insignificancia intelectual en que chapotea la Iglesia española.
Durante el pontificado de Juan Pablo II, también la Era Ratzinger, escribí bastante en Libertad Digital sobre la deseable alianza de liberales y católicos en defensa de la libertad y de la historia española, tan católica. La degradación del papado y de la Conferencia Episcopal Española son paralelas. ¿Qué es más abyecto: la cobardía de los obispos ante el asalto a la tumba de Franco y el Valle de los Caídos o el desprecio a Santa Teresa y España o la justificación del terrorismo islamista contra Charly Hebdo de Francisco?
Con Ratzinger desaparece el último gran Papa. De nuestro tiempo y quizás de todos los tiempos, que hoy prevalecen contra la Piedra católica. Sería un milagro muy de agradecer que existiera el Cielo y, desde allí, rezase por nosotros.
*Escrito publicado por Federico Jiménez Losantos en el portal "Libertad Digital" el 31 de diciembre de 2022
Excelente artículo de Jiménez Losantos, inteligente y da en la diana. Contrasta con el páramo desértico de todos los obispos españoles, contando a Omella y Osoro como los primeros, ¿se volvieron renos del papa Noel?... quién sabe...
ResponderEliminarCuando el Parlamento del zoo de Barcelona dijo que no instalaba el pesebre pero sí el árbol de navidad, rechazaron una tradición de origen católico italiano (San Francisco) pero secular en Cataluña (desde el 1300), y aceptando una tradición católica de origen germánico (árbol) de reciente tradición (en España empezó en 1870, Madrid, Palacio de Alcañices, con la princesa Sofía Troubetzkoy), la mesa del parlamento utilizó un laicismo ahistoricista, es decir, que arrasa con las tradiciones propias catalanas de toda la vida, pero metiendo acríticamente otra tradición católica, el árbol de navidad, cuya forma triangular representa a la perennidad de las Santísima Trinidad, sus hojas son perennes, y hay evidencia de que se puso un árbol con adornos en Navidad en los árboles de los gremios bálticos, decorados con dulces para que disfruten los aprendices y los niños: en Livonia (Estonia y Letonia ) en 1441-1442 cuando la Hermandad de las Cabezas Negras erigió un árbol para las fiestas navideñas en sus casas gremiales en Reval (Tallin), y en 1510 en Riga, la capital de Letonia, en la plaza del Ayuntamiento (Rātslaukums).
Además, el belén es patrimonio cultural inmaterial de España y, por tanto, de Cataluña:
Real Decreto 481/2022, de 14 de junio, por el que se declara el Belenismo como Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial (BOE núm. 142, de 15 de junio de 2022)
La acción de montar el Belén es una tradición de religiosidad popular que tuvo su origen en la Europa Medieval y que consiste en construir una escenografía formada por escenario y figuras sistematizables que se arman o montan cíclicamente coincidiendo con la época de Navidad y que evoca, directa o indirectamente, pasajes relacionados con el NACIMIENTO DE JESÚS.
Se trata, por lo general, de construcciones efímeras y estacionales, de un pequeño universo reducido, que alberga personas, animales y casas. Hoy en día, el Belén trasciende lo estrictamente religioso para encuadrarse en una dimensión más amplia, la cultural, convirtiéndose en un hecho sociológico.
El Belenismo comprende tanto al arte de fabricar las figuras del Belén a través de sus artesanos, como al colectivo especializado en armar o montar el Belén, empleando ciertos conocimientos y destrezas, en un proceso en el que se aplican técnicas y prácticas tradicionales y actuales, transmitiendo al espectador sensaciones emocionales y simbólicas.
Esta manifestación forma parte de nuestro Patrimonio Cultural Inmaterial, pues está interiorizada en los individuos y en los grupos humanos como parte de su identidad, remitiendo a la biografía individual y colectiva. Es un patrimonio vivo y dinámico, experimentado y rememorado en tiempo presente, y preservado tradicionalmente por las comunidades que lo han transmitido a lo largo del tiempo y lo han ido recreando de forma intergeneracional.
Dentro de los valores culturales que aporta el Belenismo cabe destacar el de compartir una identidad colectiva presente en todas las regiones españolas, su contribución a la transmisión de conocimiento de la cultura popular mostrando oficios tradicionales y modos de vida a veces ya desaparecidos, la preservación de oficios artesanales especializados y su dimensión económica y productiva, la riqueza de sus bienes muebles asociados, la transmisión y recreación a través de su práctica de conocimientos, habilidades y destrezas, su estrecha relación con la tradición oral, narrativa y musical, la importancia del asociacionismo en torno a esta manifestación y su proyección internacional.
La declaración del Belenismo como Manifestación Representativa de Patrimonio Cultural Inmaterial contribuirá a revalorizar estos oficios artesanales y a potenciar los usos de la tradición.
También el toque de campanas es un patrimonio cultural inmaterial:
ResponderEliminarReal Decreto 296/2019, de 22 de abril, por el que se declara el Toque Manual de Campana como Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial (BOE núm. 97, de 23 de abril de 2019)
El Toque Manual de Campana es un lenguaje sonoro que ha funcionado a lo largo de los siglos como un medio de comunicación, cumpliendo un conjunto de funciones sociales para la comunidad: informar, coordinar, delimitar el territorio y proteger.
Los toques de campanas, basados en el ritmo, han sido los encargados de organizar la vida comunitaria, de delimitar el tiempo y el espacio laboral, diario, festivo y de duelo.
De ahí que exista, tanto en el ámbito religioso como en el civil, un amplio repertorio, lenguaje, en definitiva, con una gran diversidad de formas y técnicas que han anunciado incendios, tormentas, rogativas, horas y acontecimientos del ciclo vital, y, en resumen, han regulado multitud de aspectos de la vida festiva, ritual, laboral y cotidiana.
La protección de los toques de campanas manuales no solo significa poner en valor y asegurar la continuidad de una sola tradición común, compartida entre los diversos pueblos de España, sino que, además, supone proteger cientos de sistemas locales de comunicación, con ciertas características compartidas por zonas, pero casi siempre únicos, al borde de la extinción por dos motivos, la falta de campaneros y sobre todo, la referida falta de sensibilización hacia este fenómeno de comunicación casi único en cada lugar, que tiene muchos y más variados significados que la simple llamada a misa.
Cita del artículo: "A esa impugnación, y para congraciarse con el Poder intelectual izquierdista, se ha sumado el sucesor y negador de Ratzinger, el malhadado Bergoglio."-----------Respondo que es exagerada esta expresión, califica al papa actual Bergoglio como un "anti-papa". Si los católicos no podemos confiar en el Papa sea del estilo que sea, estamos perdidos.
ResponderEliminarSr. Garrell, Losantos, acertadamente o no, es su opinión, hace 3 años trató al Papa de tonticristo.
EliminarMatizó eso porque no llega a anticristo.
Es loable que un agnóstico sepa describir mejor al Papa Benedicto XVI que cualquier obispo.
ResponderEliminarDestacando el silencio ovejuno borreguil de casi todos los obispos españoles, que no han emprendido ninguna acción espiritual o un viaje con feligreses a la capilla ardiente...
EliminarNo va mal encaminado Losantos, NO!!!
ResponderEliminarIn Paradisum deducant te Angeli
ResponderEliminarin tuo adventu suscipiant te Martyres
et perducant te in civitatem sanctam Jerusalem.
Chorus Angelorum te suscipiant
et cum Lazaro quondam paupere
aeternam habeas requiem.
La antífona que él, como nadie, hubiera comentado con su profundo conocimiento de la liturgia. Llegada su hora, sin la menor duda la desnudez con que nos presentamos ante el Señor los que rodean al Señor, los ángeles, los mártires, el pobre Lázaro le habrán llevado a su deseada presencia. Porque Benedicto XVI fue un hombre de fe razonada y expuesta, ajena a los efectos fatuos del comportamiento irrelevante. Jiménez Losantos se fija, a su manera, en la vertiente sociopolítica, pero Benedicto era mucho más. Su pastoral consistió en enseñarnos el contenido de la fe, la realidad de Cristo, Hijo de Dios, que pervive en nosotros sacramentalmente. Frente al populismo y al ecologismo de baratillo, la teología de la Creación y de la Redención, el misterio salvador. Con una moral congruente con la ley natural. ¿Por qué le echamos de menos?
A mi me parece un comentario desafortunado el de Jiménez Losantos, que politiza en exceso la figura del Pontífice,que es el mismo se llame Francisco o Benedicto. La utilización política de la figura papal no me parece correcta. “Carece de formación intelectual y de nivel moral para afrontar un problema tan serio”, este párrafo,referido a la pederastia en la Iglesia, es una crítica desaforada a Francisco que junto con Benedicto XVI es quien más está luchando contra esta lacra.
ResponderEliminarBergoglio tiene la plaza libre de emérito...
EliminarCon el Papa Francisco hay que estar en comunión y vivirlo con caridad aunque algunas cosa no te gusten. Si perdemos esto estamos perdidos,ni catolicidad ni nada.
ResponderEliminarHay muchas opiniones interesantes en el artículo de Losantos pero normalmente es un extremista de mucho cuidado,al menos cuando le he leido en el Mundo,de liberal nada,un destroyer.
Es cierto que el artículo de Jiménez Losantos tiene una inclinación política. Pero, de los artículos que estos días han glosado la figura del papa Benedicto, seguro que este es de los mejores.
ResponderEliminarEn cuanto a las afirmaciones fuertes sobre Francisco I, muchos las notarán excesivas; otros las consideran justas y adecuadas; y habrá quien no las comparta en absoluto. A mí me parece muy preocupante el cúmulo de frases erráticas o intempestivas de este papa así como algunas de sus decisiones. Resulta altamente peligroso descuidar perseguir la verdad, que es Cristo, por perseguir verdades humanas que quizás con el paso del tiempo cambian.
Último gran Papa, de momento. Tras San Pío X vino Pío XII, y tras Pío XII vino Juan Pablo II.
ResponderEliminarNo desesperemos, por favor.