Mons. Antoni Vadell en el Congreso Nacional de Laicos (Málaga 2020) |
Como apunta Josep Miró y Ardévol, antiguo consejero de la Generalitat y actual presidente de e-cristians, en su brillante artículo, el gran plan de reestructuración pastoral anunciado por el cardenal Omella para el futuro inmediato de la diócesis, quizá no consiga ese objetivo (probablemente por el planteamiento tan impropio de una organización que “vende” -ojalá lo hiciese- doctrina y conciencia religiosa); pero lo que sí ha conseguido es abrir un debate realmente enriquecedor sobre el papel de la Iglesia (y sobre todo, de su elefantiásica estructura) en la sociedad: en nuestro caso concreto, en Barcelona. Un vivo debate sobre lo que está haciendo y lo que parece que pretende seguir haciendo la Iglesia en Barcelona. Hay quien dice -y no son pocos- que planificar su extinción, camuflándola en bellos y anestesiantes planes pastorales, que no hacen sino llevar hasta el paroxismo la aciaga hipertrofia estructural que está reduciendo a la Iglesia a la inoperancia. En el fondo de ese plan -afirman sus críticos- parece atisbarse la firme voluntad, ¡tan moderna!, de morir sin dolor. El problema de estas intervenciones es que una sedación demasiado voluntariosa, tiende a invadir el terreno de la eutanasia.
Y sí, claro, no sólo olvidados los laicos, sino que en el plan se condenan también al olvido la mayor parte de los sacerdotes (los viejos, sí, pero también los jóvenes), que pasarán a formar una especie de vasallos de la nueva nobleza sacerdotal formada por 48 párrocos (más estructura jerárquica, más clericalismo, más elefantíasis). Olvidados los fieles, claro está. Pero como dice Miró y Ardévol en su excelente artículo, no se puede olvidar más tiempo que todo aquello de lo dispuesto por la Iglesia, los ingresos también, reposan sobre un solo punto: nosotros los feligreses de a pie comprometidos con ella. Y sobre esta base articula su reflexión crítica acerca del plan diocesano de Barcelona, con su reorganización histórica de las parroquias. Evidentemente es el clericalismo jerárquico (¡poder sagrado!) del que están impregnados también los contratados y bien remunerados laicos, el que ha levantado una alta muralla entre los habitantes de la alta ciudadela, protegida y blindada contra cualquier intento de asaltarla, y los fieles de a pie (a los que el articulista llama con toda precisión “feligreses”), los del suburbio eclesiástico, que viven a la sombra de esas murallas, pero fuera de ellas. La verdad es que el clericalismo -ese del que tanto habla el papa Francisco-, encumbrado en su ciudadela, no teme precisamente a los enemigos de fuera: con los que incluso confraterniza, bien lo sabemos, sino a los súbditos descontentos que pueblan el suburbio.
Josep Miró i Ardèvol |
Miró y Ardévol basa su reflexión en un análisis del poder real, objetivo, de la Iglesia, poniendo en primer lugar, lo que los economistas llaman el capital humano, y que en la extrema izquierda llaman “la gente”. Los grandes olvidados, por cierto, del gran plan pastoral para la diócesis de Barcelona, que tanta polvareda está levantando. Parece, en efecto que, en ese potentísimo plan, sobra gente. Bueno, no es que sobre. Al dividirse el clero en nobles y vasallos, se produce el gran espejismo feudal: los que cuentan, son los nobles que forman la corte del soberano. Ahí el número es importantísimo: tanto como el juramento de fidelidad al soberano, a cambio del cual se les concede el feudo. En ese esquema, obviamente los vasallos no sólo no cuentan, sino que ni se cuentan: son masa indeterminada y en cierto modo amorfa en manos de los nobles, disponible y utilizable a discreción. ¿Quién dice que faltan sacerdotes? A este formidable plan pastoral que pretende reorganizar la diócesis de Barcelona, le sobran sacerdotes. Muchísimos. Esto respecto a los clérigos.
Pero en cuanto a los feligreses, de los que Miró y Ardévol hace un análisis ponderado de gran precisión y realismo, yo diría que, tirando a la baja, resulta que estando tan en vías de extinción, son todavía, por un decenio al menos, una masa social mayor que la de cualquier organización y partido político. Una masa que, si estuviera bien gestionada y tuviera buenos dirigentes, sería la mayor organización de opinión del país. Y por lo que respecta a estructura y recursos, la entidad más poderosa en Barcelona, después de la Generalidad y el Ayuntamiento.
¿Qué explica, pues, que, siendo contablemente la Iglesia tan poderosa en Barcelona, se haya colocado en posición de repliegue? La primera explicación ya nos la da Miró y Ardévol: los feligreses parecen no contar. No es que no sean la materia prima de los desvelos del proyecto; es que no son ni la materia cuarta. Pero sin ser baladí este dato, hay algo que realmente tiene condenada a nuestra iglesia barcelonesa a un profundo declive, y no ya sólo en cuanto al repliegue parroquial, sino en cuanto al repliegue religioso e ideológico: El problema – dice Miró- es que ni tanta plena dedicación, ni infraestructura, se traducen en las tres cuestiones esenciales: feligreses, vocaciones religiosas y un proyecto de vida (religioso, moral, cultural y social) visible y activo para la sociedad. La Iglesia, uno de cada seis ciudadanos y toda su gran estructura, son colectivamente poco relevantes… y parecen conformados en serlo. Queda muy lejos la visión de Jesucristo como levadura, sal y luz de la colectividad. Es decir, que el discurso moral y religioso católico queda reducido tantas veces a una manifestación invalorable de sentimientos e inquietudes, es decir “autenticidad y sinceridad” sobre verdad, en un relato fáctico del estado de las cosas por encima de un proyecto moral exigido. Por eso, la Iglesia -afirma Miró- no participa en ninguno de los grandes debates públicos de nuestra sociedad, a pesar de que es el intelectual orgánico, digámoslo así, que tiene más contenido, diagnóstico y proyecto.
El obispado ya ha cerrado la parroquia de Sant Isidor |
Si no somos capaces de administrar la doctrina, el mayor patrimonio de la Iglesia, ya sólo nos queda administrar inmuebles, cargos y sueldos, totalmente vacíos de contenido cristiano. Y justamente ésa es la más amarga crítica que se lanza contra ese plan…
Es ahí donde está el mayor problema de la Iglesia en Barcelona (y en todo Occidente, el llamado antiguamente “la cristiandad”): Renunciar a nuestra doctrina, a nuestra moral y a nuestras convicciones, para abrazar causas espurias, ajenas al Evangelio unas, y contrarias a él otras. Es el gran problema tanto del clero secular como del regular y de las religiosas que regentan escuelas, hospitales e instituciones de caridad. Con una tropa desmotivada, cuando no traidora, es imposible afrontar ninguna batalla… La casa hay que empezarla por los cimientos (y si se trata de restaurarla a fondo, también): y es la doctrina revelada en la Escritura y en la Tradición el más sólido cimiento de la Iglesia, y hay que anunciarla en la palestra pública sin miedo a represalias. Y todos sabemos ya por dónde andan tantos pastores en cuestión de doctrina: inseguridad total, inseguridad de diseño. Muy difícil es plantar batalla con ese armamento. ¿Y con esos tremendos goterones en el edificio, nos metemos a rediseñarlo en vez de empezar reparando las goteras?
Y he aquí la gran paradoja: todo apunta a que no será el gran mastodonte burocrático el que saque a la Iglesia de esta gravísima situación en la que tan hábilmente navega, sino los feligreses. Por eso creo humildemente (¿puedo decirlo en esta Iglesia en salida y sinodal?) que haríamos muy bien en reconsiderar el plan de estructuración parroquial poniendo a los feligreses en primer plano, y acogiendo las reflexiones y los consejos de feligreses de la talla y de la fidelidad a la Iglesia (por encima del ideólogo de turno) de Josep Miró i Ardèvol.
La crítica -afirma en su artículo-, si se hace con sentido cristiano, siempre enriquece, sobre todo cuando es reflexiva, razonada y fundamentada. Al hilo de esta premisa he querido hilvanar esta mi cavilación en voz alta. Nadie debería sentirse ofendido ni juzgado por ella. Y mucho menos el cardenal Omella, que anda insistiendo en sus últimos actos públicos en la “mentira cochina” de la “supresión” de las parroquias. Ni tan cochina ni tan mentira: conservará los edificios y la denominación jurídica, sí. Pero sin pastor residente y servidas por desilusionados vicarios condenados a serlo de por vida, vasallos de la nueva nobleza sacerdotal que dirigirá las comunidades pastorales, las iglesias acabarán dando una atención cada vez más puntual y dispersa -el culto mínimo y poco más- que las hará languidecer irremediablemente hasta desaparecer, tal como dice Miró: la dinámica de contracción continuará. Y esto no lo resuelve la reordenación parroquial, dentro de 10 años habrá que hacer otra y cerrar más parroquias.
Desbarrar y equivocarse como necios es lo más fácil, pero rectificar siempre es de sabios.
Gerásimo Fillat
Goyo
ResponderEliminar"Desbarrar y equivocarse como necios es lo más fácil, pero rectificar siempre es de sabios."
Completamente de acuerdo con su exposición. Pero ante tanto equivocado, aunque ellos se consideran sabios, no es posible hacer una distribución de parroquias que tenga en cuenta la opinión y necesidades de su feligresía. Sólo con que tuvieran la intención de ser pastores servidores de sus feligreses, darían un testimonio mas real y convincente de su entrega a las parroquias que tienen encomendadas. Subordinar unas parroquias vivas a otras que están en un momento de bajón espiritual, no lo veo acertado ni justo. Sólo se ven unos intereses particulares que no son para nada evangélicos. Que María Auxiliadora nos auxilie e ilumine a los responsables de esta reestructuración.
A. Si el problema es la falta de sacerdotes, hay una alternativa a este pequeño reino de 48 senescales:
ResponderEliminar1. MINISTERIOS LAICALES. Clérigos, diáconos y laicos con estudios (profesores de religión, con estudios teológicos), pueden celebrar la misa sin consagración pero con comunión, la llamada celebración de la Palabra en ausencia de presbítero.
2. SACERDOCIO MENOR. Es un equivalente al cura de misa y olla, es decir, el presbítero que hasta el siglo XIX, ante la escasez de curas, cursaban sólo tres años de teología para cubrir parroquias dispersas del campo, y tenían a veces sólo licencia para hacer misas, no para confesar. Hoy también podría experimentarse, incluso con un año de estudio si es un clérigo, diácono o laico con estudios y cumple con los requisitos (25 años, varón, célibe, apto), dando las asignaturas esenciales: Biblia, teología, derecho canónico, liturgia y pastoral.
3. AGRUPAR SÓLO PARROQUIAS EN CRISIS. Las parroquias germinantes no deben de tocarse: lo que funciona, que no se toque. La agrupación es la excepción, y sí debe de hacerse con las parroquias vulnerables, desvalidas, débiles, en riesgo de desaparecer, y que se gestione con el modelo que más cerca esté del clásico y tradicional: tener el rector del canon 519.
B. El problema de tener sólo 48 rectores en lugar de 204 párrocos, es que no podrán cumplir nunca jamás en absoluto las funciones de padre espiritual de enseñar, santificar y regir que le ordena que cumpla el canon 519 del código de derecho canónico.
C. La "comunidad" llamada "unidad pastoral", con 3-6 parroquias, he observado en el plan que contiene como mínimo una parroquia germinante, que celebra muchos sacramentos y tiene muchos ingresos. Da la sensación que la parroquia-reina recibe la encomienda de gestión económica y burocrática de entre 3-6 parroquias nacional-progresistas muertas. Así, a los fieles germinantes, lo más seguro es que debamos de sufragar con donativos a la "comunidad" de 3-6 parroquias muertas, sólo para cubrir los gastos esenciales: como si fuéramos vacas lecheras. De esta manera, el arzobispado no debe de hacer la avocación, es decir, que gestione directamente las parroquias muertas, pues ya lo hará la parroquia-reina como encomienda, y encima, cobrando lo mismo el rector y los vicarios. A destacar la operación acordeón: de 204 parroquias a 48, quedando las restantes 156 entre degradadas y suprimidas.
D. Omella puede enfadarse y decir que es una “mentira cochina” lo de la “supresión” de las parroquias. Como dice Miró, el problema es que hay un proceso-progreso cierto, objetivo y real de contracción de curas, diáconos, religiosos y feligreses, y por ello, de evangelización e ingresos. Los números son inapelables. Omella no puede en absoluto asegurar que en los próximos años, con el futuro arzobispo, nunca se cerrarán y venderán parroquias, y la verdad, Omella no avala con millones su promesa de que esto no se dará.
E. En Cataluña, y esto lo sabe Miró, es una sociedad en decadencia total, que el covid ha acelerado, con los partidos en total desconexión con la vida popular de la gente. Ya no se puede hacer nada porque todo está bunkerizado por las familias franquistas tradicionales, que gobiernan desde la postguerra y que mandan en el nacionalismo, en recesión de votantes, como ERC y Junts exCiU. Y de otro lado, el constitucionalismo está gravemente descompuesto, sin liderazgo carismático alguno y en degradación total, todos sumisos al supremacismo de los partidos nacionalistas. Todo es mediocridad, desde la Generalidad de Aragonés, el Ayuntamiento de Barcelona de Colau, hasta el arzobispado de Barcelona. Andalucía, hoy, supera en número de creación de empresas a Cataluña. Madrid ya es la gran locomotora de España, y Cataluña es el furgón de cola. No hay liderazgo ni ilusión, ni proyecto, con el peor gobierno y oposición jamás vista. Nada raro que el arzobispado cree esta pirámide jerárquica de 48 rectores-reyes: un grupo estable totalmente manejable por el arzobispo.
El Código de Derecho Canónico de 1983 no contiene disposiciones relativas a las "Unidades Pastorales". Simplemente declara la posibilidad de "grupos particulares" como los decanatos o arciprestazgos, al mismo tiempo que especifica su finalidad, a saber, "promover la pastoral mediante la acción común", canon 374 § 2: Para facilitar la cura pastoral mediante una actividad común, varias parroquias cercanas entre sí pueden unirse en grupos peculiares, como son los arciprestazgos.
ResponderEliminarLas Unidades Pastorales, sin embargo, entran en esta posibilidad prevista por el Código de agrupar parroquias vecinas con una finalidad pastoral. Establece un deber concreto en el canon 515,2: Corresponde exclusivamente al Obispo diocesano erigir, suprimir o cambiar las parroquias, pero no las erija, suprima o cambie notablemente sin haber oído al consejo presbiteral.
No fue hasta 2004 que un documento romano trataba expresamente de las Unidades Pastorales, a saber, el Directorio Apostolorum successores para la pastoral de los obispos: numeral 211. Promoción de las agrupaciones parroquiales, especialmente aquellas creadas por la autoridad de la Iglesia para favorecer la catequesis y el culto público.
Lo cierto es que las Unidades Pastorales carecen de regulación legal completa como sí tienen las parroquias y los párrocos, y corren el riesgo surrealista de que si crecen de tamaño, al final la diócesis finalmente, mediante el engrandecimiento de las agrupaciones parroquiales, ¡está transformada en una parroquia única con un sólo rector!
En otras teorizaciones, ya no se habla de agrupaciones de parroquias o unidades pastorales o comunidades parroquiales, sino en clúster o polos pastorales, que son una agrupación de agrupaciones, unidades pastorales o comunidades pastorales. Se riza el rizo, y se puede caer en el riesgo surrealista anterior: que la diócesis sea un sólo clúster pastoral.
Lo cierto es que el invento de las comunidades o unidades pastorales (o los clúster pastorales) como agrupación de parroquias, es una nebulosa de responsabilidades difusas, con nubes de curas-vicarios y ministros laicales, institucionales o no, cambiantes, volantes y giratorios, carentes del "centro de gravedad" y del "punto de anclaje" que da el tener un párroco con cara y ojos, con corazón de padre espiritual de un territorio concreto y determinado para una comunidad de fieles (canon 518).
Se nos vende este invento de la unidad pastoral como corresponsabilidad bautismal de todos los laicos empoderados como misioneros y voluntarios para la misión de la Iglesia y para el anuncio del Evangelio, así como la colaboración en toda una serie de departamentos y ministerios con diversidad de llamativos nombres, en lo que se conoce como la pluriministerialidad transversal, vulgo torbellinos de laicos y consagrados yendo p'arriba y p'abajo, desarrollando una función concreta y cubriendo un gran territorio con mucha población. No hay curas, pero la imaginación al poder.
O sea, y sólo para Occidente, nuestros amados jerarcas, cuales reyes absolutistas del "todo para el pueblo pero sin el pueblo", nos acompañan a los feligreses del antiguo cristianismo hacia la no saludable abstinencia, no sólo obligatoria, sino regular y planificada, de la pérdida o degradación de la Eucaristía dominical (recorte de misas, celebración de la Palabra en ausencia de presbítero), y a la pérdida de todas aquellas diferentes formas de devoción que alguna vez nos unieron como comunidad (Visitación al Santísimo Sacramento, Adoración Eucarística, Rosario, Vía Crucis , devociones al Sagrado Corazón, predicaciones, etc.) que se coronaba al final en los sacramentos de la confesión, la extrema unción para los enfermos y moribundos, y la Sagrada Misa dominical como corolario final.
Y lo que nos proponen son fantasmales agrupaciones de imaginarias comunidades, con todos sus miembros perdiendo el tiempo volando de aquí para allá. Y como indican algunas experiencias, ya con casos de agrupaciones fracasando estrepitosamente.
"La casa hay que empezarla por los cimientos (y si se trata de restaurarla a fondo, también): y es la doctrina revelada en la Escritura y en la Tradición el más sólido cimiento de la Iglesia, y hay que anunciarla en la palestra pública sin miedo a represalias. Y todos sabemos ya por dónde andan tantos pastores en cuestión de doctrina: inseguridad total, inseguridad de diseño."
ResponderEliminarSólo indicar este hecho sincrónico: con Omella como presidente de la CEE, ya no hay la defensa de España como bien común moral tal como hizo Rouco. Si observan, hay un silencio total entre los curas nacional-progresistas, en paralelo a una total indefensión omisiva por parte de los obispos catalanes y españoles en la defensa de España como Patria y Nación común e indivisible.
Desgraciadamente creo que eso de la "patria común e indivisible" ha pasado ya a la historia. Lo hemos podido ver en la gestión de esta pandemia que estamos sufriendo. Las diversas comunidades y especialmente alguna de las mas unionistas nos han dado un claro ejemplo de desobediencia al gobierno central que de hecho ha sido tan significativo como el mismo separatismo catalán. Ha sido muy triste ver como algunas comunidades hacían lo que les daba la gana ante el desconcierto del gobierno central y de todos los españoles que todavía creíamos en España. Así que de la España "común e indivisible" queda bien poco. Si no nos salva el federalismo esto no se sabe ni lo que es.
EliminarComparar la desobediencia en pandemia al gobierno central de algunas comunidades autónomas con la desobediencia sistemática de Cataluña a tantas leyes y órdenes judiciales estatales desde hace décadas es como equiparar una caja de cerillas con un ppaquebote. Llamar "unionistas" a las comunidades o sectores españoles que rechazan el separatismo o independentismo carece de sentido, pues no cabe el unionismo o afán exacerbado de unidad en aquello que de por sí constituye una unidad y vela por esa unidad no desde planteamientos históricos y jurídicos racionales.
EliminarServidor no comparo nada, sólo observo "la intención" que hay en el fondo del odio oculto y que suele manifestarse en pequeños detalles. Creo, no lo afirmo, que estamos "rotos" como país. Y que difícilmente esto va a tener arreglo, porque creo que hay odio del malo, negativo, en algún ambiente español. Ojalá estuviera equivocado.
EliminarEs una opinión, no más.
Es hora de los laicos, de la masa, evidentemente, y la prueba palpable la tenemos en las antípodas del Catolicismo que es la Política Independentista, que a la hora de animarse salen en bloque en manifestaciones como si fueran todos uno. El problema eclesial es que los líderes religiosos no convencen a la Masa para que esta se mueva al unísono embebida por las consignas de los predicadores ordenados de turno, al igual como sucede con la religión independentista. Al final puede que se convierta en el juego de tirar la cuerda entre Religión Independentista y Religión Católica y los más numerosos que tiren de la cuerda son los que ganan. El misterio sucede en lo que realmente seduce a la Masa para que ésta se quede hipnotizada por las proclamas de los lideres. En el Independentismo les prometen un paraíso llamado República de hadas encantadas pero en el Catolicismo les prometen un paraíso de vida eterna que es infinitamente más que una República. No en vano la Masa prefiere actuar en bloque en la religión República antes que actuar en bloque en la religión Católica. El Sr. Miró Ardevol menciona la "Desvinculación" como el fenómeno de nuestros días en que los cristianos se pasan de largo los templos, las oraciones y los sacramentos, pero esta "desvinculación" es totalmente inexistente en la religión antípoda del Independentismo. La Política Mundana pretende el Poder para gobernar la sociedad a su gusto, de ahí el apego de la Masa al Independentismo: para el Poder. En la Iglesia pasa al revés, no se predica para alcanzar el Poder sinó todo lo contrario, se predica para ser servidores esclavos, esta es la diferencia. Por esto la Masa prefiere la política que lleva al Poder. El Poder en cristiano es muy importante, con el Poder se puede, de ahí que faltan líderes cristianos que seduzcan a la Masa con alcanzar el Poder, porque esta Masa solo se mueve para esto. Para humillarnos y dejarnos abofetear en la otra mejilla siempre existe tiempo de sobra diario, pero si la Iglesia no consigue el Poder como Dios manda, será relegada al rincón. De ahí el movimiento de la Masa llamada Laicos còmo muy importante. EF.
ResponderEliminarEL TERROR DIOCESANO
ResponderEliminarMagnífico artículo, luminosísimo, y muy probablemente escrito por un sacerdote de la diócesis, por un SÚBDITO del gran príncipe de la archidiócesis y mandamás de todo el episcopado español: el cardenal Omella.
Pero como la crítica (al que no le gusta, toda crítica le parece destructiva y malintencionada) está prohibidísima en la diócesis (como no la hagan los laicos), al sacerdote que quiere aportarla para que la reforma llegue a buen puerto, no le queda más remedio que ocultarse tras un seudónimo. Porque si se atreve a firmar una cosa así, ya puede darse por diocesanamente muerto. El príncipe, que lleva las críticas tan mal como su jefe, no le dejará ni un pelo en la cabeza. No parará hasta que lo destroce. Ya tiene historia escrita al respecto.
Así que conformémonos con la crítica anónima. Porque pobre del sacerdote que se atreva a ponerle su nombre a esta crítica. Y para el príncipe, genial. Esto es señal de que se le teme hasta extremos muy extremistas. Lo que no consiga nuestro cardenal por el amor, lo conseguirá por el temor. Que por momentos se convierte en terror, y por momentos en pánico. Por eso está tan seguro de que prosperará su principesca reforma. El poder es el poder, y tanto en la Iglesia como en el mundo, cada vez se ejerce de forma más totalitaria y absolutista.
Mi ex parroquia durante 28 años en el Eixample Esquerra y ahora centro de vacunacovid adscrito al Clínic. Las partidas de bautismo de mis hijas aun solteras pero con novios que prometen ¿dónde se solicitan?
ResponderEliminarEl problema de los laicos en Cataluña es que abundan los que conocen mejor la doctrina de la Iglesia --teología, derecho, liturgia, escritura-- que los obispos. Por desgracia no se cuentan entre los que ocupan --copan-- los puestos de la administración de las entidades eclesiales. ¿Cabe ignorante mayor en materia teológica que el sanedrín de la Fundación Maragall, del Instituto Borja, incluida la monja directora, Juticia y Paz, etcétera? Leía estos días la conferencia de la sor directora del Borja en la hoja parroquial y producía auténtica grima. Ser médico no es condición suficiente para dirigir el Borja, cuando tantos problemas doctrinales tiene hoy la Iglesia ante el reto de la nueva medicina reproductiva, como es la manipulación embrionaria, la edición génica, la creación de quimeras, etcétera.
ResponderEliminarA propósito de la reforma del Código de Derecho Canónico y las nuevas penas, leía el otro día un artículo de un laico en un periódico madrileño que ya quisieran poder firmar los canonistas de san Paciano o de la Curia diocesana.
En las reuniones que teníamos en las Teresianas de Ganduxer con el cardenal Carles sobre Cultura y Fe se dictaron conferencias por laicos de altísimo nivel teológico que dejaban en mantillas a los profesores de la calle Diputación. Recuerdo una en particular sobre las virtudes teologales. El laico que la dictó, padre de un sacerdote, discípulo adolescente de mi mujer, formado en Toledo y ahora venturosamente retornado podría ser un magnífico consejero de Omella. Pero dudo que éste lo conozca.
Hay materia gris. Hay fieles devotos muy capacitados. Lo que no hay es cabezas mitradas que estén a su altura. De ello se aprovechan esos abajofirmantes con mando en plaza.
Totalmente de acuerdo con el Sr Valderas Gallardo..
EliminarEnhorabuena por el proyecto de los obispos. El que lidera tiene que adelantarse y responder ante situaciones adversas y esto es lo que están haciendo nuestros obispos de Barcelona. Bienvenidas las agrupaciones si supone más entrega, más coordinación, más trabajo, más eficacia y que los curas buenos contagien a los tibios. Tener mil parroquias haciéndose la competencia, todas ellas cerradas, con mil misas a la misma hora, todas con el mismo idioma, sin ningún cura confesando, sin un catecumenado de niños y adultos serio, con un despacho parroquial ineficaz, con imposibilidad de encontrar al cura... ¿Acaso unir fuerzas es malo? ¿A qué viene tanto llanto entre los seglares de "no nos tienen en cuenta"? Omella ha mejorado el Seminario, ha nombrado buenos obispos auxiliares y no se ha vendido al nacional-progresismo. Hay motivos suficientes para ver más valía de gobierno que sus antecesores. Menos humos, señores, menos humos... Aporten sus ideas y consejos, pero sin la pataleta de niños por favor
ResponderEliminar¿Estás a sueldo del obispado? Ves a las parroquias y pregunta a la gente. Menos despotismo burocrático y más dejar a la gente vivir su fé en la parroquia que les dé la gana.
EliminarMe gusta.
Eliminar¿Ideas? Pues ahí va una: dígale a Mr. Omella que sea más eucarístico, y se le aclararán muchas ideas. Aun hay parroquias con el letrerito -¿del obispado?- donde se obliga a recibir la Comunión en la mano y sin guantes. Por ejemplo Ntra. Sra. de Nuria.
EliminarSi los laicos tienen que "reformar" las diócesis, es mejor que lo hagan los políticos.
ResponderEliminarPero políticos laicos, no políticos clérigos, que hay demasiados.
Por cierto, que de la misma manera que no es más limpio el que más limpia, sino el que menos ensucia, si las diócesis (incluidas las in partibus infidelium) no las deformaran, no habría que reformarlas, que cuesta tiempo, esfuerzo y dinero.
Ahora, los clérigos picatostes que han estado al mando de diócesis y organismos diocesanos haciendo de su capa un sayo y deformandolo todo nos deben una explicación por sus desmanes.
?Por qué nos odian tanto?
?Odian también a Cristo ?
?Huelen a cabra?