De 2001 a 2019, la Congregación para la Doctrina de la Fe ha tratado unos 6.000 casos de abusos sexuales de menores cometidos por clérigos, es decir, aquellos que han sido denunciados por las víctimas ante las Autoridades religiosas. Se trata de casos que habrían sucedido en los últimos 50 años referentes a los delicta graviora: uno de los delitos más graves que pueden cometerse en la Iglesia.
Una grave crisis eclesial
6.000 casos son muchos, un número excesivo que nos avergüenza como cristianos y particularmente como sacerdotes. Pero si comparamos estos números con los que ofrecen las instituciones estatales, los casos de sacerdotes pedófilos serían menos del 3% de los denunciados ante las autoridades civiles. Habría que considerar también que el número de sacerdotes en todo el mundo está en torno a 466.000 (diocesanos y religiosos) además de diáconos y obispos.
Por un lado, tales datos estadísticos, sencillos y hasta cierto punto incorrectos, pues ninguna institución estatal o eclesial cuenta con datos estadísticos conclusivos, no permiten sostener ciertas afirmaciones destinadas a provocar el pánico social y el descrédito de la Iglesia, estigmatizando injustamente el grupo social de los clérigos.
En las últimas dos décadas, hemos asistido con dolor, particularmente en algunas regiones del orbe católico, a un trato indigno, impropio, desconsiderado y hasta vejatorio de los sacerdotes por el solo hecho de serlo. Algunos medios de comunicación han tratado en modo irresponsable el fenómeno de los delicta graviora con menores. De hecho, no han considerado que promover la persecución indiscriminada del grupo social de los clérigos o la desconfianza hacia cualquier sacerdote por el mero hecho de serlo solo contribuye al incremento del descrédito de otras instancias rectoras en la sociedad como el de los políticos, economistas, financieros y banqueros, militares y hasta los mismos comunicadores y periodistas.
Los ciudadanos maduros y responsables se niegan a dejarse manipular impunemente y saben distinguir el caso particular del general: la existencia de un clérigo pedófilo no implica necesariamente que los sacerdotes y diáconos de mi parroquia, del centro de Cáritas de mi ciudad o del colegio de mis hijos, no sean fieles a sus promesas sacerdotales, particularmente la del celibato vivido en castidad perfecta. Además, si el 73 % de los abusos sexuales de menores parecen darse en el ámbito familiar (Francisco, Discurso final, Encuentro La protección de los menores en la Iglesia, 24-II-2019, nota 6), no por ello se puede afirmar que “ser padre o ser madre predispone al abuso”. Tales casos suelen ser muy mediáticos a causa del rol social de los implicados, pues los clérigos se presentan como instancia social moralizante. Por ello, principalmente porque se trata de una cuestión de justicia con las víctimas, pero también por el escándalo que provocan tales casos, la Iglesia tiene un grave deber de gestionar correctamente la actual crisis de los abusos, aplicando con severidad las normas emanadas por el Supremo Legislador al respecto.
Pero esta actuación sería absolutamente insuficiente si no se implementasen todas aquellas decisiones necesarias para prevenir tales casos. Ante los datos escalofriantes que nos proporcionan instituciones públicas respetables en esta materia (por ejemplo, según el ICMEC, uno de cada diez niños sufriría abusos sexuales; según UNICEF, en un estudio realizado en 28 países emergía que nueve de cada diez muchachas han sido forzadas a mantener relaciones sexuales con alguien de la familia), la Iglesia tiene el deber de proteger a los más débiles y, por tanto, de ser un espacio absolutamente seguro para la infancia y la juventud.
Sacerdotes bajo sospecha
Aunque por desgracia, en todas las clases sociales, profesiones, grupos étnicos y, por supuesto, religiones, se da el fenómeno de los abusos de menores, los sacerdotes católicos son vistos o incluso son tratados cada vez más como “sospechosos” de haber cometido este horrible delito. Algún sacerdote me ha narrado que le es muy difícil caminar con el alzacuellos por algunos barrios de su ciudad. Lo mismo me ha ocurrido al llegar a un determinado aeropuerto, durante una misión oficial: observé con estupor que el uso allí del traje clerical comportaba ser identificado como perteneciente a un grupo social tendencialmente peligroso: junto con mi acompañante, arzobispo, no solo fuimos interrogados con más insistencia que otros turistas allí presentes, sino que incluso fuimos sometidos a un chequeo telemático más exhaustivo, por si tenía antecedentes penales.
Entre la negación y el alarmismo, es necesario que todo el pueblo de Dios asuma como tarea prioritaria la gestión del problema de los abusos sexuales de menores cometidos por clérigos así como su prevención, sin temor a plantear ninguna pregunta, por espinosa que sea. Retomando un estudio de T. Plante, creo que sería conveniente abordar sin acritud ni posturas ideológicas, sino con equilibrio y decisión, la cuestión del celibato en referencia a los abusos sexuales cometidos por clérigos.
El celibato de los sacerdotes, ¿causa del problema?
No hay ninguna evidencia que el celibato sacerdotal cause directamente alguna adicción sexual desviada, tal como demuestran aquellos casos de hombres o mujeres que, por circunstancias de la vida deben vivir como célibes.
Además, el celibato nunca ha sido considerado como un parámetro relevante para identificar a los abusadores. Más bien, la mayor parte de abusadores son hombres casados.Los sacerdotes, hombres mayoritariamente célibes (si se excluye a los sacerdotes católicos de rito oriental y otras excepciones, como los sacerdotes del Anglicanorum coetus, ex pastores protestantes) se suelen caracterizar y se recurre a ellos, precisamente, por su equilibrio psicológico, por su disponibilidad y entrega desinteresada a todos, no solo a los fieles católicos.
Haciendo de su vida un don absoluto con un corazón indiviso, viven con más radicalidad el mandato del amor cuando tienen que lidiar con situaciones adversas, particularmente en nuestras sociedades occidentales secularizadas. Se puede afirmar sin ningún género de dudas que la mayor parte de sacerdotes son gente equilibrada, feliz en su entrega incondicional, perpetua y, sobretodo, libre de toda atadura social o afectiva que le impida arrojarse con decisión a la misión.
El celibato sacerdotal, ¿factor de riesgo?
Según algunos, en una sociedad sexualmente desinhibida y erotizada hasta el paroxismo, con numerosos casos de adicción a toda clase de pornografía y desviaciones sexuales o parafilias, el celibato sacerdotal sería una opción de vida perniciosa. Según esta teoría, con una perpetua autocensura del deseo sexual, el sacerdote terminaría desarrollando problemas psicológicos relacionados con la inmadurez que, en algunos casos límites, derivarían en comportamientos pedófilos.
Sin embargo, los datos que ofrecen otras iglesias cristianas y no cristianas, sin ministros sagrados célibes, desmienten dicha afirmación. Así, por ejemplo, la Unity Church de Australia, con 240.000 miembros, sin jerarquía y con clero masculino y femenino casado escogido democráticamente, ha sido noticia recientemente por sus 2500 casos de abusos de menores. Tales datos contrastan con los de la Iglesia católica, con 466.000 sacerdotes y 6.000 casos denunciados ante la Congregación para la Doctrina de la Fe.
El celibato sacerdotal, ¿estilo de vida pernicioso?
El celibato asumido responsablemente como donación perpetua, no solo no es un estilo de vida pernicioso, sino que por su componente notoriamente ascético, constituye una lucha que acrisola los afectos y los sentimientos. Como tal, es una ayuda preciosa para la maduración de aquellos que han recibido la vocación ministerial sacerdotal.
El celibato convierte al sacerdote en un “atleta” de Cristo, entrenado a diario desde el seminario no para luchar inútilmente con las propias fuerzas, siempre limitadas, sino para ser consciente de la vida de Gracia que se desarrolla en él no obstante la propia indignidad y fragilidad. En un mundo mercantilizado, donde todo tienen un precio, el sacerdote se ejercita a diario en la entrega gratuita para decir a sus hermanos cristianos que todos somos un don de Dios, que lo verdaderamente importante no tiene precio, que la vida que merece ser vivida es la que se entrega con generosidad.
El celibato sacerdotal, ¿favorece los abusos?
Según una teoría hoy muy difundida, la ley del celibato aparecería en el s. XII para así controlar mejor la economía de las diócesis que, de otro modo, estarían en manos de familias “clericales”.
Los estudios históricos del cardenal A. Stickler o de H. Jedin han demostrado no solo el origen evangélico del celibato, sino su inmediato desarrollo teológico ya en padres de la Iglesia de la talla de Clemente de Roma e Ignacio de Antioquía, ambos del s. I. El canon 33 del Concilio de Elvira (s. IV), no inventa una “ley del celibato” hasta entonces inexistente en la vida de la Iglesia, sino que fue la respuesta a una necesidad de clarificar algunas situaciones de hecho surgidas tras la desorganización propia del tiempo de las recurrentes persecuciones martiriales. La posterior reforma gregoriana del s. XI y las disposiciones sobre el celibato del 2º concilio de Letrán (1139) tampoco se entenderían sin considerarlas como una vuelta a las raíces por fidelidad al Evangelio de Jesucristo.
Si la vivencia del celibato ha sido siempre contracultural, también lo es hoy aún más con independencia de la crisis actual de los abusos sexuales de menores cometidos por clérigos. Nuestra sociedad necesita muchos jóvenes que muestren a todos la bondad de vivir un amor verdadero, casto y libre. Vivir la consagración como “unción” y no simple “función” estimula a todos, particularmente a los que han recibido la vocación matrimonial, a entregarse sin desfallecer a pesar de las dificultades cotidianas. Los sacerdotes son llamados, por tanto, a entregarse con un amor totalizante para ser “signos” de un amor más real que cualquier utopía: al respecto, siendo la ordenación una entrega para toda la vida, ninguna iglesia, ni tan siquiera las orientales, casa a aquellos que ya son clérigos.
¿Impedimento para ordenar mujeres u hombres casados y así terminar con la pedofilia?
Con independencia de otras circunstancias y argumentos que han emergido en el reciente Sínodo para la Amazonia, en las últimas décadas se está abogando con una cierta insistencia en la necesidad de ordenar hombres casados o incluso mujeres para “normalizar” el sacerdocio en una sociedad democrática e igualitaria.
Particularmente, se aboga por poner fin al celibato masculino como factor clave en la lucha contra la pedofilia: esta presunta “normalización” de la vida del sacerdote acabaría presuntamente con los delicta graviora pues el sacerdote ya no necesitaría practicar sexo con menores. Esta conclusión no presenta ninguna conexión lógica con el problema que aquí tratamos: no hay ningún dato científico que demuestre que una vida matrimonial pondría fin al comportamiento desviado de estos pocos sacerdotes con este trastorno sexual (considerando además lo denigrante que resulta para muchos fieles considerar la vida esponsal como una terapia y no como una auténtica y propia vocación). Tampoco existe ningún dato científico que demuestre que los hombres pedófilos se controlan mejor en compañía de mujeres que, por otra parte, también pueden ser a su vez pedófilas (algunos sociólogos hablan del 25 % de los casos).
El celibato sacerdotal, ¿causa de homosexualidad y, por tanto, de pederastia?
Recientes datos estadísticos observados al tratar los diversos casos de abusos sexuales de menores, aún muy parciales y científicamente poco sólidos, permiten sin embargo alertar sobre el alto número de menores de sexo masculino abusados por sacerdotes (alrededor de un 80 %; insistimos, siempre según los escasos datos de los que se dispone en la Congregación para la Doctrina la Fe, la competente para tratar dichos delitos). Se habla incluso de tres veces más probabilidades de cometer el delito de pedofilia entre sacerdotes homosexuales.
Al respecto, ante algunas posiciones interesadas y fuertemente marcadas por una determinada posición ideológica ultraconservadora, hay que afirmar que no hay relación directa entre homosexualidad y pedofilia o entre esta última y un “estilo progresista” de clero. Desde un observatorio privilegiado como es ese Dicasterio, se puede afirmar que el fenómeno de la homosexualidad no entiende de estilos clericales, pues afecta tanto a sacerdotes de corte “tradicional” como a otros de corte más abierto o “progresista” (pese a lo desacertado de estos calificativos). Por otro lado, afirmar la conexión directa de la homosexualidad con la pederastia a partir de los datos antes subrayados, no solo comporta la comisión de una gran injusticia, sino la criminalización de una determinada identidad sexual.
Más bien, solo es posible afirmar que una cierta subcultura homosexual propia de algunos grupos clericales y presente en ciertos seminarios o noviciados, con la consiguiente tolerancia hacia los comportamientos homosexuales activos, puede llegar a derivar en la pederastia. Son situaciones que merecerían mayor atención por parte de los pastores, que cuentan con los medios pastorales y disciplinares para invitar con el ejemplo, la palabra e incluso la coacción a una vida casta que no suponga un peligro ni escándalo para el mismo sacerdote y para la Iglesia.
El celibato sacerdotal, ¿se “aprende”?
La crisis de los abusos sexuales cometidos por clérigos nos ha situado, en modo casi traumático, ante un gran reto formativo no sólo en los seminarios y noviciados, sino en los mismos presbiterios. Es necesario volver a plantearnos qué es y cómo vivimos el amor en nuestras vidas, del cual Dios nos colma o cómo lo debemos comunicar a los demás. Atentos a su llamada, pues nos promete fielmente, a pesar de nuestras infidelidades, aquella plenitud que el corazón anhela, deberemos también estar atentos a no ceder a los instintos, en un camino “de purificación y maduración, que incluye también la renuncia” (Benedicto XVI, Deus charitas est, n. 5). Para ello, sería necesario promover de nuevo y trabajar con atención hábitos sanos y equilibrados entre los seminaristas, novicios, diáconos y sacerdotes, en un estilo de vida masculino, recio y maduro, plenamente inserido en familias amigas, parroquias y movimientos.
Un clérigo maduro es, esencialmente, una persona libre, deseosa de hacer crecer armónicamente sus diversas dimensiones que lo constituyen: la intelectual, la espiritual, la afectiva y la social. En lugar de censurar el deseo, es una persona que se sabe capaz de amar y de permanecer en el amor, ascendiendo así, gradualmente, en un camino de perfección hecho de renuncia y curación. Por ello hay que privilegiar una formación integral que promueva la búsqueda apasionada de Dios (“el pastor bueno anclado en la contemplación”: san Gregorio Magno, Regla Pastoral, II, 4) sin olvidar la renuncia y el continuo don de sí hasta en las realidades más triviales del día a día.
Por otra parte, ante un mundo fracturado e individualista, el Obispo o Jerarca debería trabajar como gran prioridad pastoral la vivencia en su presbiterio de una espiritualidad de comunión sólida: más allá de una predisposición superficial a acoger a todos, se necesita un sacerdote capaz de vivir la soledad como momento de gracia y maduración, integrando la agresividad y manteniendo por largo tiempo relaciones sanas con gente adulta.
El celibato sacerdotal en el formando a la vida ministerial, ¿elemento clave en la prevención?
La lucha contra la pederastia no solo debería incidir en la gestión con severidad de los abusos sexuales ya cometidos. De hecho, esta lucha sería infructuosa si no se trabajase de manera particular en la prevención entre aquellos que se están formando para la vida sacerdotal.
En primer lugar, es necesario que los Ordinarios y Jerarcas se pregunten sobre el perfil del apóstol consagrado que sus Iglesias particulares e institutos de vida consagrada precisan en el futuro a medio y largo plazo: la actual escasez vocacional ¿consiente que se ordene a “cualquiera” que llame a la puerta? ¿No deberían ser aquellos hombres maduros que se caracterizan por ser “según el corazón de Dios”? Por otra parte, ¿no se debería ser más serios al escoger a los candidatos y a los que los formarán? ¿No se debería estar atentos a su evolución afectivo-sexual durante el tiempo de formación, incluso con exámenes psicológicos periódicos? Otro problema es el de los candidatos “transmigrantes”, es decir, las vocaciones sacerdotales que han sido expulsados de diversos centros de formación sacerdotales por su incapacidad de gestionar correctamente su afectividad y son de nuevo acogidos, por la escasez de vocaciones, en otros seminarios o noviciados.
Finalmente, habría que insistir en los candidatos al ministerio en su futuro rol público y social. Serán referentes morales y, por ello, deberán ejercitarse desde el primer momento de su formación en un gran autocontrol, con el objetivo de no escandalizar nunca o incluso alejar a nadie de la fe, el gran don que nos sostiene.
“La inhumanidad del fenómeno a escala mundial todavía es más grave y escandaloso en la Iglesia, porque contrasta con su autoridad moral y su credibilidad ética. El consagrado […] se deja subyugar por su fragilidad humana o por su enfermedad, convirtiéndose en instrumento de Satanás” (Papa Francisco, Encuentro La protección de los menores en la Iglesia 24-II-2019).
Mons. Jordi Bertomeu Farnós – Sacerdote de la diócesis de Tortosa. Oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
*Escrito publicado en la Revista Palabra. Diciembre 2019
Creo que el problema reside en que las exigencias del celibato sacerdotal aparecen en que ser sacerdote consiste en ser un "superhombre", cosa que no sucede en las iglesias en que son ordenados hombres casados. Es la aureola de superhombres la que da tanto revuelo a los casos de abusos por parte del clero católico. Esto sucede cuando se cae en un perfeccionismo exagerado. La aureola de perfeccionismo del sacerdote católico es la carnaza donde se ceban los críticos que atacan a la Iglesia, no en los abusos en si mismos. El "perfeccionismo casto" solo lo engendra el mismo Espirito Santo, no cualquier norma disciplinar, se puede ser casto incluso estando casado. Mas bien es el fallo de que una medicina ha sido peor que la misma enfermedad, medicina del celibato y enfermedad de abusos, pero claro que es el endiosamiento del Sacerdocio la clave mediática, faltaría más el endiosamiento de Cristo y que el Sacerdocio fuera más flexible abierto a hombres casados, abierto a hombre generalmente mayores (presbíteros), y los milagros ya se encargará de producirlos el mismo Dios. EF.
ResponderEliminarLos fieles católicos NO queremos pastores protestantes ni teologias protestantes.
EliminarEl que no le guste esta religión, que se marche a otra que le guste mejor. Es libre.
¡Ya está bien de joder la marrana!
Y ahora que lo menciona, no estaría mal tener superhombres de líderes. Seguro que nos sentiriamos más seguros y protegidos.
Pero creo que es mejor tener gente normal que quiera ser santa: demuestra que si ellos lo consiguen, también lo podemos conseguir los demás.
Además comprenderian mejor nuestros esfuerzos y nuestros fallos.
Por cierto, el sacerdote que no es pedófilo y quiere pecar, lo hará con una mujer, no con un niño; luego el matrimonio no sería la solución, salvo si es del tipo halekon paquistaní o el mismo islámico (está permitido casarse con una niña; pero sólo penetrarla si ya ha mestruado (entre los 8 y los 10 años), como enseña con su comportamiento el profeta Mahoma, y permite por tanto la sharia a cualquier creyente.
1. Mons. Jordi Bertomeu Farnós debe de incluir también que ha habido diócesis tomadas por el lobi gay, con influencia en toda la conferencia episcopal de los EEUU, como prueba el caso del cardenal de los EEUU Theodore Edgar McCarrick.
ResponderEliminar2. También debería de mencionar que en la Iglesia, el Papa no sanciona al jesuita progay James Martin, tal como se ve claramente aquí, con lenguaje ternurista y populista falsocatólico ante un acto moral intrinsece malum:
https://www.vidanuevadigital.com/2019/05/17/james-martin-si-los-sacerdotes-gays-no-lo-hacen-publico-es-por-miedo-al-ambiente-toxico-en-el-que-vivimos/
3. También debería de haber indicado que la pederastia, por razones antropológicas, se da principalmente en los países de cultura inglesa (GB y EEUU), y luego germánica (que son lo mismo: anglo-sajones), como puede verse aquí:
https://de.wikipedia.org/wiki/P%C3%A4dophilenbewegung
Y aquí:
"Un informe revela que 3.677 menores sufrieron abuso en la Iglesia católica alemana desde 1946"
https://elpais.com/sociedad/2018/09/12/actualidad/1536753206_325974.html
4. Existen diócesis, como dije, ocupadas totalmente por el lobi gay:
Un informe detalla cómo el seminario de Tenerife estaría en manos del lobby gay
https://infovaticana.com/2019/12/17/un-informe-detalla-como-el-seminario-de-tenerife-estaria-en-manos-del-lobby-gay/
Y hay diócesis donde hay una ocupación parcial, grande o pequeño, del lobi gay, siempre ocupando una parcela de poder en el gobierno episcopal.
5. Según un estudio, se estima que la pedofilia es inferior al 5% entre los hombres adultos:
www.annualreviews.org/doi/10.1146/annurev.clinpsy.032408.153618
Sexual Deviance: Theory, Assessment, and Treatment. London, England: Guilford Press. p. 176
6. La pedofilia tiene indicios en España que afecta de pleno a jueces y fiscales:
La ministra de Justicia revela que «jueces y fiscales españoles terminaron con menores de edad» en un viaje de trabajo a Colombia
www.alertadigital.com/2018/09/26/la-ministra-de-justicia-revela-que-jueces-y-fiscales-espanoles-terminaron-con-menores-de-edad-en-un-viaje-de-trabajo-a-cartagena-de-indias-colombia/
7. "ante algunas posiciones interesadas y fuertemente marcadas por una determinada posición ideológica ultraconservadora, hay que afirmar que no hay relación directa entre homosexualidad y pedofilia o entre esta última y un “estilo progresista” de clero"... "Por otro lado, afirmar la conexión directa de la homosexualidad con la pederastia a partir de los datos antes subrayados, no solo comporta la comisión de una gran injusticia, sino la criminalización de una determinada identidad sexual."
ResponderEliminarAquí Bertomeu patina que da gusto y se da un trompazo de narices, por querer ser políticamente correcto. Si un varón tiene sexo con varón, es homosexual, según indica claramente la etimología (homos, igual sexo), mientras que la cronofilia da sólo el detalle de la edad biológica del sujeto deseado, la distancia biocronológica. Homosexual es el género, y luego la edad, por ejemplo, es la especie:
- infantofilia
- pedofilia
- hebefilia
- efebofilia
- teleiofilia (menor a adulto)
- gay (adulto con adulto)
- gerontofilia (anciano)
No obstante, las correlaciones entre las edades biológicas de quienes tienen relaciones eróticas homosexuales es compleja si hay tres o más intervinientes, si están drogados o alcoholizados, si hay capacidad de saber y querer, si hay parafilias: amputados, enfermos, muertos, discapacitados, incapacitados, fetichismo, sadomasoquismo, animales, voyeurismo, objetos, vestidos, roles...
.....
Bertomeu se desdice en otro sitio y dice que la homosexualidad, que antes no era relevante, ahora obviamente sí es relevante:
"Recientes datos estadísticos observados al tratar los diversos casos de abusos sexuales de menores, aún muy parciales y científicamente poco sólidos, permiten sin embargo alertar sobre el alto número de menores de sexo masculino abusados por sacerdotes (alrededor de un 80%; insistimos, siempre según los escasos datos de los que se dispone en la Congregación para la Doctrina la Fe, la competente para tratar dichos delitos). SE HABLA INCLUSO DE TRES VECES MÁS PROBABILIDADES DE COMETER EL DELITO DE PEDOFILIA ENTRE SACERDOTES HOMOSEXUALES."
Bertomeu se dispara un tiro en el pie, pues homo-sexual significa "varón que gusta de varón", con independencia de las parafilisa o la cronofilia, es decir, se es homosexual (género) si gusta de yacer eróticamente con varones, y tanto da si el rango de edad biológica es de 0 años a 120 años, o el tipo de parafilia.
Bertomeu, en realidad, hace relación a los gay, un supuesto o especie concreta en que un varón adulto yace con varón adulto, o sea, que es un tipo cronofílico de homosexualidad: el gay. Y Bertomeu trata el sacerdote (varón mayor de edad) que yace con menor de edad biológica: el pederasta.
Por ello, todo pederasta varón mayor, que yace con varón menor, es por definición etimológica una relación erótica de homosexualidad (homos, igual y semejante sexo), por lo tanto, por definición racional, TODOS los pederastas varones adultos (sacerdotes) que yacen con varones menores son homosexuales (género) pederastas (especie). Si yacen con varón adulto, son homosexuales (género) gays (especie), un subtipo o especie cronofílico.
Por ello, la frase correcta que debería de haber dicho Bertomeu es ésta:
"Por otro lado, afirmar la conexión directa de los GAY con la pederastia a partir de los datos antes subrayados, no solo comporta la comisión de una gran injusticia, sino la criminalización de una determinada identidad sexual, la gay."
Frase que además, es absurda por ser obvia la incongruencia: el gay (sacerdote) que tiene relaciones "sólo y exclusivamente" con menores varones es un pederasta, no un gay, y si tiene relaciones "con menores y adultos", sin importar la frecuencia o preferencia, entonces será un gay-pederasta, nunca un gay o pederasta a secas. Pero eso es terminologismo, lo cierto es que comete un gravísimo pecado intrinsece malum por ser gay o pederesta o ambos.
Según la Biblia, lo acertado es decir "sodomitas", pues indica que un varón yace con varón, o sea, que es un varón que tiene relaciones eróticas hacia individuos de su MISMO sexo, pudiendo además yacer o no con mujer, con mayores o con menores de edad biológica, con transexuales con genitalidad masculina, ejerciendo parafilias. La cronofilia es, pues, indiferente, como indiferente es si yace también con mujer, o con un supuesto "género trans" o tiene parafilias. ¿Eres varón y yaces y gustas varón? Sodomita.
ResponderEliminarPor tanto, eres homosexual [homos, igual o semejante sexo] si TÚ ERES VARÓN Y SÓLO yaces con VARONES de 0 a 120 años: la cronofilia y la parafilia es indiferente. Eres bisexual si yaces con varones y mujeres de 0 a 120 años: la cronofilia y la parafilia es indiferente. Homosexual y bisexual es el género, luego vendrá la especie de la cronofilia y parafilia: pedofilia, gerontofilia, efebofilia, masoquismo...
El sodomita es objetivamente el varón que yace con varón, sin importar para nada la cuestión de género, parafilia ni la edad de ambos (pueden ser AMBOS varones menores de edad). El sodomita puede ser homosexual, bisexual, heterosexual con una relación esporádica homosexual, o incluso transexual en la figura de hombre que se hace mujer transexual pero conserva toda su genitalidad masculina, y yace con menor varón: ¿es homosexual por la genitalidad o heterosexual por el género? si hay penetración genital masculina, es sodomía: varón yace y goza con varón.
.....
Y bordando la contradicción, Bertomeu afirma expresamente que sí existe realmente la homosexualidad o lobi gay en las diócesis y comunidades religiosas, como efectivamente existe (caso Montserrat), bajo los eufemismos de "es posible", "cierta", "puede" y otros, pues pide incluso la suspensión a divinis al final de todo (coacción):
"Más bien, solo es posible afirmar que una cierta SUBCULTURA HOMOSEXUAL PROPIA de algunos grupos clericales y presente en ciertos SEMINARIOS O NOVICIADOS, con la consiguiente tolerancia hacia los comportamientos homosexuales activos, puede llegar a derivar en la pederastia. Son situaciones que merecerían mayor atención por parte de los pastores, que cuentan con los medios pastorales y disciplinares para invitar con el ejemplo, la palabra e incluso la coacción a una vida casta que no suponga un peligro ni escándalo para el mismo sacerdote y para la Iglesia"
.....
Otro autogol de Bertomeu sobre sí mismo está aquí:
"Recientes datos estadísticos observados al tratar los diversos casos de abusos sexuales de menores, aún MUY PARCIALES y científicamente POCO SÓLIDOS, permiten sin embargo alertar sobre el alto número de menores de sexo masculino abusados por sacerdotes (alrededor de un 80%; insistimos, siempre según los ESCASOS datos de los que se dispone en la Congregación para la Doctrina la Fe, la competente para tratar dichos delitos)"... "tales datos estadísticos, sencillos y hasta cierto punto incorrectos, pues ninguna institución estatal o eclesial cuenta con datos estadísticos conclusivos"...
Es decir, que las proposiciones conclusorias de Bertomeu se vienen abajo como un castillo de naipes, porque incumplen las más elementales normas científicas:
- datos estadísticos muy parciales
- datos estadísticos científicamente poco sólidos
- datos estadísticos no conclusivos
- datos estadísticos incorrectos
- escasos datos
- y deduzco que NO hay intervención de psicólogos y psiquiatras en su estudio, especializados en abusos
¿Entonces, Bertomeu, porque haces conclusiones y aseveraciones? Careces de base alguna para hacerlas...
Bertomeu, en realidad, ante la completa y absoluta falta de rigor científico de su estudio, en realidad quiere separarse volando de los "ultras", siguiendo de forma fiel y obediente las fobias de su jefe, Francisco, quien es contrario a los fariseos pelagianos rígidos con cara de pepinillos avinagrados, o sea, los tradicionalistas y conservadores:
ResponderEliminar"ante algunas posiciones interesadas y fuertemente marcadas por una determinada POSICIÓN IDEOLÓGICA ULTRACONSERVADORA, hay que afirmar que no hay relación directa entre homosexualidad y pedofilia o entre esta última y un “estilo progresista” de clero"
Esta frase está, pues, totalmente equivocada, pues su estudio es totalmente anticientífico, y por tanto, Bertomeu no está en posición ni de afirmar ni de negar que sí existe o no una relación directa entre pederastia, homosexualidad y progresismo modernista. Puede que sí (de hecho, son casi todos los casos), puede que no (Maciel en Méjico, Karadima en Chile).
Strictu sensu, además, Bertomeu tampoco puede afirmar que el celibato está totalmente desligado del problema de la pederastia: puede que sí es un grave factor de riesgo muy peligroso, o puede que no, para nada.
El estudio de Bertomeu tiene carencias científicas y un grave sesgo ideológico.
Para mí, debía de haberse limitado sólo al estudio estricto de los casos recopilados por la Congregación de la Fe sin hacer generalizaciones por carecer de bases estadísticas y profesionales, hacer la defensa dogmática del celibato sacerdotal (basado en la virginidad de María y en la vida de Jesús Eterno Sacerdote), y en pedir mejor discernimiento vocacional y la aplicación efectiva de las censuras pertinentes (suspensión, expulsión...).
Ciertamente, Benedicto XVI dejó claro que la pederastia eclesial tiene su culpa casi exclusiva en el progresismo modernista eclesial, concretamente, el que se fundamentó en el Mayo del 68, y afectó a la Iglesia de Holanda y Alemania, ésta ahora apostática en su camino sinodal:
Benedicto XVI relaciona el Mayo del 68 con los abusos sexuales en la Iglesia
https://infovaticana.com/2019/04/11/benedicto-xvi-rompe-su-silencio-y-relaciona-la-crisis-de-abusos-con-el-mayo-del-68/
¡¡¡Bertomeu, Bertomeu!!!
Al autor de los 4 comentarios.
EliminarCasi ha desarrollado una tesis doctoral, mi enhorabuena.
Laura, gracias.
EliminarLo peor de Bertomeu es que olvida el factor más importante, el demonológico, y además, legitima la homosexualidad:
"Por otro lado, afirmar la conexión directa de la homosexualidad con la pederastia a partir de los datos antes subrayados, no solo comporta la comisión de una gran injusticia, sino LA CRIMINALIZACIÓN DE UNA DETERMINADA IDENTIDAD SEXUAL."
1. Bertoumeu omite en su escrito las clásicas tres tentaciones o enemigos de la salvación del alma: la carne, el mundo y el demonio.
¿El Concilio Vaticano II las ha abolido? No, pues son verdades de fe reveladas en la Sagrada Escritura y Tradición. La omisión está sacada de la manga.
2. La homosexualidad es un intrinsece malum, un pecado personal y social gravísimo, y demonológicamente es un factor de infestación diabólica en los grupos y personas.
La Sagrada Escritura y Tradición nos dice que los pecados de sextum están bajo el dominio del demonio Asmodeo -que mató a siete maridos a Sara y que fue encadenado en el desierto por San Rafael-, y todo pecado sexual conlleva una tentación e influencia del demonio, persona angélica real y eficiente.
Por eso, todo obispado, parroquia, convento, monasterio o comunidad laical con homosexuales, es una gravísima infestación demoníaca, que pervierte inevitablemente a la comunidad afectada de forma irreversible.
Una comunidad así debe de expulsar y apartar a los homosexuales de manera inmediata: todo día de más es una catástrofe.
Por eso, la reprobación y reproche a Francisco, es que no ha extendido las medidas contra los abusos a menores hacia la homosexualidad presente en la Iglesia.
Por tanto, en el escrito de Bertomeu, encontramos a faltar la visión clásica y tradicional católica, que recoge muy bien el Catecismo del Concilio dogmático de Trento y que el Concilio Vaticano II, pastoral, lo integra:
- pecado intrinsece malum
- pecado social gravísimo
- demonología en los pecados de sextum
- tres enemigos del alma: la carne, el mundo y el demonio
- no aprobación en ningún caso
En este último punto, Bertomeu legitima tácitamente una identidad sexual que está bajo la influencia de un demonio especializado en la sexualidad, Asmodeo, con lo que Bertomeu incumple lo que manda el Catecismo: no pueden recibir aprobación en ningún caso. Y Bertomeu les da un estatuto de aprobación por legitimación implícita. Muy mal.
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Catecismo 2357 La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Persona humana, 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.
ja.ja.ja... muy aguda laurita, muy aguda... ja.ja.ja...
EliminarNo lo he dicho irónicamente, anónimo 20:47. El autor de los 4 comentarios, es una persona formada.
EliminarMuy interesante la "Opinión sobre el estudio", que profundiza en una realidad mucho más compleja que el simplismo de un 80% son cometidos por varones sobre varones, luego un 80% son homosexuales.
ResponderEliminarHay otro detalle que no queda claro. Habla de 6.000 casos, pero no se advierte bien si se trata de 6.000 clérigos implicados, con un 20% de abusadores o abusados femeninos o se trata de 6.000 casos en los que los implicados culpables pueden ser muchos menos por haber cometido varios delitos cada uno.
Por otra parte, si los estudios se refieren a 50 años, el número total de sacerdotes en ese tiempo sería mucho mayor de 466.000, que esos deben ser los que hay ahora, incluidos los religiosos no sacerdotes. Quizá el doble o más, cerca del millón de clérigos. Por lo que el porcentaje bajaría mucho.
Qué pena sacar a relucir estos temas en víperas de la Navidad!
ResponderEliminarEl mejor momento: Llega la Luz!!
EliminarPues, la verdad que sí.
EliminarParece que no hay otro tema.
Totalmente de acuerdo con Su Santidad Benedicto XVI.
ResponderEliminarVíctimas del celibato obligatorio hay muchas: sacerdotes trastornados, niños violados, adultos(mujeres y hombres) utilizados, niños no deseados(por sus padres sacerdotes), mujeres madres desesperadas abandonadas(por sacerdotes padres de sus hijos y la comunidad eclesial..) etc.. Acabemos ya con esta aberración. La castidad es una Gracia que otorga el Señor, no se puede imponer y la mayoría de los sacerdotes no la tienen, por tanto esa obligación sería humana. Hay muchos, muchísimos sacerdotes que amparándose en el celibato tienen la excusa perfecta para no comprometerse, así se aprovechan de su cargo y de la soledad de mujeres y hombres, dando rienda suelta a sus pulsiones, luego se confiesan (algunos) y vuelven a las andadas.. Dejando heridas profundas y defendidos por una "iglesia" hipócrita.. El Señor, en el que muchos de ellos no creen, lo ve todo.
ResponderEliminarA mi me sorprende esa 'defensa' que hace de la homosexualidad como algo normal. Además es incapaz de hacer un juicio moral él que trabaja precisamente en la Congregación de la Fe. ¡En qué manos estamos!
ResponderEliminarA en Jordi ja el coneixem a Tortosa i sabem de quin peu...
ResponderEliminarRESUMEN DEL ESTUDIO DE MONS. BERTOMEU
ResponderEliminarLa pederastia cometida contra niños VARONES no tiene nada que ver con la homosexualidad. Ya de puestos, ¡ni con el sexo!
Aunque sólo son el 80% los casos de pederastia cometidos con niños varones, ¡no tiene nada que ver que necesariamente tuvieran que cometer esos delitos, sacerdotes homosexuales. Que no, que no, que Bertomeu lo dice bien claro: el hecho de que todos esos niños fueran sodomizados por sacerdotes, no tiene absolutamente nada que ver con la sodomía ni con la homosexualidad. Y sería una tremenda injusticia aprovecharse de esa fatalidad (seguramente casual) para estigmatizar a los sacerdotes homosexuales y para condenar la sodomía de los sacerdotes sodomitas.
¡¡¡¡Menuda basura de estudio!!! Eso sí, un estudio políticamente correctísimo. Los promotores de la pederastia y de la sodomía en la Iglesia, se lo agradecerán profundamente. En Montserrat estarán tocando las campanas a gloria. Ahí tenemos a la totalidad del episcopado dejando hacer, porque si la sodomía es santa y se ha convertido en una gran virtud clerical, sobre todo si se practica con niños, ¡quién es el obispo para juzgar a esos sacerdotes! Eso, eso, que los juzgue Dios, tan políticamente correcto en estos tiempos modernos, que todo le está bien. No sólo perdona a los delincuentes, sino que hasta blanquea los delitos, para no abrumarles la conciencia. ¿Quién es nadie para juzgarlos? Es el reinado de la misericordina, tan celebrada por la progresía eclesiástica.
Esta congregación era mas eficaz cuando tenía su nombre original,jeje. Salvo algún daño colateral que pudiera existir, las penas impuestas disuadian bastante de hacer barbaridades sexuales y otras.
ResponderEliminarPodría contar Bertomeu su relación con una de las víctimas de Karadima, que es un homosexual activo y declarado como el propio Karadima que le abusó. Eso no es estadística?
ResponderEliminar"es posible afirmar que una cierta subcultura homosexual propia de algunos grupos clericales y presente en ciertos seminarios o noviciados, con la consiguiente tolerancia hacia los comportamientos homosexuales activos, puede llegar a derivar en la pederastia"
ResponderEliminarEsto es muy grave porque es consentido. Y fácilmente evitable, como dice el propio Mons. Bertomeu. Si no me equivoco, de esto no se habló en la cumbre en el Vaticano, cuando es lo que más directamente les atañe y lo más fácilmente evitable.
Una pregunta a Mons. Bertomeu, sobre un caso que debe conocer por ser el responsable enviado por el Papa para investigarlo. ¿Hay esa "subcultura homosexual" en los jesuitas chilenos? Porque siendo relativamente pocos, cada dos por tres salta un caso, y algunos son grupales, grupales, de una brutalidad enorme. ¿Lo sabía la curia jesuítica en Roma?
No cabe expresar buenos deseos. Hay que actuar y tomar las medidas correspondientes. Aunque tengan muchísimo poder, aunque tengan el poder.
Más de un comentarista tendría que empezar por estudiar:
ResponderEliminar¿Quién es la Gracia?
Esponsalidad en las diferentes vocaciones de la Iglesia
Castidad en las diferentes vocaciones de la Iglesia
Las virtudes
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