LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR Y PURIFICACIÓN DE MARÍA
Desde que el mundo es mundo, los seres humanos se han dotado de leyes, prescripciones, reglas, normas, prohibiciones. Algunas de ellas elaboradas por los varios legisladores, otras deducidas de la observación de la naturaleza. De la misma manera, desde que el mundo es mundo los seres humanos siempre han tenido por importante el respeto a tales leyes, especialmente aquellas reconocidas de manera universal como “naturales”. La ignorancia no-culpable o la transgresión intencional de las mismas, dejan huella en la psicología humana. Mientras Dios perdona siempre y el hombre alguna vez, la naturaleza no perdona jamás. Todo lo que se opone a la naturaleza, es rebatido y desaprobado por la naturaleza, que te devuelve el golpe. También es cierto que a un cierto punto los hombres han reconocido la necesidad de estar más atentos al espíritu de la ley que a la letra de la misma. Este descubrimiento ha sido puesto en evidencia con la venida de Cristo, que tenía experiencia personal del Espíritu. Es hermoso en el relato de la Presentación del Señor en el Templo y de la Purificación legal de María que el evangelista Lucas nos regala (Lc. 2,22-44), darse cuenta por una parte de la obsequiosa y puntual observancia de las prescripciones mosaicas que caracteriza a José y María; y por otra parte, de la igualmente puntual y respetuosa irrupción del Espíritu en medio de la observancia de las mismas prescripciones.
Hay que subrayar que a pesar de que los dos jóvenes esposos ya habían tenido experiencia de la manera con la que actuaba el Espíritu Santo, sin embargo se les describe como “maravillados, asombrados” por lo que estaban viendo. Dios siempre causa maravilla y asombro en los corazones “jóvenes”. O mejor dicho, Dios conserva el corazón joven a quien se deja asombrar, maravillar. También resulta curioso que sean justamente dos “ancianos” (avanzados en edad que no viejos…) de los que se dan rasgos muy precisos, los que testifican la absoluta veracidad de los hechos, presentándolos como si fueran “embajadores” o “notarios” de este Espíritu: el santo anciano Simeón al que el Espíritu había anunciado que no moriría antes de haber visto al Salvador y que aquel día se dirigió al Templo “movido por el Espíritu”; y la anciana Ana, hija de Fanuel, de 84 años, viuda después de apenas 7 años de matrimonio, que “llegada en aquel momento se unió a ellos para alabar a Dios”. Nos debe dejar boquiabiertos que sean justamente estos dos ancianos los que revelan esta filigrana espiritual que solamente puede ser visualizada y contemplada a contraluz del misterioso y enrevesado devenir de acontecimientos humanos normalísimos.
Y después cada uno a su casa. Y Lucas liquidando el problema educativo de treinta años en Nazaret con una pincelada magistral: “Jesús crecía y se robustecía lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con Él”. Como dando a entender que en el entrelazamiento de los acontecimientos, “el problema educativo” del crecimiento de los hijos es irresoluble si no se secunda la ley del desarrollo fisiológico de la savia espiritual.
Sencilla aplicación para nosotros, hombres y mujeres de hoy en día: hay que dar espacio e importancia en el propio recorrido espiritual a la suave acción del Espíritu Santo, yendo más allá de una pura observancia simplista de las reglas, del seguidismo de las modas, de dejarnos absorber por el ambiente que pretende asimilarnos y aborregarnos. Pero todo esto no tiene lugar como resultado de un esfuerzo ético o ascético, sino por gracia. La gracia que hay que pedir cada día para poder discernir en la penumbra de un tiempo, un reflejo de eternidad. La gracia de una sabiduría espiritual sin edad, la gracia de un gozo espiritual, quizás conscientes de que entre las características escondidas de la acción del Espíritu, está la de “ser gracioso”: dejar que la gracia del Espíritu dentro de nuestra alma incesantemente se eleve al Padre para alabarlo y darle gracias por cada cosa. Actitud que, parafraseando el famoso refrán referido a la salud del cuerpo (An apple a day keeps the doctor away) me sugiere un buen lema para nuestra vida de cristianos, y especialmente la de nuestros hijos: “Un padrenuestro cada día, quita al Maligno de encima”.
Fr. Tomás María Sanguinetti
Supongo que estas glosas dominicales que nos ofrece a partir de hoy fr. Tomás María, están pensadas para sugerir a los sacerdotes ideas que les ayuden a construir su homilía dominical. El Papa está preocupado sin duda por este ministerio de la Iglesia: por eso en la Evangelii Gaudium dedica un largo capítulo a la predicación. Si es así, bien venido, fray Tomás María: tendrá en mí un lector incondicional.
ResponderEliminarGracias Fr. Tomás María. A mi parecer comprender ese texto es básico para nuestra cotidianidad. Yo lo comprendo así:
ResponderEliminarSi, nos salvamos por la Gracia. Es a través de Ella, que nuestros actos son saludables a Dios. Y no al revés ni a la par.
Y nuestra vida es un camino que recorrer hasta la parada definitiva en el Reino.
Como todo camino hay numerosas encrucijadas, senderos, caminos abruptos, pseudocaminos, autopistas, carreteras principales y secundarias etc. Tenemos a nuestro alcance un mapa de carreteras moral. En este caminar diario, debemos sortear continuamente este puzle de posibilidades. Y a través de nuestras decisiones morales, elegir el “mejor” camino.
Las decisiones morales son elecciones que corresponden a un “si” o a un “no”. Cojo este camino, o el otro. Blanco o negro, no hay grises. Bueno o malo, no hay regular.
Y necesitamos un peaje para caminar. Y ese peaje es la gracia que hay que pedir cada día, para que nos permita discriminar siempre la ruta a seguir.
Fr. Tomás María Sanguinetti, muchas gracias por su artículo, que deseo sea al primero de una fructífera colaboracoón con Germinans, que, una vez conocida esta web, no hay día que no me la mire y desde hace un tiempo, me atrevo a escribir comenterios, cuando en mi vida había hecho nada igual.
ResponderEliminarEl Espíritu Santo había prometido a Simeón que no se moriría sin ver al Salvador del mundo, y ahora al llegar esta pareja de jóvenes esposos con su hijito al templo, el Espíritu Santo le hizo saber al profeta que aquel pequeño niño era el Salvador y Redentor.
Simeón emocionado pidió a la Sma. Virgen que le dejara tomar por unos momentos al Niño Jesús en sus brazos y levantándolo hacia el cielo proclamó en voz alta dos noticias: una buena y otra triste.
La noticia buena fue la siguiente: que este Niño será iluminador de todas las naciones y que muchísimos se irán en favor de él, como en una batalla los soldados fieles en favor de su bandera. Y esto se ha cumplido muy bien. Jesús ha sido el iluminador de todas las naciones del mundo. Una sola frase de Jesús trae más sabiduría que todas las enseñanza de los filósofos. Una sola enseñanza de Jesús ayuda más para ser santo que todos los consejos de los psicólogos.
La noticia triste fue: que muchos rechazarán a Jesús (como en una batalla los enemigos atacan la bandera del adversario) y que por causa de Jesús la Virgen Santísima tendría que sufrir de tal manera como si una espada afilada le atravesara el corazón. Ya pronto comenzarán esos sufrimientos con la huida a Egipto. Después vendrá el sufrimiento de la pérdida del niño a los 12 años, y más tarde en el Calvario la Virgen padecerá el atroz martirio de ver morir a su hijo, asesinado ante sus propios ojos, sin poder ayudarlo ni lograr calmar sus crueles dolores.
Y Jesús ha llegado a ser como una bandera en una batalla: los amigos lo aclaman gritando "hosanna", y los enemigos lo atacan diciendo "crucifícale". Y así ha sido y será en todos los siglos. Y cada vez que pecamos lo tratamos a El como si fuéramos sus enemigos, pero cada vez que nos esforzamos por portarnos bien y cumplir sus mandatos, nos comportamos como buenos amigos suyos.
Después de este interesante hecho de la Presentación de Jesús en el templo, la Virgen María meditaba y pensaba seriamente en todo esto que había escuchado.
Ojalá también nosotros pensemos, meditemos y saquemos lecciones de estos hechos tan importantes.
Me uno a cuantos le auguran a este colaborador una feliz navegación que ha empezado con un glosa preciosa a la Presentación. Tiempo de presentación y purificación, de mostrarnos al servicio del evangelio y de ir limpiando nuestras intenciones.
ResponderEliminarVisto el Justo de Israel, el anciano Simeón podía dormirse en paz.
No quisiera, sin embargo, dejar pasar esta ocasión sin aludir al mezquino artículo, la deturpación de la fiesta que realiza en el Punt/Avui, y recoge cómo no, la web bendecida por el arzobispo de Barcelona, el cura del Fórum Alsina gerundense en cuyo domicilio se realizó un crimen que se supone pasional.
El obispo Pardo tendrá algo que decir. Bueno, yo no espero nada ni de él, ni de otros. El artículo de Rexach que propone y anima a sustituir el sentido cristiano de la Candelaria por un acto político de fines inmorales es de los que refleja nítidamente qué anida en su corazón. Mala gente. Con estos bueyes habrá que arar y repetir una vez más ante fieles escandalizados: no, esos curas que dicen eso, esos obispos que ante eso se callan, no representan la Iglesia. Tú goza con Simeón. Cría bien a tus hijos y reza por todos.
Excelente aportación fr. Tomás. Tomo tres ideas:
ResponderEliminar1. "Mientras Dios perdona siempre y el hombre alguna vez, la naturaleza no perdona jamás"
2. Dios conserva el corazón joven a quien se deja maravillar.
3. “El problema educativo” del crecimiento de los hijos es irresoluble si no se secunda la ley del desarrollo fisiológico de la savia espiritual.
Gracias.