Al finalizar el encuentro con el Santo Padre, en el marco de la visita ad limina de los obispos de las provincias eclesiásticas de Barcelona, Tarragona y Valencia, se convocó a los medios a una rueda de prensa en el Colegio Español por parte del cardenal Omella, en su calidad de presidente de la CEE y, lógicamente, como interviniente en la audiencia. Convocaba la Conferencia Episcopal, no la archidiócesis de Barcelona. No obstante, al encuentro con los periodistas no solo compareció el arzobispo barcelonés, sino los otros dos metropolitanos que habían pasado la semana en Roma: los arzobispos de Valencia y Tarragona. Fue la primera sorpresa de una rueda de prensa que, como mínimo, podríamos calificar de tan contradictoria como desconcertante.
Cuando el cardenal Omella inició su exposición -tras las de los prelados tarraconense y valenciano- y resaltó el ambiente de camaradería que había habido entre todos los hermanos del episcopado, en el cual manifestó que “se habían contado chistes, anécdotas, como es lo propio de toda familia”, pensé que allí había gato encerrado. Me sonó a excusatio non petita… No tardé en comprobarlo cuando se iniciaron las preguntas de los medios de información. En especial, las del periodista de El País que, lógicamente, llevó el agua a su molino y quiso explotar el tema de las denuncias de abusos recogidas en su periódico, a las que el cardenal de Barcelona intentó poner comprensión, afirmando que se habían enviado a todas las diócesis y algunas habían contestado, como así ocurría con la suya de Barcelona. Mientras parecía que todo acababa ahí, el cardenal Cañizares solicitó el micrófono y le espetó al periodista: “El Papa sobre todo nos ha pedido prudencia. Prudencia que El País, lo digo públicamente, no la ha tenido”.
Parecía que Omella y Cañizares habían asistido a dos encuentros distintos. Pero no solo fue respecto a la prudencia que había resaltado el valenciano y no el aragonés. El arzobispo de Valencia volvió a solicitar el micro y se agarró con otro sorprendente comentario. Manifestó que le había reconfortado tanto el Papa (al que calificó de un auténtico, transparente, maestro) al ratificarle cuál era la ideología más perversa. Como Cañizares discursea de una forma manifiestamente mejorable, tras la pausa correspondiente a “ideología perversa”, se esperaba que hablase del comunismo, del fundamentalismo islámico o de algunas de las favoritas del Papa, como el populismo, el capitalismo ultraliberal o el negacionismo ecologista. Pero no, según Cañizares, el Papa les había hecho hincapié en que la ideología más perversa era ¡la ideología de género! Lo cual podía estar muy bien, pero no es el discurso habitual de este pontífice. Al igual que cuando también recordó que el Papa era partidario de la beatificación de Isabel la Católica y que la había puesto como ejemplo para recordar el papel que debe tener la mujer en la Iglesia. “Nunca había escuchado palabras tan bellas”, apostilló don Antonio. Tampoco parecía una tesis habitual de Francisco, tan proclive a desdeñar el proceso de evangelización española en América. El surrealismo campaba por su anchas durante todo el encuentro con la prensa. Claro que la audiencia con el Papa se había iniciado con el siguiente saludo de Francisco al cardenal de Valencia: “¿Usted qué tal? Siempre tan despierto” ¡Tan despierto, Cañizares! En fin…
Estas tremendas contradicciones, estos codazos por tener la palabra, esas pugnas por llevar la iniciativa y arrimar cada uno el ascua a su sardina, aunque sea con las alambicadas maneras episcopales, traslucen una realidad innegable: el cardenal Omella no gobierna con mano de hierro la Conferencia Episcopal, hasta el punto de no poder asumir una postura conjunta y una voz única en una rueda de prensa. Una rueda de prensa sobre un hecho que acababa de suceder. No sobre recuerdos lejanos de un hecho remoto, siempre susceptibles de una interpretación subjetiva. El arzobispo barcelonés tiene abiertas varias vías de agua en el organismo que preside, al igual que tampoco va en consonancia con el nuncio Bernardito Auza, el cual, como ya escribí en anteriores artículos, es un diplomático muy celoso del desempeño que le ha sido encomendado y no se deja influenciar por esa peculiar comisión Omella-Arana que pretende hacer seguimiento de las ternas episcopales. Así se ha visto con la última provisión del obispado de Calahorra, diócesis que parecía reservada a candidatos del turolense y que se ha visto cubierta con el nombramiento sorprendente de uno de los auxiliares de Madrid, Mons. Santos Montoya. Y ya lleva el Nuncio apuntándose varios tantos. Parece que Omella no manda tanto como algunos creen.
Oriolt
Cañizares está hasta hasta los perendengues de Omella y sus chistes.
ResponderEliminarPero, tener sentado a su izquierda a un seglar indepe vestido de púrpura,uffff.
Si se fijan en la foto, es que tenía la tensión a 200 lo manco, que dicen en ses illes, jeje.
Cañizares no es nadie. I en Roma ni en Valencia.
EliminarComo tantas veces, el Papa Francisco dice a cada cual lo que quiere oír.
ResponderEliminarhermenegildus dixit... amen!!!
EliminarOmella "primus inter pares" no es Rouco ni pretende serlo.
ResponderEliminarNo le llega a Rouco ni a las suelas de los zapatos.
EliminarNi en Doctrina Católica de verdad, ni en Moral ni en nada.
Así vamos!!!
Cañizares está de salida. Quien sea obispo de Calahorra tiene muy poca importancia para la Iglesia en España, donde verdaderamente se va a ver una revolución del episcopado es en el P Vasco y Navarra junto a los arzobispados. Compostela para Rodríguez Carballo y cambio en Galicia junto a Tui Vigo. Cambio de arzobispo en Valencia, Valladolid, Granada y Madrid. Omella puede pilotar ese cambio y lo está haciendo, aunque esté jugando al despiste.
ResponderEliminarLa pérdida de Cañizares descabeza a los más conservadores del episcopado, que sólo se pueden acoger al liderazgo del arzobispo de Oviedo que se está quedando muy sólo. La clave es quién sucederá a Osoro en Madrid y a Cañizares en Valencia.
Seamos realistas, Omella está ya de salida; si quisiera implementar una revolución ya se habría puesto manos a la oba y no van por ahí los tiros. El nuncio además no está con él y no espere que a Valencia vaya un cura de la Quisqueya, a Valladolid alguien próximo al padre Ángel o a Granada el padre bailaor. Eso es lo que les gustaría a Vidal y Bastante pero eso no está pasando. Hasta que no suceda -y yo creo que no sucederá porque no está sucediendo aún y podría perfectamente haber ocurrido- no se pueden adelantar acontecimientos. Luego habla de Rodríguez Carballo para Santiago de Compostela; ¿sabe para cuántos sitios ha sonado ya el franciscano? Pues en la curia sigue tan ricamente. ¿Y sabe por qué? Porque está destinado a sustituir al Prefecto actual de la Congregación para los Religiosos; el Papa lo quiere a su vera. Valencia muy probablemente será para Benavent o el auxiliar de Vinalesa; Granada puede perfectamente ser para Rico, Valladolid para Argüello y Santiago de Compostela para Carrasco. Madrid y Barcelona ya se verán pero yo no veo que el panorama episcopal esté para muchas revoluciones.
EliminarComparto su visión.
EliminarNo son nada extraordinarios los comentarios de Cañizares.
ResponderEliminarCon un Papa con complejo de Chávez (!expropieseeeeeeeeeee!), pues cualquier gracia sonará a doble gracia (para evitar el "!renunciaaaaaaaaaaa!"), porque el porteño ya ha demostrado con creces que no tiene templanza ni piedad.
Así que Cañizares tan contento porque podrá ver la salida del sol un día más.
Yo, por si acaso, estoy completamente de acuerdo con el señor Valderas Gallardo.
EliminarAl anónimo de las 18h.
Eliminar¿Qué pinta la alusión al Sr. Vallderas Gallardo? No he leído ningún comentario de su parte. Probablemente, co nociendo el pensamiento de dicho señor, ud. crea que piensa así.
No cite a alguien sin conocer lo que opina.
Cañizares tendría que unirse a Vigano, Burke, Schneider.......
ResponderEliminarQue sea valiente y no se avergüence tanto de revestirse con Capa Magna como Dios manda,hombre!
Estoy sobre ascuas sobre que opinará la comunidad de Lanceros de España sobre el conciliábulo que se perpetró en Roma para dejar a los pies de los caballos al grandioso Cardenal de Valencia.
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