Jean-Baptiste Sèbe (iaquierda) y Pierre-Yvves Fumery (derecha) |
Tú, Jean-Baptiste, fuiste denunciado cinco días antes de tu trágica muerte al Vicario General por una madre, quejándose de gestos inapropiados por parte del sacerdote con respecto a su hija, mayor de edad ya en aquel momento. El Vicario le dijo que si pensaba que era una agresión, debía presentar una denuncia a la policía, cosa que ni madre ni hija hicieron nunca. Tu obispo, Dominique Lebrun se entrevistó contigo el día antes de tu muerte para discutir estas acusaciones. Durante esta entrevista, dice el obispo de Rouen, que rápidamente confesaste una conducta inapropiada. Afirma Mons. Lebrun que acordó contigo que había sido una imprudencia, que fue un momento de caída que tuvo cierta gravedad y le dijiste que para ti todo ello, era una prueba. Eras muy apreciado y con "éxito" en tu misión, tu reputación era buena y con empatía con los jóvenes: profesor en el Instituto Católico de Paris, Delegado Universitario, miembro de la academia de Bellas Artes de Rouen… ¿Tan mal viviste no haber estado a la altura de la imagen que querías dar? ¿Hasta el punto de acabar con tu vida? En tu funeral ante cien sacerdotes y una multitud de fieles, tu obispo quiso insistir en el recuerdo de la familia herida por ti, pues la situación -dijo- debe ser muy difícil… ¡para ellas! Si las presuntas afectadas no te denunciaron ante la autoridad civil, sino que se limitaron a acusarte privadamente ante la Curia, ¿qué tipo de presión quebrantó tu voluntad de vivir como sacerdote, a pesar de tus pecados? ¿La conciencia de tu culpa fue tan abrumadora que destruyó tu confianza en la misericordia de Dios? ¿Aquella entrevista te hizo desconfiar de la misericordia de Dios o de la misericordia de tu obispo?
El obispo de Orleans, con gorro árabe Jacques Blaquart |
Cuatro días antes de tu muerte, el 15 de octubre, fuiste citado por la policía en calidad de testigo, no de acusado. Los gendarmes escucharon tu declaración en el curso de la investigación preliminar para conocer tu versión de los hechos, pero no te notificaron los cargos que se habían presentado contra ti, como afirmó luego el fiscal. Tu obispo insistió tras tu muerte en el hecho de que tus supuestas actitudes no podían ser objeto de acciones judiciales y que estabas en una especie de "zona gris". El jefe de policía responsable de la pesquisas preliminares afirmó haber realizado una investigación "quirúrgica", pero que no encontró nada de objetable en tu comportamiento. Pero ya era tarde… Tú nunca lo supiste. De nada sirvió que Mons. Blanquart estuviese en contacto contigo durante un mes –dice-, por sms, teléfono y correo electrónico y pensase que lo estabas superando… Tu desesperación quebró tu voluntad para seguir viviendo en esa zona gris donde te puso tu obispo.
¿No encontrasteis pues en vuestros obispos la misericordia de la que tanto se predica y que tan poco se ejerce? ¿Qué profunda fragilidad se escondía en vuestros corazones rotos? La fragilidad del pecador postrado bajo el peso de la culpa, el abandono de aquel a quien se le ha negado cualquier atenuante y al que se le han cerrado todos los caminos… La paternidad de vuestros obispos aniquilada por el protocolo sobre abusos sexuales y por las facultades especiales de la Congregación del Clero, que acaban destruyendo la presunción de inocencia del sacerdote, pues el peso de la prueba recae sobre el acusado y no sobre el acusador. Así pues, cualquier acusación contra un presbítero se considera cierta de entrada, sin más prueba que una simple denuncia, aunque sea antiquísima e imposible de probar. Condenados así materialmente por la mera posibilidad de ser culpables… Y al final, en la práctica, el resultado acaba siendo el mismo para el inocente que para el culpable, para el imprudente y para el arrepentido; pero no para un pervertido impenitente como el cardenal Mc Carrick.
Descansen en paz las almas atormentadas de aquellos sacerdotes que no encontraron ni consuelo ni acogida en quienes estaban obligados por su ministerio episcopal a ofrecérselos. Que encontréis ahora en el Corazón de Cristo y de María Santísima la misericordia que aquí se os negó. Amén.
Gerásimo Fillat
Un excelente artículo, y un buen final:
ResponderEliminarDescansen en paz las almas atormentadas de aquellos sacerdotes que no encontraron ni consuelo ni acogida en quienes estaban obligados por su ministerio episcopal a ofrecérselos. Que encontréis ahora en el Corazón de Cristo y de María Santísima la misericordia que aquí se os negó. Amén.
O sea que aquí el malo de la película es el obispo...los dos curas, no!
EliminarSi hubiesen sido monges de Montserrat, seguro que no opinabáis lo mismo. Los malos: los monjes. Vivir paea ver!
El delito de blasfemia contra Mahoma y el Corán es exactamente lo mismo que los delitos de abusos a menores y la violencia contra la mujer: una simple declaración es una grave acusación, sino una condena social.
ResponderEliminar- Señor Juez, Yussif ha roto las páginas del Corán, ha escupido sobre ellas, ha dicho que Mahoma es falso, y luego ha tirado el Corán al suelo y lo ha pisado repetidamente, insultándo a Alá.
- Decreto que, debido a que el delito de blasfemia tiene acarreado una pena de muerte, el acusado estará en prisión preventiva por tiempo indefinido en régimen de aislamiento total.
Por eso, es totalmente elogiable la propuesta de Vox de derogar esta absurda e inicua legislación de género, que atenta contra la igualdad y la presunción de inocencia, y que tanto mal ha causado.
Tal y como está estructurado el delito de menores, una simple declaración causa una grave acusación de autoría ¡material! de un tipo de delito que no deja ninguna evidencia física (grabación, documento, testigo, lesión), y que por lo tanto, es esencialísimo que el interrogatorio de la víctima no tenga ninguna contradicción, lo que implica que debe de ser analizado por muy buenos expertos.
Lo mismo para los delitos de violencia contra la mujer. Una simple declaración comporta graves penalidades contra el acusado.
En el ámbito eclesial, es una pura arbitrariedad todo este falso lenguaje de "conducta inapropiada" o "conducta inadecuada", o estos tribunales inquisitoriales con nombres estrambóticos como "Célula de Recogida de Informaciones Preocupantes", como si fuera una Gestapo o KGB.
Y genial el hecho de comparar con el caso McCarrick: se cumple que si tienes grandes padrinos protectores, tienes un seguro de impunidad e inmunidad, lo que sólo se cumple para los altos cargos, pero si eres un cura normal, entonces recae el peso de la ley sobre tí.
Otra acción rechazable y reprobable es la "tolerancia cero", un sinónimo encubierto de "venganza general" y "pena ejemplar" contra todo el mundo en cabeza ajena. Lo mismo la "pena de telediario" (te ven con las esposas y como entras en el coche policial), la "pena de banquillo" (te ven sentado ante el juez), o las "querellas estratégicas" como la que sufrió Germinans.
Aunque no sé qué sucedió en la mente estos dos curas, no obstante una acusación tan grave como unos abusos a menores que comporta:
ResponderEliminar- una vulnerabilidad a la presunción de inocencia del acusado, pues las denuncias suelen entrar en los conceptos ambiguos, maleables y arbitrarios de "acusación creíble" o "acusación substanciada", que comporta graves consecuencias,
- una primera condena sin juicio alguno, pues ser acusado de abusos es ya una verdadera condena irreversible, a los efectos prácticos, irreparable de estar privado de libertad cívica si al final le declaran inocente,
- una sensación de injusticia, pues toda esta reacción sólo se activa para los abusos, pero no para ningún otro tipo de delitos (herejía, robo, abarraganamiento, conductas homosexuales con mayores),
- toda una penosa repercusión social de intensidad y difusión gravísimos para el honor, buena fama, buen nombre y reputación de los curas (prensa, radio, TV, internet, parroquia, diócesis, familia): los antecedentes sociales siempre quedan, es difícil el "derecho al olvido",
- la gran cantidad de administraciones inquisitoriales intervinientes (policía, juzgados, justicia diocesana, organismos administrativos eclesiales), pues usan del método inquisitivo: buscar la verdad usando medios legales interventivos e invasivos,
- el tiempo que dura este tipo de delitos (un año como mínimo), con gran cantidad de procesos (1ª instancia, apelación, casación, TS, TC, tiibunales europeos TJUE o el TEDDHH), lo que ocasiona gastos económicos y emocionales,
- la suspensión total de todo el progreso de la vida del cura, pendiente de la resolución final del proceso: todo se le para, y profesionalmente, desciende a la escala social de "acusado grave",
- la incertidumbre del resultado final (¡¡¡es una declaración contra otra!!!),
- y el real daño personal a su salud, a su integridad física y psíquica, y en definitiva, a su vida, que significa la tortura psíquica propias de este tipo de delitos, y en general cualquier tipo de acto disciplinario (el estrés y ansiedad llevan siempre al dolor, y éste a enfermedades, como la depresión suicida, o un infarto u otra enfermedad: el dolor lleva a la enfermedad crónica y grave),
todo ello hacen necesario replantear en toda su profundidad, el proceso y las repercusiones que implican estos delitos de simple declaración, carentes de evidencias físicas, y dependientes de la falta de contradicción en la declaración del denunciante.
Cada caso es rabiosamente individual, un "traje a medida", una verdad en derecho penal y disciplinario, y más en estos delitos, por los graves daños a los inocentes, pues son un "edificio" muy difícil de soportar para estos curas acusados, sobre todo si son inocentes.
Como dijeron los progresistas durante los años 1970 al 1990, alegaban, gritando y pataleando, la fórmula Fórmula de Blackstone (s. XVIII), con antecendentes ya en el siglo XV: “Más vale un delincuente en la calle que un inocente en la cárcel”.
Tales delitos obligan a un juicio urgente con todas las garantías de igualdad y presunción de inocencia, imponiendo unas medidas cautelares no gravosas para el acusado.
Primero habría que tener claro que efectivamente se suicidaron, que en muchos casos los asesinatos se encubren con falsos suicidios, que aquí en España sucede con relativa frecuencia.
ResponderEliminarSegún como se lleven las cosas, de forma voluntaria o no, una mala instrucción de estos libros lleva a una enfermedad psiquiátrica del acusado, que puede ser una depresión que conlleva el suicidio. Técnicamente, no es un homicidio o asesinato porque subjetivamente no se ha querido llevarlo a cabo, pero objetivamente sí lo es: los hechos le han conducido a un daño gravísimo, quitarse la vida, el bien jurídico más preciado. Todos nos merecemos la presunción de inocencia, la defensa y la dignidad.
Eliminar"Tu obispo insistió tras tu muerte en el hecho de que tus supuestas actitudes no podían ser objeto de acciones judiciales y que estabas en una especie de "zona gris"... Tu desesperación quebró tu voluntad para seguir viviendo en esa zona gris donde te puso tu obispo."
ResponderEliminarUn ciudadano con derechos y libertades nunca puede vivir en una Zona Gris.
Una Zona Gris condena a una provisionalidad duradera la libertad del acusado, sino también su propia dignidad, y al fin, a su salud y vida.
Una Zona Gris quita toda esperanza y elimina el rasgo esencial del hombre, la sociabilidad, el derecho a desarrollar su personalidad.
Además, una Zona Gris se implanta como una pena única anticipada, sin alternatividad, ni posibilidad de individualización judicial.
Por eso, el caso de los supuestos abusos del religioso de Montserrat, debieron de haberse tramitado con las garantías propias de un juicio.
La indemnización debía de tributar la renta, y no se hizo, presumiblemente. Además, se hizo un pago, quizás vulnerando los límites administrativos que fijó hacienda, la cual establece los pagos en efectivo, sus límites, métodos y documentos acreditativos.
Con el secretismo de ambas partes, la denunciante y denunciada, nos perdimos la acusación y su comprobación y verificación, así como la respuesta del denunciado, sus excusas y atenuantes, su negación o afirmación: existe el derecho a no declarar contra sí, a ser defendido, a ser presunto inocente.
Nosotros nos debemos de fijar en el fuero externo, en las pruebas, y el caso ha acabado en una denuncia mediática en forma de documental emitido en un medio de comunicación, una forma que puede satisfacer las necesidades de la víctima, pero es un formato que impide la contradicción y la probatoria de los hechos con garantías.
Al morir el denunciado, al pasar tantos años, al no verificarse un juicio, al deseo humano de querer tapar un escándalo judicial y de moral y reputación pública, no se sirve a la justicia y a la verdad.
Nunca sabremos, dentro de los límites humanos, qué versión podrían haber dado víctima y supuesto agresor, ni la condena o absolución con garantías de un mínimo de credibilidad.
En mi parecer, el error en el caso Montserrat fue esconder por ambas partes el caso, el cual ya es de por sí muy difícil, por todo lo que representa.
Sí, es indignante como algunas personas o algunos medios pueden calumniar y destrozar a las personas de bien, que como todo el mundo cometan quizás algún error o no coincidan con nuestras ideas. Pontificar sentado en un sillón es fácil, quizás una tarde de domingo, aburrido ya que ni nuestros propios hijos son capaces de aguantar nuestras bravatas. Se puede llegar incluso al insulto basado en la falsedad o en la parcialidad y hacer mucho daño.
ResponderEliminarAnónimo 7:44, lúcido comentario.
EliminarOjalá algunos de los que aquí escriben se sientan identificados. Ojalá. Aunque es posible que su narcisismo, o su afán de protagonismo se lo impida.
Sí, la verdad es que nunca se sabrá el dolor que sufren algunos acusados en estos delitos de simple declaración de malos tratos o abusos sobre sujetos vulnerables, como menores, discapacitados, incapacitados, dependientes, ancianos y enfermos.
EliminarTambién es peligrosísimo estos delitos con evidencias compatibles con causas naturales: por ejemplo, un caso real, se retiró durante años la patria potestad de un recién nacido porque el médico afirmó que habían lesiones dolosas, sin escuchar ni investigar para nada la afirmación de los padres de que no habían hecho nada, que se les lesionó con una maniobra suave: al final, el hijo tenía el síndrome de los huesos de cristal.
Por eso, es necesario insistir: el principio de defensa y de presunción de inocencia protege el bien más preciado: la libertad, la vida, la integridad física y psíquica, la sociabilidad, el derecho a desarrollar libremente, sin impedimentos, la propia personalidad del acusado. Acusado no es condenado.
También existe el odio de alguna prensa contra los católicos, por lo que una acusación de abuso puede ocupar, desproporcionadamente, una o dos páginas, como si fuera un crímen múltiple o un genocidio.
Recuerdo como los progres, los del PSOE-UGT, PCE-PSUC, CNT-FAI, ERC, y otros comunistas, a principios de la Transición, y ante delitos dicho políticos o los de ETA, GRAPO y FRAPP, reivindicando la Fórmula de Blackstone del “más vale un delincuente en la calle que un inocente en la cárcel” a favor . Pero ahora parecen decir que "más vale inocente en prisión".
Hay que ir con grave cuidado en estos delitos de abusos, malos tratos y violencia sobre sujetos vulnerables, cuando no hay evidencia física o ésta es compatible con una causa fortuita o natural: el acusado goza preferentemente de la presunción de inocencia y del derecho a defenderse y ver protegido su honor, dignidad, personalidad e integridad. Todo es poco.
Estos delitos son de "señalamiento con el dedo". Si sólo hay una denuncia sin pruebas, es esencial la entrevista con la víctima, para ver si no hay contradicciones, y para ver el modus operandi, hecho por una pluralidad de especialistas. Aunque a veces no es posible, porque la victima o el acusado puede caer en minusvalía psíquica o incapacidad, como paso en el reciente caso del religioso de Montserrat.
ResponderEliminarLo más grave es la indefensión (personal, social y moral) con la que se encuentra de repente un sacerdote.
ResponderEliminarY la nula defensa y amparo de los que deberían actuar aunque solo fuera por solidaridad y fraternidad sacerdotal.
Mejor no encontrarse nunca ante una falsa calumnia y/o denuncia.
Porqué sino tienes dinero y la posibilidad de un buen abogado que te defienda estas listo.
No me extraña que a una buena persona, con un buen corazón, dada su impotencia civil y eclesial le pueda pasar por la cabeza hasta la salida del suicidio.
Dios quiera que nunca eso pase a los sacerdotes y religiosos que yo conozco desde hace muchos años.
Algunos ya me lo han dicho que de ocurrir-les algo solo cuentan con su familia, no esperan nada de sus superiores.
Que pena esta situación actual de indefensión total en que se encuentran nuestros sacerdotes.
Hemos pasado de un extremo a otro.
Los COTILLEOS MALINTENCIONADOS hacen más daño que todas las bombas nucleares juntas!!!
ResponderEliminarLA LEY DE VIOLENCIA DE GÉNERO, ASUMIDA POR LA IGLESIA
ResponderEliminarLo que ha ocurrido con esos curas y lo que está ocurriendo con todos los casos es lo mismo que con la ley civil. Si hay denuncia, de momento el denunciado palma. Luego ya se verá con calma, con un procedimiento engorroso que desgasta tanto al inocente como al culpable, si la acusación es fundada o no. Pero el acusado, por el solo hecho de haber sido acusado, ya carga con el sambenito y con las penas inherentes. Y los obispos, encantados de ser tan celosos de la moralidad de sus curas.
Claro que en el clero hay perversos, pero son ínfima minoría (con McCarrik a la cabeza); claro que hay débiles que pecan y se arrepienten, muy minoritarios también; y claro que hay inocentes, buenos curas, la inmensa mayoría. Cierto ciertísimo, son la inmensa mayoría.
Pero la Iglesia los trata a todos, absolutamente a todos, como potenciales culpables, como pederastas en potencia, y ahí los tiene bajo sospecha, esperando la menor acusación o insinuación contra ellos. Esto es un auténtico régimen de terror. Con este régimen, el fin del clero está cantado. Así no se puede vivir.
Los únicos que podrán vivir en este régimen serán los hijos espirituales de McCarrik, los depredadores sexuales, a los cuales les compensará totalmente el sistema judicial (que les quiten lo bailado). Aparte de que éstos formarán parte de una red de chantajes (como la de MacCarrik) que les mantendrá a salvo a pesar de todo el montaje judicial, inquisitorial y lo que se quiera. Serán justamente los MacCarrik los que saldrán mejor librados. Véase lo bien que le va, hasta con la protección del mismísimo Papa, al depredador MacCarrik.
Sinceramente, la Iglesia se lo tendría que hacer mirar. Eso de que cualquier cura, sólo por serlo, resulte sospechoso de pederastia y por consiguiente toda acusación contra él sea bien venida y casi celebrada por su obispo (y en el caso de Granada, hasta por el Papa), es como para desquiciar a cualquiera.
Como me decía un cura, mañana mismo Podemos puede cargarse de un plumazo toda la Iglesia en España. Basta que cada afiliado de Podemos acuse a un cura de abusos, y ahí mismo se liquida totalmente el clero de España. Porque la sola acusación los ha convertido en presuntos culpables y hace que se les trate como tales.
¿Ha cambiado la Iglesia después de los abusos sexuales?
ResponderEliminarEl Padre Amedeo Cencini, psicólogo, responde en 5 vídeos y el Obispo Munilla en 2, en las Jornada Sacerdotales 2017. Diócesis de San Sebastián.
Premisas
Lecturas defensivas
El plano inclinado
Escándalo y mediocridad
La atracción seductora de la mediocridad
Enamoramiento de Dios
Evangelizar en la crisis afectiva
https://www.youtube.com/watch?v=LoSoWRUhUCg&list=PLMfbd0XHIPTd9C9pVN8arxm2k6PGrYkaX
Sí siempre a la presunción de inocencia.
ResponderEliminarSí siempre a que se investigue a abusadores y encubridores, y a que sean penalizados canónica y civilmente como corresponda.
Sí siempre a que la Iglesia se comprometa sin ambages a reparar a las víctimas.
AMÉN, a todo el contenido del artículo. Hay que ayudar y defender a los sacerdotes que sabemos cumplen con su misión de pastores. Que falta de verdadera MISERICORDIA. Pobre Iglesia católica, cómo la están mancillando los que deberían ser los primeros en cumplir como católicos. Santo cura de Ars, ruega por los presbíteros.
ResponderEliminarA veces me pregunto si conocemos realmente el sacrificio de nuestros sacerdotes, la renuncia total de los que han abrazado la vida religiosa. Les exigimos a menudo lo que nosotros somos incapaces de realizar. Una vida de santidad que ni en sueños podríamos alcanzar nosotros. En los tiempos que corren el pecado de unos pocos ha arrojado sombras sobre todos. Y eso es una injusticia tremenda. A quien esto escribe le impresionó la defensa qie hizo de los sacerdotes de la Iglesia cierto colega francés ante los ataques interesados de un colega protestante norteamericano. Conocidos son los casos de pederastia en Estados Unidos, con películas de gran éxito incluidas (Spotlight). El francés en cuestión replicó al regodeo anticatólico del americano espetándole: Te reto a que me digas cuántos curas católicos superan en número a la cifra de pastores evangélicos en pederastia, y no digamos a otros grupos qur tienen tratos con niños (clubs, etcétera).
ResponderEliminarCierto es que el número no es lo importante. Pero sí indica que fácilmente nos convertimos en inquisidores de debilidades ajenas que, en muchos casos, no han sido tales.
Entiendo perfectamente el suicidio de esos dos sacerdotes. A veces la incomprensión, y ése parece ser aquí el caso, procede de quien debería ser su defensor natural. Sé de jóvenes que han hecho cortes de mangas a la institución clerical que les acogía porque “si ellos no me quieren, yo tampoco los quiero”. Si se guían por prejucios sociales, por presión de la gente, allá ellos. No tienen esposa ni hijos con quienes desahogarse, en quienes encontrar calor. Si el obispo o el superior religioso se torna un juez implacable, sin atender a concausas, contextos y circunstancias, la única salida que les queda es la puerta o en casos de depresión extrema el suicidio. Dios, en su infinita misericordia, los habrá perdonado sin juicios a posteriori, que sólo reflejan la ruindad del obispo, la indigencia del superior. Enhorabuena al autor del post. Era muy necesario-
Pero, ¿porqué no dejan casarse a los sacerdotes? El celibato parece bien en los religiosos, pero en la vida actual, sacerdotes casados podrían cumplir mejor su misión en medio de la gente, con más comprensión de sus problemas y llevando ellos una existencia más normalizada.
ResponderEliminarAnónimo de las 22:08
EliminarCon sumo respeto, le digo que Ud. no sabe lo que es el celibato y el sentido del mismo. Infórmese bien. Para ser servidor de la Iglesia católica, no es necesario ser presbítero.
Total y absolutamente de acuerdo con el Sr Valderas Gallardo.
ResponderEliminarEs totalmente antinatural la vida celibe de los sacerdotes catolicos.permitir tener familia evitaria todos estos desvarios. El vaticano se tendria que poner al dia. Habrian muchos mas catolicos que llenarian las iglesias, no como ahora, que cada vez hay menos.
ResponderEliminarLas iglesias protestantes están tan desiertas como ls nuestras... y los curas se casan...
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