Sobre la Fe (Homenaje a Benedicto XVI)

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EL AÑO DE LA FE

La razón de fondo de la convocatoria por el anterior Papa de este Año de la Fe (en el quincuagésimo aniversario del Concilio Vaticano II y vigésimo del Catecismo) mediante la Carta Apostólica Porta Fidei en forma de Motu proprio, queda patente en este texto del párrafo 12 del documento: En efecto, la fe está sometida más que en el pasado a una serie de interrogantes que provienen de un cambio de mentalidad que, sobre todo hoy, reduce el ámbito de las certezas racionales al de los logros científicos y tecnológicos. Pero la Iglesia nunca ha tenido miedo de mostrar cómo entre la fe y la verdadera ciencia no puede haber conflicto alguno, porque ambas, aunque por caminos distintos, tienden a la verdad.

Es este agudísimo problema el que lleva a muchos católicos (entre ellos, algunos muy significados por su responsabilidad pastoral, por su  vida consagrada o por su rango jerárquico) a arrugarse ante un mundo que abomina de la fe religiosa, empeñado como está en sustituirla por otros géneros de fe.

Es cierto que cuando la Iglesia colectivamente dice “creemos”, nunca ha tenido miedo de que la ciencia se convirtiese por sí misma en enemigo de la fe. Pero igual de cierto es que a los católicos no nos cuesta nada decir “creo” cuando recitamos el Credo; pero que cada vez nos cuesta más pronunciar ese “creo” fuera de la iglesia. Gracias a Dios existe aún -y parece que vuelve a estar en auge- el espécimen de curas que se atreven a comportarse como curas y evangelizar (y no precisamente en plan tostón) en todos los ámbitos y circunstancias en que se encuentran; frente al modelo estándar que sólo ejercen de curas en la iglesia, igual que la inmensa mayoría de católicos sólo aceptan que se les reconozca como tales en la iglesia. Fuera de ella, unos y otros ponen todo su empeño en que no se les note que son de iglesia.

Ése es el gran problema: estamos viviendo una fe sumamente acomplejada; y como san Pedro, evitamos que nos pregunten; pero si lo hacen, poco nos cuesta decir que nosotros no somos de ésos. Y no nos conformamos con negar a Jesús tres veces, ni nos importa que se desgañite el gallo. Es que encima andamos muy mal de argumentos no ya religiosos, sino puramente lógicos para defender nuestra fe si somos zaheridos por su causa. Si nos acusan de que nuestra fe choca con la ciencia, somos incapaces de articular una mínima respuesta. 

Tenemos algunos problemas muy serios de puro sistema operativo: como suelen decir los políticos que pierden popularidad y elecciones, su problema es que “no han sabido explicar adecuadamente” lo que dicen que tan bien han hecho. En efecto, la Iglesia no se puede limitar a explicarles su mensaje a los fieles (incluso esto, en algunos pastores adolece de severos déficit), sino que ha de asentar firmemente en el mundo en que vive su dimensión histórica y social, recordando siempre  que la persecución a causa de la Verdad no es un hecho puntual en la historia de la Iglesia, sino existencial. No debemos por tanto mendigar a la sociedad que le reconozca el derecho a la existencia (un derecho que se le regatea en algunos países y se le niega de plano en otros: “la única iglesia que ilumina es la que arde”, dicen) y muestre su reconocimiento por la poderosa contribución  de ésta al bien de toda la sociedad. La Iglesia existe no por un privilegio otorgado por los poderosos de este mundo, sino por la voluntad de Cristo que la edificó sobre la fe de Pedro.

Como muy bien dice Benedicto XVI en la Porta Fídei, “el Año de la fe será también una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad”. La caridad como testimonio de fe. ¿Pero es eso cierto? ¿Podemos decir de verdad que la inmensa obra de caridad que impulsa la Iglesia es un testimonio de su fe? Es cierto que “la  fe sin la caridad no da fruto; pero igual de cierto es que “la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino”. Ésa es la triste realidad: incluso las obras de caridad de la Iglesia adolecen con frecuencia de falta de fe; con lo que se devalúan tremendamente convirtiéndose en simple solidaridad. Y eso queda bien lejos de lo que nos recuerda Benedicto XVI: “En efecto, muchos cristianos dedican sus vidas con amor a quien está solo, marginado o excluido, como el primero a quien hay que atender y el más importante que socorrer, porque precisamente en él se refleja el rostro mismo de Cristo. Gracias a la fe podemos reconocer en quienes piden nuestro amor, el rostro del Señor resucitado”.

Pero incluso en la caridad desprovista de fe y transformada en solidaridad, incluso en ésta vemos la hermosa huella que ha dejado el cristianismo en la humanidad. Toda la obra asistencial que tan nítidamente reflejan las obras de misericordia, han sido obra de la Iglesia, seguida e imitada luego por la sociedad civil en unos casos, y por el poder en otros. E incluso ese principio de igualdad en que se asienta el sistema democrático, es fruto del largo esfuerzo que hizo la Iglesia por conseguir al menos la igualdad jurídica en un mundo en el que estaban consagradas en la legislación las más sangrantes desigualdades.
  
No se necesita ser cristiano ni católico, ni profesar ningún género de fe para reconocer la profunda huella que ha dejado el cristianismo en el mundo. No es una cuestión de fe aceptar que el hecho histórico del nacimiento, vida y pasión de Cristo, seguidos de la fundación de su Iglesia, cambió decididamente el rumbo de la historia. Y cambió sobre todo el corazón de la humanidad, colocando en la lista de los vicios muchas de las que se habían llamado virtudes entre los romanos; y pasando a llamar virtudes un puñado de conductas que habían sido menospreciadas por el sistema universal de dominación.

Quizá vaya siendo hora de que además de cultivar la fe religiosa que es la que nos salva, nos empleemos a fondo en el cultivo de la fe en nosotros mismos y en el testimonio de esta fe ante el mundo. Necesitamos estar convencidos de que siendo católicos y comportándonos como tales, rendimos un gran servicio a la sociedad en que vivimos. Y es importante que esa fe se nos note. ¿Cómo pretendemos de otro modo que los demás crean en nosotros y nos respeten con nuestras creencias, si ni siquiera perciben esa fe en nosotros mismos, ni ven que tengamos el menor interés en hacernos respetar?

Queremos celebrar este Año de manera digna y fecunda”, dice Benedicto XVI. Ojalá seamos capaces de cumplir esas dos condiciones: dignidad y abundancia de frutos. No es nada fácil; porque como nos recuerda el Santo Padre, “habrá que intensificar la reflexión sobre la fe para ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de profundo cambio como el que la humanidad está viviendo”.

La tarea es ciertamente inmensa: emprender la Nueva Evangelización teniendo como instrumentos más inmediatos los textos del Concilio y el Catecismo de la Iglesia, y un Año de la Fe como pórtico (Porta Fídei), es ciertamente un diseño muy potente; pero su plasmación en obras que den buenos frutos, será ciertamente ardua.

Custodio Ballester Bielsa, pbro.

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12 comentarios

  1. Es que encima andamos muy mal de argumentos no ya religiosos, sino puramente lógicos para defender nuestra fe si somos zaheridos por su causa. Si nos acusan de que nuestra fe choca con la ciencia, somos incapaces de articular una mínima respuesta.


    Le sugeriría al P. Custodio Ballester que pudiera hacer un listado de estas preguntas controvertidas, de contenido científico.

    Yo le sugeriría una, la evolución neodarwinista, que considera la irracional idea de que la selección natural (azar y adaptación) dirige la evolución, la cual no tiene ninguna finalidad. Esto se enseña en las escuelas catalanas, lo cual implica un adoctrinamiento filosófico materialista.

    No deja de ser curioso el observar la irracionalidad del darwinismo: mientras es una creencia en el mundo de la biología, en los otros mundos científicos (ingeniería, arquitectura, informática, física) sería considerado como un tópico propio de la pseudociencia.

    En efecto, es como decir en aeronática que el primer avión se ha inventado y diseñado a base de un diseño azaroso y ciego, que no persiguió la finalidad de volar, y que el primer modelo que voló se "reprodujo" por tener éxito de vuelo.

    Las sucesivas mejoras también han funcionado según un diseño azaroso y ciego, que tampoco perseguía la finalidad de mejorar el vuelo.

    Si alguien propone semejante teoría, sería tildado de pseudocientífico.

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    1. Disculpe mi intromisión: creo que caer en falacias lógicas no ayuda nada al cristianismo. Yo soy creyente, pero me parece que la hipótesis darwinista de la falta de finalidad y del diseño ciego es compatible con las observaciones y perfectamente consistente. De hecho, en los animales (incluido el hombre) existen restos de caminos evolutivos abandonados, y errores de diseño (como por ejemplo una cadera más pequeña de lo normal en la mujer que dificulta el parto), que la teoría del diseño inteligente no consigue explicar de modo safisfactorio.

      No quiero decir que crea que somos productos del azar (eso es incompatible con ser cristiano), pero creo que la realidad es bastante más sutil...

      Dejo aquí un fragmento de Ratzinger sobre el tema:

      http://patoace.wordpress.com/2011/06/23/algunas-notas-del-profesor-ratzinger-sobre-creacion-y-evolucion/

      Y aprovecho para recomendar su libro "Fe y Ciencia":

      http://www.claret.cat/es/libro/fe-y-ciencia

      Saludos.

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    2. Fripper:

      1. La procedencia del hombre de un antropoide es una hipótesis o suposición científica aún no probada, y se puede creer también la explicación bíblica, el hombre creado por Dios del barro, aunque se es más digno si el hombre es creado de un antropoide, ser vivo sensible, que del barro, materia inerte.

      La Biblia sí deja bien claro que el cosmos, la vida y la humanidad son creadas por Dios, y que el alma del hombre sí existe y sí es creada directamente por Dios, como así como su cuerpo fue recreado de forma especial: sin enfermedad, sin ignorancia, sin muerte, sin dolor.


      2. La hipótesis darwinista de la falta de finalidad y del diseño ciego NO es compatible con las observaciones y NO es perfectamente consistente.

      NO existe ningún experimento, simulación o estadística que pruebe la evolución por el exclusivo motor del azar ciego no finalista. Y no existe porque estadísticamente es imposible la emergencia al azar de todo un sistema biológico complejo que se despliega en el timepo con progresiva perfección.


      3. El genoma transporta fórmulas matemáticas, físicas y químicas complejas y ajustadas finamente, lo que implica que hacen falta nuevas leyes biológicas evolutivas, desconocidas actualmente, que superen a la sola explicación del azar.

      El neodarwinismo es una suposición basada en la mayor simplicidad de su explicación, y la ciencia biológica tiene muchas explicaciones provisionales, a la espera de su mejora o sustitución por otros descubrimientos. Por ejemplo, el reciente proyecto ENCODE dice que ya no existe el ADN basura, cuando así se creía durante estos últimos decenios.

      4. El neodarwinismo no resiste su propia explición ante la magnitud de la complejidad. El cuerpo humano tiene entre 10-50 billones de células, y además, tiene un metagenoma de 100 billones (número de bacterias y otros seres vivos que viven simbióticamente con el hombre), mientras que el genoma humano tiene 30.000 genes.

      Una sóla célula humana, lo más pequeño y complejo del universo, tiene un tamaño de 2 micras (0,02 milímetros) y se calcula que tiene unos 20 billones de átomos.

      El sólo azar no puede explicar el origen, coordinación y progresión de los más de 100 cuatrillones de átomos que contiene el cuerpo humano, con los otros 100 cuatrillones de átomos de su metagenoma.

      5. Por eso, respondo a la pregunta del P. Custodio de la falta de respuestas ante los problemas de la razón. Tenga en cuenta que la evolución biológica explicada en las escuelas, suele ser también una ayuda ilegítima para la introducción de la filosofía materialista y atea que llega hasta la misma antropología que fundamenta la política: si sólo somos naturaleza, no hay base ética última, sólo la que dicte el consenso del último poder político votado democráticamente.

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  2. Gracias por la reflexión, Padre. ¡Es un estupendo empujón para empezar el día como Dios manda!

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  3. También es interesante esta entrevista:

    http://es.catholic.net/comunicadorescatolicos/582/1489/articulo.php?id=26651

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  4. Muy bien, gracias por recordarnos estas cosas. He bajado de internet la Carta Apostolica Porta Fidei y la leeré atentamente.

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  5. Creo, sinceramente, que no hace falta recurrir a cuestiones de contenido científico para quedarnos en blanco cuando nos preguntan por según qué cosas. Estos domingos de Pascua se está predicando por algunas plazas y se pregunta a los oyentes ¿quién eres tú? y ¿para qué vives? y he visto a muchos encogerse de hombros o darse la vuelta y poner distancia por si la pregunta cae directamente sobre él.
    La fe es lo suficientemente sencilla, para quien la tiene, como algo recibido gratis y devolverlo de la misma manera. O así me lo parece.

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  6. Gracias Mn. Custodio por esa explicación detallada de la Fe.

    O sea el gran problema que veo es que hay muy poca coherencia entre la Fe que profesamos, que ya nos viene por decirlo de algún modo como de herencia y la que vivimos, la que tenemos que mantener firme día a día, alimentándola con la oración y los sacramentos.

    El Papa Benedicto XVI afirma: "La expresión "sola fide" de Lutero es cierta si no se opone la fe a la caridad, al amor. La fe es mirar a Cristo, encomendarse a Cristo, unirse a Cristo, conformarse a Cristo, a su vida. Y la forma, la vida de Cristo es el amor; por tanto creer es conformarse con Cristo y entrar en su amor. Por eso san Pablo en la Carta a los Gálatas, en la que sobre todo ha desarrollado su doctrina sobre la justificación, habla de la fe que obra por medio de la caridad (Gal 5,14)"

    El error está en oponer o separar la fe y la caridad.
    No vale la fe sin amor (cf. Gal. 5,14). San Pablo pone la caridad por encima de la fe. "Aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, nada soy" (I Corintios 13,2,); "Ahora subsisten la fe, la esperanña y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad" (I Corintios 13,13).

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    1. La expresión "sola fide" de Lutero no es cierta, es un error y una falsedad, en sus estrictos términos lógicos: la fe sin obras está muerta.

      De ahí que se necesite "la fe que OBRA por medio de la caridad (Gal 5,14)".

      Esta expresión, "sola fide", no hay manera de salvarla, especialmente, cuando Lutero propone diversas "sola", las conocidas como "5 solas": sola fide, solo Christo, sola scriptura, sola gratia, soli Deo gloria.

      Si hay más de una "sola", entonces no están solas, están acompañadas, integradas las unas con las otras y jerarquizadas, siendo una, "solo Christo", la más importante, la reina de las "sola".

      Todo ello, un absurdo lógico.

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  7. "Pero incluso en la caridad desprovista de fe y transformada en solidaridad, incluso en ésta vemos la hermosa huella que ha dejado el cristianismo en la humanidad."
    La caridad (como virtud cristiana) desprovista de fe no es caridad, es filantropía.

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  8. Interesante articulo sobre la relación de Rajoy y Rouco Varela:
    http://www.elcorreo.com/vizcaya/20130417/mas-actualidad/sociedad/rouco-cartilla-rajoy-201304162034.html

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  9. Acabo de leer el artículo y le agradezco que lo comparta Mossen.
    ¡¡Dios le guarde siempre!!
    Jesús

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