(D) Mn. Pere Dausà i Arxer (Arenys de Mar, 1887 - Peralada 1935) y el primer sindicalismo católico liderado por trabajadores. (II parte)

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Mn. Pere Dausà, con un carisma especial para la predicación, se incorporó en 1911 tras superar las pruebas oportunas a la Casa Misión de Banyoles.

Recordemos de paso esta gran institución diocesana para la predicación popular -la Casa Missió- del obispado de Gerona, fundada el 1851 por el dominico exclaustrado en 1835 P. Joan Planas i Congost (Navata 1810-Gerona 1886). En 1858, el grupo de sacerdotes reunidos en torno al P. Planas en Gerona, se había trasladado a Banyoles y en 1867 al edificio del desamortizado monasterio de dicha villa, el primero benedictino de España (fundado en el año 812). Allí residirían los sacerdotes diocesanos que quisieran dedicarse más intensamente al ministerio de la predicación y la confesión, especialmente por medio de las santas misiones populares en las parroquias. Unos sacerdotes que a menudo eran invitados por los párrocos para predicar en novenarios o en otros oficios y funciones de Iglesia. Vale la pena destacar también aquí la figura y celo del gran obispo de Gerona Florencio Lorente (1847-1862), fundador en el santuario mariano del Collell, del Seminario Menor; y protector inequívoco del P. Planas tanto en la fundación del Colegio de Misioneros del Obispado de Gerona (popularmente la Casa Misión de Banyotes), como en la creación del Boletín oficial del Obispado en 1856.

Instalado en Banyoles y siguiendo la consigna de León XIII de “id al pueblo”, Mn. Pere Dausà entró en contacto con el sindicato agrícola de la población fundado en 1905 por quien había sido su maestro en el Collell Mn. Miquel Raset.

Esta institución pasaba por aquel entonces una etapa de inacción y vida lánguida que Dausà analizó con perspicacia. El sindicato adolecía del mal de muchas obras sociales católicas de hasta aquel entonces, el de poner “nombres y no hombres”. El resultado eran unas juntas aristocratizadas, con prohombres católicos de la localidad, que en vez de activarse por la implicación y las luces de la experiencia y la formación de aquellos que eran “algo en la sociedad”, quedaban paralizadas por las sombras de los personalismos. Sin querer olvidar los prolijos ejemplos en contrario, frecuentemente todo se dormía entre estos grandes propietarios del lugar por falta de formación o de carácter o de generosidad para arriesgarse a plantear los problemas en términos no de beneficencia sino de justicia.

Trabajadores en las juntas 
Los pobres tienen que respetar y amar a los ricos, pero estos tienen que proteger, amar y ayudar a los pobres, tratándolos como hermanos. Los ricos, delante de Dios, no son propietarios de sus bienes; son administradores y Dios quiere que las riquezas que Él deja administrar sirvan, después de atender a las exigencias de la vida, según el estado y la condición de cada uno, para ayudar a los necesitados […]. De aquí, también, que los ricos y los propietarios no pueden sustraerse de la obligación de amar a los pobres y de ayudarlos en todo lo que puedan y sea justo.
Pere Dausà (1916)
La revolución copernicana de Dausà fue darle la vuelta a la situación, colocando en la junta del sindicato a agricultores católicos con iniciativa y desprendimiento que padecían en sus propias carnes las injusticias de una economía sólo regida por el libre mercado. Este giro, más la carismática presencia y celo apostólico de un Dausà que en primer lugar se sentía sacerdote, harían despertar la entidad. Pero despertaron también los recelos y enemistad tanto de los anticatólicos como los de un sector de propietarios que acusarían a Dausà y su obra de para-socialista.

Dausà era contrario a la lucha de clases. Siempre planteó el sindicato como una obra colectiva llamada a sacar al pobre trabajador de su aislamiento en el mercado y elevarlo moral y materialmente. Precisamente para evitar que los problemas económicos acabaran en un conflicto social de clase abocado a la violencia. En todo momento Dausà sigue la Rerum Novarum y de forma más general el pensamiento que para la economía expone la doctrina tomista (de la propiedad privada, de cómo los ricos deben gestionar su riqueza, de la naturaleza social y colaborativa del hombre, etc…). Pero esto pedía y pide sacrificios a todos (ricos y pobres).

Propagandismo social católico 

A la implicación directa en el sindicato, Dausà sumó de 1913 a 1921 un intensísimo apostolado propagandístico (de divulgación, en términos de hoy en día) tanto para dar a conocer la Doctrina Social como el sindicato del cual era consiliario: fuera para sumar socios y ampliar su radio de acción, o para animar a fundar otros sindicatos en otras poblaciones, dando a conocer el de Banyoles como pauta. Solo o acompañado, Dausà se pateó toda la diócesis impartiendo conferencias, dando mítines propagandísticos en teatros, edificios parroquiales o, incluso, en descampados. Sus campañas de propaganda llegaron incluso hasta Baleares. En 1918, como reconocimiento se le llamaba como invitado para poner la primera piedra de la fábrica de harinas del sindicato agrícola católico de Torà, donde coincidiría con el obispo de la diócesis Vidal i Barraquer. A este apostolado oral, se sumó el escrito, aquí en forma de artículos en periódicos y revistas especialmente en su Butlletí Sindical (Boletín Sindical), órgano del sindicato agrícola de Banyoles, y del cual era redactor jefe. En esta labor propagandística que lo convirtió en el gran apóstol del sindicalismo agrario católico de Gerona, Dausà recibió el apoyo inestimable de la Acción Social Popular del P. Gabriel Palau de Barcelona.

Sindicalismo integral 

La concepción del sindicalismo de Dausà, en línea con la Iglesia, era contrario no sólo a la concepción de la dialéctica de clases en lucha, sino también a concebirlo sólo en clave material. El trabajador en tanto que hombre tiene unas necesidades integrales: morales y materiales. En sus palabras (traduzco): “sin instrucción y sin moralidad es imposible la mejora y el progreso de ninguna colectividad. Para que la mejora de la clase agrícola sea sólida y completa debe ser integral, esto es, el perfeccionamiento material debe ir acompañado del intelectual y del moral”. Reflejo de ello, fue su actitud como sacerdote: por eso, tan pronto como los seglares pudieron hacerse cargo de la dirección superior de los aspectos materiales del sindicato, dio prioridad a su función de consiliario y de cura de almas.

Confesionalidad prudente

Otra característica de la obra de Mn. Dausà fue su concepción de confesionalidad no imprudente de las obras católico sociales sindicales. Confesionalidad explícita y no contradictoria y sin manías; pero sin presiones impropias en una institución que por naturaleza es diferente a un grupo de oración o una orden terciaria. Cada dimensión en su lugar y Dios en todos ellos. Una valiosa delicadeza que atrajo a muchos campesinos alejados de la Iglesia.

Dificultades y algunos efectos
Hay que hacer notar que el actual estado de cosas tampoco puede continuar, y razón tienen los “masovers”, arrendatarios y aparceros cuando piden una justa legislación agraria que defienda sus derechos y los proteja contra los intolerables y hasta inhumanos abusos que en la actualidad comenten muchos propietarios.
Pere Dausà (1910)
Fue diversa la actitud hacia la obra de Mn. Dausà de los grandes propietarios agrícolas católicos de la zona, algunos de los cuales estaban encuadrados incluso dentro de catalanismo católico conservador. Algunos se implicaron. Otros la ignoraron, como fue el caso particular del llano de Olot donde el anti-reformismo agrario de los grandes propietarios puede explicar la irrupción nada común en Gerona del anarquismo entre un campesinado cada vez más proletarizado.

Incluso hubo quien atacó a Dausà con animosidad llegando a la calumnia, especialmente cuando la actividad del sindicato, sin romper nunca el marco de la libertad de mercado, comenzó a rivalizar con la actividad empresarial de éstos. Ya sabemos lo frágiles que son los argumentos a favor del libre mercado cuando la competencia amenaza el bolsillo. Fue cuando se contraatacó con el argumento de que la Iglesia no debía meterse en berenjenales socio-económicos. Una nueva división, debilitamiento y desgaste en el seno del catolicismo del país, ahora no en materia política (los partidarios del deber de un solo partido católico y los que no) sino en material social (sobre el grado de compromiso y profundidad de los obras católico sociales).

Dausà alertó de las consecuencias nefastas para la Iglesia de “dejarlo todo a la política” y del desgaste y pérdida de autoridad moral de un catolicismo, en Cataluña y en España, dividido y enfrentado por unas luchas donde había mucho de puro combate entre partidos políticos para hacerse con el poder y privilegiar luego intereses no tan religiosos.

No sabemos si existe relación entre el cambio que explicaremos a continuación de crisis de confianza de una nueva hornada de obispos con estos sacerdotes sociales, y la animosidad que acabamos de exponer de grandes familias católicas benefactoras de la Iglesia (los “nombres”) hacia propagandistas católico-sociales como Dausà o la Acción Social Popular del P.Gabriel Palau.

Hablamos del alejamiento de una parte del episcopado catalán de este modelo de sacerdote social. Así, tras obispos como Sivilla, pero especialmente Francesc de Pol (1906-1914) y Francesc Mas i Oliver (1915-1920) en Gerona, aparece un periodo de falta de apoyo “desde arriba”.

Un fenómeno que se observa también en Barcelona y que puede deberse también al pánico provocado por los éxitos de la Revolución comunista en Rusia y la convicción de que sólo con “piedad” y un “sable” se podría afrontar el problema social. Seguramente todo ello actuó en perjuicio de profundizar los caminos trazados por los Dausà, Palau, Pla i Deniel o el canónigo Llovera de actuar de forma social-católica para el pueblo pero “con” el pueblo, dándole confianza para liderar los proyectos que iban a su favor.

A más largo plazo, esta desconexión del episcopado pasaría factura en forma de falta de relevo hasta el punto que el catolicismo catalán que desde los años sesenta se dejó influir tanto por el marxismo en materia socio-económica creyó que no existía catolicismo social anterior.

A corto plazo, Dausà padecería la oposición de los grandes propietarios locales: cosa que dificultó por una parte la captación del necesario ahorro para el desarrollo de la caja rural del sindicato; y por otra anuló su propuesta de caminar hacia el establecimiento de tribunales de arbitrio laboral agrarios para reducir la conflictividad entre patronos, aparceros y jornaleros.

Un sindicalismo germinante

Pese a las dificultades, la obra del sindicato de Banyoles y Mn. Dausà fue ejemplar y fructífera. En 1916 tenia 827 socios repartidos en 50 parroquias distintas del obispado. En 1919, 1469, de los que 113 esencialmente en la comarca (Pla de l’Estany, cuya capital, Banyoles tenia una población de 5.500 h en 1910) y Garrotxa, Empordà y Gironès. En ese mismo año, según Pere Bosch, su portavoz, el semanario Butlletí Sindical, tiraba 1.600 ejemplares. Además tenia una sede de gran extensión -una antigua fábrica textil situada al lado del monasterio de Sant Esteve de Banyoles- que disponía de una fábrica de harinas, diversos servicios de maquinaria agrícola puesta a disposición de los socios; una carnicería; un café; un teatro; un batallón infantil que se convertiría en grupo scout antes incluso de la fundación de los Minyons de Muntanya de Batista y Roca y Mossèn Batlle; una amplia gama de seguros para el ganado; una sección de compra agregada de insumos agrícolas; una caja rural…

Viendo el empuje que iban tomando los sindicatos agrícolas católicos, de Dausà fue la idea de crear una federación catalana. Pese a recibir todo el apoyo del secretariado social agrario (des de 1915 llamado Unió Sindical Agraria) de la Acción Social Popular del P. Gabriel Palau de Barcelona para su puesta en marcha, la idea sólo pudo ser realidad en la diócesis de Gerona. Bajo su empuje, el de otros hermanos en el apostolado social, el asesoramiento de la Confederación Nacional Católico-Agraria (CNCA) y de su gran patriarca Antonio Monedero y el espaldarazo del obispo Mas, se creó en 1918 la Federació de Sindicats Agraris (FSA) gerundenses compuesta por 29 sindicatos que en 1927 serian ya 64. Con un gran sentido práctico, la FSA de Dausà llegaría a plantearse el proyecto de abrir una cadena de tiendas en Barcelona, donde comercializar al detalle sus productos. Una idea precursora de la que recientemente ha sido puesta en marcha por la Cooperativa Agrícola de Guissona. Hoy día el sindicato sigue existiendo bajo el nombre de Cooperativa Agrícola de Banyoles.

Berengario de Olotis

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2 comentarios

  1. Sr. Berengario de Olotis, agradecido por continuar sus artículos sobre el Sindicalismo católico.

    Aunque existían algunos precedentes legislativos como el Decreto de 20 de octubre de 1868, el Código de Comercio de 1885 y la Ley de Asociaciones de 1887, las primeras cooperativas agrarias solo pudieron acogerse a la Ley de Sindicatos Agrícolas de 30 de enero de 1906.

    Esta ley tuvo como finalidad transformar los sindicatos agrícolas en instrumentos de asociaciones particulares y del Estado, por lo cual tuvo un efecto decisivo sobre el crédito agrario. Siguiendo el modelo francés, fue el primer intento coordinado de encauzar legislativamente una rama del movimiento cooperativista español, y la primera norma jurídica del cooperativismo agrario en España, con una clara influencia de la Iglesia Católica. Aunque con cierto retraso, se trataba de trasladar a la realidad española, un gran movimiento innovador, ya consolidado en Europa, en el cual las ideas sociales y políticas de la Iglesia tuviesen un papel fundamental, con aportaciones personales importantes, entre las que destacan las del jesuita Antonio Vicent, en Valencia, y Luis de Chaves Arias en Castilla.

    José Luis del Arco Álvarez y otros la definen así: “Ley perfecta en su género, fue saludada con alborozo, y el Padre Vicent dijo de ella que ni Carlos I ni Felipe II hubieron hecho más por la agricultura que Gasset [el ministro liberal que la firma] hizo con dicha ley.”

    LOS FINES ESTABAN ESTABLECIDOS DE LA SIGUIENTE FORMA:

    “1°. Adquisición de aperos y máquinas agrícolas y ejemplares reproductores de animales útiles para su aprovechamiento para el Sindicato.

    2° . Adquisición para el Sindicato, o para los individuos que lo formen, de abonos, plantas, semillas, animales y demás elementos de la producción y el fomento agrícola o pecuario.

    3° . Venta, exportación, conservación, elaboración o mejora de productos de cultivo o de ganadería.

    4° . Roturación, explotación y saneamiento de terrenos incultos.

    5° . Construcción o explotación de obras aplicables a la agricultura, la ganadería o las industrias derivadas o auxiliares de ellas.

    6° . Aplicación de remedios contra las plagas del campo.

    7° . Creación o fomento de institutos o combinaciones de crédito agrícola (personal, pignoraticio o hipotecario), bien sea directamente dentro de la misma Asociación, bien estableciendo o secundando Cajas, Banco o Pósitos separados de ella, bien constituyéndose la Asociación en intermediaria entre tales establecimientos y los individuos de ella.

    8° . Instituciones o cooperación, de mutualidad, de seguro, de auxilio o de retiro para inválidos y ancianos, aplicadas a la agricultura o a la ganadería.

    9° . Enseñanzas, publicaciones, experiencias, exposiciones, certámenes y cuantos medios conduzcan a difundir los conocimientos útiles a la agricultura y la ganadería y estimular sus adelantos, sea creando o fomentando institutos docentes, sea facilitando la acción de los que existan o el acceso a ellos.

    10° . El estudio y la defensa de los intereses agrícolas comunes a los Sindicatos y la resolución de sus desacuerdos por medio del arbitraje.

    Se considera también Sindicato la Unión formada por Asociaciones agrícolas para fines comunes de los que quedan enumerados”.

    CÁMARAS AGRÍCOLAS: CONTROL Y FALSAS EXPECTATIVAS

    Creadas en 1890, las Cámaras Agrícolas incentivadas por el Estado y organizadas por líderes locales y regionales tenían como meta dar al mundo rural una apariencia de unidad y evitar que los trabajadores rurales pusiesen en peligro el status quo mantenido por sus principales impulsadores: el Estado liberal y la oligarquía rural. La concesión de préstamos pretendía obtener el control político sobre los pequeños agricultores.

    Su expansión fue una respuesta de los propietarios a la situación de crisis en que se hallaba sumido el mundo rural a finales del siglo XIX. Su objetivo era la movilización de los propietarios en defensa de los intereses del sector agrario ante el gobierno y frente a otros sectores.

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  2. Josep G. Trenchs (2)5 de septiembre de 2013, 18:14

    CRÓNICA DEL FORO ALFONSO CARLOS I. Septiembre de 2011

    El tema propuesto no podía ser más actual: “Política social y económica: respuestas desde la Tradición”.

    Conferencia de Carlos Ibánez

    “Política social y económica del carlismo”, en la que repasó, a partir de las tesis de Severino Aznar Embid, las raíces del pensamiento del carlismo, un movimiento eminentemente social, frente al liberalismo, eminentemente antisocial (destructor de fueros, gremios, desamortización de bienes comunales junto a los eclesiásticos). Así, tanto en el manifiesto de Carlos VII a su hermano en 1869, como en el acta de Loredán, y la más conocida posición de don Jaime III, se hacen eco de las justas reivindicaciones de los proletarios arrojados a la miseria por el capitalismo alentado por el liberalismo económico.

    Miguel Ángel Belmonte hizo un repaso al magisterio católico sobre doctrina social hasta Pablo VI. Arrancó desde las importantísimas encíclicas de Pío IX Quanta Cura y el Syllabus, que sientan las bases de la autoridad de la Iglesia para tratar sobre estos temas. En 1870 el futuro León XIII fundó la Academia de Santo Tomás, centrada en el magisterio del Aquinate, sobre el cual girará toda la doctrina posterior. En 1891 vio la luz la fundamental encíclica Rerumnovarum, completada en 1931 con la Quadragesimoanno, de Pío XI. Ambas sientan las bases de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), criticando tanto la primacía del libre mercado como la lucha de clases. Criticaban también ambos papas el individualismo social, el excesivo crecimiento del estado y el auge de los especuladores de crédito, destacando el principio de subsidiariedad. En 1932 la Caritate Christi compulse señalaba directamente a los responsables de la crisis económica contemporánea. Pío XII publicó en 1939 la Sumium Pontificatus en la que alertaba contra el totalitarismo. Juan XXIII es el autor de Mater et Magistra, una encíclica de fuerte contenido social, que es la primera en citar la globalización (por medio del término “socialización”).

    A continuación, el profesor Bruno Zazo habló de la Doctrina Social católica de los últimos papas. La define Juan Pablo II como la palabra que corresponde decir a la Iglesia acerca de las cuestiones sociales, leyendo la historia con carácter teológico. La DSI establece cuatro sujetos sociales: Dios, Cristo, el hombre y la sociedad, siendo un instrumento más para evangelizar, pues el fin último de la Iglesia (también de su doctrina social) es la salvación del hombre y de las sociedades. Se articula en torno a tres principios: la solidaridad, la subsidiariedad y la dignidad de la persona humana. El argumento conceptual básico es la afirmación genética de Dios “dominad la tierra”: el hombre se convierte en fin de todos los medios materiales del mundo, incluyendo la sociedad y la economía. Benedicto XVI ha rechazado explícitamente en Caritas in veritate la bondad innata de las fuerzas del mercado. En nuestro sistema financiero actual, la mayor parte de la actividad financiera no se dedica al crédito a la economía real, sino al comercio de activos ficticios (futuros, dinero virtual), a los que se ha permitido ser inmensamente más rentables. Frente a ello, la DSI establece que el hombre ha de trabajar por sí mismo y por su prójimo (familia, sociedad, patria, resto de la humanidad). Por último, alentó a adoptar la doctrina de la “asunción de la pobreza”, oponiendo a la doctrina del resultado 0 (para que uno tenga, otro no ha de tener) la del resultado infinito (maximizar los medios), a la cual se puede llegar buscando el crecimiento continuo (opción materialista) o mejor por medio de la austeridad y el compartimento social (opción cristiana).

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