EL BASTARDO SE HA QUEDADO EN PAÑOS MENORES
Podía haber empezado con un milagro y hubiera resultado más simpático y apetecible. Un Cristo prestidigitador para sacudirse el hambre de encima, un Cristo funámbulo para seducir a las multitudes, un Cristo acróbata para acelerar una pronta intervención de los ángeles. Sin embargo al final la pelota recae sobre su tejado, el del Bastardo Satanás: un psicólogo desgarbado, un aprendiz de teólogo, alguien cuyo oficio se ha desprestigiado a lo largo de los siglos. Y a pesar de ello está convencido, más incluso que nosotros, y lo busca infinitamente más que el pueblo que después de milenios gritará “Señor, Señor”. Lástima por la inexperiencia en el duelo con el que tiene ante él: ¿cómo puede Satanás dar lo que no tiene? ¿Alguien aún se atreve a atribuir a Satanás la propiedad material de las cosas: catedrales, jardines, valles y murallas? Nada de más erróneo bajo el cielo de la catequesis: de Satanás es el limo que se deja sobre las catedrales, sobre las ciudades y en los caseríos de otros. Él no ha sido nunca propietario de nada aquí abajo sino simplemente el primer usurpador de aquello que le hubiera gustado tener. “Fuera de aquí, Satanás” le impone el Desafiante: probablemente se lo dice con dulzura, con mansedumbre, con neta firmeza. Quizás como un sueño: que a ningún hombre –siguiendo la estela del Bastardo- le pase por la mente el reintentarlo con las mismas oscuras artimañas. Satanás ha elegido el Adversario equivocado: no siempre al máximo de la inteligencia corresponde el máximo de la intuición. Lo podría pensar un novato en sus manos, un joven fácil de llevar y de mirada azulada, un soñador inexperto en los primeros fragores de las batallas. No había entendido que aquel Hombre aceptaba su desafío para sacar una enseñanza para difundir a lo largo de los siglos venideros, para desafiar Él mismo la arrogancia de su Contrario. Por encima de la fascinación del milagro, escogió la aspereza de la tentación como lección magistral sobre el púlpito de la historia: para compartir con sus descendientes la dura ley que quien nace hombre. Sin engañar.
De su glosa, mosén Francesc, me quedo con una sentencia del final: Debilitando al hombre que era el sueño de la Creación misma. Las tentaciones del mundo que nos rodea es, justamente, debilitar al hombre. Por supuesto con argucias sutiles, maquiavélicas. Es el signo de nuestro tiempo y de la fe en ese medio. ¿Qué es sino un afán de debilitar al hombre rebajar la exigencia ética en materia social, matrimonial, defensa de la vida? Una falsa misericordia --no hay mayor misericordia que la verdad-- ha penetrado en el seno de la Iglesia y se ha adueñado del templo hasta hacerlo asfixiante. Si la observación de la naturaleza nos induce a distinguir entre hombre y mujer, se nos acusará de no sé qué fobia. Es como si yo negara la existencia del intercambio de roles frecuente en invertebrados, o la partenogénesis en determinadas especies o la pedogénesis. La anatomía no entiende de fobias ni filias. Pero, ay del que cite la anatomía. Hasta ese punto nos hemos vuelto débiles.
ResponderEliminarDe la antomía a la exégesis. La debilidad mental, transfigurada en una hermenéutica avanzada que sólo a nosotros nos es dada, nos induce a cuestionar las verdades dogmáticas y las morales. El relativismo moral, del que tan a menudo cuan documentadamente habla Laura, se ha impuesto, desde el Vaticano hasta la última sacristía rural.
No sé por qué, pero cuando leemos tantos desajustes, tanto entreguismo y pobreza intelectual, me viene a la memoria lo de aquel confesor. Había una abuela que en su cantinela confesaba que se habia acostado el lunes con fulano, para añadir, somos frígiles padre; el martes, con mengano, y agregaba de nuevo somos frígiles padre; el miércoles con perengano, y otra vez, somos frígiles. Y así todos los días de la semana. El sacerdote, harto ya de la excusa, le espetó: No somos frígiles, somos pútilis.
Maravilloso Sr. Valderas,me ha dejado usted de piedra y boquiabierto con lo de la CONFESION DE LA ABUELA,JOJO MUY BUENO!!!
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