UN REINO DE AMOR Y PERDÓN, DE JUSTICIA Y VERDAD
Amar a tu prójimo de la misma manera como tú has sido amado de Dios. Ese es el reto y la responsabilidad de la vida cristiana. Cuesta descubrir y aceptar que el perdón recibido de Dios se convierta en condición previa para poder ofrecer el perdón a los demás. Es la idea del don recibido que deviene en nosotros capacidad y libre compromiso para transformar nuestra vida en donación. Es como si Dios nos dijese: “Lo que gratuitamente habéis recibido, dadlo gratis” (Mt. 10,8).
La memoria de lo que Dios ha hecho en nuestra vida debería convertirse en sabiduría y comprensión de las situaciones de los demás: porque sabemos cómo son de difíciles las cosas, ayudamos a los demás en sus dificultades. Siempre y con alegría.
En la 2ª carta a los Tesalonicenses, San Pablo niega en el ámbito de la vida espiritual y psicológica, esta ley newtoniana y enuncia la 1ª ley del Espíritu Santo: “Habéis acogido la Palabra en medio de grandes pruebas, con el gozo del Espíritu Santo”. Por muy grandes que sean las pruebas, no hay ningún argumento para rebelarse buscando compensar el desequilibrio causado por los sufrimientos recibidos. “El ejemplo del Señor” del que san Pablo habla en la 2ª lectura, es la resignación: es decir la capacidad de “atravesar el signo”(trans-signum) de leer el sufrimiento vivido a la luz de la fe.
San Francisco dando limosna |
Este tipo de respuesta amorosa, contrariamente a la 3ª ley de Newton, produce gozo, paz, deseo de bien. La fe lleva a una nueva alianza con la vida, fundada en el abandono confiado. Ningún deseo de reacción hacia aquel que ha sido el causante del dolor (incluso hasta Dios, según nuestra interpretación equivocada) ninguna necesidad de compensación psicológica o emotiva; sólo la fe, que se convierte en confianza en Uno que conocemos personalmente y cuyo ejemplo nos guía e inspira. La lógica del amor cristiano, pues, tira por tierra las categorías humanas de compensación/desequilibrio. Hay más gozo en dar que en recibir. “Es dando como realmente se recibe” dirá San Francisco. Es amando siempre, incluso en las pruebas, como se experimenta el Amor.
El Amor es la plenitud de la Ley. La respuesta de Jesús a la pregunta de los fariseos, no se pierde en los meandros de las interpretaciones, de las discusiones especializadas, de la casuística de las diferentes escuelas. Al entregarnos a su Hijo en el sacrificio de la Cruz, Dios ha revelado lo que Él es: Amor. Hemos de colocar en la base de nuestro obrar el amor por el prójimo. En esa dimensión, un grito de un padre a un hijo podrá ser un acto de amor; mientras al contrario, ser amables sin amor puede ser únicamente un comportamiento interesado, como podría darse entre un comerciante y su cliente.
De aquí la invitación de San Agustín: “Dilige et quod vis fac” (Ama y haz lo que quieras). No una exaltación del sentimiento y del capricho, sino una exhortación a la responsabilidad por el bien del prójimo.
Para nosotros cristianos, la memoria de lo que Dios ha hecho y de cuánto nos ha amado, ha de ser estímulo cotidiano para amar. La presencia del Espíritu nos guie a amar con gozo también en los momentos de prueba. Y que el amor hacia Dios y el prójimo sean la regla suprema de vida y el punto de referencia de toda elección.
Este es el reino de amor y perdón, de justicia y verdad que queremos anticipar en la tierra, el reinado de Cristo en las almas y entre los pueblos. Fr. Tomás M. Sanguinetti
Gracias Fray Tomás por la Glosa de hoy.
ResponderEliminarEl Evangelio de hoy complementa el del domingo pasado. Amar a Dios y al prójimo: “estos dos mandamientos sostienen la ley entera y los profetas”. Lo esencial como diría el evangelista San Juan es el amor: “Dios es amor”.
Amar no es solo la ley del Reino, es la necesidad de todo hombre. ¿Pero qué es amar a Dios: hacer actos de culto, oraciones, construir templos, cumplir sus mandamientos y los de la Iglesia…? Parece que ese amor va más allá.
Es verdad que hay muchos cristianos que creen que el amor a Dios es más importante que el amor al prójimo y hacen de ese amor una cosa abstracta que no sirve para nada.
Otros osados discuten si el amor al marido o la mujer está por debajo del amor a Dios, como si el amor no se concretará en las personas y el amor de pareja no nos hablara del amor de Dios, (por cierto que es un sacramento). Incluso en épocas pasadas por amor a Dios se ha eliminado al que se consideraba enemigo, (como ahora en algunos países se elimina al cristiano). Todo ello no deja de ser una manera tonta de complicarse la vida.
Menos mal que el mismo San Juan, por si alguno sospecha que esta manera de pensar es heterodoxa, nos dijo: “Que si alguno dice que ama a Dios y no ama a su prójimo es un mentiroso”. Más claro, agua. Aunque también está claro en la primera lectura de hoy, tomada del Éxodo, que puede releerse entera en voz alta en la homilía: “Esto dice el Señor: No oprimirás ni vejarás al forastero…”.
No hay contradicción entre el amor a Dios y al prójimo en la escuela del Buen Samaritano, así terminaba la recitación de los diez mandamientos que nos enseñaron de niños, estos diez mandamientos se cierran en dos…
Parece que el mismo Jesús quisiera que no nos subamos mucho a las nubes en esto del amor, cuando nos dice hoy: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Dicen los psicólogos que amarse a sí mismo es la tendencia más fuerte del hombre y el instinto de conservación es lo que le permite vivir, no digamos nada de todos los libros de auto-ayuda para amarse más a sí mismo y otras lindezas estéticas y corporales. Jesús parece recordarnos que cuando decimos que amamos al prójimo en realidad estamos mintiendo un poco, porque amarle es hacerle parte esencial de nuestro yo. Por cierto, hay prójimos tan poco estéticos que huelen mal, están deformados y tienen callos en sus manos, o son de alguna etnia poco recomendable, a los que parece difícil hacerles otro yo.
Esta es una tarea que nos llevará toda la vida, en cierta manera es una utopía, algo que no encuentra lugar en un mundo que habla mucho de amor de manera devaluada y camina de espalda a los demás y por tanto a Dios. Este es el testimonio de tantos cristianos, recordemos la fiesta que celebramos el viernes del P. Claret, al que podemos tachar de loco, insensato, imposible, ingenuo…, él buscaba la salvación de todos los hombres.
En buena hora se nos puede contagiar su locura, (carisma), para abrasar, encender, arder en caridad. Amar en cristiano es eso, saber encontrar en todos los rostros del prójimo, del próximo, el rostro de Dios.
Pues a Martinez y sus secuaces falta les hace este reino; "misericordina"!!!!!
ResponderEliminarSalvador Biarnés (ElCidCabreador)