El Gelasiano deja entrever una primera fase de asentamiento: contiene una serie de dieciséis misas dominicales (orationes et preces... per dominicis diebus), verdadero tesoro eucológico, que, a una venerable antigüedad de redacción, une una profundidad de doctrina y un vigor de expresión verdaderamente admirable. Las dieciséis misas corresponden a las actuales post Pentecosten de la quinta a la vigésima.
Una regular organización de este ciclo se encuentra por primera vez en el evangeliario de Murbach (segunda mitad del siglo VIII). La serie de las misas post-pentecostales (todavía mezcladas con santorales) está dividida en semanas, agrupadas alrededor de la fiesta de algunos santos más sobresalientes. Las encontramos así: dominicas ante nat. Apostolorum (SS. Pedro y Pablo), post nat. Apostolorum post nat. S. Laurentii, post nat. S. Cipriani o bien post nat. S. Angeli (S. Miguel), como indica el Comes Alcuini.
Con los Gelasianos del siglo VIII, seguidos del Gregoriano de la época carolingia, se abandona este sistema de secciones semanales para adoptar el que desde entonces quedará como único, "dominicas después de Pentecostés." Pero aquí se nota una divergencia, aunque más bien aparente que real. Algunos cuentan veintiséis domingos post octavam Pentecostés, computándolos desde la octava; otros, en cambio, veintisiete, computándolos desde la fiesta post Pentecosten, la denominación que prevaleció después.
En este ciclo, la serie de las dieciséis misas del antiguo fondo Gelasiano comienza después de los Santos Apóstoles (29 de junio), como punto fijo de partida con la dominica sexta “Deus qui díligentibus” mientras para el período precedente, que era siempre fluctuante (domingos del primero al quinto) en relación a la fecha movible de Pascua, se elegían algunos formularios sacados de las misas pascuales y de otras partes.
Después de la supresión de la misa gelasiana “Timentium”, después del siglo X, atribuida en un principio a la octava de Pentecostés, y de la “Deprecationem”, que los sacramentarios gelasianos del siglo VIII ponían en el domingo sexto, toda la serie de los domingos quedó desplazada hacia adelante en una unidad, de manera que la misa Deus qui díligentibus se encuentra hoy en la quinta dominica en vez de la sexta, y así sucesivamente todas las demás.
En cuanto a los textos epistolares de estas dominicas, conviene advertir que en las cinco primeras continúa la lectura de las cartas católicas, iniciada el viernes después de Pascua (San Pedro, Santiago, San Juan); con la sexta, es decir, después de la fiesta de los Santos Apóstoles, comienza la lectura de las cartas de San Pablo en el orden de la Vulgata: Rom., 2 Cor., Gal., Ef., Fil., Col… Es un claro vestigio de la antigua lectio continua. Una cosa parecida sucede con las perícopas evangélicas. Después del evangelio de San Juan, cuya lectura termina con la octava de Pentecostés, viene la serie de los Evangelios sinópticos, comenzando por San Mateo, y más especialmente los capítulos que forman la segunda parte de estos tres Evangelios, porque los primeros capítulos habían sido leídos ya en las dominicas después de la Epifanía.
Página del Leccionario de Murbach |
El Comes de Murbach (s.VIII) nos presenta ya el cuadro casi completo de las lecturas según el actual misal romano. Consta de veinticinco dominicas desde Pentecostés. La serie de las epístolas concuerda plenamente con la que está todavía en uso; en cambio, la serie de los evangelios ha sufrido una transposición; el evangelio de la sexta dominica pasó, como se ha dicho, a la quinta; el de la séptima, a la sexta, y así sucesivamente.
En cuanto a las partes cantadas, se puede apreciar una substancial uniformidad entre el antifonario gregoriano y nuestro misal, pero también aquí hubo desplazamientos. Por lo que respecta a los graduales en particular, hay que señalar el hecho de que en el antifonario de Senlis (s.IX) se encuentra indicada una doble serie de graduales en las dominicas después de Pentecostés.
Con la reforma litúrgica de 1969 desapareció la enumeración de los domingos de este ciclo tomando como referencia la fiesta de Pentecostés y unificándolos (¡es un decir!) en un ciclo único con los de después de Epifanía (denominación también desaparecida): todos ellos pasaron a llamarse “Per Annum”, del Tiempo Ordinario, en catalán del “Temps durant l´any”. El color de los ornamentos litúrgicos siempre fue y sigue siendo el verde.
Dom Gregori Maria
Dom Gregori Maria, gracias por esa historia detallada de la litúrgia de la Misa en el Tiempo Ordinario.
ResponderEliminarCELEBREMOS EL TIEMPO ORDINARIO
Sencillamente, con este nombre se le quiere distinguir de los “tiempos fuertes”, que son el ciclo de Pascua y el de Navidad con su preparación y su prolongación.
Es el tiempo más antiguo de la organización del año cristiano. Y además, ocupa la mayor parte del año: 33 ó 34 semanas, de las 52 que hay.
El Tiempo Ordinario tiene su gracia particular que hay que pedir a Dios y buscarla con toda la ilusión de nuestra vida: así como en este Tiempo Ordinario vemos a un Cristo ya maduro, responsable ante la misión que le encomendó su Padre, le vemos crecer en edad, sabiduría y gracia delante de Dios su Padre y de los hombres, le vemos ir y venir, desvivirse por cumplir la Voluntad de su Padre, brindarse a los hombres…así también nosotros en el Tiempo Ordinario debemos buscar crecer y madurar nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor, y sobre todo, cumplir con gozo la Voluntad Santísima de Dios. Esta es la gracia que debemos buscar e implorar de Dios durante estas 33 semanas del Tiempo Ordinario.
Crecer. Crecer. Crecer. El que no crece, se estanca, se enferma y muere. Debemos crecer en nuestras tareas ordinarias: matrimonio, en la vida espiritual, en la vida profesional, en el trabajo, en el estudio, en las relaciones humanas. Debemos crecer también en medio de nuestros sufrimientos, éxitos, fracasos.
¡Cuántas virtudes podemos ejercitar en todo esto!
El Tiempo Ordinario se convierte así en un gimnasio auténtico para encontrar a Dios en los acontecimientos diarios, ejercitarnos en virtudes, crecer en santidad…y todo se convierte en tiempo de salvación, en tiempo de gracia de Dios. ¡Todo es gracia para quien está atento y tiene fe y amor!
El espíritu del Tiempo Ordinario queda bien descrito en el prefacio VI dominical de la misa: “En ti vivimos, nos movemos y existimos; y todavía peregrinos en este mundo, no sólo experimentamos las pruebas cotidianas de tu amor, sino que poseemos ya en prenda la vida futura, pues esperamos gozar de la Pascua eterna, porque tenemos las primicias del Espíritu por el que resucitaste a Jesús de entre los muertos”.