Capítulo 36: La Asunción de María

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Mosaico Sta Maria la Mayor s. XII
Es la fiesta más antigua y solemne de las que la Iglesia celebra en honor de la Virgen, destinada a conmemorar su santa muerte (donde el nombre griego de Κοίμηση, lat. Pausatio, Dormitio, Depositio, Natale, Transitus B.M.V) y la gloriosa asunción en cuerpo y alma a los cielos.

Se desconoce cuándo la Virgen exhaló el último respiro. Algunos escritores antiguos, fundados en un fragmento interpolado de la Crónica de Eusebio, la sitúan en el año 48 d.C, otros le asignan quien 63, quien 69 años de vida; otros, sin un fundamento serio pensaron que hubiese sufrido el martirio. Lo que de cierto sabemos es que después del sacrificio del Gólgota, el apóstol San Juan siguiendo la recomendación del Señor, se ocupó de María Santísima como de su madre hasta que vivió. En cuanto al lugar de la muerte, Éfeso y Jerusalén se disputan el honor de ser el marco de su glorioso Tránsito. La discusión que sobre este argumento existía se avivó durante el siglo XIX, y ha hecho crecer las probabilidades de que fuese Jerusalén; en favor de esa opción poseemos los testimonios de todos los antiguos itinerarios, y el relato del apócrifo “De transitu Mariae” o “Evangelium Johannis” que ha llegado a nosotros bajo el nombre del apóstol San Juan y que contiene largos particulares sobre la muerte de María. Fue redactado hacia finales del siglo IV o principios del V, y no obstante la explicita prohibición del decreto Psedo-gelasiano (494) gozó de gran predicamento y difusión en la Iglesia como dan prueba de ello las numerosas versiones, inspirando la elocuencia de muchos Padres orientales como Modesto de Jerusalén, Andrea de Creta, San Juan Damasceno o el escritor que se atribuye el nombre de Dionisio el Areopagita.

Es justo en ese apócrifo que encontramos las primeras notas de una fiesta mariana para el 15 de agosto, si bien sin ninguna relación con la Dormitio. El texto sirio del Transitus narra que los apóstoles establecieron durante el año tres días conmemorativos de la Virgen: el 25 de enero (de semínibus) para el buen fin de la siembra, el 15 de mayo (ad aristas) por la cosecha inminente de la mies, y el 15 de agosto (pro vitibus) por una próspera vendimia.

Sin duda el autor del Tránsitus atribuyó a una ordenación apostólica la triple memoria de la Virgen que contemporáneamente debía ya existir en muchos países de Oriente. Resulta muy difícil explicar la elección de esas tres fechas. Algún investigador ha emitido la opinión, por el hecho de ver invocada la protección de la Virgen para la vendimia, que la fiesta del 15 de agosto vendría a sustituir a una antigua fiesta pagana en honor de la diosa Atergatis, la cual tenía en sus atribuciones la protección de la naturaleza. Pero se trata de una hipótesis que si bien tiene algún elemento de probabilidad, se encuentro lejos de poder ser probada históricamente. Marfil bizantino con la Dormitio Mariae (Ravenna s.X)


Marfil bizantino con la Dormitio Mariae (Ravenna s.X)
Sea como fuere, la memoria mariana fijada para el 15 de agosto debió ser la más popular y la más festiva, ya que las iglesias de Armenia, de Jerusalén y de Constantinopla, la consideraron con preferencia a las otras dos. El Calendario del Leccionario Jerosolimitano cita: “15 de agosto, día de María Madre de Dios”. Como vemos no hay ninguna referencia a la Dormición. Lo mismo sucede con un sermón de San Proclo de Constantinopla, en ocasión de una fiesta solemne en honor de la Virgen celebrada ese día, en el que se limita a ensalzar con alabanzas a la Virgen sin aludir a ningún misterio particular de su vida. Fue sólo a principios del siglo VI que en Palestina y en Siria la tradicional fiesta mariana del 15 de agosto se transforma en la conmemoración de su muerte. Un himno de Jacobo, obispo de Sarug (+523) deja entender que en aquella fecha la muerte de María fuese celebrada en alguna iglesia de Siria, además en la vida de San Teodoro de Jerusalén (+529) se habla de una fiesta de la Virgen en ocasión de la cual, en esta ciudad, se verifica una gran concurrencia de pueblo. Algunos estudiosos como Tillemont o Bäumer creen poder afirmar sin equivocarse que debía tratarse de la Dormitio que se celebraba en la basílica del valle de Getsemaní, donde según cuenta Antonino de Piacenza (570) era custodiado el sepulcro “de quo dicunt sanctam Mariam ad caelos fuisse sublatam” (desde donde, según se dice, Santa María fue elevada a los cielos).

A finales del siglo VI Nicéforo Calixto nos dice que un decreto del emperador Mauricio (582-602) ordenaba la celebración de la fiesta de la Κοίμηση (Dormitio) en todas las iglesias del imperio el día 15 de agosto, de manera que la antigua solemnidad mariana se convirtió en el “dies natalis Mariae”. De cómo maduró este cambio poco podemos decir, quizás con la difusión del relato del apócrifo Transitus Mariae, que coincide con esa época, el flujo de pelegrinos a Jerusalén aumentase en esas fechas y se creyera oportuno dedicar una fiesta litúrgica a la celebración de este misterio mariano. Excesivamente ingeniosa nos parecen otras conjeturas que creen ver en la entrada del signo zodiacal de Virgo en agosto un motivo para establecer el día del nacimiento de María Virgen a la gloria del cielo en ese mes.

En la Iglesia romana la fiesta primitiva del 15 de agosto introducida en el siglo VI no hacía ninguna referencia a la asunción de la Virgen. Pero hacia la mitad del siglo VII bajo la influencia de los apócrifos y de la iglesia bizantina, la fiesta de la Dormitio sustituye a la antigua y se convierte en el Natale Sanctae Mariae como la llama el vetusto leccionario romano de Wurzburgo, que indica como constituyese la fiesta principal o mejor la única, de la Madre de Dios. El papa Sergio I (687-701) le añadió una letania, y la misa del 15 de agosto, tal como la tenemos en el Gregoriano, se encuentra definitivamente destinada a conmemorar la muerte y la resurrección de María. Lo deja claro la oración colecta antes de la procesión: festivitas….in qua sancta Dei Genitrix mortem subiit temporalem” (festividad en la cual, la santa Madre de Dios sufrió la muerte temporal). Los textos de la misa Gaudeamus que permanecieron hasta la nueva misa de la solemnidad publicada por Pío XII después de la proclamación dogmática de 1950, fueron redactados hacia el siglo XI.

Dormición en la Catedral de Valencia (izquierda) Lecho de la Virgen en Sevilla (derecha)
En España la introducción de la fiesta no aconteció hasta el siglo VII y no por influencia galicana, ya que estos la celebraban el 18 de enero, sino por directa influencia  bizantina, celebrándose el 15 de agosto pues. La fiesta se encuentra ya atestiguada por San Isidoro (+636) y por San Ildefonso de Toledo (+667)
Araceli de la Mare de Déu (Elx)
Fue en nuestro país donde floreció la hermosa tradición de venerar y procesionar el lecho con la Dormición de la Virgen que por espacio de toda la octava permanecía en el centro de la nave del templo para culto de los fieles. En la catedral de Valencia, llevada a hombros de doce varones representando los 12 apóstoles que con palmas de victoria en las manos la acompañan. El misterio de Elche, drama sacro-religioso medieval declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad, es una de las más hermosas muestras de la fe del pueblo cristiano en el misterio asuncionista, donde texto literario y música se unen para hacer florecer una de las más grandes obras maestras de arte e ingenio de nuestro pueblo.


 Dom Gregori Maria

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6 comentarios

  1. Gracias Dom Gregori Maria, por esa descripción histórica de la fiesta de la Asunción de María.

    Resulta paradógico que siendo una fiesta tan antigua, sea proclamado Dogna por Pio XII, en 1950.

    ¿Es que hubo alguna corriente teológica contraria, a finales del siglo XIX o principios del XX, que hiciera al Papa decantarse por su pronunciamiento dogmático.

    Aprovecho para decir que en Barcelona, tenemos una hermosa talla de la Dormición en la Parróquia de la Purisima Concepción y Asunción de María.

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  2. Gracias- Precioso este articulo-

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  3. ¿Alguien sabe lo que decía con exactitud el Padre Pío sobre la Asunción? Creo que daba a entender que la Virgen le había revelado algo sobre este misterio.

    Sería interesante hacer un repaso de todas las revelaciones de contenido mariano posteriores al Nuevo Testamento.

    Es trsite que las Escrituras sean tan poco explícitas en relación a María, que para mí encarna el rostro femenino y maternal de Dios.

    De todas maneras ya se ha encargado la Virgen de darse a conocer como auxiliadora, abogada y mediadora a través de todos los siglos posteriores al Evangelio y a través de personas singulares, hombres y mujeres, que alcanzaron la santidad.

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    1. Sr. Anónimo de las 11,24, contestando su pregunta he encontrado esa respuesta:


      LA DEVOCIÓN A LA VIRGEN MARÍA DE SAN PIO DE PIETRELCINA.

      El Padre Pío tuvo, desde la infancia, una particular devoción a la santísima Virgen, venerada en Pietrelcina bajo el título de «Madonna della Libera».

      Recurría a ella para obtener favores espirituales y materiales y para rechazar las insidias del demonio.
      Y aunque no consta que el Padre Pío hubiese predicado, se han encontrado, entre sus escritos autógrafos, dos breves discursos preparados por él. Uno de ellos está dedicado a la Asunción de María Santísima, acontecimiento grandioso que nos evoca «el día de mayor triunfo y de gloria» de la Virgen.
      En él, entre otras cosas, leemos:
      «Después de la ascensión de Jesucristo al cielo, María ardía continuamente en el más vivo deseo de reunirse con él. Y ¡oh! los encendidos suspiros, los piadosos gemidos que le dirigía de continuo para que la atrajera hacia él. En ausencia de su divino Hijo, le parecía encontrarse en el más duro destierro. Aquellos años en los que tuvo que estar separada de él, fueron para ella el más lento y doloroso martirio, martirio de amor que la consumía lentamente.
      Y he aquí, al fin, que llega el momento suspirado, y María escucha la voz de su querido que la llama a allá arriba: “Ven, querida de mi corazón, ha terminado el tiempo de gemir en la tierra; ven, esposa, a recibir del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo la corona que te está preparada en el cielo”» (Ep IV, 1087).
      Después, el Padre Pío, con acentos que revelan su ferviente devoción mariana, describe el momento en el que «el alma bienaventurada de María, como paloma a la que se corta los lazos, se separó de su cuerpo y voló al seno de su querido. Pero Jesús, que reinaba en el cielo con la humanidad santísima que había tomado de las entrañas de la Virgen, quiso que también su madre, no sólo con el alma sino también con el cuerpo, se reuniese con él y compartiese plenamente su gloria. Aquel cuerpo que, ni por un solo instante, había sido esclavo del demonio y del pecado, no debía serlo tampoco de la corrupción» (Ep IV, 1089).
      En relación al venerado Padre, María tenía atenciones maternales que rayaban en la delicadeza suma. Cada día le acompañaba al altar en el que debía celebrar los divinos misterios.
      El Padre Pío se sentía «unido al Hijo por medio de la Madre». Habría querido tener una voz tan fuerte como para invitar a los pecadores de todo el mundo a amar a la Virgen.
      En presencia de la Virgen María, sentía un fuego misterioso en un lado del corazón, tal que necesitaba aplicar encima un trozo de hielo.
      La tierna, intensa y filial piedad mariana del Padre Pío no era fruto de un pasajero sentimentalismo; tenía su origen en el culto que la Iglesia reserva a la Madre de Dios. Veía en la Virgen el camino más seguro para llegar a Cristo, y por este camino guiaba las almas de sus penitentes.
      Cuando hablaba de ella, no conseguía contener la emoción. Recitaba de continuo, día y noche, el santo rosario y quería que todos expresasen su devoción mariana con este plegaria evangélica.
      Había recalcado, entre otros elementos esenciales del rosario, la contemplación. Decía: «La atención debe ponerse en el Ave, el saludo que se dirige a la Virgen en el misterio que se contempla. Ella estaba presente en todos los misterios; en todos tomó parte con amor y con dolor».
      A sus hijos espirituales que le preguntaban qué es lo que tendrían que recibir de él como herencia, les dijo: «Os dejo el rosario. Amad a la Virgen y hacedla amar, rezad siempre su rosario y rezadlo bien. Satanás quiere destruir esta oración pero ¡no lo conseguirá jamás!».


      (Autor: Padre Gerardo Di Flumeri; traducción del italiano: Hno. Elías Cabodevilla)

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  4. - María fue "tomada", su cuerpo fue tomado, cogido [assumere: assumptio corporis], o sea, es la asunción, cogimiento o tomamiento del cuerpo de María, y pudo o bien ascender al cielo a la vista como Jesús o bien que desapareciera de la vista, aunque lo más probable es que fuera la primera hipótesis: tomada, cogida por los ángeles a la vista de, como mínimo, San Juan Evangelista, su "hijo" en la Cruz.

    La Virgen María nunca tuvo una agonía de moribundo, como sí la tuvo San José (que por lo tanto, es el patrón de los moribundos); lo que tuvo es una "dormición", por lo que a su vez implica que nunca jamás tuvo una corrupción corporal propia del organismo muerto: hinchado, descomposición, putrefacción y autolisis.


    - Las supuestas visiones de María Valtorta sobre la Asunción de María:

    www.reinadelcielo.org/estructura.asp?intSec=2&intId=22&intIdP=135


    - Las supuestas visiones de la Mística ciudad de Dios de Sor María de Jesús de Ágreda sobre la Asunción de María:

    iteadjmj.com/LIBROSP/mcd-p22.pdf

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