Hermanas Fradera, religiosas claretianas beatificadas en 2007 |
Las tres hermanas Carmen, Rosa y Magdalena Fradera, religiosas del Corazón de María, se refugiaron en la casa paterna en Riudarenes. Los rojos habían usurpado todos los conventos y colegios religiosos. ¡Qué vergüenza! La gran labor educativa y cultural de las religiosas en Cataluña fue pisoteada con furor, y expulsadas en nombre de una falsa libertad. Estas tres hermanas, refugiadas en la masía de sus padres, fueron detenidas por el comité de milicianos de la Selva y de Gerona por el solo hecho de ser religiosas y fueron asesinadas en las afueras de Lloret de Mar. Intentaron violarlas, pero no lo consiguieron gracias a la determinación y firmeza de las tres hermanas juntas. La Iglesia las beatificó el 28 de octubre de 2007.
Nueve religiosas, entre 37 y 75 años, que tenían el convento en el barrio de Horta, de las llamadas “Monjas Mínimas” (San Francisco de Paula), que se dedicaban a la costura y a la oración, fueron asesinadas y abandonadas en un campo, bajo el cielo como testigo.
Hermano Victorio y Joan Roig |
Consol Puig Carol y Mercedes Diéguez Foguet eran colaboradoras de la Parroquia de la Sagrada Familia de Barcelona. De aquella parroquia asesinaron trece sacerdotes y seglares. Consol fue asesinada en la Pedrera del Guinardó y Mercedes en el barrio de Casa Antúnez.
Demos por cierto que si Antonio Gaudí, orgullo del catolicismo catalán, el arquitecto de la Sagrada Familia que todo el mundo artístico admira, si hubiera vivido en el año 36, él murió diez años antes, hubiera sido asesinado y contado entre los primeros mártires de la Fe en Barcelona. En el templo asaltaron la cripta, los claustros y los campanarios. Los muros y las bóvedas del templo en construcción sufrieron graves daños a causa del fuego. Destruyeron las imágenes, el órgano, las vidrieras e incendiaron el mobiliario. Destruyeron muebles y maquetas, el archivo del maestro, su taller fotográfico e incluso profanaron su tumba. Hoy, para vergüenza de todos aquellos que deseaban destruir la Fe, se eleva un monumento en honor a la Sagrada Familia que es uno de los más expresivos del mundo contemporáneo.
Joan Roig Diggle, de 19 años, de Masnou en el Maresme, era un propagador entre la juventud de la Federación de Jóvenes Cristianos de Cataluña. Custodiaba en su casa la eucaristía, debidamente autorizado, y que llevaba secretamente a casa de diversos enfermos. Perseguido por el terror rojo, fue detenido en su casa. Los milicianos lo arrancaron zafiamente de los brazos de su madre allí presente. Fue asesinado en la tapia del Cementerio Nuevo de Santa Coloma de Gramenet: tenía 19 años. El proceso de su causa de beatificación está muy avanzado. Aquí tenéis una nueva Dolorosa, madre de un mártir de la Fe, como había centenares en Cataluña en aquellos años.
Pepita Ramoneda, una niña de diez años, en un registro en su casa de Hospitalet, un miliciano le rompió la imagen de un Jesusito que llevaba medio escondido. La madre de Pepita protestó. Un miliciano le apuntó una pistola en el pecho y el arma se disparó. Llegó la Navidad y Pepita y su abuela, solas ya que su padre era fugitivo, rezaban llorando ante la imagen del Niño Jesús hecho trizas y recompuesto como pudieron. Una familia destrozada a quien el divino Niño tenía reservado un trozo de cielo.
Vicenta Morta, cuyo padre estaba perseguido y era fugitivo, me explicó que siendo en aquellos días apenas una niña y teniendo en casa una imagen muy hermosa de la Purísima, para evitar que en un registro les fuese robada o destruida, su madre le confeccionó un elegante vestido de andaluza, con amplias y onduladas faldas, y así estuvo vestida la imagen hasta el día en que llegó la libertad religiosa. Una estratagema frecuente en casas cristianas.
Antonia Pau Lloch de Alfarrás (Lérida), tenía setenta años y era madre de dos sacerdotes jesuitas. El Comité Revolucionario la detuvo y la maltrató vergonzosamente en los locales del Ayuntamiento. Después la llevaron a un lugar llamado “La Plana del Magí”: allí la estrangularon y la dejaron muerta en la cuneta de la carretera. El sepulturero de Alfarrás le dio digna sepultura en el cementerio. Una madre mártir, asesinada por ser madre de dos sacerdotes.
Montserrat Subirats Conill de Tarrasa, era telefonista. Gracias a su profesión se enteraba de los castigos, las detenciones y los crímenes que proyectaban los comités rojos y procuraba avisar a las posibles victimas. Descubierta, fue detenida y asesinada en noviembre de 1936. En aquellos años funestos no se podía ser buena persona. Había pertenecido a la Juventud Católica.
Francesc A. Picas