UN HIJO MÁS PARA EL REINO
La escena evangélica de este 3º domingo “per annum” plasma el primer movimiento de Jesús, que es quizás el más importante y la síntesis de todo el Evangelio. El evangelista nos recuerda que Juan Bautista, el precursor, fue arrestado por el hecho de señalar a Jesús como Mesías, precediéndolo con su muerte para subrayar el camino del Justo que sufre injustamente. Ahora le toca a Jesús, que parte de Betania con dirección a Galilea (para entendernos desde el este del río Jordán, cerca del Mar Muerto, hasta el norte del país) encarnando el anuncio de la salvación de Dios que se inicia por los últimos: esa es la Buena Noticia.
Por esta razón ya no estamos con Jonás, que amenaza con la destrucción de Nínive después de tres días de paciencia de Dios.
Esta vez lo que está en juego es mucho más: la salvación que Dios ha preparado al hombre desde toda la eternidad, desde el día del fruto prohibido en el jardín del Edén, cuando anunció a Eva que el fruto de su descendencia un día aplastaría la cabeza de la serpiente. ¿Recordamos?
Jesucristo desenmascara definitivamente la mentira y nos dice que el tiempo de espera ha concluido: Dios ha decidido que los hombres están preparados para recibir el don de la vida.
El Reino de Dios, la comunión de vida con Dios, la felicidad, la vida plena y definitiva, todo esto ha sido puesto a disposición del hombre, ahora corresponde al hombre el ver, reconocer y aceptar este don. VER, es decir convertirse, que es la palabra latina que literalmente traduce la griega metanoia (mirar más allá) es decir comprender el verdadero sentido de las cosas más allá de las apariencias. Es posible pues ver porque hay algo o Alguno. Una sugerencia preciosa, que no es mía sino de toda la tradición cristiana: cogeos un cuarto de hora y en un cuaderno escribid todas las veces que habéis hecho experiencia directa de Dios, que habéis tocado con la mano su misericordia y su providencia. Esto es lo que se entiende por hacer memoria, no malograr ni derrochar la gracia de Dios. Después dad gracias por ello. Pregunta: ¿Dios está cerca de nosotros incluso cuando tenemos problemas? Claro que sí. Y especialmente porqué tenemos problemas, gracias a esos problemas hemos podido reconocer que solos no lo hubiéramos conseguido y que en vez de vernos abandonados (la mentira de la serpiente) hemos descubierto que Él estaba allí dispuesto a salvarnos.
Esto es lo que significa RECONOCER, partiendo de los dones hechos, pasando por la mano que nos los ha procurado hasta el propietario de aquella mano. Reconoce así que te quiere como un padre, que no te ha dicho siempre que sí (como un padre) sino que cada cosa que te ha hecho te ha permitido de convertirte en una persona nueva, un hijo de Dios.
ACEPTAR entonces es, como los primeros discípulos, partir dejándolo todo, comprendiendo que la vida de antes ha acabado y que el pecado es cómo la sopa recalentada.
Jonás y los ninivitas |
Y he aquí que Jesús hoy pasa por nuestra orilla y nos llama: “Ven conmigo”. Significa: mira, escucha, aprende: aprende a estar con Dios, a coger aire puro y oxigenar tus pulmones cansados. Acoge su amor y aprende de Él cómo reconocer todo lo bueno que hay por ahí y darlo a conocer. Aprende también cómo hay que enfrentarse al mal, al pecado, a la fealdad que llevamos dentro en una esquina del alma y con la que antes o después tendremos que encararnos. Mira de qué manera lo hace Él y puedes ya ponerte en marcha.
Nuestra fe es una vocación: alguien que llama y otro que responde. Sería muy triste que fuese católico únicamente porque he nacido culturalmente en estas latitudes. Necesitamos tener una fe verdadera, consciente y coherente. Escuchemos la voz de Jesús hoy en el evangelio y cuando responderemos “gloria y honor a ti, Señor Jesús” querrá decir que estás diciendo “sí” a esta llamada. Entonces el reino de Dios tendrá un hijo más.
Fray Tomás, muchas gracias por esa hermosa glosa dominical de hoy, que coincide con la Conversión de San Pablo.
ResponderEliminarEl anuncio es claro: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: Convertíos y creed la Buena Noticia”. Ha llegado el tiempo, estamos en el momento decisivo del parto, hay que nacer de nuevo, lo que supone una total renuncia y desprendimiento de sí, y ¡cuánto nos cuesta morir a lo viejo que está dentro de cada uno de nosotros! Ese tiempo nuevo se caracteriza por la presencia del Reino de Dios, el Reino es el mismo Jesús y desde la humildad la Iglesia debe anunciar la proximidad del Reino. A partir de Cristo, el Reino ha dejado de ser una utopía o un sueño; es una realidad que “ya está, pero todavía no”, a un paso de todo hombre sincero que desea cambiar de vida.
Por eso la conversión, el Reino de Dios, entra en nuestra vida en la medida en que nos abrimos al anuncio de la Buena Noticia (la Palabra) y la ponemos en práctica.
Qué este anuncio supone una ruptura total con lo anterior lo confirma la llamada de Jesús mientras paseaba por el lago de Galilea. Parece no preocuparle la barca, las redes, o los padres de los pescadores,
Él llama y su oferta es lo único importante. Dice: “Venid conmigo” y los cuatro le entienden, pues: “Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron”. Se los llama para “ser pescadores de hombres”, es decir: para invitar a todos los hombres a entrar en el Reino.
Todos nosotros fuimos y somos llamados cada día al seguimiento y no es fácil convertirse cada día e ir dejando ciertas cosas. ¿Y el camino? El camino es el mismo Jesús: seguirlo es beber sus palabras, empaparse de su espíritu, vivir conforme a su estilo de vida.
Está claro que el único modo de vivir la autenticidad como personas es el seguimiento de Cristo, él es el Reino. Y hay algo más: se nos invita a ser una comunidad, en Galilea Jesús inicia la formación de la comunidad cristiana que tendrá un largo y lento proceso.
La primera lectura de hoy nos cuenta algo parecido: Jonás es elegido para anunciar la conversión de Nínive “(Nínive era una ciudad enorme; tres días hacían falta para atravesarla)”.
Puede que después de nuestra llamada nos preguntemos como Jonás ¿qué podemos hacer para llevar a nuestras ciudades modernas y tan paganas, el Reino de Dios? ¿Cómo ser en ellas pescadores de hombres? Y en ocasiones suena ridículo seguir a Jesús en un mundo que prefiere a sus ídolos de masas, sus espectáculos, el poder del dinero y las promesas fascinantes de una vida mejor. Pero
Él empezó junto a un pequeño lago con cuatro pescadores a anunciar el Reino y eso dura hasta hoy. Liberémonos de nuestra cobardía y de la falta de confianza en el Evangelio, no podemos pensar que la Buena Noticia, el Reino, sea sólo una utopía y no tenga fuerza alguna en un mundo moderno tan lleno de falsas ideologías y mesianismos. ¡Es tiempo de ser misioneros!
Bien lo vivieron y entendieron Simón, Andrés, Santiago y Juan, gente sencilla y anónima. Tuvieron la suerte de encontrarse con Jesús y recibir esa noticia que les cambio la cabeza, el corazón y la vida, dejaron atrás todo lo que les ataba “y se marcharon con Él”.