Reflexión a modo de notas, hacia dónde nos orienta la liturgia del domingo.
¡ENCEGADOS POR LAS PREOCUPACIONES Y LAS RIQUEZAS!
Este es el domingo anterior al inicio de la Cuaresma (de Quincuagésima/ 8º del tiempo ordinario) y la Iglesia a través de la liturgia nos prepara ya para iniciar el camino que nos ha de conducir a la Pascua. Los evangelios de ambas formas del rito romano (Mt. 6,24-34 Novus Ordo/ Lc. 18,31-43) son hoy muy complementarios. Los sacerdotes que celebran ambas formas rituales en las comunidades enriquecidas por la celebración con los dos misales (1962-1970) tan auspiciada por el Papa Benedicto XVI, lo tienen realmente fácil para preparar su homilía.
El relato del evangelio de Mateo de este domingo es la continuación del sermón de la montaña. Después de hablar de los tres grandes pilares cuales son la limosna, la oración y el ayuno, el Señor nos pone en guardia contra dos de los grandes peligros de la vida cristiana: la riqueza (el dinero) y la preocupación excesiva por la propia vida. En una palabra ¿cómo protejo lo que tengo y cómo voy a ser capaz de vivir?
El hecho de que Jesús alerte contra esos dos peligros concretos, me preocupa cada vez más. Me doy cuenta, y cada día que pasa lo percibo más crudamente, de cuánto afectan estas “obsesiones” a nuestra sociedad hasta hacerla impermeable al anuncio del evangelio y a la esperanza que Cristo nos ha dado en su acontecimiento pascual.
Para entendernos y reflexionando sobre la caridad que hoy la Iglesia ejerce con tantos pobres, nos encontramos cada vez más frente a muchísimas personas que tienen como única preocupación la constante petición de dinero, de trabajo, de ayudas, a veces ofendidos y despreciando toda otra ayuda o contacto que esté enfocado a restituir la dignidad y futuro a la persona misma. Es decir, no sólo los ricachones y poderosos pueden estar obsesionados con el dinero. ¡Cuántos de los que viven en la indigencia y la pobreza están tan obsesionados con el dinero que no oyen ni las palabras de esperanza de quien intenta ayudarles! Es entonces cuando las condiciones de pobreza se convierten en opresión, en miseria, por la falta de confianza en la esperanza que no hace mella en los corazones necesitados.
La riqueza, pues, causa un doble insulto: crea una obsesión que distrae de cualquier otra esperanza y no concede nada más, confinando a los pobres a una pobreza más siniestra. Un poco como cuando un ludópata gana de vez en cuando alguna apuesta aficionándolo cada vez más al juego, perdiendo toda otra ganancia, y paralelamente, la vida misma.
Las cosas no van mejor para la clase media y todos los demás, nosotros incluidos. Junto al dinero, el afán por miles de cosas que a veces no sabemos ni pronunciar: mayor velocidad para la banda ancha, una tablet de última generación como las presentadas en el Mobile World Congress, una pieza de ropa de las que este año marcan tendencia, un bar con zona Wi-fi para encontrarse con los amigos, que nuestro hijo se convierta en un campeón de tal o cual deporte, poder veranear aquí o allá, aquel coche híbrido que se presentó en la Feria del automóvil. Carrera, prestigio y dinero se convierten en el target prioritario para sobresalir y así estar cada vez mejor, aunque los hechos nos sugirieran otra realidad. En esta carrera, cegados por la obsesión de no quedarse atrás y de emerger por encima de los demás, dejamos muy poco espacio al Espíritu Santo y lo que queda incluso está ahogado y recluido en un espacio restringido junto a todos los otros espacios. Y sabemos que el Espíritu no puede ser encadenado ni ser confundido…
Después hay una jet set, una clase alta para la que el lujo marca un estilo de vida dictado por las modas y prioridades que consumen la vida por entero, objetivando toda humanidad y sentimiento para sacrificarlo en aras de los propios intereses. La preocupación, por ejemplo, de no bajar nunca de nivel, con todo lo que conlleva. Aquí a veces es imposible una cercanía para el anuncio de la Fe, para una pequeña reflexión evangélica. Quienes desde una posición privilegiada “se interesan” por el Evangelio, corren el riesgo de convertirse en cometas de la Iglesia: pasan cerca por un tiempo breve, pero después se vuelven a alejar y se convierten aún en algo peor. Algunos quieren convertirse en representantes de un cristianismo influyente del que la Iglesia no tiene necesidad y que ha visto perder a tantos hijos que por ese “poder” vendían su alma.
¿Qué hay que hacer y qué hay que decir ante todo esto? Pues no rendirse y testimoniar con la vida, con la oración y con la palabra lo que creemos. Y si lo vemos todo oscuro porque no entendemos lo que nos pasa ni comprendemos el mundo que nos rodea, decir como el ciego de Jericó: “Hijo de David, ten misericordia de mí”. Que si en nuestro corazón hay deseo auténtico de luz, él nos atraerá hacia Él para preguntarnos ¿qué puedo hacer por ti? No podemos equivocarnos en la respuesta. Digámosle sólo: “Domine, ut videam” (¡Señor, que vea!). Es esa confianza ciega, ese fiarnos de Él lo que nos salvará y nos hará comprender el valor de la vida y nos dará fuerzas para caminar cada vez más cerca del Señor, alabándole y glorificándole.
El próximo miércoles de Ceniza es un buen momento para abandonar las máscaras del Carnaval en que quizás se ha convertido nuestra vida y caminar por un nuevo camino, como ese camino que en la Iglesia haremos peregrinando hacia la ceniza, resultado de quemar muchas cosas para ir más ligeros de equipaje por la vida.
Nuestro genial Josep Pla decía a menudo: “A vegades baixo a Barcelona per veure aparadors i comprendre quantes coses realment no necessito pas per viure”(A veces bajo a Barcelona para ver escaparates y comprender cuántas cosas no necesito para vivir). Sabio el ampurdanés. Igual de sabios nosotros si aprendemos esa lección.
Es importante, en un mundo que ha perdido el valor de la verdad y que cada vez más prefiere la mentira, hacer brillar la palabra de salvación con la conciencia de que es vida vivida, con la fortaleza que de ella proviene. Basta con la escucha tímida y de conveniencia de la Palabra de salvación. La Palabra del Señor y la oración son dos carriles que me hacen atravesar este mundo de preocupaciones y de ansía de riqueza evitando una vida en caída libre. No son pasatiempos, sino los carriles que a través de la historia me conducirán a la eternidad del Reino, a la Resurrección. No nos preocupemos por más, “que cada día tiene su afán”.
Fray Tomás María Sanguinetti
Fray Tomás agradecido por su glosa dominical de hoy.
ResponderEliminarSi nos preocuparamos tanto de nuestra alma, con solo utilizar los medios que nuestra querida Iglesia nos pone a nuestro alcance, como nos preocupamos del cuerpo, buscando todos los medios que puedan estar a nuestro alcance, médicos, gimnasio, dietas alimenticias, .... como cambiaría nuestra vida social, económica, etc. ¿Pero qué vamos a hacerle, somos frágiles como el barro?
Ahora vendrá el santo tiempo de Cuaresma, en que la Iglesia nos pide dos días de ayuno y los viernes de abstinencia de carne, que hecho con amor, son incluso beneficiosos para el cuerpo. Ya vienen las excusas de los más variados motivos.
Nos dice alguién, que tenemos unos kilos de más, ya corremos a buscar dietas de adelgazamiento, que no dejan de ser "ayunos laicos" pero no rechistamos, salvo los que dicen: "ya empezaré mañana".
En fin que tenemos que hacer como termina el Evangelio de este domingo: "Buscad el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura". Dios nunca se deja ganar en generosidad.
Ciertamente estamos todos atrapados en el afán por las riquezas, hasta los más pobres. Como dice Tagore, lloramos por no poder ver el sol (de las riquezas), y las lágrimas no nos dejan ver las estrellas (de la vida austera). Necesariamente ha de haber otra visión y otra filodofía de la vida: la evangélica de las aves del cielo y los lirios del campo.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con el artículo. Estamos en un mundo ciego y sordo que es incapaz de escuchar la llamada a la salvación, y de ver el camino que lleva a ella. Las falsas filosofías y la ideologías rampantes han ofuscado el horizonte de la humanidad y pretenden conducirla a una degradación total, que se observa ya en actitudes como la cultura de la muerte y otras derivaciones catastróficas.
ResponderEliminarPero el sendero del Reino de Dios permanece abierto para todos cuantos conservan el sentido común y el deseo sincero de un corazón limpio. La fidelidad a la fe y la oración del resto, el pequeño rebaño, hará posible el retorno de todo lo salvable y el éxito final de la Alianza de salvación
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gracias Fray Tomás, por está meditación la he llevado a la oración para hoy con mucho cariño.
ResponderEliminarFray Tomás María Sanguinetti:
ResponderEliminarMuy interesante la descripición de los afanes de la clase media, la clase masiva.
Pero ¿qué espiritualidad puede parar esta avalancha que recibe un joven desde todos los puntos de vista: familia, amigos, escuela, publicidad, arte...?
Lo triste es que este afán de riqueza y seguridad se ha incrustado también en la vida consagrada más preocupada del negocio de su patrimonio y seguridad que trasmitir el tesoro de la herencia recibida de Jesucristo. Muchos colegios religiosos han vendido su ideario cristiano por tener seguro el plato de lentejas sin darse cuenta que en el mundo ni eso tienes seguro; puedes tener cierta tranquilidad económica y comunitaria un cierto tiempo, justo el que puede ofrecerte el engaño tratando de no ser descubierta su artimaña satánica, pero nada más; actuando así no se trasmiten valores sino intereses contrario a un ideario de fraternidad. Me decía una persona decepcionada por la manera de comportase de algunas personas consagradas, que encontraba más honestidad en muchos laicos que en la gran mayoría de los consagrados de hoy en día; se entrañaba porque aun viendo que estos consagrados actualmente de una edad muy madura y a los que les correspondería, o, se supone una mayor experiencia en la vida espiritual no lo trasmitían. Como es evidente, eso no atrae a ningún candidato a la vida sacerdotal y religiosa, más bien huyen. Triste, muy triste que las cosas del mundo se nos peguen a la piel. Dios tenga misericordia de nosotros y aumente nuestra fe. Dios sea bendito.
ResponderEliminarSr. Anónimo de las 11,57, gracias por su comentario.
ResponderEliminarResulta que las personas consagradas, no son ángeles, son tan pecadoras como las demás. Ya vemos el ejemplo de los discípulos de Jesús, que conviviendo con Él, andaban muertos de miedo y no reaccionaron hasta la Venida del Espíritu Santo en Pentecostés. Nuestro modelo es el mismo Jesucristo, fundador de su única Iglesia y a Ella le dejó todos los medios para nuestra salvación, a pesar de nuestra frágil condición.
“Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” 2ª Corintios 4:6-7
En el relato evangelico hablándonos de Jesucristo como el Salvador del mundo, y su amor nos enterneció, y arrepentidos abrimos nuestro corazón para que Él entrara, Dios hizo de nosotros una nueva creación. Igual que “al Principio Él mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz” así su presencia en nosotros es nada menos que “el resplandor de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” que alumbra las tinieblas de nuestros corazones. Este resplandor ilumina el conocimiento de la realidad de la potencia de Cristo viviendo en nuestras vidas. ¡Cristo vive en mí! Esto es una realidad desde ese momento que nadie puede quitar ni cambiar, ¡Él es el tesoro! y nosotros somos los recipientes, el vaso de barro.