Miniatura de un funeral en un Libro de Horas |
Acabada la misa cantada de Requiem, estuviera o no presente el cadáver, siguiendo las normas del Ritual Romano, debía seguir el rito del responso. El ritual no concede un nombre específico a esta parte litúrgica, pero en el contexto la denomina “Absolutione”. En castellano se denomina simplemente responso mientras que en catalán usamos un plural: les absoltes, en italiano en cambio: assoluzione). La finalidad de este rito no es, como podría pensarse de absolver al difunto de sus pecados, cosa que la Iglesia ya no puede hacer, sino de insistir de nuevo a Dios para que tenga misericordia de él y lo absuelva ( de absolvere: desatar) de la deuda de sus culpas. La fórmula clásica que conservaban los libros litúrgicos medievales decía justamente: “Absolve, quaesumus Domine, animam famuli tui…”. Ningún tipo de duda pues que ésta haya sugerido el título de la ceremonia, la cual tuvo una importancia y complejidad mayor de la que tuvo hasta que la reforma litúrgica del 69 la conservó únicamente estando presente el cadáver y nunca sin este. La forma extraordinaria del rito romano la conserva tal como era prescrita hasta su supresión en la reforma de Pablo VI.
El Pontifical Romano de la Curia del siglo XIII, obliga al celebrante antes de comenzar el responso de un clérigo, a interpelar al clero circundante el féretro in corona: Placet vobis ul absolvatur frater iste defunctus? (¿Quereis que se absuelva a este hermano difunto?) Y obtenida la respuesta: Placet, se llevaba a cabo la ceremonia.
Los funerales de San Martino- Bergognone (Milán) |
La ceremonia incluye la bendición del cadáver, que viene incensado y es rociado con agua bendita. En el uso romano del siglo XII la incensación tenía lugar a principio de la misa, después de la incensación del altar al principio de la celebración. Dejaba la aspersión para el final, introducida ésta en el siglo XIV. La oración “Deus, cui proprium est…” es una tardía composición galicana, que acabó relegando la más antigua y característica que era la Absolve ya citada, que fue colocada al final de las Laudes.
Incensación y aspersión del cadáver en su túmulo |
Catafalcos varios (con o sin cuerpo presente) |
Dom Gregori Maria
Dom Gregori Maria, agradecido por ese interesante artículo histórico sobre los RESPONSOS.
ResponderEliminarQue Dios le bendiga.
Saludos a todos.
ResponderEliminarMuchas gracias al autor de esta serie. Excelente trabajo.
Una pregunta: veo que la serie salta del Capítulo 23: Las Rogativas al Capítulo 27: Domingos "Cantate" y "Vocem Jucunditatis"... ¿faltan los capitulos 24, 25 y 26? ¿o solo fue un error de redacción?
Gracias
¿POR QUÉ Y PARA QUÉ REZAR POR LAS BENDITAS ALMAS DEL PURGATORIO?
ResponderEliminarEl gran Mandamiento de Nuestro Señor Jesucristo es que nos amemos los unos a los otros, genuina y sinceramente. El Primer Gran Mandamiento es amar a Dios sobre todas las cosas. El Segundo, o mejor dicho el corolario del Primero, es amar al prójimo como a nosotros mismos. No es un consejo o un mero deseo del Todopoderoso. Es Su Gran Mandamiento, la base y esencia de Su Ley. Es tanta la verdad encerrada en esto que El toma como donación todo aquello que hacemos por nuestro prójimo, y como un rechazo hacia El cuando rechazamos a nuestro prójimo.
Leemos en el Evangelio de San Mateo (Mt 25:34-46), las palabras de Cristo que dirijirá a cada uno en el Día del Juicio Final.
Algunos católicos parecen pensar que su Ley ha caído en desuso, pues en estos días existe el egoísmo, el amor a sí mismo, y cada uno piensa en sí mismo y en su engrandecimiento personal.
"Es inútil observar la Ley de Dios en estos días", dicen, "cada uno debe mirar por sí mismo, o te hundes".
No hay tal cosa! La ley de Dios es grandiosa y todavía y por siempre tendrá fuerza de ley. Por eso, es mas que nunca necesaria, mas que nunca nuestro deber y por nuestro mayor interés.
ESTAMOS MORALMENTE OBLIGADOS A ROGAR POR LA ÁNIMAS BENDITAS
Siempre estamos obligados a amar y ayudar al otro, pero cuanto mayor es la necesidad de nuestro prójimo, mayor y mas estricta es nuestra obligación. No es un favor que podemos o no hacer, es nuestro deber; debemos ayudarnos unos a otro
Ahora, qué puede estar más urgido de caridad que las almas del Purgatorio? Qué hambre o sed o sufrimiento en esta Tierra puede compararse con sus mas terribles sufrimientos? Ni el pobre, ni el enfermo, ni el sufriente que vemos a nuestro alrededor necesitan de tal urgente socorro. Aún encontramos gente de buen corazón que se interesa en los sufrientes de esta vida, pero, escasamente encontramos a gente que trabaja por las Almas del Purgatorio!
Y ¿quién puede necesitarnos más? Entre ellos, además, pueden estar nuestras madres, nuestros padres, amigos y seres queridos.
DIOS DESEA QUE LAS AYUDEMOS
Ellas son los amigos más queridos. El desea ayudarlos; El desea mucho tenerlos cerca de Él en el Cielo. Ellas nunca más lo ofenderán, y están destinadas a estar con Él por toda la Eternidad. Verdad, la Justicia de Dios demanda expiación por los pecados, pero por una asombrosa dispensación de Su Providencia El pone en nuestras manos la posibilidad de asistirlos, El nos da el poder de aliviarlas y aún de liberarlas. Nada le place más a Dios que les ayudemos. El está tan agradecido como si le ayudáramos a El
LAS BENDITAS ALMAS DEL PURGATORIO NOS DEVUELVEN EL MIL POR UNO
Pero qué podremos decir de los sentimientos de las Santas Almas? Sería prácticamente imposible de describir su ilimitada gratitud con para aquellos que las ayudan! Llenas de un inmenso deseo de pagar los favores hechos por ellas, ruegan por sus benefactores con un fervor tan grande, tan intenso, tan constante, que Dios no les puede negar nada. Santa Catalina de Bologna dice :"He recibido muchos y grandes favores de los Santos, pero mucho mas grandes de las Santas Almas (del Purgatorio)".
Cuando finalmente son liberadas de sus penas y disfrutan de la beatitud del Cielo, lejos de olvidar a sus amigos de la Tierrra, su gratitud no conoce límites. Postradas frente al Trono de Dios, no cesan de orar por aquellos que los ayudaron. Por sus oraciones ellas protegen a sus amigos de los peligros y los protegen de los demonios que los asechan.
No cesan de orar hasta ver a sus benefactores seguros en el Cielo, y serán por siempre sus más queridos, sinceros y mejores amigos.
Si los católicos solamente supieran cuan poderosos protectores se aseguran con sólo ayudar a las Animas benditas, no serían tan remisos de orar por ellos.
Gracias por este artículo, muy interesante como siempre.
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