Capítulo 34: Las fiestas de San Juan Bautista

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Primitiva tumba de San Juan B. en Sebaste (Samaria)
Los sucesos prodigiosos verificados en el nacimiento de San Juan Bautista, su dignidad de profeta del Altísimo, de ángel precursor; la proclamación de su eminentísima santidad, hecha por el mismo Jesucristo; su glorioso martirio, lo hacían acreedor, sin duda, de la veneración de toda la Iglesia. En efecto, su culto, a diferencia de los otros, estrictamente locales, se nos presenta desde el siglo IV con carácter universal. Constantino le dedica una basílica en Ostia, en Albano, en Constantinopla y el famoso Baptisterio Lateranense, que sucesivamente dio el nombre a la vecina basílica del Salvador y a la mayor parte de los baptisterios antiguos. Al final del siglo IV se encuentran señales de su culto en Siracusa y en Turín, en Campania, en Egipto, en África y en Palestina, donde en Sebaste eran veneradas sus reliquias, dispersas después bajo Juliano el Apóstata.

Altar Mayor de San Juan de Letrán
Su fecha festiva más antigua que nosotros conocemos es la del 24 de junio, atestiguada por numerosos sermones de San Agustín: Solos dúos natales celebrat Ecclesia, huius et Christi (sólo dos natividades celebra la Iglesia, la de éste y la de Cristo) e instituida, según subraya, desde hacía tiempo, maiorum traditione accepta. Pero, como justamente opina Duchesne, en un principio debió de existir primero otra fiesta, fijada en enero, en relación con el Bautismo del Señor (Epifanía). El uso armeno nestoriano y el bizantino, como también el acróstico del papiro litúrgico de Fajium (s.IV), señalado con la fecha del 5 de enero, podría servir de prueba.

Y así como, según las palabras del ángel a María, el nacimiento del Bautista precedió en seis meses al de Jesús, no hay duda de que la fecha del 24 de junio haya sido instituida después y en relación con la de la Navidad de Cristo. Efectivamente, la fiesta natalicia, cayendo el 25 de diciembre, habría hecho poner la de San Juan el 25 de junio; pero porque Navidad en la fecha latina era VIII Kal. Januarii, análogamente se fijó el nacimiento de San Juan en el VIII Kal. Julii, que corresponde al 24 de junio, porque este mes, a diferencia de diciembre, tiene sólo treinta días.

Presuntos cráneos del Bautista en Roma (S. Silvestre in Capite) y Amiens
El culto del Precursor en Roma y en Occidente adquirió en seguida importancia extraordinaria. En la ciudad se contaban por lo menos veinte iglesias dedicadas a él; veintitrés papas han tomado su nombre simple, dos lo han hecho como compuesto. En las Galias, su fiesta estaba precedida de dos semanas de ayuno, como en Oriente; y en el 505, el concilio de Agde la equiparaba, como única entre las fiestas de los santos, a la de Pascua y a la de Pentecostés. El sacramentario leoniano contiene para este día cinco misas; la primera, para la vigilia, con ayuno, exhibentes solemne ieiunium, dice el prefacio; la segunda y la cuarta, para la fiesta; la tercera, titulada ad Fontem, para la sinaxis, que debía celebrarse en el baptisterio; era, en suma, un día poli-litúrgico, a semejanza de Navidad; la Navidad del verano. El uso de cantar este día más de una misa duró mucho tiempo en la Iglesia latina, probablemente hasta fines del siglo XI. El gregoriano tiene tres, comprendida la vigilia, que en el alto Medievo debía decirse al atardecer, al cerrarse el solemne ayuno. La segunda tenía lugar de nocte, después del canto del doble oficio matutino; la tercera, en el día. Era una feliz imitación de la análoga costumbre natalicia, que Alcuino interpretaba así: Tres missae celebrantur in festivitate S. loannis, quia tribus insignibus triumphis excellenter refulsit, officio Praecursori, baptistae ministerio, et quia Nazaraeus ex útero matris remansit. (Se celebran tres misas porque por tres insignes triunfos resplandeció excelentemente: su oficio de Precursor, su ministerio de Bautista y porque desde el seno de su madre permaneció Nazareo, esto es consagrado a Dios)
Falò (fogata) en el centro de Génova ante el cual se piden deseos
Esta solemnidad, acompañada por todas partes de usos populares a veces también supersticiosos, se mantiene casi inalterada hasta nuestros días. Dejó de ser fiesta de precepto con la reforma introducida por el Código Canónico. Los himnos sáficos asignados por el breviario a esta fecha son del monje casinense Pablo Diácono (+ 799), historiador muy conocido del siglo VIII, el cual los compuso en honor del Bautista, titular de la iglesia de Montecassino. Añade después la leyenda que un Sábado Santo, mientras él se preparaba a cantar el Exultet, se vio aquejado de afonía, y compuso aquellos versos en la esperanza de que se renovase en él el prodigio que se cumplió en el padre de San Juan Bautista. De uno de los himnos, más tarde, Guido de Arezzo (+ 1050) fue el primero que derivó los nombres de las notas musicales: UT (después convertido en DO)-RE-MI-FA-SOL-LA-SI



La Iglesia latina celebra el 29 de agosto otra fiesta en honor del Bautista, la Degollación o, como nota el gelasiano, la Passio. Es imposible decir si es éste el día aniversario de su martirio. El Venerable Beda creía que la fecha del 29 recordaba la inventio, el hallazgo de la cabeza del Precursor, que tuvo lugar en Cosilao, junto a Calcedonia, poco antes del 391; pero, por el contrario, es el aniversario de la dedicación de una iglesia en Sebaste, la antigua Samaría, hacia la mitad del siglo IV, en la cual se veneraba la tumba del Precursor y la del profeta Elías. La fiesta no era conocida por San Agustín, pero se encuentra celebrada en las Galias y en España en el siglo V; falta en el sacramentarlo Leoniano, pero se encuentra en el Gelasiano.  

Algunos antiguos calendarios orientales recuerdan una tercera fiesta del Bautista, la de su concepción, la cual en un tiempo fue también admitida en Nápoles, España e Inglaterra. Hoy ha quedado solamente en el calendario de la Iglesia bizantina, el 23 de septiembre.   

Dom Gregori Maria

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3 comentarios

  1. Dom Gregori Maria, muchas gracias por su detallada historia del Precursor de Jesús.

    EL NACIMIENTO DE SAN JUAN BAUTISTA

    Isabel, la prima de la Virgen María estaba casada con Zacarías, quien era sacerdote, servía a Dios en el templo y esperaba la llegada del Mesías que Dios había prometido a Abraham.
    Un día, un ángel del Señor se le apareció a Zacarías, quien se sobresaltó y se llenó de miedo.

    El Árcangel Gabriel le anunció que iban a tener un hijo muy especial, pero Zacarías dudó y le preguntó que cómo sería posible esto si él e Isabel ya eran viejos. Entonces el ángel le contestó que, por haber dudado, se quedaría mudo hasta que todo esto sucediera. Y así fue.

    La Virgen María, al enterarse de la noticia del embarazo de Isabel, fue a visitarla. Y en el momento en que Isabel oyó el saludo de María, el niño saltó de júbilo en su vientre. Éste es uno de los muchos gestos de delicadeza, de servicio y de amor que tiene la Virgen María para con los demás.

    El ángel había encargado a Zacarías ponerle por nombre Juan. Con el nacimiento de Juan, Zacarías recupera su voz y lo primero que dice es: "Bendito el Señor, Dios de Israel".
    Juan creció muy cerca de Dios. Cuando llegó el momento, anunció la venida del Salvador, predicando el arrepentimiento y la conversión y bautizando en el río Jordán.

    La predicación de Juan Bautista

    Juan Bautista es el Precursor, es decir, el enviado por Dios para prepararle el camino al Salvador. Por lo tanto, es el último profeta, con la misión de anunciar la llegada inmediata del Salvador.
    Juan iba vestido de pelo de camello, llevaba un cinturón de cuero y se alimentaba de langostas y miel silvestre. Venían hacia él los habitantes de Jerusalén y Judea y los de la región del Jordán. Juan bautizaba en el río Jordán y la gente se arrepentía de sus pecados. Predicaba que los hombres tenían que cambiar su modo de vivir para poder entrar en el Reino que ya estaba cercano. El primer mensaje que daba Juan Bautista era el de reconocer los pecados, pues, para lograr un cambio, hay que reconocer las fallas. El segundo mensaje era el de cambiar la manera de vivir, esto es, el de hacer un esfuerzo constante para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios. Esto serviría de preparación para la venida del Salvador.

    Juan reconoció a Jesús al pedirle Él que lo bautizara en el Jordán. En ese momento se abrieron los cielos y se escuchó la voz del Padre que decía: "Éste es mi Hijo amado...". Juan dio testimonio de esto diciendo: "Éste es el Cordero de Dios...". Reconoció siempre la grandeza de Jesús, del que dijo no ser digno de desatarle las correas de sus sandalias, al proclamar que él debía disminuir y Jesús crecer porque el que viene de arriba está sobre todos.

    Fue testigo de la verdad hasta su muerte. Murió por amor a ella. Herodías, la mujer ilegítima de Herodes, pues era en realidad la mujer de su hermano, no quería a Juan el Bautista y deseaba matarlo, ya que Juan repetía a Herodes: "No te es lícito tenerla". La hija de Herodías, en el día de cumpleaños de Herodes, bailó y agradó tanto a su padre que éste juró darle lo que pidiese. Ella, aconsejada por su madre, le pidió la cabeza de Juan el Bautista. Herodes se entristeció, pero, por el juramento hecho, mandó que le cortaran la cabeza de Juan Bautista que estaba en la cárcel.

    ¿Qué nos enseña la vida de Juan Bautista?

    Nos enseña a cumplir con nuestra misión que adquirimos el día de nuestro bautismo: ser testigos de Cristo viviendo en la verdad de su palabra; transmitir esta verdad a quien no la tiene, por medio de nuestra palabra y ejemplo de vida; a ser piedras vivas de la Iglesia, así como era el Papa Juan Pablo II.

    Nos hace ver la importancia del arrepentimiento de los pecados y cómo debemos acudir con frecuencia al sacramento de la confesión y recibiendo a Jesús en la Eucaristía.

    El examen de conciencia diario ayuda a la conversión, ya que con éste estamos revisando nuestro comportamiento ante Dios y ante los demás.

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  2. También para los habitantes del hemisferio boreal (Norte), que fueron los primeros en recibir el Evangelio, tiene mucha concordancia la disposición en el calendario de los natalicios del Precursor y de Cristo a los solsticios de verano e invierno, respectivamente, con el versículo 30 del capítulo III del Evangelio según San Juan, que en boca de Juan el Bautista reza: "Es necesario que él crezca y que yo disminuya."
    Efectivamente, la duración del día y la altura del sol sobre el horizonte disminuyen desde la Natividad de San Juan Bautista hasta la de Cristo, en que empiezan a crecer.

    Fortu

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  3. Sería justo que al escribir un artículo –como este sobre San Juan Bautista– se citara la fuente de la que se toma la información. En este caso, RIGHETTI, Mario, Historia de la Liturgia, Tomo I, Madrid, BAC, 1956, pp. 291-292.

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