"¡Con qué ansia he querido y esperado celebrar con vosotros esta cena, esta Pascua, tan nueva, que hoy estrena el Cordero de Dios sacrificado!"
Y, en medio de los tuyos recostado, les hablas del escándalo y la pena que han de sufrir, llegada tu condena, pero que habrás de estar siempre a su lado.
Y les dejas tus signos y tus gestos, -signos de amor fraterno verdadero-: un pan y un vino ya en la mesa prestos, y un lavado de pies -humilladero- "para que hagáis así y estéis dispuestos a lavaros los pies con mutuo esmero."