Ante todo quiero expresar mi agradecimiento a Hazte Oír por la concesión de este premio. Tengo clara conciencia de que no se premia con él a una persona, sino a una misión, a una línea de acción, a un compromiso. En este momento habéis querido que represente yo esos valores. Acepto complacido y agradecido el premio, porque amo esos valores que premiáis. Y estoy orgulloso de ser uno más entregado a su defensa con toda el alma. Muchas gracias, y permitidme que os haga unas breves reflexiones en torno al título que os he anunciado: “El césar debe obedecer a Dios”.
Israel, el pueblo de Dios, se relacionó de un modo singular con las naciones vecinas. Sólo Israel había recibido la ley revelada por Dios: una ley absolutamente transparente, los 10 mandamientos. Y era Dios mismo, el soberano de Israel. En eso eran únicos.
Sin embargo, había algo que los Israelitas sí querían imitar: los demás países tenían un rey. Hubo un momento en que exigieron al profeta Samuel: ¡Danos un rey! Cuando consultó con el Señor, escuchó Samuel: Han pedido un rey… vamos a darles un rey. Pero Dios también les advirtió: ¡Tanto el pueblo como su rey tienen un Rey en el Cielo! El bienestar de la nación entera depende de la obediencia que tanto el rey como su pueblo presten al Rey del Cielo. (cf.1 Samuel 8:1-22 y 12:13-15.)
Jesucristo expresó la misma convicción en Mateo 22,15-22. Cuando alguien le preguntó si debían pagarse los impuestos al Cesar, Jesús preguntó de quién eran la imagen y la inscripción grabadas en las monedas. "Del César", fue la respuesta. El Señor dijo entonces: Dad pues al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.
La moneda pertenece al César puesto que lleva la imagen del César; pero los seres humanos pertenecen a Dios, son sus criaturas ¡porque llevan grabada en sus almas la imagen de Dios! Y esa imagen la lleva también el propio gobernante. Por lo cual, "Lo que le pertenece a Dios" incluye al propio César: por eso ¡el César debe obedecer a Dios!
Tanto el pasaje de Samuel como el del Evangelio de San Mateo nos enseñan lo que el Concilio Vaticano II comentó extensamente: que la separación entre Iglesia y Estado no significa separación entre Dios y el Estado. O mejor dicho, entre Dios y el hombre, por más que éste se organice en Estado. Si el hombre se separa de Dios, se descabeza. Si el Estado se separa de Dios, se desintegra.
Aunque la Iglesia no tiene una misión política (es decir de la organización administrativa de la sociedad), sí tiene una responsabilidad política: velar por la salud espiritual de la sociedad, de la “polis” y dar testimonio de las verdades morales sin las cuales el bien común, que debería ser el objetivo de todo gobierno, no puede subsistir. Estas son verdades morales básicas comunes a toda denominación cristiana. Son los principios innegociables que expresó con valentía Benedicto XVI:
- La sacralidad e inviolabilidad de la persona humana desde su concepción hasta su muerte natural.
- La defensa del matrimonio natural (formado por un hombre y una mujer) y de la familia.
- La libertad de los padres para educar a sus hijos conforme a sus convicciones, sin interferencias estatales que coarten este derecho.
- El bien común, obligación irrenunciable de todo Estado y de todo gobierno legítimo.
Precisamente por ser verdades absolutas y no exclusivas de la Iglesia, por ser de orden natural, deben servir de base para las políticas oficiales.
No sólo los individuos tienen la obligación de obedecer a Dios individualmente, sino también cuando se organizan en forma de gobierno. Es más, el Pueblo de Dios no pierde su ciudadanía en la tierra por estar tramitando su ciudadaía del cielo (cf. Flp. 3:20). En todo caso, nuestra fe en el Reino del Cielo hace que nuestro interés en la tierra aumente en lugar de disminuir. ¿Por qué? Porque todo el bien que hacemos en la tierra no se pierde en el otro mundo, sino más bien permanece y llega a su plenitud. Y aún hay más: en la medida en que nos esforzamos en ganarnos el cielo, en esa misma medida estamos ya convirtiendo la vida en la tierra en un anticipo del cielo. ¿Acaso es éste un motivo de poca monta para que el César le dé a Dios lo que es de Dios?
Los cristianos de todas las denominaciones tienen la obligación de influir con su voto en cristiano, eligiendo representantes que se comprometan a defender los valores cristianos en su actuación política. Los católicos tenemos la obligación moral de aglutinar el voto católico para que nuestros valores se conviertan en un verdadero atractivo para políticos que aspiren a representarnos. Tenemos la obligación moral de presionar y educar a los candidatos primero, y luego a los diputados electos, mostrando la fuerza de un voto católico maduro que habla sin rubor de los problemas que afectan al bienestar público, y haciéndolo desde la perspectiva católica.
Los Obispos de los Estados Unidos lo expresaron así: En la tradición católica, la ciudadanía es una virtud; la participación en el proceso político es una obligación. No somos una secta apartada del mundo, somos una comunidad de fieles llamados a renovar la faz de la tierra. No es misión de la Iglesia poner las urnas para votar; pero sí que lo es recordar a todos sus miembros, que también ante las urnas seguimos siendo miembros de la Iglesia, Cuerpo de Cristo. Si desde nuestra identidad católica no presionamos empezando por las urnas para moldear las políticas oficiales de acuerdo con las verdades morales y los principios innegociables… ¿acaso seremos creíbles cuando afirmemos con acento persuasivo que ésos son nuestros principios? Más aún, ¿tendremos derecho a quejarnos de que nuestros gobernantes no tienen principios, si nosotros actuamos también como si no los tuviésemos?
Este es el momento, y he aquí el reto. No podemos seguir pensando que nuestra fe es tan solo una "cuestión personal e íntima". Jesucristo enseñó en público y fue crucificado en público. Ahora resucitado, Él nos coloca en la palestra pública y nos ordena hacer discípulos en todas las naciones (Mateo 28:18-20) para que la gloriosa libertad de los hijos de Dios alcance a todos los hombres. No podemos fallarle ni a Él ni a nuestra nación.
Custodio Ballester Bielsa, pbro.
Sacerdotes por la Vida
Dios le salve Padre Custodio. Necesitaríamos miles como usted
ResponderEliminarDe acuerdo.
Eliminar¡Gracias Mosén Custodio por su testimonio!.
ResponderEliminarAquí está el vídeo:
https://youtu.be/-J8KvCJDHwY
- La misión de la Iglesia:
EliminarSalus Rei Publicae Suprema Lex Esto
Salus populi suprema lex esto
¡Gracias por su claridad!
ResponderEliminarSólido discurso teológico que vale la pena comparar y contraponer al mendaz, plagado de falacias y sobrado de ruindad moral de los doscientos clérigos que se empecinan en continuar su labor ponzoñosa con palabras huecas y ayunas de verdad. Gracias Custodio por no arrugarte y defender la doctrina evangélica, por recordar que los hermanos de Cristo, su pueblo, son los que siguen su doctrina y no la posponen ante utopías cainitas, que hablan de pueblos identitarios, a estas alturas del siglo XXI, como gente iletrada y enfermizamente obsesiva. Su palabra certera, don Custodio, y, lo que es más importante, su comportamiento leal con el Señor es la mejor denuncia del averno clerical que utiliza taimadamente sus palabras y, lo que es peor, se comporta con desvergonzada hipocresía.
ResponderEliminarDesde luego, el ídolo de su secesión, fuera.
EliminarSiempre he pensado que Germinans es una fabrica de santos.
ResponderEliminarYa tenemos en el cielo a don José Garreta Trenchs, fallecido en olor de santidad.
Hoy tenemos como cristiano modélico a Mn. Custodio, ejemplo de pastor entregado hasta la médula. Defensor de la vida y la verdad, perseguido por ello, hombre valiente e inspirado predicador. Modelo de sacerdote santo. Tienen mucho que aprender de él, muchos de sus compañeros de profesión.
También tenemos la grandísima suerte de leer casi a diario las palabras siempre vivificantes del sr. Valderas, igualmente modelo de santidad, en este caso, de laico. Es ejemplo de santa vehemencia. Demuestra cuánto odio merecen aquellos miserables a quienes ha denunciado ad nauseam, en esta página, con su pluma, verdadera espada flamígera.
A los dos, mi sentido agradecimiento. Nos ayudan a ser cada día un poco más santos.
Sr.Anónimo 10/50,100X100 de acuerdo con usted!
EliminarNo odio a nadie. Y si mis palabras incitan al odio, dénse por no escritas. Defiendo al débil, al pobre, al menor, al privado de igualdad de oportunidades. Una defensa que muchas veces entraña develar el verdadero rostro del agresor, por mucha mitra, cruz pectoral o palabras suaves que gaste y emplee. Por mucho que invoque falazmente el nombre del Señor. No les odio. Sencillamente me tienen enfrente.
Eliminar10:50
EliminarEn la Iglesia hacen falta siempre dos manos o dos alas:
la caritativa y la flamígera (Jeremías); el que sabe mucho y tiene la palabra técnica, el que sabe predicar con lenguaje del pueblo... el laico y el clérigo... la contemplación y la acción... San Francisco y Juana de Arco...
Si falta una de ellas, la Iglesia se vuelve o una cosa boba y tonta, meliflua y carrinclona, o bien una cosa dura, seca y acerada, hiriente.
Dice el refrán que "se cazan más moscas con una gota de miel que con un barril de hiel".
EliminarEsto no significa ocultar la Verdad, sino mostrarla con amor, ni tampoco quita que en ocasiones Dios haya utilizado la vía del temor para conseguir la conversión: Jonás en Nínive. El fin es la Justicia: obrar bien.
En principio, Dios usa de mucha misericordia en forma de espera, paciencia, profetas y predicación (siglos para con Israel y Judea), pero hay un muy breve momento histórico de ira de Dios, para la conversión del hombre.
Gracias buen hermano, Dios le bendiga.
ResponderEliminarmi felicitacion al Padre Custodio Ballester. Soy sacerdota ya jubilado y me gustaría hablar con el y darle un abrazo. Mi nombre es Isidoro Rodriguez González. Mi telefono es 659.92.43.88
ResponderEliminarRepito lo mismo mossen Custodio Ballester, OBISPO YA MISMO.
ResponderEliminarMejor pocas parroquias con sacerdotes de JESUCRISTO que muchas con curas de la cubana que odian a Dios.
Grandioso Mosen Custodio, que Dios le bendiga y le guarde muchos años.
ResponderEliminarApoteòsico Sr.Valderas como siempre!
ResponderEliminarGracias Laura por pasarnos el magnífico video.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con lo dicho por el Sr.Valderas Gallardo,con lo de la RUINDAD MORAL y lo del AVERNO CLERICALLA a puesto usted el dedo en la llaga!!!
ResponderEliminar"Más aún, ¿tendremos derecho a quejarnos de que nuestros gobernantes no tienen principios, si nosotros actuamos también como si no los tuviésemos?"
ResponderEliminarÉsta es la madre del cordero. Nos quejamos de que los políticos, a la hora de actuar como tales, aparcan la moral y hasta la decencia para enredarse en cálculos de conveniencia política que les llevan a votar en favor del aborto, del infanticidio, de la eutanasia, del adoctrinamiento de los niños en la plurisexualidad y en la libre opcionalidad sexual, con toda la carga de incitación sexual, es decir de corrupción directa que lleva aparejada no sólo esa "educación" sexual, sino también los maestros a los que se ha encomendado. En fin, que nuestros políticos, los políticos a los que les dimos nuestro voto, se comportan con el mayor cinismo como auténticos depravados, como personas sin escrúpulos y sin moral.
¿Pero dónde empieza esa corrupción de nuestros políticos? ¿Dónde empieza? Pues justamente en nosotros mismos, que sin el menor escrúpulo votamos partidos y programas y personas cuyos principios atentan directamente contra la decencia y contra la moral.
Sí, quiero decir que es en los escasos segundos en que nos es dado a los ciudadanos de a pie hacer política, es en esos breves segundos en que somos los dueños de la política a la hora de depositar nuestro voto, cuando nos ponemos en nuestro fabuloso papel de profundos analistas políticos y pisoteando sádicamente nuestra conciencia, nuestra moral y nuestros principios, votamos a quienes sabemos a ciencia cierta que no comparten con nosotros ni conciencia, ni moral, ni principios. Y luego nos quejamos de cómo legislan. ¿Con qué legitimidad, si hemos sido nosotros los primeros que hemos traicionado nuestros principìos?
En fin, muy interesante reflexión de mossén Custodio, que nos obliga a reflexionar en nuestro papel en la política: efímero (unos segundos cada 4 años), pero totalmente trascendental.
Otro capítulo digno de tenerse en cuenta es el de nuestros pastores, obispos y sacerdotes (los 400 de ayer y los 200 de hoy), pero sobre todo los obispos, que juegan a manejar el poder, como los políticos, y con el mismo cinismo que ellos aparcan la conciencia, la moral y los principios. Pero ahí los fieles no tenemos ni voz ni voto, porque no los elegimos. Lo único que nos queda es denunciar esas conductas. ¡Qué menos!, ¿no? Es un deber de conciencia: como el de votar con la conciencia.
Todos los políticos tienen valores y principios, sólo que principios y valores antiteocráticos y antidivinos...
EliminarGrandioso Mosen Custodio, que Dios le bendiga y le guarde muchos años.
ResponderEliminarEn España bastante sería con que las autoridades eclesiásticas obedecieran a Dios en vez de al Cesar -al Cesar real y escondido, al poder-.Llevan décadas y décadas haciendo lo contrario. Tienen miedo, entre otras cosas.
ResponderEliminarHablando del poder del Cesar y la obediencia a este:
ResponderEliminarEl PSOE, el cardenal Blázquez y La Vanguardia quieren reformar la Constitución.
“La Constitución que quiere el PSOE: «Matrimonio» homosexual, muerte «digna» y laicidad del Estado” PSOE propone reformarla para "transitar a la laicidad"
http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=31103#formComentario
“EDITORIAL En favor de una reforma constitucional”
http://www.lavanguardia.com/opinion/20171206/433447266361/en-favor-de-una-reforma-constitucional.html
Cardenal Blázquez, presidente de la CEE: “la conveniencia de reformar o añadir aspectos nuevos en la Constitución para que siempre sea actual”
http://www.conferenciaepiscopal.org/discurso-inaugural-del-cardenal-blazquez-2/
Blázquez no dice para qué quiere reformar la Constitución, se dedica a intentar viralizar un “buenismo” zapateril, tan malo. Pero lo hace al hilo del asunto de los supremacistas. Que hoy confirma La Vanguardia que es su verdadero objetivo, siendo la amenaza de la independencia y la discordia que crean un mero ardid para conseguirlo. El PSOE de Sánchez está en lo mismo, añadiendo el anticristianismo. ¿También lo apoya Blázquez? Porque todos sabemos que el truco es abrir el melón del reformatorio constitucional para luego colar estudiadas políticas anti cristianas y anti españolas.
Un fenómeno, el cardenal Blázquez, tan obediente seguidor de Omella y este de Jaume Pujol. Cumplidos ya los 75 años, el Papa podría aceptarle la renuncia. Y mejor todavía que se adelantara el año que le queda a Jaume Pujol. Porque es descarado y creo que causa escándalo.
Piensan reformar la constitución, y los supremacistas, tener su constitución. Leyes humanas... que a la práctica, contradicen a la Ley de Dios... si Dios no construye, ya puede el constructor...
EliminarViendo el vídeo del P. Custodio, me agrada tener a alguien que tiene un mínimo de estructura y organización intelectual.
ResponderEliminarSolo tengo una queja. La mujer que está al lado del padre Custodio, podría haberse vestido con más recato. Esa falda es demasiado corta, y el escote demasiado ancho. Una mujerzuela.
ResponderEliminarPor lo demás, felicidades a don Custovio por el premio.
¿Y no será que lo ve así, porque no es capaz de integrar su propia libido?
EliminarUn discurso fantástico de un sacerdote paradójicamente purgado.
ResponderEliminarLa masonería, el maligno tienen acceso a determinados ámbitos de decisión por lo visto, y un sacerdote como Custodio les molesta, lógicamente.
Podríamos seguir el razonamiento....
Felicidades al Padre. Custodio y que María lo lleve siempre de la mano
Al anónimo crítico con la ropita de la señorita le sugiero dos visitas médicas:
ResponderEliminar- Psiquiatra católico que le ayude a encauzar su sexualidad de manera sana. De hecho Laura S algo ya mencionaba.
- Cardiólogo competente que le prescriba una terapia para poder andar por la calle sin riesgo de infarto, al menos hasta que solucione el punto 1.