Para relajar la tensión que se viene acumulando estos últimos días, me permito entregarme hoy a uno de mis divertimentos: se trata de escudriñar el origen y el devenir de las palabras; un ejercicio que aunque parezca ocioso, es un excelente entrenamiento para andar por cualesquiera otros laberintos.
Está en el contexto del derecho hereditario. Y se trata, obviamente, de una vocatio ad hereditatem o “llamada” a la herencia: una figura jurídica a la que el manual dedica bastante atención y que dio mucho juego en su día. El derecho de familia de los romanos era más complejo que el nuestro. Pensemos que era exclusivo de los ciudadanos (como un tercio de la población solamente). En él la adopción era una figura muy corriente, y no era exclusiva de las familias sin hijos. Se empleaba como un elemento más de incorporación a la propia familia de personas de otras familias (y no sólo niños). Se recurría también con frecuencia a esta figura jurídica para elevar a algún esclavo a la categoría de ciudadano por la vía de la adopción.
Está en el contexto del derecho hereditario. Y se trata, obviamente, de una vocatio ad hereditatem o “llamada” a la herencia: una figura jurídica a la que el manual dedica bastante atención y que dio mucho juego en su día. El derecho de familia de los romanos era más complejo que el nuestro. Pensemos que era exclusivo de los ciudadanos (como un tercio de la población solamente). En él la adopción era una figura muy corriente, y no era exclusiva de las familias sin hijos. Se empleaba como un elemento más de incorporación a la propia familia de personas de otras familias (y no sólo niños). Se recurría también con frecuencia a esta figura jurídica para elevar a algún esclavo a la categoría de ciudadano por la vía de la adopción.
Es el caso que para enriquecer mis largas horas de viaje en tren y en avión, desempolvo viejos manuales de mi niñez (¡oh, la Enciclopedia Álvarez!) y de mi juventud a los que profeso un gran cariño y conservo en mi biblioteca como oro en paño. Pues resulta que vine a descubrir en esas pesquisas el manual de Derecho Romano de J. Iglesias. Ya hacia el final de su apasionante lectura, me encuentro con el término de “Vocación” (vocatio) que me llamó poderosamente la atención.
Y cómo no, esa expresión tan directa de “vocatio ad hereditatem” hizo que parpadearan las preguntas: ¿No será éste el origen del singular término de la “vocación” religiosa? Es que ese mismo concepto trasladado al griego debería dar algo así como klésis eis ten kleronomían , donde kleronomía es la herencia y está emparentada léxicamente con “clero”.
Efectivamente, cuando busco klésis en el diccionario griego (el Mondadori), aparece, entre otros, con el significado de “vocación” y con la respectiva cita de Cor. 1.7.20: : “cada uno permanezca en la vocación (es decir llamada) a la que fue llamado”. Y una sorpresa más: esta misma palabra, dice el diccionario, recibe a veces el significado de “herencia” (en griego, kleronomía). Es decir que en griego, ya en origen se cruzan klésis (vocación) y kleronomía (herencia).
Ahí tenemos, pues, con toda claridad, la “vocación”. ¿Y la kleronomía, es decir la herencia? Porque en efecto, ése es el contexto jurídico romano de la vocatio: la heréditas (kleronomía para los griegos, herencia para nosotros). Cuando hablamos, pues, de “vocación” en lenguaje eclesiástico, ¿se trata como en el derecho romano de la “llamada a la herencia”? Con toda seguridad es la vocatio ad clerum, la llamada al clero; ¿pero es también una “vocación” superior, la vocatio ad hereditatem?
Efectivamente, cuando busco klésis en el diccionario griego (el Mondadori), aparece, entre otros, con el significado de “vocación” y con la respectiva cita de Cor. 1.7.20: : “cada uno permanezca en la vocación (es decir llamada) a la que fue llamado”. Y una sorpresa más: esta misma palabra, dice el diccionario, recibe a veces el significado de “herencia” (en griego, kleronomía). Es decir que en griego, ya en origen se cruzan klésis (vocación) y kleronomía (herencia).
Ahí tenemos, pues, con toda claridad, la “vocación”. ¿Y la kleronomía, es decir la herencia? Porque en efecto, ése es el contexto jurídico romano de la vocatio: la heréditas (kleronomía para los griegos, herencia para nosotros). Cuando hablamos, pues, de “vocación” en lenguaje eclesiástico, ¿se trata como en el derecho romano de la “llamada a la herencia”? Con toda seguridad es la vocatio ad clerum, la llamada al clero; ¿pero es también una “vocación” superior, la vocatio ad hereditatem?
Empecemos por entender que la herencia a la que uno tiene que ser llamado, es una herencia sobrevenida, de la que no se es acreedor natural en absoluto. Se trata de la adjudicación gratuita e inmerecida de una herencia. No sólo eso, sino que la figura jurídica de la vocatio ad hereditatem tenía como titular muy frecuente un esclavo, que era previamente manumitido para poder convertirse en heredero.
La figura del paterfamilias (el cabeza de la antigua familia romana) que manumite a sus esclavos, los adopta como hijos y los constituye en sus herederos, preside la teología del “Padre nuestro”, es decir de nuestra filiación divina, que es tanto como decir que es el punto de partida de toda la teología cristiana. Los esclavos, vocati ad hereditatem: llamados a la herencia, y por consiguiente convertidos en hijos.
Si a esto añadimos que en su origen la palabra griega (kléros) designaba el objeto que se usaba para echar algo a suertes, de donde pasó a significar directamente la suerte y finalmente aquello que se obtenía por sorteo, queda todo mejor encajado. Kléros era especialmente el reparto de tierras a los colonos que se hacía por sorteo; por lo que (kléros) acabó siendo el lote de tierra que correspondía al colono, para luego especializarse el término para designar el lote que se entregaba a la iglesia o a un prelado. De ahí pasó a llamarse clero primero en la iglesia griega y luego también en la romana, a los beneficiarios del lote por antonomasia. (kleróo) por una parte (echar en suertes, obtener por suerte) y (kleronomía) = herencia, por otra, son los principales derivados de (kléros). Si clérigo es el poseedor y aquel en quien ha recaído la suerte, lego es el que queda fuera del reparto. Aunque finalmente no acabó siendo éste el sentido último de la oposición, sino el de "instruido" - "ignorante".
La figura del paterfamilias (el cabeza de la antigua familia romana) que manumite a sus esclavos, los adopta como hijos y los constituye en sus herederos, preside la teología del “Padre nuestro”, es decir de nuestra filiación divina, que es tanto como decir que es el punto de partida de toda la teología cristiana. Los esclavos, vocati ad hereditatem: llamados a la herencia, y por consiguiente convertidos en hijos.
Si a esto añadimos que en su origen la palabra griega (kléros) designaba el objeto que se usaba para echar algo a suertes, de donde pasó a significar directamente la suerte y finalmente aquello que se obtenía por sorteo, queda todo mejor encajado. Kléros era especialmente el reparto de tierras a los colonos que se hacía por sorteo; por lo que (kléros) acabó siendo el lote de tierra que correspondía al colono, para luego especializarse el término para designar el lote que se entregaba a la iglesia o a un prelado. De ahí pasó a llamarse clero primero en la iglesia griega y luego también en la romana, a los beneficiarios del lote por antonomasia. (kleróo) por una parte (echar en suertes, obtener por suerte) y (kleronomía) = herencia, por otra, son los principales derivados de (kléros). Si clérigo es el poseedor y aquel en quien ha recaído la suerte, lego es el que queda fuera del reparto. Aunque finalmente no acabó siendo éste el sentido último de la oposición, sino el de "instruido" - "ignorante".
Ahí se debieron cruzar la klésis eis ten kleronomían (la llamada a la herencia) con la “llamada” a formar parte del clero: una auténtica heredad, puesto que hasta muy acá, no se creaba una plaza de clérigo si no estaba dotada de algún fondo, legado o propiedad que la sostuviese. Con lo cual no fue nada extraño que se cruzaran el concepto de clero (con su correspondiente dotación económica) y el de kleronomía (herencia). Nos queda específicamente en el clero secular, como recuerdo de esos tiempos, la asignación de una buena parroquia o capellanía.
También circuló en la Iglesia una interpretación totalmente utilitarista de la vocación: se dijo que el vocator (el autor de la llamada) era el obispo, que llamaba a alguno de los fieles para que le auxiliase en sus funciones pastorales incorporándose al clero. Que eso era en fin de cuentas la vocación.
También circuló en la Iglesia una interpretación totalmente utilitarista de la vocación: se dijo que el vocator (el autor de la llamada) era el obispo, que llamaba a alguno de los fieles para que le auxiliase en sus funciones pastorales incorporándose al clero. Que eso era en fin de cuentas la vocación.
¿Y la “vocación” de lo alto? Me refiero a la auténtica llamada a la herencia de los Hijos de Dios. Parece que este sentido de la vocación ha decaído y se le presta hoy muy poca atención.
Cesáreo Marítimo
Sr. Cesáreo Marítimo, gracias por este estudio del vocablo VOCACIÓN.
ResponderEliminarNo habrá duda que la vocación, debe ser una herencia y en el caso eclesial, es muy bien la Palabra de Dios y el Magisterio una herencia transmitida de generación en generación hasta nuestros días.
LA VOCACIÓN RELIGIOSA
La vocación religiosa es un misterio de amor entre un Dios que llama y un ser humano que le responde libremente y por amor. La vocación es un misterio de elección divina. No me habéis elegido vosotros a Mí, sino que yo os he elegido a vosotros y os he destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto dure (Jn 15,16). Antes de haberte formado en el seno materno, te conocía y, antes que nacieses, te tenía consagrado (Jer 1, 5).
No deja de ser más que la transmisión de la Fe por medio de los obispos y presbíteros en una herencia o sucesión ininterumpida a los largo de esos dos mil años.
Agradecido al articulista de hoy para entender de dónde viene este vocablo. Quizá se entienda "vocación religiosa" por tomar hábitos de órdenes o abrazar la función presbítera, pero leyendo al sr. Cesáreo, coincido con él en la última frase que da sentido a su escrito de hoy. La auténtica llamada de los Hijos de Dios como concreción de la vocación cristiana, sea ésta sacerdotal o laical.
ResponderEliminarAnscarius Barchinonensis
Aparte de la llamada al sacerdocio para los hombres, todos nosotros laicos tenemos como vocación propia la de buscar el Reino de Dios, iluminando y ordenando las realidades temporales según Dios.
ResponderEliminarRespondemos así a la llamada a la santidad y al apostolado, que se dirige a todos los bautizados.
Y a pesar de las dificultades, obstáculos, impedimentos, inconvenientes, problemas, aprietos, atolladeros, bretes, contrariedades, escollos, compromisos, conflictos, ahogos, asfixias, apuros, persecuciones, acosos, cacerías, hostigamientos, etc., creo que no debemos olvidar nunca las citas:
“Todo esto pasará pero mis palabras no pasarán” (Mt 24:35)
“Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28:20)
Y para evitar el olvido suplicar, suplicar y suplicar incansablemente al Espíritu Santo su acción, ya que sin El nada podemos hacer.
JSTB. Valencia. España: Brillante exposición, que los de mi generación (1946), aprendimos y valoramos en su esencia y realidad. Pues el no saber, la ignorancia en acción es lo más peligroso (W.Goethe). Gracias. Saludos.
ResponderEliminarSolo mencionar una gran vocación, el gran sacerdote y buen jesuita (de los escasisimos que quedan) PADRE JERGE LORING, falleció el pasado día de Navidad. Seguro que desde la Gloria de Dios esta intercediendo "PARA SALVARNOS".
ResponderEliminarEmpecemos con oraciones, su proceso de canonización.
És una sort que ens quedin els seus escrits que m'han fet perdre tantes i tantes hores. Que al cel ens poguem veure Padre Jorge!
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